Historias del crimen/ Corneta al cuadrado

Por Daniel Schulman, especial para Jornada.

24 JUN 2017 - 21:32 | Actualizado

Por Daniel Schulman  /  Psicólogo Forense

Acto uno
Una vecina vio salir a dos tipos corriendo, como si el Diablo los persiguiera, despavoridos por un terreno baldío, dando zancadas enormes. La vieja no entendió un carajo y pensó en un primer momento que eran ladrones que habían sido pescados in fraganti, y que se estaban dando a la fuga.
No alcanzó a verlos bien, pero después a la policía les dijo que a lo mejor, de volver a verlos, a uno reconocería. Dijo que era un fulano tirando a petiso, medio pelado, que andaba con una bombacha de campo y una camisa a cuadros, de mangas cortas, toda desprendida.
“Me dio la impresión de que tenía puesta una camiseta blanca debajo de la camisa, pero me parece que no, que no tenía nada”. Los dos polis cruzaron una mirada de suspicacia y le preguntaron si había visto algo más. “Sí, sí que vi. La vi a ella. A la mujer que vive en la casa. Salió también disparando detrás de estos dos tipos. Salió con un cuchillo en la mano, de esos grandotes, ¿vio? Así tipo de carnicero. Salió detrás de ellos, iría como de acá al poste ese que está allá, a esa distancia los tenía más o menos cuando los vi corriendo a todos”.
Los polis agradecieron a la señora y siguieron con las pesquisas. Criminalística ya estaba en la casa, levantando todos los rastros que encontraba.

Acto uno bis
Dentro de la casa estaba todo desordenado. Parecía que una tropilla de toros había arrasado con todo lo que tenía a su paso. Los muebles y las paredes estaban salpicadas de sangre, al igual que el piso. Y no era sólo en una habitación, sino en varias: todo reventado y manchado totalmente en sangre. Era una escena dantesca para cualquier observador casual. Pero los de criminalística estaban acostumbrados y ese lugar no era más que laburo, aunque, claro, cada tanto alguno sentía algún impacto de acidez en el estómago o alguna carga demasiado pesada en los hombros.
Igualmente, esa tarde, ninguno sentía esos efectos negativos.
Cuando encontraron el cuerpo del fulano llamaron al fiscal y al médico policial, porque ni bien lo vieron sabían que la cosa iba para largo. “Yo tenía un asado hoy, che, qué lo parió…”, dijo uno. “Bancame un toque que la llamo a mi mujer que le aviso que voy a llegar tarde”, dijo otro, mientras el líder del equipo hacía las formalidades correspondientes. “Bueno, sigamos”.
Y así siguieron por varias horas, levantando, preservando, registrando, cuando entró uno de la brigada y comentó a todos: “Che, hay una punta. Decile al fiscal que no venga nada, que me voy a su oficina y que le preparo un informe, y con eso hacemos los pedidos de captura”.

Acto cero
Un fulano va caminando, en un día atípico de su vida cotidiana, con unos pocos pesos en sus bolsillos. El camino que lleva a su casa está abarrotado de mugre y pasa un riacho contaminado por el costado del mismo. Se cruza con un par de borrachines durmiendo la mona, a la sombra de un árbol, y otros dos pibes le piden monedas, quienes ante su negativa le manifiestan que lo van a cagar a trompadas, pero en realidad no le hacen nada.    
El flaco va ajeno a todo lo que lo circunda. De hecho, hacía unos días que caminaba con ese ánimo porque ese día está contento. Está contento porque pegó una buena changa, desde hace dos días, y esa tarde le tocó la paga, entonces va fantaseando con el asadito que se comería con su mujer y que a lo mejor estaría regado con un vino pasable, aunque no era más que una ficción, porque tenía por hábito golpear sistemáticamente a su mujer, desde hacía mucho tiempo, llegando a lesionarla severamente en varias oportunidades.
Al llegar al alambrado todo maltrecho de su precaria casa, se acercan sus dos perros, ladrando de alegría y buscando su mano cariñosa. Una vez que saludó a los perros, tanteó la puerta de entrada y le abrió de un tirón, tratando de decodificar los sonidos que venían de su habitación entre tanto ladrido.

Acto dos
“Doctor, ¿cómo le va? Parece que está cocinado. Fueron muchos los que entrevistamos, todos vecinos, todos de la zona, todos conocidos de la víctima y nos dieron buena data. Criminalística está levantando todo en el lugar. Ahora le cuento bien”. “Dale, dale. Sentate, hagamos el informe y pido las medidas al juez. Servite un poco de agua que hace calor hoy”.       
El flaco de investigaciones se bajó el vaso de un viaje y se sirvió otro al toque, que tomó hasta la mitad. “La cosa es así. El muerto es un tipo de 39 años, en pareja con una mujer de 30 aproximadamente. La cagaba a palos todos los días. Todos los días. La hacía mierda. Esta mañana había salido a hacer una changa, y cuando volvió para la casa se encontró con que la mujer estaba guampeándolo con dos tipos. Una vecina conocía la historia de la flaca con los tipos estos, y de hecho, otra vecina los vio salir corriendo despavoridos de la casa, y la mujer iba unos metros más atrás, con un cuchillo en la mano.
Todavía está por determinarse qué pasó adentro de la casa, cómo fue la pelea, toda la bola esa, pero en principio, parece que el marido golpeador cuerneado terminó muerto, de varias puñaladas. Ya tenemos los nombres de la mujer, el difunto, y uno de los amantes”. Cuando terminó de hablar se tomó el resto del agua que quedaba en el vaso. “Ah, me olvidaba. Adentro de la casa era todo un quilombo bárbaro. Parecía que mil toros habían reventado todo”.
“Mil toros… Bueno, parece que uno de los toros terminó muerto, ¿no?”, intentó bromear el fiscal. “Sí, aunque yo pensé que en lugar de tocar la flauta tocaba la corneta…”#

 

Las más leídas

24 JUN 2017 - 21:32

Por Daniel Schulman  /  Psicólogo Forense

Acto uno
Una vecina vio salir a dos tipos corriendo, como si el Diablo los persiguiera, despavoridos por un terreno baldío, dando zancadas enormes. La vieja no entendió un carajo y pensó en un primer momento que eran ladrones que habían sido pescados in fraganti, y que se estaban dando a la fuga.
No alcanzó a verlos bien, pero después a la policía les dijo que a lo mejor, de volver a verlos, a uno reconocería. Dijo que era un fulano tirando a petiso, medio pelado, que andaba con una bombacha de campo y una camisa a cuadros, de mangas cortas, toda desprendida.
“Me dio la impresión de que tenía puesta una camiseta blanca debajo de la camisa, pero me parece que no, que no tenía nada”. Los dos polis cruzaron una mirada de suspicacia y le preguntaron si había visto algo más. “Sí, sí que vi. La vi a ella. A la mujer que vive en la casa. Salió también disparando detrás de estos dos tipos. Salió con un cuchillo en la mano, de esos grandotes, ¿vio? Así tipo de carnicero. Salió detrás de ellos, iría como de acá al poste ese que está allá, a esa distancia los tenía más o menos cuando los vi corriendo a todos”.
Los polis agradecieron a la señora y siguieron con las pesquisas. Criminalística ya estaba en la casa, levantando todos los rastros que encontraba.

Acto uno bis
Dentro de la casa estaba todo desordenado. Parecía que una tropilla de toros había arrasado con todo lo que tenía a su paso. Los muebles y las paredes estaban salpicadas de sangre, al igual que el piso. Y no era sólo en una habitación, sino en varias: todo reventado y manchado totalmente en sangre. Era una escena dantesca para cualquier observador casual. Pero los de criminalística estaban acostumbrados y ese lugar no era más que laburo, aunque, claro, cada tanto alguno sentía algún impacto de acidez en el estómago o alguna carga demasiado pesada en los hombros.
Igualmente, esa tarde, ninguno sentía esos efectos negativos.
Cuando encontraron el cuerpo del fulano llamaron al fiscal y al médico policial, porque ni bien lo vieron sabían que la cosa iba para largo. “Yo tenía un asado hoy, che, qué lo parió…”, dijo uno. “Bancame un toque que la llamo a mi mujer que le aviso que voy a llegar tarde”, dijo otro, mientras el líder del equipo hacía las formalidades correspondientes. “Bueno, sigamos”.
Y así siguieron por varias horas, levantando, preservando, registrando, cuando entró uno de la brigada y comentó a todos: “Che, hay una punta. Decile al fiscal que no venga nada, que me voy a su oficina y que le preparo un informe, y con eso hacemos los pedidos de captura”.

Acto cero
Un fulano va caminando, en un día atípico de su vida cotidiana, con unos pocos pesos en sus bolsillos. El camino que lleva a su casa está abarrotado de mugre y pasa un riacho contaminado por el costado del mismo. Se cruza con un par de borrachines durmiendo la mona, a la sombra de un árbol, y otros dos pibes le piden monedas, quienes ante su negativa le manifiestan que lo van a cagar a trompadas, pero en realidad no le hacen nada.    
El flaco va ajeno a todo lo que lo circunda. De hecho, hacía unos días que caminaba con ese ánimo porque ese día está contento. Está contento porque pegó una buena changa, desde hace dos días, y esa tarde le tocó la paga, entonces va fantaseando con el asadito que se comería con su mujer y que a lo mejor estaría regado con un vino pasable, aunque no era más que una ficción, porque tenía por hábito golpear sistemáticamente a su mujer, desde hacía mucho tiempo, llegando a lesionarla severamente en varias oportunidades.
Al llegar al alambrado todo maltrecho de su precaria casa, se acercan sus dos perros, ladrando de alegría y buscando su mano cariñosa. Una vez que saludó a los perros, tanteó la puerta de entrada y le abrió de un tirón, tratando de decodificar los sonidos que venían de su habitación entre tanto ladrido.

Acto dos
“Doctor, ¿cómo le va? Parece que está cocinado. Fueron muchos los que entrevistamos, todos vecinos, todos de la zona, todos conocidos de la víctima y nos dieron buena data. Criminalística está levantando todo en el lugar. Ahora le cuento bien”. “Dale, dale. Sentate, hagamos el informe y pido las medidas al juez. Servite un poco de agua que hace calor hoy”.       
El flaco de investigaciones se bajó el vaso de un viaje y se sirvió otro al toque, que tomó hasta la mitad. “La cosa es así. El muerto es un tipo de 39 años, en pareja con una mujer de 30 aproximadamente. La cagaba a palos todos los días. Todos los días. La hacía mierda. Esta mañana había salido a hacer una changa, y cuando volvió para la casa se encontró con que la mujer estaba guampeándolo con dos tipos. Una vecina conocía la historia de la flaca con los tipos estos, y de hecho, otra vecina los vio salir corriendo despavoridos de la casa, y la mujer iba unos metros más atrás, con un cuchillo en la mano.
Todavía está por determinarse qué pasó adentro de la casa, cómo fue la pelea, toda la bola esa, pero en principio, parece que el marido golpeador cuerneado terminó muerto, de varias puñaladas. Ya tenemos los nombres de la mujer, el difunto, y uno de los amantes”. Cuando terminó de hablar se tomó el resto del agua que quedaba en el vaso. “Ah, me olvidaba. Adentro de la casa era todo un quilombo bárbaro. Parecía que mil toros habían reventado todo”.
“Mil toros… Bueno, parece que uno de los toros terminó muerto, ¿no?”, intentó bromear el fiscal. “Sí, aunque yo pensé que en lugar de tocar la flauta tocaba la corneta…”#

 


NOTICIAS RELACIONADAS