La Columna de Elio Rossi / Ricardo “Ricky” Centurión, que la vida te ría y cante

20 AGO 2018 - 20:18 | Actualizado

Está rompiendo la taquilla en los cines de la ciudad de Buenos Aires, la historia de un asesino serial. El más letal de la historia. Algunos Críticos se han indignado por la “angelización” que se produce de tan -chillan- abyecto sujeto. El propio condenado se indigna, por su parte, porque la ficción lo pone en “tensión sexual” con otro hombre, el que personifica el hijo de Ricardo Darin, el Chino.

Asesino sí, gay jamás.

¿De qué lado se pone en público?.

Normalmente, si vive en la Argentina, del “Matador” porque parte de la premisa de que la Fuerza (cualquiera) está corrupta. En el fútbol siempre ha habido “malditos”.

Pero puesto a competir el “maldito” con el dirigente, sale ganando...¡el maldito!. Al momento de escribirse éstas líneas vox pópuli vox dei ya ha levantado el pulgar para Ricardo Ricky Centurión, la Fiera talentosa que se propone hacer historia con el Racing del Chacho Coudet luego del triunfo ante Vélez.

¿Cuál ha sido el pecado de Ricardo?.

Beber. Es decir, llegar “tomado” a la práctica. A punto de no poder hacer pie bien como para entrenar o menos aún, jugar los 90 minutos.

Entonces el Chacho lo saca.

Ricky sabe que el DT tiene razón. Y aunque “pone caras”, sale del equipo.

En medio aparece el “voto-clase-media-que-se-vayan-todos-salvo-que-salgan-campeones-en-cuyo-caso-todos-se-quedan-y-son-gardel-y-los-guitarristas” personificado en el Presidente Víctor Blanco y lo “manda en cana”. Es decir, le dice a las audiencias, que Centurión bebe.

Las audiencias caen con virulencia sobre Centurión. Hasta se mete un hincha del eterno rival al que nadie pidió opinión para señalar con dedo acusatorio al talentoso volante y, obviamente, subirlo a las redes.

Un ortiba de vocación, por llamarlo de algún modo. Permítanme poner mi propio mojón en éste asunto: beber, comer, hacer running, igual que drogarse hasta la mismísima auto-destrucción, es un acto privado. En tanto mi conducta no pone en riesgo la vida de los demás (la mía, claramente sí), está en mis Derechos.

Es mi propio riesgo (es el máximo riesgo para Centurión, entiendo), perder el trabajo, la familia, los afectos, si decido transitar el camino de la auto destrucción. Pero no hay nadie, ni nada (ni Dios, sea el que fuere), que me pueda limitar. Debo ser yo quién dé el primer paso para detener la auto-destrucción. Claramente puedo apoyarme en cualquier terapia o creencia.

Pero hay un acto privado inicial que, de no hacerlo yo mismo, nadie hará por mí.

Ricky Centurión puede hacer con su vida privada lo que quiera. Incluso destruirla. Aquellos que disfrutamos de su juego sentiremos una inmensa pena. Pero no podremos ir mucho más allá.

Blanco “salta” porque tiene responsabilidad capitalista para con el Club y para con los socios. Y tiene derecho a poner el grito en el cielo.

El Chacho “banca” porque sabe que es el modo de preservar ese Capital humano y laboral que es, para él, el futbolista “problemático”.

El jugador, vuelto a la tranquilidad, le termina dando la derecha al entrenador cuando se pone a disposición en un 100 por ciento de sus posibilidades. El círculo se cierra para bien en éste caso. Y por ahora.

La pelea contra las adicciones (no sabemos si para Ricky, el tema de beber tiene esa gravedad o está mucho más cerca de su propio control), termina el último día de nuestras vidas.

Del mismo modo que no podemos asegurar que “somos felices” sino hasta el final, solo se puede ir ganando el día a día cuando azota un demonio en forma de alcohol o lo que sea.

Uno se va a dormir por la noche con la certeza de que -ese día- no cedió.

Los yanquis dicen: “hoy estoy limpio”. Como en un presente perpetuo.

No hay otra. Los de afuera, además de palo, podemos asistir con la mirada. Pero no podremos influir.

Tendremos menos voto y menos voz que las que tuvo Little George Sampaoli con el equipo argentino en la ya lejana Rusia 2018. Rusia 2018 que el desarrollo de la Superliga nos hace extrañar sobre manera. Pero ese es otro asunto.

Vuelto a Centurión me gustaría decirle a ese singularísimo y tan fino como exquisito futbolista, que hay tiempo y lugar para todo en ésta vida.

Que “romperla” en la cancha de ninguna manera debería impedirle “joder” como dios manda. Que son compatibles ambas cuestiones: jugar bien y pasarla bien. Solo que no hay “dormirse” en los excesos.

No quedarse a vivir en los excesos.

Los excesos están para ser disfrutados inestimable Centu. Pero quedarnos allí nos puede matar.

Formo parte del grupo de futboleros que se quedó con las ganas de ver al volante y al que llamamos en ésta misma columna el quinto Beatle, Lautaro, en el Mundial. Es muy poco probable que hubieran podido modificar algo de lo que fue.

Pero allí nomás está Qatar 2022 (ó el país que la Fifa elija si es que tumban al organizador; deberían buscar ayuda en algùn cuaderno del sargento Centeno o en los Tribunales de Comodoro Py, aquì en la Argentina y se los llevan puesto en un periquete).

Pero solo Centurión podrá domar a Centurión. Brindo (sin ninguna ironía) porque ésto suceda. ¡Que vivan el Champagne y las mujeres, querido Ricardo, pero que no gobiernen! #

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20 AGO 2018 - 20:18

Está rompiendo la taquilla en los cines de la ciudad de Buenos Aires, la historia de un asesino serial. El más letal de la historia. Algunos Críticos se han indignado por la “angelización” que se produce de tan -chillan- abyecto sujeto. El propio condenado se indigna, por su parte, porque la ficción lo pone en “tensión sexual” con otro hombre, el que personifica el hijo de Ricardo Darin, el Chino.

Asesino sí, gay jamás.

¿De qué lado se pone en público?.

Normalmente, si vive en la Argentina, del “Matador” porque parte de la premisa de que la Fuerza (cualquiera) está corrupta. En el fútbol siempre ha habido “malditos”.

Pero puesto a competir el “maldito” con el dirigente, sale ganando...¡el maldito!. Al momento de escribirse éstas líneas vox pópuli vox dei ya ha levantado el pulgar para Ricardo Ricky Centurión, la Fiera talentosa que se propone hacer historia con el Racing del Chacho Coudet luego del triunfo ante Vélez.

¿Cuál ha sido el pecado de Ricardo?.

Beber. Es decir, llegar “tomado” a la práctica. A punto de no poder hacer pie bien como para entrenar o menos aún, jugar los 90 minutos.

Entonces el Chacho lo saca.

Ricky sabe que el DT tiene razón. Y aunque “pone caras”, sale del equipo.

En medio aparece el “voto-clase-media-que-se-vayan-todos-salvo-que-salgan-campeones-en-cuyo-caso-todos-se-quedan-y-son-gardel-y-los-guitarristas” personificado en el Presidente Víctor Blanco y lo “manda en cana”. Es decir, le dice a las audiencias, que Centurión bebe.

Las audiencias caen con virulencia sobre Centurión. Hasta se mete un hincha del eterno rival al que nadie pidió opinión para señalar con dedo acusatorio al talentoso volante y, obviamente, subirlo a las redes.

Un ortiba de vocación, por llamarlo de algún modo. Permítanme poner mi propio mojón en éste asunto: beber, comer, hacer running, igual que drogarse hasta la mismísima auto-destrucción, es un acto privado. En tanto mi conducta no pone en riesgo la vida de los demás (la mía, claramente sí), está en mis Derechos.

Es mi propio riesgo (es el máximo riesgo para Centurión, entiendo), perder el trabajo, la familia, los afectos, si decido transitar el camino de la auto destrucción. Pero no hay nadie, ni nada (ni Dios, sea el que fuere), que me pueda limitar. Debo ser yo quién dé el primer paso para detener la auto-destrucción. Claramente puedo apoyarme en cualquier terapia o creencia.

Pero hay un acto privado inicial que, de no hacerlo yo mismo, nadie hará por mí.

Ricky Centurión puede hacer con su vida privada lo que quiera. Incluso destruirla. Aquellos que disfrutamos de su juego sentiremos una inmensa pena. Pero no podremos ir mucho más allá.

Blanco “salta” porque tiene responsabilidad capitalista para con el Club y para con los socios. Y tiene derecho a poner el grito en el cielo.

El Chacho “banca” porque sabe que es el modo de preservar ese Capital humano y laboral que es, para él, el futbolista “problemático”.

El jugador, vuelto a la tranquilidad, le termina dando la derecha al entrenador cuando se pone a disposición en un 100 por ciento de sus posibilidades. El círculo se cierra para bien en éste caso. Y por ahora.

La pelea contra las adicciones (no sabemos si para Ricky, el tema de beber tiene esa gravedad o está mucho más cerca de su propio control), termina el último día de nuestras vidas.

Del mismo modo que no podemos asegurar que “somos felices” sino hasta el final, solo se puede ir ganando el día a día cuando azota un demonio en forma de alcohol o lo que sea.

Uno se va a dormir por la noche con la certeza de que -ese día- no cedió.

Los yanquis dicen: “hoy estoy limpio”. Como en un presente perpetuo.

No hay otra. Los de afuera, además de palo, podemos asistir con la mirada. Pero no podremos influir.

Tendremos menos voto y menos voz que las que tuvo Little George Sampaoli con el equipo argentino en la ya lejana Rusia 2018. Rusia 2018 que el desarrollo de la Superliga nos hace extrañar sobre manera. Pero ese es otro asunto.

Vuelto a Centurión me gustaría decirle a ese singularísimo y tan fino como exquisito futbolista, que hay tiempo y lugar para todo en ésta vida.

Que “romperla” en la cancha de ninguna manera debería impedirle “joder” como dios manda. Que son compatibles ambas cuestiones: jugar bien y pasarla bien. Solo que no hay “dormirse” en los excesos.

No quedarse a vivir en los excesos.

Los excesos están para ser disfrutados inestimable Centu. Pero quedarnos allí nos puede matar.

Formo parte del grupo de futboleros que se quedó con las ganas de ver al volante y al que llamamos en ésta misma columna el quinto Beatle, Lautaro, en el Mundial. Es muy poco probable que hubieran podido modificar algo de lo que fue.

Pero allí nomás está Qatar 2022 (ó el país que la Fifa elija si es que tumban al organizador; deberían buscar ayuda en algùn cuaderno del sargento Centeno o en los Tribunales de Comodoro Py, aquì en la Argentina y se los llevan puesto en un periquete).

Pero solo Centurión podrá domar a Centurión. Brindo (sin ninguna ironía) porque ésto suceda. ¡Que vivan el Champagne y las mujeres, querido Ricardo, pero que no gobiernen! #


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