“Ni me había acostumbrado al uniforme cuando me mandaron a la guerra”

Tiene 50 años es uno de los encargados de mantenimiento del Concejo Deliberante y pocos saben que Jorge Ampuero estuvo en la guerra de Malvinas y fue uno de los que se escapó de la muerte por bendición del Supremo.

01 ABR 2013 - 21:46 | Actualizado

Cumplía su servicio militar regularmente en el Regimiento 25 de Infantería en Sarmiento. “Todavía no me había ni acostumbrado el uniforme, cuando me mandaron a la guerra” dice. Recuerda que cumplía funciones en el Cuerpo Comando-Sección Comunicaciones, como radio operador del teniente coronel Mohamed Alí Seineldín cuando llegó la orden de alistarse para un viaje. “Arriba del avión nos dijeron que todo lo que habíamos aprendido en la instrucción, ahora lo íbamos a necesitar y mucho porque nos dirigíamos a Malvinas. Cuál de todos entendía menos, pero igualmente sabíamos lo que significaba Malvinas y nos sentimos orgullosos de participar en la gesta de recuperación”. Jorge Ampuero partió a las islas Malvinas con todo el orgullo de ir a recuperarlas “pero también con mucho miedo porque no sabíamos conqué nos íbamos a encontrar. El que dice que no siente miedo en una guerra miente” asevera.

Recuerda haber llegado a las 9 de la mañana y de inmediato con su grupo fue destacado a la seguridad del aeropuerto. “Todavía se escuchaban tiros en el pueblo cuando tuvimos que ocupar nuestro puesto de combate”. Fue destinado junto con otro soldado como radio operador del teniente coronel Mohamed Alí Seineldín. “Eramos cuatro, dos choferes y dos radio operadores que estábamos siempre junto a él”. Se entrecorta su voz cuando viene a su mente “el tener que ir a robar comida, algo que no hice nunca, allá lo tuve que hacer” dijo y señala que “nos daban una ración de guerra y cuando teníamos el horario de rancho, era raro el día que no teníamos un fuerte bombardeo y entonces no podíamos comer y si lo hacíamos era de a ratos”. Muchas cosas recuerda de esos días otoñales de Malvinas, pero rescata por sobre todo la camaradería entre los soldados.

“Éramos todos colimbas y estábamos en la misma. Entonces era un dar y recibir una mano de todos y para todos”. Pasaron treinta años y no guarda especiales rencores, ni siquiera para con los soldados ingleses. Dice que si se diera la oportunidad de encontrarse con alguno no tendría problemas en darle un apretón de manos “porque ellos estaban en la misma que nosotros. A ellos y a nosotros nos dijeron la mismo, que las Malvinas eran nuestras. Entonces nosotros estábamos fanatizados en recuperarlas y defenderlas y ellos en recuperarlas, porque pensaban que los usurpadores éramos los argentinos”.

“Si tengo rencores con los estaqueadores argentinos” dice. Destaca la diferencia de los soldados argentinos con los ingleses. “El equipamiento que tenían era impresionante, hasta uniformes térmicos y las armas ni que hablar. Lo mismo la preparación, ellos eran profesionales en todo sentido de la palabra. Eran rentados y nosotros soldados, aunque vale destacar que siempre nos trataron con mucha corrección”. Recuerda que el 15 de junio, más allá de la rendición misma, “todos los soldados nos agarramos una amargura tremenda porque veíamos que no pudimos conservar algo tan preciado y nos quitaban nuevamente a las Malvinas. Nos embarcaron y el 19 de junio llegamos a Puerto Madryn y toda la tristeza se nos fue, al menos por un rato, porque el recibimiento que nos ofreció la gente de esa ciudad fue realmente impresionante”.

Ampuero fue uno de los tantos soldados que llegaron al continente en el Camberra, el buque hospital que fue utilizado para el traslado de tropas y cuando tenía la sonrisa y alegría en su rostro por el reencuentro con sus seres queridos, recibió la triste noticia que deberían permanecer “escondidos” por tiempo indeterminado. Lo estuvo en el Fortín Chacabuco en Kilómetro 11 durante un mes y luego en Sarmiento. “Nos decían a diario que no teníamos que comentar absolutamente nada de lo que habíamos visto y vivido. Como quien dice nos tenían “engordando”. Cuando volví pesaba 70 kilos y tengo una altura de 1,90, eso habla a las claras del estado en que estábamos” señala. Ampuero partió a “la colimba” dejando una novia y luego de la guerra retornó a su barrio y lo estaba esperando. Carla Cofré es su nombre y hoy su esposa desde hace 30 años. La vida les dio dos hijas y una vida de trabajo en donde los recuerdos son una parte sustancial. Por eso pide “no olvidar. Olvidar a Malvinas, es olvidar a la patria y eso jamás”.

01 ABR 2013 - 21:46

Cumplía su servicio militar regularmente en el Regimiento 25 de Infantería en Sarmiento. “Todavía no me había ni acostumbrado el uniforme, cuando me mandaron a la guerra” dice. Recuerda que cumplía funciones en el Cuerpo Comando-Sección Comunicaciones, como radio operador del teniente coronel Mohamed Alí Seineldín cuando llegó la orden de alistarse para un viaje. “Arriba del avión nos dijeron que todo lo que habíamos aprendido en la instrucción, ahora lo íbamos a necesitar y mucho porque nos dirigíamos a Malvinas. Cuál de todos entendía menos, pero igualmente sabíamos lo que significaba Malvinas y nos sentimos orgullosos de participar en la gesta de recuperación”. Jorge Ampuero partió a las islas Malvinas con todo el orgullo de ir a recuperarlas “pero también con mucho miedo porque no sabíamos conqué nos íbamos a encontrar. El que dice que no siente miedo en una guerra miente” asevera.

Recuerda haber llegado a las 9 de la mañana y de inmediato con su grupo fue destacado a la seguridad del aeropuerto. “Todavía se escuchaban tiros en el pueblo cuando tuvimos que ocupar nuestro puesto de combate”. Fue destinado junto con otro soldado como radio operador del teniente coronel Mohamed Alí Seineldín. “Eramos cuatro, dos choferes y dos radio operadores que estábamos siempre junto a él”. Se entrecorta su voz cuando viene a su mente “el tener que ir a robar comida, algo que no hice nunca, allá lo tuve que hacer” dijo y señala que “nos daban una ración de guerra y cuando teníamos el horario de rancho, era raro el día que no teníamos un fuerte bombardeo y entonces no podíamos comer y si lo hacíamos era de a ratos”. Muchas cosas recuerda de esos días otoñales de Malvinas, pero rescata por sobre todo la camaradería entre los soldados.

“Éramos todos colimbas y estábamos en la misma. Entonces era un dar y recibir una mano de todos y para todos”. Pasaron treinta años y no guarda especiales rencores, ni siquiera para con los soldados ingleses. Dice que si se diera la oportunidad de encontrarse con alguno no tendría problemas en darle un apretón de manos “porque ellos estaban en la misma que nosotros. A ellos y a nosotros nos dijeron la mismo, que las Malvinas eran nuestras. Entonces nosotros estábamos fanatizados en recuperarlas y defenderlas y ellos en recuperarlas, porque pensaban que los usurpadores éramos los argentinos”.

“Si tengo rencores con los estaqueadores argentinos” dice. Destaca la diferencia de los soldados argentinos con los ingleses. “El equipamiento que tenían era impresionante, hasta uniformes térmicos y las armas ni que hablar. Lo mismo la preparación, ellos eran profesionales en todo sentido de la palabra. Eran rentados y nosotros soldados, aunque vale destacar que siempre nos trataron con mucha corrección”. Recuerda que el 15 de junio, más allá de la rendición misma, “todos los soldados nos agarramos una amargura tremenda porque veíamos que no pudimos conservar algo tan preciado y nos quitaban nuevamente a las Malvinas. Nos embarcaron y el 19 de junio llegamos a Puerto Madryn y toda la tristeza se nos fue, al menos por un rato, porque el recibimiento que nos ofreció la gente de esa ciudad fue realmente impresionante”.

Ampuero fue uno de los tantos soldados que llegaron al continente en el Camberra, el buque hospital que fue utilizado para el traslado de tropas y cuando tenía la sonrisa y alegría en su rostro por el reencuentro con sus seres queridos, recibió la triste noticia que deberían permanecer “escondidos” por tiempo indeterminado. Lo estuvo en el Fortín Chacabuco en Kilómetro 11 durante un mes y luego en Sarmiento. “Nos decían a diario que no teníamos que comentar absolutamente nada de lo que habíamos visto y vivido. Como quien dice nos tenían “engordando”. Cuando volví pesaba 70 kilos y tengo una altura de 1,90, eso habla a las claras del estado en que estábamos” señala. Ampuero partió a “la colimba” dejando una novia y luego de la guerra retornó a su barrio y lo estaba esperando. Carla Cofré es su nombre y hoy su esposa desde hace 30 años. La vida les dio dos hijas y una vida de trabajo en donde los recuerdos son una parte sustancial. Por eso pide “no olvidar. Olvidar a Malvinas, es olvidar a la patria y eso jamás”.