Los Violadores y un regreso con gloria en el Luna

Los Violadores, la banda más importante del punk argentino, volvió a presentarse anoche con su formación tradicional, a 30 años del emblemático disco “¿Y ahora qué pasa, eh?”, ante un Luna Park colmado, en un contundente show de dos horas en donde, lejos de apostar al recuerdo, la banda dejó en claro que sus combativas canciones mantienen vigencia.

25 ABR 2016 - 13:27 | Actualizado

El popular grupo, integrado por Pil Trafa, en voz; Stuka, en guitarra; Roberto “Polaco” Zelazek, en bajo; y Sergio Gramática, en batería; basó su repertorio exclusivamente en sus cuatro primeros discos, los más populares y celebrados por sus seguidores, en una seguidilla de 30 canciones que fueron interpretadas a un ritmo de “paliza”, en una performance demostrativa de que sus integrantes se mantienen en buena forma musical.

Al respecto, Zelazek y Gramática conformaron una sólida y potente base sobre la que Stuka, acaso el gran guitarrista del punk local, desgranó sus filosos punteos o sumó sus estridentes acordes; en tanto que Pil se lució en su rol de gran maestro de ceremonias.

El show contó con una puesta acorde a la ocasión, con pantallas que proyectaban variadas imágenes seleccionadas de manera especial para cada tema, y además presentó como invitado especial al famoso clown del under ochentoso “Geniol”, conocido por sus personificaciones en los conciertos de Sumo, quien se camufló de indígena en “Beat africano” y de “ojo blindado”, cuando el grupo homenajeó a la banda de Luca Prodan.

A las 21 en punto, una tranquila y diáfana pieza musical, como si se tratara de la calma que antecede la tormenta, sirvió de preludio para que la banda abriera el fuego con la elíptica “Como la primera vez”, que dio inicio a un pogo que se extendió a lo largo de todo el show.

“Rompan todo”, gritó Stuka al micrófono, a modo de saludo, en una suerte de guiño al famoso episodio protagonizado por Billy Bond y la Pesada de Rock and Roll, en ese mismo escenario, en 1972, que cerró las puertas del estadio para el género durante varios años, en lo que probablemente haya sido el primer antecedente punk en la historia del rock autóctono.

“Nos merecemos todo esto”, dijo a su turno Pil, al finalizar la seguidilla inicial que incluyó “Aburrido divertido” y “Somos latinoamericanos”, en lo que pareció una revancha para un género defenestrado por el establishment musical de fines de los '70 y primera mitad de los '80.

Incluso, el vocalista recordó que, en los inicios, la audiencia se remontaba a “20 ó 30 personas”, y contrastó esa situación con el lleno total que presentaba anoche el estadio.

A pesar de que la audiencia deliró con canciones como “Viejos patéticos”, “Revolución inter” y “Moral y buenas costumbres”, el primer gran sacudón de la noche lo produjo la guitarra chillona de Stuka, que indicó que era el momento de la celebrada “Violadores de la ley”. En tanto, las pantallas alternaban fotos viejas de la banda y gráficas con la tradicional estética punk ochentosa.

“Esto lo tienen que cantar ustedes”, dijo Gramática al presentar la escalofriante “Comunicado 166”, cantada primero a capella con la sola instrumentación de la guitarra de Stuka y luego arremetida por la banda a pleno, mientras se proyectaban imágenes de las Islas Malvinas, en una versión que culminó con un grito de “fuck you” de Pil, dirigido al genocida Leopoldo Fortunato Galtieri, y la concurrencia arengando que “el que no salta es un inglés”.

Una estética futurista se apoderó del lugar para “La era del corregidor”, con un personaje de comic que apareció en escena, como una especie de insecto mutante, que intentaba ser aniquilado por una suerte de parapolicía.

La apuesta visual también tuvo su momento especial con canciones como “Auschwitz”, con crudas imágenes de los campos de concentración nazi; “Bombas a Londres”, con gráficas de proyectiles; o “Mirando la guerra por TV”, que fue acompañada con la presentación de la famosa serie “Combate”.

En tanto, Stuka tuvo su momento protagónico cuando entonó “Sólo una agresión”, un corte con una base marchosa, que remitió a los primitivos U2, en uno de los puntos musicales más altos de la noche, gracias al sólido trabajo de Zelazek y Gramática.

Tal como se señaló antes, la presencia de Geniol en “Beat africano” y en “El ojo blindado” sirvió para homenajear a Sumo, otra banda que en los '80 marcó el camino del punk. El dato de color es que el clown cantó la parte de “La rubia tarada” que entonaba originalmente en el disco y que aludía a Pedro “Hari B” Braun, miembro fundador de Los Violadores, quien no mantenía una buena relación con Luca Prodan.

Paradójicamente, esta performance fue seguida por “Quiero ser yo, quiero ser libre”, tema compuesto por “Hari B”, acaso el gran ausente de la noche.

“Nada ni nadie nos puede doblegar”; “Más allá del bien y del mal”, con estética de far west; “Espera y verás”, “Guerra total” y “Estás muerto” fueron el aperitivo que preparó el camino para los esperados bises.

Con un público demasiado exhausto como para reclamar más canciones, Los Violadores regresaron al escenario para interpretar “Mercado indio”; la famosa y emblemática “Represión”, la cual “no fue ensayada para que saliera a la buena de Dios”, según palabras de Pil; y “Fuera de Sektor”.

Aunque parecía que todo había sido dicho, “Sin ataduras” ofreció un breve respiro a los fans, que se reactivaron al escuchar que desde la guitarra de Stuka surgía la melodía del “Himno a la alegría”, de Beethoven, como preludio al gran final con “Uno, dos, ultraviolento”.

Mientras las pantallas se teñían de naranja y ofrecía gráficas relacionadas con la famosa película “La naranja mecánica”, de Stanley Kubrick; la banda cerraba una noche memorable, en la que el precepto punk que reza que “no hay futuro” tomó un nuevo significado.

25 ABR 2016 - 13:27

El popular grupo, integrado por Pil Trafa, en voz; Stuka, en guitarra; Roberto “Polaco” Zelazek, en bajo; y Sergio Gramática, en batería; basó su repertorio exclusivamente en sus cuatro primeros discos, los más populares y celebrados por sus seguidores, en una seguidilla de 30 canciones que fueron interpretadas a un ritmo de “paliza”, en una performance demostrativa de que sus integrantes se mantienen en buena forma musical.

Al respecto, Zelazek y Gramática conformaron una sólida y potente base sobre la que Stuka, acaso el gran guitarrista del punk local, desgranó sus filosos punteos o sumó sus estridentes acordes; en tanto que Pil se lució en su rol de gran maestro de ceremonias.

El show contó con una puesta acorde a la ocasión, con pantallas que proyectaban variadas imágenes seleccionadas de manera especial para cada tema, y además presentó como invitado especial al famoso clown del under ochentoso “Geniol”, conocido por sus personificaciones en los conciertos de Sumo, quien se camufló de indígena en “Beat africano” y de “ojo blindado”, cuando el grupo homenajeó a la banda de Luca Prodan.

A las 21 en punto, una tranquila y diáfana pieza musical, como si se tratara de la calma que antecede la tormenta, sirvió de preludio para que la banda abriera el fuego con la elíptica “Como la primera vez”, que dio inicio a un pogo que se extendió a lo largo de todo el show.

“Rompan todo”, gritó Stuka al micrófono, a modo de saludo, en una suerte de guiño al famoso episodio protagonizado por Billy Bond y la Pesada de Rock and Roll, en ese mismo escenario, en 1972, que cerró las puertas del estadio para el género durante varios años, en lo que probablemente haya sido el primer antecedente punk en la historia del rock autóctono.

“Nos merecemos todo esto”, dijo a su turno Pil, al finalizar la seguidilla inicial que incluyó “Aburrido divertido” y “Somos latinoamericanos”, en lo que pareció una revancha para un género defenestrado por el establishment musical de fines de los '70 y primera mitad de los '80.

Incluso, el vocalista recordó que, en los inicios, la audiencia se remontaba a “20 ó 30 personas”, y contrastó esa situación con el lleno total que presentaba anoche el estadio.

A pesar de que la audiencia deliró con canciones como “Viejos patéticos”, “Revolución inter” y “Moral y buenas costumbres”, el primer gran sacudón de la noche lo produjo la guitarra chillona de Stuka, que indicó que era el momento de la celebrada “Violadores de la ley”. En tanto, las pantallas alternaban fotos viejas de la banda y gráficas con la tradicional estética punk ochentosa.

“Esto lo tienen que cantar ustedes”, dijo Gramática al presentar la escalofriante “Comunicado 166”, cantada primero a capella con la sola instrumentación de la guitarra de Stuka y luego arremetida por la banda a pleno, mientras se proyectaban imágenes de las Islas Malvinas, en una versión que culminó con un grito de “fuck you” de Pil, dirigido al genocida Leopoldo Fortunato Galtieri, y la concurrencia arengando que “el que no salta es un inglés”.

Una estética futurista se apoderó del lugar para “La era del corregidor”, con un personaje de comic que apareció en escena, como una especie de insecto mutante, que intentaba ser aniquilado por una suerte de parapolicía.

La apuesta visual también tuvo su momento especial con canciones como “Auschwitz”, con crudas imágenes de los campos de concentración nazi; “Bombas a Londres”, con gráficas de proyectiles; o “Mirando la guerra por TV”, que fue acompañada con la presentación de la famosa serie “Combate”.

En tanto, Stuka tuvo su momento protagónico cuando entonó “Sólo una agresión”, un corte con una base marchosa, que remitió a los primitivos U2, en uno de los puntos musicales más altos de la noche, gracias al sólido trabajo de Zelazek y Gramática.

Tal como se señaló antes, la presencia de Geniol en “Beat africano” y en “El ojo blindado” sirvió para homenajear a Sumo, otra banda que en los '80 marcó el camino del punk. El dato de color es que el clown cantó la parte de “La rubia tarada” que entonaba originalmente en el disco y que aludía a Pedro “Hari B” Braun, miembro fundador de Los Violadores, quien no mantenía una buena relación con Luca Prodan.

Paradójicamente, esta performance fue seguida por “Quiero ser yo, quiero ser libre”, tema compuesto por “Hari B”, acaso el gran ausente de la noche.

“Nada ni nadie nos puede doblegar”; “Más allá del bien y del mal”, con estética de far west; “Espera y verás”, “Guerra total” y “Estás muerto” fueron el aperitivo que preparó el camino para los esperados bises.

Con un público demasiado exhausto como para reclamar más canciones, Los Violadores regresaron al escenario para interpretar “Mercado indio”; la famosa y emblemática “Represión”, la cual “no fue ensayada para que saliera a la buena de Dios”, según palabras de Pil; y “Fuera de Sektor”.

Aunque parecía que todo había sido dicho, “Sin ataduras” ofreció un breve respiro a los fans, que se reactivaron al escuchar que desde la guitarra de Stuka surgía la melodía del “Himno a la alegría”, de Beethoven, como preludio al gran final con “Uno, dos, ultraviolento”.

Mientras las pantallas se teñían de naranja y ofrecía gráficas relacionadas con la famosa película “La naranja mecánica”, de Stanley Kubrick; la banda cerraba una noche memorable, en la que el precepto punk que reza que “no hay futuro” tomó un nuevo significado.


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