David Patricio Romero lo acusó a Luis García de “mentiroso” y de “abandonar a Mario Amaya”

En el juicio, el conocido dirigente dijo que el médico de Trelew le aseguró dos veces no haber visto a la víctima en la U-6. “Después me entero por el diario que lo vio 6 veces”. Advirtió que “era imposible” que el exministro y los jefes del área médica no supieran de su mal. “Lo dejaron morir”, remató.

24 ABR 2013 - 22:40 | Actualizado

Era testigo convocado por la defensa del médico de Trelew. Pero en su relato, David Patricio Romero complicó seriamente la situación de Luis García, a quien se lo juzga por las torturas y la muerte de Mario Abel Amaya en la Unidad 6 de Rawson. El abogado y exsocio del dirigente radical asesinado en 1976 acusó a García de “mentiroso”, ya que al menos dos veces le aseguró que nunca había atendido en la cárcel a Amaya. Cabe recordar que al declarar en el inicio de las audiencias, el exministro radical admitió que lo atendió varias veces pero sin observar signos de vejaciones.

En el Cine Teatro “José Hernández” de Rawson, ante la mirada seria de García, el “Oso” Romero reveló otro dato inédito: Juan Carlos Saleg, el fallecido exjefe del Servicio Médico de la U-6, en su época de estudiante vivió al menos 4 años en la misma casa de Amaya. El médico –que estuvo imputado en la causa- conocía a la perfección la gravedad del asma del dirigente y no hizo lo debido para cuidar su salud. Por eso el testigo consideró que García y Saleg “lo abandonaron y lo dejaron morir”.

“Amaya vivía en una casa de la calle Mendoza 1.012 del barrio San Martín de Córdoba”, explicó Romero, quien lo visitaba seguido por amistad o para estudiar. “Estaba con su hermano mayor Héctor, un estudiante de Medicina de Tucumán de apellido Villagra, y Juan Carlos Saleg, a quien conocíamos perfectamente bien. Nadie olvida a los amigos de sus épocas de estudiante; uno siempre los recuerda pese a los años”.

Según el testigo, la humedad de Córdoba no era el mejor clima para Amaya. “No era extraño que tuviese recaídas y en dos oportunidades fue tan grave que hubo que internarlo”. Como no tenía obra social ni había lugar en los hospitales lo internaron en la Maternidad Provincial de Córdoba. Justamente donde ejercían un joven Saleg y el tucumano Villagra. “Es decir que Saleg sabía profundamente cuál era la gravedad de la dolencia de Amaya como para haber ignorado lo que le sucedía en la cárcel”, acusó Romero.

Como diputado provincial del Frepaso, el “Oso” compartió Legislatura con García en el período 1995/9. “Cuando le pregunté me dijo que nunca lo había visto a Amaya cuando estaba detenido. Es más, hace dos años fui con mi esposa a requerir sus servicios profesionales y en presencia de ella volvió a decirme que nunca había visto a Amaya en la cárcel. Después me entero por los diarios su declaración de que lo había visto 6 veces, es decir que García me mintió”.

Saleg compartió con Romero actividades en el Club Independiente de Trelew. “Lo conecto con el hecho de que él también nos dijo que no lo había visto. Siendo el jefe del área médica y sabiendo la gravedad de la dolencia en circunstancias como las que pasó en la cárcel, y estando García junto con él, era imposible que ambos dos no hayan sabido qué es lo que estaban haciendo y el abandono que hicieron de Amaya. No se puede hacer eso”.

El testigo admitió que al médico de Trelew “yo lo tenía exculpado de esta situación y pensé que no tenía nada que ver porque me había dicho que nunca lo había visto. Y cuando me entero por Jornada que lo vio 6 veces digo ´Me mintió, lo abandonó´”.

Romero describió a su amigo muerto como “un tipo con una salud muy precaria y un físico muy pequeño” y lo comparó con Hipólito Solari Yrigoyen. “Recibió tanto maltrato como él pero pudo recuperarse y Amaya no”.

“Saleg sabía la situación –insistió-. Lo dejaron morir, y esto es cierto, no le hago ninguna imputación judicial pero no puedo dejar de decir que indudablemente no lo atendieron, cuando sabía perfectamente que era lo que Amaya tenía. Cuando éramos estudiantes lo internaron, lo he visto con ataques tremendos y oxígeno y tenía 25 años. En la cárcel tenía unos 40 y la situación no podía sino ser más grave”.

Romero subrayó que Amaya “con una buena atención se hubiese salvado” ya que “ni bien llegó lo tendrían que haber mandado directamente a una unidad intensiva para poder salvarlo; al menos tendrían que haber demostrado que hicieron lo posible por salvarlo”.

El “Oso” estuvo preso un año y 17 días entre 1976 y 1977. Ocupaba la celda 188, la más cercana a la reja de salida del pabellón, junto con la escalera de cemento. Una tarde de agosto escuchó cómo empezaron a subir gente. “Se oían los golpes y los quejidos, cómo retumbaba cuando corrían arriba; en un momento dado alguien se cayó y escuché sus quejidos y cómo lo insultaban para que se levante con golpes y patadas. Después me dijeron que era Amaya que llegaba”.

Un par de veces vio a Solari, con su grupo de pabellón de recreo en el patio de la U-6. “Ahí me di cuenta de que Amaya no podía estar bien porque sólo lo veía a Solari y a todos los demás, a él no lo veía en el patio”.

Romero se emocionó al recordar a su exsocio como “un político notable, honesto y valiente; el radicalismo se perdió a un dirigente tremendo por su capacidad política”.

Un pelotón fantasma en la U-6 y Steding,

el guardicárcel que siempre daba la cara

El oficial Jorge Steding fue la presencia más fuerte que tuvimos”. Lo aseguró ayer Fernando Dondero, exdetenido político en la Unidad 6, al hablar del guardiacárcel imputado en la causa Amaya. “Steding era el que ponía la cara y si se le pregunta a cualquier preso político que haya pasado por la cárcel de Rawson, es del primero que se va a acordar, fruto de su presencia permanente en los pabellones porque podía aparecer en cualquier situación”.

Según el testigo, el acusado “no tenía ningún problema, incluso de dar explicaciones”. Y aunque las golpizas solían estar a cargo de sus subordinados, “no era un oficial que uno no conociera: él iba al pabellón, hablaba e incluso contestaba incluso, cosa que la oficialidad superior no hacía”.

Desde el Cine Teatro de Rawson, Dondero recordó un problema en el pabellón 2, cuando un celador amenazó a los presos con su arma reglamentaria. “Fuimos todos a la reja a pedir explicaciones y garantías, Steding se presentó y recuerdo que dijo una frase que quedó en el registro de nuestra memoria: ´A mí me carbura´”. Un modo de aclarar que era un guardia pensante, a diferencia del resto.

Dondero le dijo al tribunal que en la U-6 funcionaba un “grupo de choque” con personal de requisa y un par de jefes. Todo fue más violento tras el golpe de Estado. “El oficial principal era un hombre alto y grandote y le decíamos Olaf El Vikingo porque era pelirrojo; estaba el sargento Codesal y dentro del penal aparecieron otras manifestaciones, como (Jorge) Tomasso, persona muy conocida de Rawson, que fue un pegador”.

Según el testigo, Tomasso “creó un pelotón fantasma hecho de sus celadores, de su patota, una especie de justicia paralela que funcionaba en la parte trasera del penal; te sacaban de la celda por las noches y él también pegaba con su propia tropa”.

En cuanto a Mario Abel Amaya, Dondero recordó que hubo compañeros suyos de pabellón que en el patio vieron cómo un preso era llevado de las celdas de castigo a la Enfermería en camilla. “No lo reconocieron pero no era de los viejos de la cárcel sino de los nuevos, en estado físico muy jodido”. Supieron que iba vivo por la cabeza destapada. Luego supieron que era el abogado radical y lo acompañaban Steding y Codesal.

Quien más supo de esos episodios fue un hachero chaqueño, Florencio Pacífico Herrera. Hasta escribió un informe contando la llegada al penal de Solari y Amaya, muy golpeados. Era testigo en la causa pero falleció.

“Los celadores no hablaban con nosotros porque estaban controlados, pero con la muerte de Amaya por una rara vez hablaron y contaron de su velatorio en Trelew. Fue una noticia evidentemente impactante para la sociedad”.

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24 ABR 2013 - 22:40

Era testigo convocado por la defensa del médico de Trelew. Pero en su relato, David Patricio Romero complicó seriamente la situación de Luis García, a quien se lo juzga por las torturas y la muerte de Mario Abel Amaya en la Unidad 6 de Rawson. El abogado y exsocio del dirigente radical asesinado en 1976 acusó a García de “mentiroso”, ya que al menos dos veces le aseguró que nunca había atendido en la cárcel a Amaya. Cabe recordar que al declarar en el inicio de las audiencias, el exministro radical admitió que lo atendió varias veces pero sin observar signos de vejaciones.

En el Cine Teatro “José Hernández” de Rawson, ante la mirada seria de García, el “Oso” Romero reveló otro dato inédito: Juan Carlos Saleg, el fallecido exjefe del Servicio Médico de la U-6, en su época de estudiante vivió al menos 4 años en la misma casa de Amaya. El médico –que estuvo imputado en la causa- conocía a la perfección la gravedad del asma del dirigente y no hizo lo debido para cuidar su salud. Por eso el testigo consideró que García y Saleg “lo abandonaron y lo dejaron morir”.

“Amaya vivía en una casa de la calle Mendoza 1.012 del barrio San Martín de Córdoba”, explicó Romero, quien lo visitaba seguido por amistad o para estudiar. “Estaba con su hermano mayor Héctor, un estudiante de Medicina de Tucumán de apellido Villagra, y Juan Carlos Saleg, a quien conocíamos perfectamente bien. Nadie olvida a los amigos de sus épocas de estudiante; uno siempre los recuerda pese a los años”.

Según el testigo, la humedad de Córdoba no era el mejor clima para Amaya. “No era extraño que tuviese recaídas y en dos oportunidades fue tan grave que hubo que internarlo”. Como no tenía obra social ni había lugar en los hospitales lo internaron en la Maternidad Provincial de Córdoba. Justamente donde ejercían un joven Saleg y el tucumano Villagra. “Es decir que Saleg sabía profundamente cuál era la gravedad de la dolencia de Amaya como para haber ignorado lo que le sucedía en la cárcel”, acusó Romero.

Como diputado provincial del Frepaso, el “Oso” compartió Legislatura con García en el período 1995/9. “Cuando le pregunté me dijo que nunca lo había visto a Amaya cuando estaba detenido. Es más, hace dos años fui con mi esposa a requerir sus servicios profesionales y en presencia de ella volvió a decirme que nunca había visto a Amaya en la cárcel. Después me entero por los diarios su declaración de que lo había visto 6 veces, es decir que García me mintió”.

Saleg compartió con Romero actividades en el Club Independiente de Trelew. “Lo conecto con el hecho de que él también nos dijo que no lo había visto. Siendo el jefe del área médica y sabiendo la gravedad de la dolencia en circunstancias como las que pasó en la cárcel, y estando García junto con él, era imposible que ambos dos no hayan sabido qué es lo que estaban haciendo y el abandono que hicieron de Amaya. No se puede hacer eso”.

El testigo admitió que al médico de Trelew “yo lo tenía exculpado de esta situación y pensé que no tenía nada que ver porque me había dicho que nunca lo había visto. Y cuando me entero por Jornada que lo vio 6 veces digo ´Me mintió, lo abandonó´”.

Romero describió a su amigo muerto como “un tipo con una salud muy precaria y un físico muy pequeño” y lo comparó con Hipólito Solari Yrigoyen. “Recibió tanto maltrato como él pero pudo recuperarse y Amaya no”.

“Saleg sabía la situación –insistió-. Lo dejaron morir, y esto es cierto, no le hago ninguna imputación judicial pero no puedo dejar de decir que indudablemente no lo atendieron, cuando sabía perfectamente que era lo que Amaya tenía. Cuando éramos estudiantes lo internaron, lo he visto con ataques tremendos y oxígeno y tenía 25 años. En la cárcel tenía unos 40 y la situación no podía sino ser más grave”.

Romero subrayó que Amaya “con una buena atención se hubiese salvado” ya que “ni bien llegó lo tendrían que haber mandado directamente a una unidad intensiva para poder salvarlo; al menos tendrían que haber demostrado que hicieron lo posible por salvarlo”.

El “Oso” estuvo preso un año y 17 días entre 1976 y 1977. Ocupaba la celda 188, la más cercana a la reja de salida del pabellón, junto con la escalera de cemento. Una tarde de agosto escuchó cómo empezaron a subir gente. “Se oían los golpes y los quejidos, cómo retumbaba cuando corrían arriba; en un momento dado alguien se cayó y escuché sus quejidos y cómo lo insultaban para que se levante con golpes y patadas. Después me dijeron que era Amaya que llegaba”.

Un par de veces vio a Solari, con su grupo de pabellón de recreo en el patio de la U-6. “Ahí me di cuenta de que Amaya no podía estar bien porque sólo lo veía a Solari y a todos los demás, a él no lo veía en el patio”.

Romero se emocionó al recordar a su exsocio como “un político notable, honesto y valiente; el radicalismo se perdió a un dirigente tremendo por su capacidad política”.

Un pelotón fantasma en la U-6 y Steding,

el guardicárcel que siempre daba la cara

El oficial Jorge Steding fue la presencia más fuerte que tuvimos”. Lo aseguró ayer Fernando Dondero, exdetenido político en la Unidad 6, al hablar del guardiacárcel imputado en la causa Amaya. “Steding era el que ponía la cara y si se le pregunta a cualquier preso político que haya pasado por la cárcel de Rawson, es del primero que se va a acordar, fruto de su presencia permanente en los pabellones porque podía aparecer en cualquier situación”.

Según el testigo, el acusado “no tenía ningún problema, incluso de dar explicaciones”. Y aunque las golpizas solían estar a cargo de sus subordinados, “no era un oficial que uno no conociera: él iba al pabellón, hablaba e incluso contestaba incluso, cosa que la oficialidad superior no hacía”.

Desde el Cine Teatro de Rawson, Dondero recordó un problema en el pabellón 2, cuando un celador amenazó a los presos con su arma reglamentaria. “Fuimos todos a la reja a pedir explicaciones y garantías, Steding se presentó y recuerdo que dijo una frase que quedó en el registro de nuestra memoria: ´A mí me carbura´”. Un modo de aclarar que era un guardia pensante, a diferencia del resto.

Dondero le dijo al tribunal que en la U-6 funcionaba un “grupo de choque” con personal de requisa y un par de jefes. Todo fue más violento tras el golpe de Estado. “El oficial principal era un hombre alto y grandote y le decíamos Olaf El Vikingo porque era pelirrojo; estaba el sargento Codesal y dentro del penal aparecieron otras manifestaciones, como (Jorge) Tomasso, persona muy conocida de Rawson, que fue un pegador”.

Según el testigo, Tomasso “creó un pelotón fantasma hecho de sus celadores, de su patota, una especie de justicia paralela que funcionaba en la parte trasera del penal; te sacaban de la celda por las noches y él también pegaba con su propia tropa”.

En cuanto a Mario Abel Amaya, Dondero recordó que hubo compañeros suyos de pabellón que en el patio vieron cómo un preso era llevado de las celdas de castigo a la Enfermería en camilla. “No lo reconocieron pero no era de los viejos de la cárcel sino de los nuevos, en estado físico muy jodido”. Supieron que iba vivo por la cabeza destapada. Luego supieron que era el abogado radical y lo acompañaban Steding y Codesal.

Quien más supo de esos episodios fue un hachero chaqueño, Florencio Pacífico Herrera. Hasta escribió un informe contando la llegada al penal de Solari y Amaya, muy golpeados. Era testigo en la causa pero falleció.

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