Por Juan Miguel Bigrevich
En el fútbol argentino hay algunos que cobran y otros que pagan. El más claro ejemplo es el torneo Argentino B. Allí se ve el más salvaje unitarismo que existe en un ámbito tan folklórico, dinámico y pasional para la mayoría de los habitantes de este suelo que lo hace parte de la cultura popular. Es que mientras desde el edificio de Viamonte 1366, sede de la intocable Asociación del Fútbol Argentino (AFA), se obtienen pingües ganancias por un certamen que abarca todo el territorio nacional, las entidades deportivas que le dan vida a ese desaguisado campeonato penan por su supervivencia.
La Asociación del Fútbol Argentino (AFA), recaudó, a través del Consejo Federal del Fútbol Argentino, la nada despreciable cifra de 6.500.000 pesos, en concepto de abono semanal por jugar de local, sólo por la primera y extenuante etapa del más federal de los torneos y que involucra a clubes con una riquísima historia del interior profundo, como le gusta decir a la presidente de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner.
La cuarta categoría del balompié autóctono, comparable con la denominada Primera C Metropolitana, es a todas luces deficitarias. Claro está, para los clubes, más no para la AFA que se llena sus arcas a expensas de una zanahoria a la que muy pocos podrán acceder.
Inviable
Es que de los cien equipos que comenzaron su derrotero en las siete zonas del Argentino B, sólo tres podrán ascender a la categoría inmediata superior, en tanto que 23 bajarán al Argentino C o Torneo del Interior, conocido como TDI o también LTA, sigla patentada por Diego Armando Maradona, luego de obtener la clasificación para el Mundial de Sudáfrica y dirigida a varios periodistas que lo habían criticado durante el proceso eliminatorio. Es que ese Argentino C, primer eslabón de los certámenes federales y equiparable a la Primera D Metropolitana, es también inviable por las largas distancias y los costos que conlleva participar del mismo y que se comprueba fehacientemente con la negativa de los clubes de la Liga del Valle y de Comodoro de participar en él.
Una fortuna
Vayamos a los ejemplos. Los clubes que intervinieron en la subzona Sur de la Zona 7 Patagónica del Argentino B, disputaron 14 juegos de local, en un sistema que se basó en cuatro ruedas de todos contra todos. En esos partidos, los clubes que hacían de local, abonaron, como tasa fija y mínima una cifra poco mayor a los 4.700 pesos por cada uno. Si la recaudación subía, obviamente el canon al Consejo Federal también aumentaba. En ese paquete, se incluyó el llamado control antidoping, que no se hizo durante todo el torneo, pero que también se paga, sin que existan explicaciones. Tanto por el pago o porque no se hace.
Por esos catorce cotejos disputados en condición de local, el centenar de clubes abonaron, cada uno, un poco más de 65.000 pesos que multiplicado por cien, llega al monto indicado al principio: 6.500.000 pesos. Que se dirige derecho a las arcas de una AFA que mira de espaldas al país y se centra, fundamentalmente a los grandes centros urbanos o al radio que involucra Capital Federal y el conurbano bonaerense, donde pululan, también, cientos de clubes en las categorías directamente afiliadas al ente rector del balompié argentino y a quienes subsidia permanentemente, no sólo con préstamos no reintegrables, sino con un sistema de torneo donde el campo de juego más lejano está a 140 kilómetros, una cantidad de kilómetros insignificante a recorrer, por caso, para las instituciones patagónicas, teniendo el caso más extremo al Club Atlético Boca Juniors, pero de Río Gallegos y obviamente a Real Madrid de Río Grande, semifinalista de la primera etapa 2013 del Torneo del Interior.
Retrasos
Para colmo de males, los retrasos del aporte estatal prometido, repercuten en las ya alicaídas finanzas de los clubes, como le está sucediendo a varios de ellos, que ya están analizando seriamente si van a participarán de próximas ediciones bajo este formato, previéndose, en las próximas semanas, un encuentro de dirigentes de esas entidades a los fines de reclamar por aquellos aportes que tardan en llegar y plantarse ante sus ligas de origen para que éstas gestionen –ante el Consejo Federal de Fútbol de la AFA- un esquema más económico y equitativo con el interior; hecho que hasta el momento no se produjo y que viene desde el inicio de aquellos Torneos Nacionales, aquella brillante idea del dirigente banfileño Valentín Suárez de la segunda mitad de la década del ´60, y que fueran eliminados por razones que aún se desconocen. O no tanto, pues el propio presidente afista, el sempiterno Julio Humberto Grondona, calificó este tipo de torneos de tercera y cuarta categoría, como “un juego de chacareros”, sin tanta trascendencia para un organismo que representa a una de las selecciones aristócratas del fútbol mundial, con dos títulos y dos subcampeonatos en mayores, una media docena de primeros puestos en juveniles y dos preseas doradas olímpicas; pero que inventa una Copa Argentina, donde equipos de ascenso y de Primera División (a veces hasta de la misma ciudad como Rosario Central y Central Córdoba) juegan en lugares tan insólitos como incomprensibles, debiendo recorrer miles de kilómetros para llegar a Salta, Catamarca, Chaco o Buenos Aires y nunca al sur de la República.
La realidad marca que los clubes son cada vez más pobres y que hay una AFA cada vez más rica, que inventa sistemas de disputa financieramente imposibles, relegando aún más a entidades deportivas a un rol de ser simples observadores de un deporte que es propiedad de todos los argentinos, por más que vivan a 1.500 kilómetros de distancia.
La solución está en la dirigencia deportiva liguista del interior que dice representar a los clubes que le pertenecen. Su capacidad de gestión, el plantarse ante los popes afistas y golpear, de vez en cuando, la mesa y no ser tan dóciles no es tan malo y reclamar por lo que es más justo y participar de la organización de los campeonatos y defender los propios intereses tampoco, porque seguir girando alrededor de un círculo vicioso es una muralla inexpugnable para la solución del problema, como que la perinola de “toma todo” caiga siempre para un lado.
Si se logra ello, se obtendrá, además, un torneo sólidamente identificado con los aficionados de todo el país. Inclusivo. Algo que no es poco.
Por Juan Miguel Bigrevich
En el fútbol argentino hay algunos que cobran y otros que pagan. El más claro ejemplo es el torneo Argentino B. Allí se ve el más salvaje unitarismo que existe en un ámbito tan folklórico, dinámico y pasional para la mayoría de los habitantes de este suelo que lo hace parte de la cultura popular. Es que mientras desde el edificio de Viamonte 1366, sede de la intocable Asociación del Fútbol Argentino (AFA), se obtienen pingües ganancias por un certamen que abarca todo el territorio nacional, las entidades deportivas que le dan vida a ese desaguisado campeonato penan por su supervivencia.
La Asociación del Fútbol Argentino (AFA), recaudó, a través del Consejo Federal del Fútbol Argentino, la nada despreciable cifra de 6.500.000 pesos, en concepto de abono semanal por jugar de local, sólo por la primera y extenuante etapa del más federal de los torneos y que involucra a clubes con una riquísima historia del interior profundo, como le gusta decir a la presidente de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner.
La cuarta categoría del balompié autóctono, comparable con la denominada Primera C Metropolitana, es a todas luces deficitarias. Claro está, para los clubes, más no para la AFA que se llena sus arcas a expensas de una zanahoria a la que muy pocos podrán acceder.
Inviable
Es que de los cien equipos que comenzaron su derrotero en las siete zonas del Argentino B, sólo tres podrán ascender a la categoría inmediata superior, en tanto que 23 bajarán al Argentino C o Torneo del Interior, conocido como TDI o también LTA, sigla patentada por Diego Armando Maradona, luego de obtener la clasificación para el Mundial de Sudáfrica y dirigida a varios periodistas que lo habían criticado durante el proceso eliminatorio. Es que ese Argentino C, primer eslabón de los certámenes federales y equiparable a la Primera D Metropolitana, es también inviable por las largas distancias y los costos que conlleva participar del mismo y que se comprueba fehacientemente con la negativa de los clubes de la Liga del Valle y de Comodoro de participar en él.
Una fortuna
Vayamos a los ejemplos. Los clubes que intervinieron en la subzona Sur de la Zona 7 Patagónica del Argentino B, disputaron 14 juegos de local, en un sistema que se basó en cuatro ruedas de todos contra todos. En esos partidos, los clubes que hacían de local, abonaron, como tasa fija y mínima una cifra poco mayor a los 4.700 pesos por cada uno. Si la recaudación subía, obviamente el canon al Consejo Federal también aumentaba. En ese paquete, se incluyó el llamado control antidoping, que no se hizo durante todo el torneo, pero que también se paga, sin que existan explicaciones. Tanto por el pago o porque no se hace.
Por esos catorce cotejos disputados en condición de local, el centenar de clubes abonaron, cada uno, un poco más de 65.000 pesos que multiplicado por cien, llega al monto indicado al principio: 6.500.000 pesos. Que se dirige derecho a las arcas de una AFA que mira de espaldas al país y se centra, fundamentalmente a los grandes centros urbanos o al radio que involucra Capital Federal y el conurbano bonaerense, donde pululan, también, cientos de clubes en las categorías directamente afiliadas al ente rector del balompié argentino y a quienes subsidia permanentemente, no sólo con préstamos no reintegrables, sino con un sistema de torneo donde el campo de juego más lejano está a 140 kilómetros, una cantidad de kilómetros insignificante a recorrer, por caso, para las instituciones patagónicas, teniendo el caso más extremo al Club Atlético Boca Juniors, pero de Río Gallegos y obviamente a Real Madrid de Río Grande, semifinalista de la primera etapa 2013 del Torneo del Interior.
Retrasos
Para colmo de males, los retrasos del aporte estatal prometido, repercuten en las ya alicaídas finanzas de los clubes, como le está sucediendo a varios de ellos, que ya están analizando seriamente si van a participarán de próximas ediciones bajo este formato, previéndose, en las próximas semanas, un encuentro de dirigentes de esas entidades a los fines de reclamar por aquellos aportes que tardan en llegar y plantarse ante sus ligas de origen para que éstas gestionen –ante el Consejo Federal de Fútbol de la AFA- un esquema más económico y equitativo con el interior; hecho que hasta el momento no se produjo y que viene desde el inicio de aquellos Torneos Nacionales, aquella brillante idea del dirigente banfileño Valentín Suárez de la segunda mitad de la década del ´60, y que fueran eliminados por razones que aún se desconocen. O no tanto, pues el propio presidente afista, el sempiterno Julio Humberto Grondona, calificó este tipo de torneos de tercera y cuarta categoría, como “un juego de chacareros”, sin tanta trascendencia para un organismo que representa a una de las selecciones aristócratas del fútbol mundial, con dos títulos y dos subcampeonatos en mayores, una media docena de primeros puestos en juveniles y dos preseas doradas olímpicas; pero que inventa una Copa Argentina, donde equipos de ascenso y de Primera División (a veces hasta de la misma ciudad como Rosario Central y Central Córdoba) juegan en lugares tan insólitos como incomprensibles, debiendo recorrer miles de kilómetros para llegar a Salta, Catamarca, Chaco o Buenos Aires y nunca al sur de la República.
La realidad marca que los clubes son cada vez más pobres y que hay una AFA cada vez más rica, que inventa sistemas de disputa financieramente imposibles, relegando aún más a entidades deportivas a un rol de ser simples observadores de un deporte que es propiedad de todos los argentinos, por más que vivan a 1.500 kilómetros de distancia.
La solución está en la dirigencia deportiva liguista del interior que dice representar a los clubes que le pertenecen. Su capacidad de gestión, el plantarse ante los popes afistas y golpear, de vez en cuando, la mesa y no ser tan dóciles no es tan malo y reclamar por lo que es más justo y participar de la organización de los campeonatos y defender los propios intereses tampoco, porque seguir girando alrededor de un círculo vicioso es una muralla inexpugnable para la solución del problema, como que la perinola de “toma todo” caiga siempre para un lado.
Si se logra ello, se obtendrá, además, un torneo sólidamente identificado con los aficionados de todo el país. Inclusivo. Algo que no es poco.