Sin embargo, a dos días del referéndum, las encuestas apuntan a una victoria del No, aunque ajustada, mientras en las calles de la ciudad del "oro negro", los escoceses no ven con claridad que la separación vaya a brindarles más beneficios que los obtenidos hasta ahora.
El respaldo de la tercera ciudad más importante de Escocia, tras el avance independentista en los feudos laboristas, especialmente Glasgow, es crucial para los unionistas, de ahí que ayer el primer ministro David Cameron lanzara desde aquí su último ruego a los escoceses para que no se separen del Reino Unido.
En febrero, previo al inicio de la campaña por el referéndum y en un hecho inusual desde principios del siglo XX, Cameron también reunió a su gabinete en Aberdeen. Alex Salmond, por su parte, celebró en este mismo lugar el último congreso de su Partido Nacionalista Escocés (SNP, en sus siglas en inglés), antes de lanzarse de lleno a la conquista del sueño de la independencia.
A pesar del papel clave de Aberdeen en el proyecto separatista, las promesas de un futuro mejor para Escocia no han calado del todo y la ciudad se resiste al cambio, según reconocen desde la propia campaña del Sí.
"La gente más rica del Reino Unido -dejando de lado la de Londres- vive aquí, y no hay interés en que cambie el status quo", afirma Hugh Wallace, un ingeniero de 39 años que promociona los beneficios de la independencia en la céntrica Union Street.
"La gente que vive bien no ve la pobreza, que existe en Aberdeen y en otras partes de Escocia", añade.
Entre los grises edificios del centro de Aberdeen, que en el pasado era conocida como la "ciudad del granito", circulan autos lujosos, caminan ejecutivos de traje y nuevos ricos, que se mezclan con los escoceses originarios, los británicos e inmigrantes llegados en los últimos años, atraídos por el boom económico vinculado al negocio petrolero.
Esta zona del noreste de Escocia vivía en letargo hasta que en los años '70 se descubrió el petróleo del Mar del Norte, y la economía dio un vuelco espectacular.
Los sueldos treparon por encima de la media y el nivel de vida mejoró notablemente. El precio de la vivienda también se disparó. Solo hace falta caminar por la elegante Albyn Street, entre jardines y parques, para encontrar una gran cantidad de negocios inmobiliarios y hoteles, que suelen ser el punto de reunión de la pujante clase media y hombres de negocios de la
zona.
Graig Wilson, propietario de un famoso restaurante de la ciudad, afirma que "votar por la independencia es una decisión muy difícil. Tengo un negocio y tampoco quiero dar abiertamente mi opinión. La economía funciona; no es que tenga miedo al cambio, pero existe mucha incertidumbre en torno a lo que pasará si nos separamos del Reino Unido".
Mientras toma un té en el Malmaison Hotel, Wilson discute con su padre sobre la independencia, y éste asegura con determinación que él votará por el No, porque la separación traerá inestabilidad al negocio petrolero, que es el corazón de Aberdeen.
El gobierno escocés dijo que respetaría las licencias de hasta 30 años que tienen las petroleras, pero la grandes como BP o Shell amenazaron con reducir sus inversiones si Escocia se independiza, aunque el riesgo del cambio parece ser menor al que afrontan países más convulsionados como Libia o Egipto.
Uno de los puntos centrales del programa del SPN, en el que se apoya el reclamo independentista, es que Escocia pueda recaudar todos los ingresos derivados de la explotación petrolera de los yacimientos que le pertenecen.
El plan de Salmond es constituir un fondo de reserva soberano similar al de Noruega, que sería una garantía a largo plazo contra la volatilidad de los precios y daría estabilidad a la economía y bases para crecer.
Aunque los partidarios del Sí aseguran que gracias al petróleo Escocia tendrá suficientes ingresos para mantenerse sin ayuda del Reino Unido, hasta en Aberdeen hay vecinos que no confían en esa ecuación.
"Si Escocia se independiza tendrán que subir los impuestos para mantener el Estado de Bienestar. Yo soy un empresario y eso irá en nuestra contra. Tendremos que mantener con nuestros impuestos los subsidios de los desempleados de Glasgow", decía Peter Stuart, de 54 años, y propietario de una empresa de fumigación.
Se estima que quedan 24 millones de dólares en reservas aún sin explotar, aunque la cifra es objeto de disputa entre el gobierno británico, el escocés y las empresas. Los unionistas defienden que la producción será decreciente, y que en algún momento la economía de la zona se tendrá que diversificar.
Actualmente, al industria del petróleo y el gas del Mar del Norte generan alrededor de 200.000 puestos de trabajo entre directos -extracción- e indirectos- vinculados a las empresas terciarias-, sobre todo de actividades derivadas a la extracción y servicios.
El negocio del petróleo es tan importante para los escoceses como para el gobierno británico, de ahí que la batalla se dirima en este terreno. Pero no todo tiene que ver con los ingresos, también está en juego la distribución, porque en Aberdeen no todo es opulencia: el contraste entre los barrios ricos de Ferryhill o Cults y los más deprimidos como Torry o Seaton también son notables. Y los habitantes de estas barriadas más pobres también votarán. Uno de ellos es Tahe Jahn, taxista paquistaní, quien no tiene del todo claro cuál será su voto: "Dicen que la independencia será mejor para Escocia, pero no lo se".
Sin embargo, a dos días del referéndum, las encuestas apuntan a una victoria del No, aunque ajustada, mientras en las calles de la ciudad del "oro negro", los escoceses no ven con claridad que la separación vaya a brindarles más beneficios que los obtenidos hasta ahora.
El respaldo de la tercera ciudad más importante de Escocia, tras el avance independentista en los feudos laboristas, especialmente Glasgow, es crucial para los unionistas, de ahí que ayer el primer ministro David Cameron lanzara desde aquí su último ruego a los escoceses para que no se separen del Reino Unido.
En febrero, previo al inicio de la campaña por el referéndum y en un hecho inusual desde principios del siglo XX, Cameron también reunió a su gabinete en Aberdeen. Alex Salmond, por su parte, celebró en este mismo lugar el último congreso de su Partido Nacionalista Escocés (SNP, en sus siglas en inglés), antes de lanzarse de lleno a la conquista del sueño de la independencia.
A pesar del papel clave de Aberdeen en el proyecto separatista, las promesas de un futuro mejor para Escocia no han calado del todo y la ciudad se resiste al cambio, según reconocen desde la propia campaña del Sí.
"La gente más rica del Reino Unido -dejando de lado la de Londres- vive aquí, y no hay interés en que cambie el status quo", afirma Hugh Wallace, un ingeniero de 39 años que promociona los beneficios de la independencia en la céntrica Union Street.
"La gente que vive bien no ve la pobreza, que existe en Aberdeen y en otras partes de Escocia", añade.
Entre los grises edificios del centro de Aberdeen, que en el pasado era conocida como la "ciudad del granito", circulan autos lujosos, caminan ejecutivos de traje y nuevos ricos, que se mezclan con los escoceses originarios, los británicos e inmigrantes llegados en los últimos años, atraídos por el boom económico vinculado al negocio petrolero.
Esta zona del noreste de Escocia vivía en letargo hasta que en los años '70 se descubrió el petróleo del Mar del Norte, y la economía dio un vuelco espectacular.
Los sueldos treparon por encima de la media y el nivel de vida mejoró notablemente. El precio de la vivienda también se disparó. Solo hace falta caminar por la elegante Albyn Street, entre jardines y parques, para encontrar una gran cantidad de negocios inmobiliarios y hoteles, que suelen ser el punto de reunión de la pujante clase media y hombres de negocios de la
zona.
Graig Wilson, propietario de un famoso restaurante de la ciudad, afirma que "votar por la independencia es una decisión muy difícil. Tengo un negocio y tampoco quiero dar abiertamente mi opinión. La economía funciona; no es que tenga miedo al cambio, pero existe mucha incertidumbre en torno a lo que pasará si nos separamos del Reino Unido".
Mientras toma un té en el Malmaison Hotel, Wilson discute con su padre sobre la independencia, y éste asegura con determinación que él votará por el No, porque la separación traerá inestabilidad al negocio petrolero, que es el corazón de Aberdeen.
El gobierno escocés dijo que respetaría las licencias de hasta 30 años que tienen las petroleras, pero la grandes como BP o Shell amenazaron con reducir sus inversiones si Escocia se independiza, aunque el riesgo del cambio parece ser menor al que afrontan países más convulsionados como Libia o Egipto.
Uno de los puntos centrales del programa del SPN, en el que se apoya el reclamo independentista, es que Escocia pueda recaudar todos los ingresos derivados de la explotación petrolera de los yacimientos que le pertenecen.
El plan de Salmond es constituir un fondo de reserva soberano similar al de Noruega, que sería una garantía a largo plazo contra la volatilidad de los precios y daría estabilidad a la economía y bases para crecer.
Aunque los partidarios del Sí aseguran que gracias al petróleo Escocia tendrá suficientes ingresos para mantenerse sin ayuda del Reino Unido, hasta en Aberdeen hay vecinos que no confían en esa ecuación.
"Si Escocia se independiza tendrán que subir los impuestos para mantener el Estado de Bienestar. Yo soy un empresario y eso irá en nuestra contra. Tendremos que mantener con nuestros impuestos los subsidios de los desempleados de Glasgow", decía Peter Stuart, de 54 años, y propietario de una empresa de fumigación.
Se estima que quedan 24 millones de dólares en reservas aún sin explotar, aunque la cifra es objeto de disputa entre el gobierno británico, el escocés y las empresas. Los unionistas defienden que la producción será decreciente, y que en algún momento la economía de la zona se tendrá que diversificar.
Actualmente, al industria del petróleo y el gas del Mar del Norte generan alrededor de 200.000 puestos de trabajo entre directos -extracción- e indirectos- vinculados a las empresas terciarias-, sobre todo de actividades derivadas a la extracción y servicios.
El negocio del petróleo es tan importante para los escoceses como para el gobierno británico, de ahí que la batalla se dirima en este terreno. Pero no todo tiene que ver con los ingresos, también está en juego la distribución, porque en Aberdeen no todo es opulencia: el contraste entre los barrios ricos de Ferryhill o Cults y los más deprimidos como Torry o Seaton también son notables. Y los habitantes de estas barriadas más pobres también votarán. Uno de ellos es Tahe Jahn, taxista paquistaní, quien no tiene del todo claro cuál será su voto: "Dicen que la independencia será mejor para Escocia, pero no lo se".