Historias Mínimas / El Sha, seis horas de oro

Aristocracia; refinamiento y grifería de oro. El 17 de mayo de 1965 el viejo Comodoro y su petróleo “joven” daban ya para algunas excentricidades. Y para dotar a sus huéspedes ilustres de la suficiente pompa y glamour. El Sha de Irán, Mohammad Reza Pahlavi, y su esposa Farah Diba, dijeron sentirse “como en casa” tras su corta pero famosa estadía en el exclusivo Chalet Huergo, ubicado frente al mar y referenciado por cerros patagónicos como si fuera una postal.

16 SEP 2017 - 19:44 | Actualizado

Por Ismael Tebes / @ismaeltebes

Aristocracia; refinamiento y grifería de oro. El 17 de mayo de 1965 el viejo Comodoro y su petróleo “joven” daban ya para algunas excentricidades. Y para dotar a sus huéspedes ilustres de la suficiente pompa y glamour. El Sha de Irán, Mohammad Reza Pahlavi, y su esposa Farah Diba, dijeron sentirse “como en casa” tras su corta pero famosa estadía en el exclusivo Chalet Huergo, ubicado frente al mar y referenciado por cerros patagónicos como si fuera una postal.

El último Sha de Persia se había casado tres veces y había seleccionado a algunas de sus mujeres, tal como hiciera en tiempos pretéritos Enrique VIII, a través de una fotografía. La primera fue la princesa Fawzia, apodada la “Venus de Asia”, hermana del rey Faruk de Egipto, quien solamente se comunicaba con su esposo en francés hasta divorciarse luego de nueve años, con una hija en común.

Soraya Esfandiary, hija de un diplomático iraní y una alemana, fue la segunda esposa hasta conocerse su esterilidad y el mote de “La princesa de los ojos tristes”. Divorciada, volvió a Europa donde escribió las memorias “Palacio de las Soledades”. Antes recibió, junto al decreto de divorcio, el título de princesa imperial, una suma considerable de dinero y un pasaporte diplomático.

Farah Diba, refinada y elegante estudiante de arquitectura en la Ecole des Beaux Arts, de París, contrajo enlace con el Sha a los 19 años, en diciembre de 1959, convirtiéndose en emperatriz, Shahbanu, título creado específicamente para ella en una fastuosa ceremonia. Era iraní, con educación europea y perfil moderno, de corte occidental. Luchó por derechos de la mujer iraní, entre ellos el de poder votar en 1963, y la cultura de su país. En su costado más refinado, el que reflejaban las revistas, solía cautivar con sus joyas y los modelos más exclusivos de las principales casas de moda.

La comitiva del emperador y la emperatriz de Irán llegó a Buenos Aires procedente de Brasil y fue recibido por el entonces presidente de la República, Arturo Illia, su esposa, Silvia Martorell y el entonces gobernador Roque González. Como huéspedes de la entonces petrolera estatal llegaron primero a San Carlos de Bariloche y posteriormente a Comodoro Rivadavia, donde permanecieron por seis horas para luego embarcar con destino a Canadá.

La consigna era institucional pero tenía como principal finalidad que el Sha se involucrara comercialmente con la industria hidrocarburífera regional y pudieran concretarse transacciones con el mercado asiático. Había por entonces un marcado interés en proyectar internacionalmente al petróleo chubutense y también una intención de la vieja YPF de expandirse con sus productos y derivados. La llegada del Sha permitió posteriormente que el administrador de Yacimientos Petrolíferos Fiscales, Facundo Suárez, viajara a Irán y luego “devolviera” gentilezas en nuestro país Manoutchehr Eghbal, el presidente de la Sociedad Iraní de Petróleo.

Reza Pahlevi y su esposa apenas permanecieron por seis horas en la ciudad, alojados en un suntuoso espacio en el Chalet Huergo que se acondicionó especialmente por su visita.

Se dispuso de una alfombra roja exclusiva y la totalidad de las cerraduras, picaportes y griferías hechos en oro, que luego fueron cuidadosamente retirados para su resguardo.

Se encomendó cada detalle de confort al entonces titular de Relaciones Públicas de la Dirección General de YPF, el conde Juan Eugenio de Chikoff, por expresa orden de la superioridad.

Se adaptó el espacio a los palacios de principios del Siglo XX con materiales, muebles y objetos decorativos. Nada quedó librado al azar y cada pequeño detalle estuvo contemplado de acuerdo  a un exigente protocolo. Inclusive se respetaron costumbres iraníes en cuanto al uso de flores, plantas exóticas, alfombras y gobelinos.

Quien más cerca estuvo de percibir los detalles de “cordialidad” fue Farah Diba, la majestad imperial de Irán, a cuyo pedido se construyó un baño en la planta baja del edificio. También un peluquero local, Daniel Landi, se encargó de peinarla en la exclusiva suite debido a que el profesional personal de la pareja real había enfermado en Bariloche y debió viajar para su atención a Buenos Aires. El idioma, en éste caso, no fue una barrera, ya que integrantes de su equipo de asistentes hablaban español fluido y a través de éstos pudo entablarse algún tipo de comunicación.

Bajo estrictas normas se sirvió un copetín de bienvenida en el Chalet Huergo, solamente para mujeres, mientras que la comitiva masculina almorzó en el Comodoro Hotel a pedido del presidente Arturo Illia, quien acompañó en todo momento la presencia real.

El Sha y Farah vivieron una época de esplendor pero no todas fueron rosas. En enero de 1979 y tras veinte años dedicados a modernizar Irán a través de su Revolución Blanca, un movimiento político presidido por el Ayatolá Jomeini los llevó a abandonar el país y vivir refugiados en cinco países (Egipto, Bahamas, los Estados Unidos, México y Panamá) junto a la familia que incluía a Reza Pahlevi; la princesa Farahnaz Pahlevi, el príncipe Ali Reza Pahlevi y la pequeña Leila. Dos de los cuatro hijos tuvieron finales trágicos durante el exilio: en el 2001 Leila (31) falleció intoxicada en medio de una fuerte depresión nerviosa, en un hotel de Londres. El hijo menor, Ali Reza, se suicidó en 2011 utilizando un arma de fuego, en Boston. Su mujer, Raha, estaba esperando a Iryana, su primera hija, quien nacería siete meses después de la tragedia.

El Sha, que había pisado suelo comodorense, enfermó de un cáncer linfático galopante que en menos de dos años terminó con su vida. El 27 de julio de 1980, el último monarca de los persas murió en el Hospital Militar de El Cairo. La emperatriz permaneció en la capital egipcia hasta el asesinato del presidente Annuar el-Sadat, en 1981, tras lo cual decidió instalarse con su familia en los Estados Unidos, como invitada del ex presidente Ronald Reagan. La bella Farah, visita ilustre de Comodoro aunque sea por pocas horas, todavía añora con la modestia de los simples, volver a pisar su tierra…#

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16 SEP 2017 - 19:44

Por Ismael Tebes / @ismaeltebes

Aristocracia; refinamiento y grifería de oro. El 17 de mayo de 1965 el viejo Comodoro y su petróleo “joven” daban ya para algunas excentricidades. Y para dotar a sus huéspedes ilustres de la suficiente pompa y glamour. El Sha de Irán, Mohammad Reza Pahlavi, y su esposa Farah Diba, dijeron sentirse “como en casa” tras su corta pero famosa estadía en el exclusivo Chalet Huergo, ubicado frente al mar y referenciado por cerros patagónicos como si fuera una postal.

El último Sha de Persia se había casado tres veces y había seleccionado a algunas de sus mujeres, tal como hiciera en tiempos pretéritos Enrique VIII, a través de una fotografía. La primera fue la princesa Fawzia, apodada la “Venus de Asia”, hermana del rey Faruk de Egipto, quien solamente se comunicaba con su esposo en francés hasta divorciarse luego de nueve años, con una hija en común.

Soraya Esfandiary, hija de un diplomático iraní y una alemana, fue la segunda esposa hasta conocerse su esterilidad y el mote de “La princesa de los ojos tristes”. Divorciada, volvió a Europa donde escribió las memorias “Palacio de las Soledades”. Antes recibió, junto al decreto de divorcio, el título de princesa imperial, una suma considerable de dinero y un pasaporte diplomático.

Farah Diba, refinada y elegante estudiante de arquitectura en la Ecole des Beaux Arts, de París, contrajo enlace con el Sha a los 19 años, en diciembre de 1959, convirtiéndose en emperatriz, Shahbanu, título creado específicamente para ella en una fastuosa ceremonia. Era iraní, con educación europea y perfil moderno, de corte occidental. Luchó por derechos de la mujer iraní, entre ellos el de poder votar en 1963, y la cultura de su país. En su costado más refinado, el que reflejaban las revistas, solía cautivar con sus joyas y los modelos más exclusivos de las principales casas de moda.

La comitiva del emperador y la emperatriz de Irán llegó a Buenos Aires procedente de Brasil y fue recibido por el entonces presidente de la República, Arturo Illia, su esposa, Silvia Martorell y el entonces gobernador Roque González. Como huéspedes de la entonces petrolera estatal llegaron primero a San Carlos de Bariloche y posteriormente a Comodoro Rivadavia, donde permanecieron por seis horas para luego embarcar con destino a Canadá.

La consigna era institucional pero tenía como principal finalidad que el Sha se involucrara comercialmente con la industria hidrocarburífera regional y pudieran concretarse transacciones con el mercado asiático. Había por entonces un marcado interés en proyectar internacionalmente al petróleo chubutense y también una intención de la vieja YPF de expandirse con sus productos y derivados. La llegada del Sha permitió posteriormente que el administrador de Yacimientos Petrolíferos Fiscales, Facundo Suárez, viajara a Irán y luego “devolviera” gentilezas en nuestro país Manoutchehr Eghbal, el presidente de la Sociedad Iraní de Petróleo.

Reza Pahlevi y su esposa apenas permanecieron por seis horas en la ciudad, alojados en un suntuoso espacio en el Chalet Huergo que se acondicionó especialmente por su visita.

Se dispuso de una alfombra roja exclusiva y la totalidad de las cerraduras, picaportes y griferías hechos en oro, que luego fueron cuidadosamente retirados para su resguardo.

Se encomendó cada detalle de confort al entonces titular de Relaciones Públicas de la Dirección General de YPF, el conde Juan Eugenio de Chikoff, por expresa orden de la superioridad.

Se adaptó el espacio a los palacios de principios del Siglo XX con materiales, muebles y objetos decorativos. Nada quedó librado al azar y cada pequeño detalle estuvo contemplado de acuerdo  a un exigente protocolo. Inclusive se respetaron costumbres iraníes en cuanto al uso de flores, plantas exóticas, alfombras y gobelinos.

Quien más cerca estuvo de percibir los detalles de “cordialidad” fue Farah Diba, la majestad imperial de Irán, a cuyo pedido se construyó un baño en la planta baja del edificio. También un peluquero local, Daniel Landi, se encargó de peinarla en la exclusiva suite debido a que el profesional personal de la pareja real había enfermado en Bariloche y debió viajar para su atención a Buenos Aires. El idioma, en éste caso, no fue una barrera, ya que integrantes de su equipo de asistentes hablaban español fluido y a través de éstos pudo entablarse algún tipo de comunicación.

Bajo estrictas normas se sirvió un copetín de bienvenida en el Chalet Huergo, solamente para mujeres, mientras que la comitiva masculina almorzó en el Comodoro Hotel a pedido del presidente Arturo Illia, quien acompañó en todo momento la presencia real.

El Sha y Farah vivieron una época de esplendor pero no todas fueron rosas. En enero de 1979 y tras veinte años dedicados a modernizar Irán a través de su Revolución Blanca, un movimiento político presidido por el Ayatolá Jomeini los llevó a abandonar el país y vivir refugiados en cinco países (Egipto, Bahamas, los Estados Unidos, México y Panamá) junto a la familia que incluía a Reza Pahlevi; la princesa Farahnaz Pahlevi, el príncipe Ali Reza Pahlevi y la pequeña Leila. Dos de los cuatro hijos tuvieron finales trágicos durante el exilio: en el 2001 Leila (31) falleció intoxicada en medio de una fuerte depresión nerviosa, en un hotel de Londres. El hijo menor, Ali Reza, se suicidó en 2011 utilizando un arma de fuego, en Boston. Su mujer, Raha, estaba esperando a Iryana, su primera hija, quien nacería siete meses después de la tragedia.

El Sha, que había pisado suelo comodorense, enfermó de un cáncer linfático galopante que en menos de dos años terminó con su vida. El 27 de julio de 1980, el último monarca de los persas murió en el Hospital Militar de El Cairo. La emperatriz permaneció en la capital egipcia hasta el asesinato del presidente Annuar el-Sadat, en 1981, tras lo cual decidió instalarse con su familia en los Estados Unidos, como invitada del ex presidente Ronald Reagan. La bella Farah, visita ilustre de Comodoro aunque sea por pocas horas, todavía añora con la modestia de los simples, volver a pisar su tierra…#


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