Plásticos: el enemigo silencioso de las aves marinas

Un estudio indica que las aves consumen elementos plásticos en alta mar porque confunden el olor de ese material con comida. Un riesgo a largo plazo.

Las aves no sólo padecen la ingesta de plásticos. Hay casos donde los filamentos envuelven a los animales
10 DIC 2016 - 20:57 | Actualizado

Las aves marinas enfrentan varios peligros en el mar. El petróleo y la pesca incidental son algunos de los más conocidos, pero también hay un enemigo silencioso y son los residuos, especialmente el plástico.

De acuerdo a algunos de los últimos estudios sobre el tema, se asegura que las aves marinas comen plástico porque su olfato lo confunde con alimento y además plantea que el 99 por ciento de las especies de aves marinas del planeta, entre ellas pingüinos, albatros y pardelas, tendrán plástico en el estómago en 2050.

Esa investigación aseguró que las aves ingieren fibras de ropa sintética, bolsas o tapas de botellas que ha sido vertida al océano y los consumen porque su olfato confunde el material con comida.

Opiniones

A nivel regional, el Dr. Flavio Quintana, investigador principal CONICET y director del Instituto de Biología de Organismos Marinos IBIOMAR-CONICET, ha desarrollado el tema junto a su equipo de trabajo en algunas de las investigaciones sobre albatros y petreles, e incluso lo consideran un tema prioritario en materia de investigación.

En uno de sus últimos proyectos de investigación, sostienen que “debido a que los albatros y petreles son especies longevas y predadores tope, presentan un alto riesgo de bioacumulación de contaminantes a través de la cadena alimentaria y hasta el momento, los estudios sobre contaminantes en estas especies han considerado el monitoreo de hidrocarburos, metales pesados y compuestos orgánicos persistentes (COPs), mientras que la presencia de plásticos ha recibo mayor atención durante los últimos años”.

Según el texto de los investigaciones argentinos, tanto los albatros como los petreles “son particularmente susceptibles a la ingesta de plásticos, especialmente microplásticos, dado que consumen presas pequeñas en la superficie, donde los plásticos tienden a flotar y acumularse” y agrega que “la enorme cantidad de partículas plásticas que circula en los océanos por los sistemas de corrientes, la creciente evidencia de su ingestión intencional o accidental por aves marinas, y el desconocimiento de los efectos sobre la salud de los individuos, han definido a la temática como de alta prioridad para su investigación”.

De acuerdo a las observaciones e investigaciones realizadas, “las consecuencias directas de la ingesta de macroplásticos reportadas en albatros y petreles incluyen obstrucciones, asfixia, heridas internas y muerte”, pero también hay efectos indirectos como la acumulación de sustancias químicas hidrofóbicas con afinidad a plásticos.

El equipo científico encabezado por el doctor Flavio Quintana asegura que “es un área de investigación en crecimiento, dado que la acumulación de plásticos en los organismos durante largos períodos de tiempo en especies longevas como los albatros y petreles podría afectar la salud de los individuos e indirectamente su supervivencia y éxito reproductivo”.

No es alimento, es plástico

Uno de los problemas a los que se enfrentan las aves marinas es la ingesta de plásticos que flotan en el mar, que se debe a que esos residuos emiten un compuesto sulfuroso cuyo olor señala a esos pájaros dónde encontrar alimento.

Un estudio de la Universidad de California (EU) publicado hoy por Science Advance señala que esa pista olfativa engaña a las aves que confunden los plásticos que llegan al océano con comida real.

El texto ayuda a explicar por qué la ingestión de plásticos es más prevalente entre algunas especies de aves, en especial aquellas que tienen pico de tubo, como petreles o albatros, cuyo fino sentido del olfato les sirve para cazar.

Explicación

El autor principal del estudio, Matthew Savoca, indicó, en un comunicado de la Universidad, que, por norma general, los animales tienen una razón cuando deciden algo y si realmente se quería entender por qué comen plástico había que pensar cómo encuentran comida. Para saber cómo huelen exactamente los plásticos que acaban en el mar, los científicos colocaron en dos lugares de la costa californiana bolsas de malla con los tres tipos más comunes de plásticos que acaban como desecho en el agua, el polietileno tanto de alta como de baja densidad y el polipropileno.

Las bolsas permanecieron tres semanas atadas a una boya, tras lo que los plásticos fueron analizados para identificar los olores que despedían. Los expertos confirmaron que “apestaban” a un compuesto de sulfuro, el dimetil sulfuro, una señal química que liberan las algas que, con el tiempo, cubren los plásticos flotantes.

La cena

La profesora y coautora del estudio Gabrielle Nevitt ya había establecido que el dimetil sulfuro es un olor que activa los picos tubulares de las aves marinas para alimentarse. Ese compuesto químico se libera cuando las algas son consumidas por animales como el krill, uno de los alimentos favoritos de las aves marinas, por lo que, si bien el alga no huele como alimento, sí lo hace a comida que se come. Sería como “la versión para pájaros de la campana que anuncia la cena”, según la Universidad.

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10 DIC 2016 - 20:57

Las aves marinas enfrentan varios peligros en el mar. El petróleo y la pesca incidental son algunos de los más conocidos, pero también hay un enemigo silencioso y son los residuos, especialmente el plástico.

De acuerdo a algunos de los últimos estudios sobre el tema, se asegura que las aves marinas comen plástico porque su olfato lo confunde con alimento y además plantea que el 99 por ciento de las especies de aves marinas del planeta, entre ellas pingüinos, albatros y pardelas, tendrán plástico en el estómago en 2050.

Esa investigación aseguró que las aves ingieren fibras de ropa sintética, bolsas o tapas de botellas que ha sido vertida al océano y los consumen porque su olfato confunde el material con comida.

Opiniones

A nivel regional, el Dr. Flavio Quintana, investigador principal CONICET y director del Instituto de Biología de Organismos Marinos IBIOMAR-CONICET, ha desarrollado el tema junto a su equipo de trabajo en algunas de las investigaciones sobre albatros y petreles, e incluso lo consideran un tema prioritario en materia de investigación.

En uno de sus últimos proyectos de investigación, sostienen que “debido a que los albatros y petreles son especies longevas y predadores tope, presentan un alto riesgo de bioacumulación de contaminantes a través de la cadena alimentaria y hasta el momento, los estudios sobre contaminantes en estas especies han considerado el monitoreo de hidrocarburos, metales pesados y compuestos orgánicos persistentes (COPs), mientras que la presencia de plásticos ha recibo mayor atención durante los últimos años”.

Según el texto de los investigaciones argentinos, tanto los albatros como los petreles “son particularmente susceptibles a la ingesta de plásticos, especialmente microplásticos, dado que consumen presas pequeñas en la superficie, donde los plásticos tienden a flotar y acumularse” y agrega que “la enorme cantidad de partículas plásticas que circula en los océanos por los sistemas de corrientes, la creciente evidencia de su ingestión intencional o accidental por aves marinas, y el desconocimiento de los efectos sobre la salud de los individuos, han definido a la temática como de alta prioridad para su investigación”.

De acuerdo a las observaciones e investigaciones realizadas, “las consecuencias directas de la ingesta de macroplásticos reportadas en albatros y petreles incluyen obstrucciones, asfixia, heridas internas y muerte”, pero también hay efectos indirectos como la acumulación de sustancias químicas hidrofóbicas con afinidad a plásticos.

El equipo científico encabezado por el doctor Flavio Quintana asegura que “es un área de investigación en crecimiento, dado que la acumulación de plásticos en los organismos durante largos períodos de tiempo en especies longevas como los albatros y petreles podría afectar la salud de los individuos e indirectamente su supervivencia y éxito reproductivo”.

No es alimento, es plástico

Uno de los problemas a los que se enfrentan las aves marinas es la ingesta de plásticos que flotan en el mar, que se debe a que esos residuos emiten un compuesto sulfuroso cuyo olor señala a esos pájaros dónde encontrar alimento.

Un estudio de la Universidad de California (EU) publicado hoy por Science Advance señala que esa pista olfativa engaña a las aves que confunden los plásticos que llegan al océano con comida real.

El texto ayuda a explicar por qué la ingestión de plásticos es más prevalente entre algunas especies de aves, en especial aquellas que tienen pico de tubo, como petreles o albatros, cuyo fino sentido del olfato les sirve para cazar.

Explicación

El autor principal del estudio, Matthew Savoca, indicó, en un comunicado de la Universidad, que, por norma general, los animales tienen una razón cuando deciden algo y si realmente se quería entender por qué comen plástico había que pensar cómo encuentran comida. Para saber cómo huelen exactamente los plásticos que acaban en el mar, los científicos colocaron en dos lugares de la costa californiana bolsas de malla con los tres tipos más comunes de plásticos que acaban como desecho en el agua, el polietileno tanto de alta como de baja densidad y el polipropileno.

Las bolsas permanecieron tres semanas atadas a una boya, tras lo que los plásticos fueron analizados para identificar los olores que despedían. Los expertos confirmaron que “apestaban” a un compuesto de sulfuro, el dimetil sulfuro, una señal química que liberan las algas que, con el tiempo, cubren los plásticos flotantes.

La cena

La profesora y coautora del estudio Gabrielle Nevitt ya había establecido que el dimetil sulfuro es un olor que activa los picos tubulares de las aves marinas para alimentarse. Ese compuesto químico se libera cuando las algas son consumidas por animales como el krill, uno de los alimentos favoritos de las aves marinas, por lo que, si bien el alga no huele como alimento, sí lo hace a comida que se come. Sería como “la versión para pájaros de la campana que anuncia la cena”, según la Universidad.


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