Por José Matías Cutro
Mucho antes de que los adolescentes vestidos de largos sobretodos negros, ojos delineados y pelos revueltos fuesen llamados “emos”, y antes de que le dieran el nombre a éste o a cualquier grupo de jóvenes que vista, viva y luzca como su banda favorita de “tribu urbana”, hubo un artista o una banda que lo hizo primero. Y el viernes por la noche en el Monumental de Núñez, para muchos hoy emos ayer new romantics, se cerró un capítulo.
Es que 26 años después de una tan inolvidable como ingrata experiencia para los fans e incluso para la propia banda, volvió a tocar The Cure en Argentina, la banda mítica de los ´80. En 1987, cuando unas pocas bandas internacionales comenzaban a tocar suelo argento, The Cure llegó a nuestro país y fue un caos repleto de escenas de violencia que quedaron en la memoria de los fanáticos y del mismísimo Robert Smith, líder del grupo inglés, que dejó pasar mucho tiempo antes de volver, y además derribar el mito de que su ausencia en estos largos años en el país fue por lo que sucedió aquella vez. El mismo Smith aclaró: “No volvimos porque no se dio”.
Y el show del viernes en River sirvió y sobró para cerrar aquella vieja herida entre el público y el grupo que se convirtió en culto. Pero la banda demostró desde el principio del show que no vino a recordar nada de un tiempo pasado. The Cure sonó como una banda viva, una banda de hoy y no de ayer.
Si bien en el espectáculo de poco más de tres horas The Cure repasó y tocó todo, no fue un derroche de nostalgia. Smith & Co. reflotó el mismo espíritu adolescente de hace más de tres décadas. Y hoy suenan mejor. Su líder y voz cantante está intacto –aunque las apariencias engañen-, tan apasionado como desde el comienzo de la banda en 1979. Y para la tranquilidad y admiración de todos los que seguimos, con esa voz desesperada, urgente y al borde del llanto con la que siempre interpretó sus himnos a la oscuridad. Conserva ese idéntico pelo revuelto y engelado, maquillaje desprolijamente ideado y sobre el escenario se sigue moviendo casi tímido, con esa incomodidad física que fue imitada y vuelta a copiar y pegar por tantas bandas nacidas y criadas bajo la sombra de The Cure, los padrinos góticos. Bandas que se inspiraron no sólo para tocar sino también para verse como ellos. En Argentina los abanderados de esa absorción de estilo fue Soda Stereo. ¿Quién no recuerda a Gustavo Cerati, Charly Alberti y Zeta Bosio en el video de “Cuando pase el temblor”? ¡Y cuánto le hubiera gustado al líder de Soda estar en una noche como ésta!
Seguramente en cada una de las ciudades del país haya una banda que suena o sonó como The Cure. Sin ir más lejos nuestros chubutenses Masoka comenzaron a tocar sus primeros temas, mientras que como estudiantes en Buenos Aires se pasaban casettes de los británicos y ensayaban sonidos como los de la banda que anoche demostró que es mucho más que el recuerdo de aquellos buenos tiempos.
The Cure es hoy una tremenda banda con un personalísimo líder que influyó en la música, el cine, y en toda una generación de 30 y 40 y pico que el viernes fuimos a cerrar un capítulo de nuestro pasado, para vivirlo y reconvertirlo en presente. Cada tema nos llevaba a un momento de cuando éramos tan jóvenes. Así, “Boys don´t cry” volvió a sonar como uno de los pocos temas de la banda que podíamos bailar, y “Friday I´m in love” (cortina del programa Que hacemos de Canal 3) se erigió como esa canción esperanzada y dedicada al amor que arrancaba el lado de A de miles de TDK grabados en minicomponentes en los ´90.
La lista de temas que sugirieron más momentos del pasado –revividos y disfrutados en el presente- fue de más de 40 canciones, impecable y, sobre todo, la justa y necesaria para consolar las almas de todos los que no estuvimos antes y que sí estuvimos ahora para comprobar que están vivos, muy vivos, que suenan y lucen tal cual como los recordamos en la tapa de una revista Pelo, en las fotos que ilustraban las carpetas o las paredes de los cuartos adolescentes.
Robert Smith se despidió con un espontáneo “nos vemos pronto”. Que esta vez no sean tantos años para vivir/revivir una noche como ésta.#
Por José Matías Cutro
Mucho antes de que los adolescentes vestidos de largos sobretodos negros, ojos delineados y pelos revueltos fuesen llamados “emos”, y antes de que le dieran el nombre a éste o a cualquier grupo de jóvenes que vista, viva y luzca como su banda favorita de “tribu urbana”, hubo un artista o una banda que lo hizo primero. Y el viernes por la noche en el Monumental de Núñez, para muchos hoy emos ayer new romantics, se cerró un capítulo.
Es que 26 años después de una tan inolvidable como ingrata experiencia para los fans e incluso para la propia banda, volvió a tocar The Cure en Argentina, la banda mítica de los ´80. En 1987, cuando unas pocas bandas internacionales comenzaban a tocar suelo argento, The Cure llegó a nuestro país y fue un caos repleto de escenas de violencia que quedaron en la memoria de los fanáticos y del mismísimo Robert Smith, líder del grupo inglés, que dejó pasar mucho tiempo antes de volver, y además derribar el mito de que su ausencia en estos largos años en el país fue por lo que sucedió aquella vez. El mismo Smith aclaró: “No volvimos porque no se dio”.
Y el show del viernes en River sirvió y sobró para cerrar aquella vieja herida entre el público y el grupo que se convirtió en culto. Pero la banda demostró desde el principio del show que no vino a recordar nada de un tiempo pasado. The Cure sonó como una banda viva, una banda de hoy y no de ayer.
Si bien en el espectáculo de poco más de tres horas The Cure repasó y tocó todo, no fue un derroche de nostalgia. Smith & Co. reflotó el mismo espíritu adolescente de hace más de tres décadas. Y hoy suenan mejor. Su líder y voz cantante está intacto –aunque las apariencias engañen-, tan apasionado como desde el comienzo de la banda en 1979. Y para la tranquilidad y admiración de todos los que seguimos, con esa voz desesperada, urgente y al borde del llanto con la que siempre interpretó sus himnos a la oscuridad. Conserva ese idéntico pelo revuelto y engelado, maquillaje desprolijamente ideado y sobre el escenario se sigue moviendo casi tímido, con esa incomodidad física que fue imitada y vuelta a copiar y pegar por tantas bandas nacidas y criadas bajo la sombra de The Cure, los padrinos góticos. Bandas que se inspiraron no sólo para tocar sino también para verse como ellos. En Argentina los abanderados de esa absorción de estilo fue Soda Stereo. ¿Quién no recuerda a Gustavo Cerati, Charly Alberti y Zeta Bosio en el video de “Cuando pase el temblor”? ¡Y cuánto le hubiera gustado al líder de Soda estar en una noche como ésta!
Seguramente en cada una de las ciudades del país haya una banda que suena o sonó como The Cure. Sin ir más lejos nuestros chubutenses Masoka comenzaron a tocar sus primeros temas, mientras que como estudiantes en Buenos Aires se pasaban casettes de los británicos y ensayaban sonidos como los de la banda que anoche demostró que es mucho más que el recuerdo de aquellos buenos tiempos.
The Cure es hoy una tremenda banda con un personalísimo líder que influyó en la música, el cine, y en toda una generación de 30 y 40 y pico que el viernes fuimos a cerrar un capítulo de nuestro pasado, para vivirlo y reconvertirlo en presente. Cada tema nos llevaba a un momento de cuando éramos tan jóvenes. Así, “Boys don´t cry” volvió a sonar como uno de los pocos temas de la banda que podíamos bailar, y “Friday I´m in love” (cortina del programa Que hacemos de Canal 3) se erigió como esa canción esperanzada y dedicada al amor que arrancaba el lado de A de miles de TDK grabados en minicomponentes en los ´90.
La lista de temas que sugirieron más momentos del pasado –revividos y disfrutados en el presente- fue de más de 40 canciones, impecable y, sobre todo, la justa y necesaria para consolar las almas de todos los que no estuvimos antes y que sí estuvimos ahora para comprobar que están vivos, muy vivos, que suenan y lucen tal cual como los recordamos en la tapa de una revista Pelo, en las fotos que ilustraban las carpetas o las paredes de los cuartos adolescentes.
Robert Smith se despidió con un espontáneo “nos vemos pronto”. Que esta vez no sean tantos años para vivir/revivir una noche como ésta.#