En Malvinas, “los oficiales asaltaban negocios, chupaban whisky y afanaban grabadores”

Es de El Hoyo y hoy vive en El Pedregoso. Estuvo 75 días en las Islas durante el conflicto. Habló crudamente sobre sus vivencias allí.

01 ABR 2019 - 21:17 | Actualizado

De Malvinas hay que hablar durante todo el año en recuerdo de las 649 héroes que quedaron custodiando nuestras islas”, reclamó ayer el excombatiente Raúl “Pelado” Larenas, quien participará temprano de los actos previstos en Lago Puelo y luego en su pueblo de El Hoyo, donde “siempre se aprovecha para encontrarse con viejos compañeros y revivir anécdotas de hace 37 años”, que los tuvo como protagonistas del conflicto bélico contra Gran Bretaña.

Con todo, reconoce que cada 2 de abril “siempre es una fecha difícil, por toda la carga emocional que conlleva”. Desde su óptica, “los políticos siempre tratan de usarnos, aunque el peor es el Presidente, quien entregó hasta el ARA San Juan. Para los ingleses debe ser un orgullo haber dado de baja la mejor herramienta que teníamos para hacerles frente”.

Las memorias de aquellos días tampoco son las mejores: “El 1° de mayo falleció un compañero a 20 metros de mi posición, estaba de guardia y lo agarró el bombardeo, le cortó las piernas”, detalló Larenas.

Como miles de jóvenes que fueron obligados a ir al frente en una tierra hostil que nadie conocía, a su regreso, derrotados, dolidos y con las consecuencias irreversibles que deja toda guerra, no solo no recibieron ningún reconocimiento sino que sufrieron persecuciones y la indiferencia de sus propios vecinos como el peor de los castigos: “Hablar por hablar es gratis, por eso la incertidumbre de la familia y los amigos en la vuelta. Siempre aparece el chimento mal intencionado, se decía que yo tenía una pierna cortada, una mano, no tengo el mejor recuerdo de esta comunidad”, graficó.

Raúl Larenas se jubiló como portero de la Escuela 734 “Cóndor Andino” y hoy su casa en El Pedregoso es un faro para sus amigos combatientes de todo el país.

Tampoco está de acuerdo con el reclamo de los soldados movilizados en el continente que reclaman una pensión: “Quizás tiene más derechos la clase ’79, que estuvo movilizada en la frontera por el conflicto con Chile; o nuestra propia familia, que sufrió más que ellos”, valoró.

Integró una compañía de 700 soldados y permaneció 75 días en Malvinas. Las relaciones entre el grupo y su jefe no fueron buenas desde el inicio: “Tuvimos problemas con el cabo, que era cordobés, tenía menos instrucción que nosotros. El tipo tiritaba de miedo”.

En su caso, dijo que engordó 10 kilos: “Siempre había cerca algún animalito y un día hasta nos dimos el lujo de festejar el cumpleaños de un compañero. Me acuerdo que el homenajeado venía con un cordero al hombro y en ese momento pasó un bombardero cerca del simulacro que habíamos armado para despistar. Como sufría de epilepsia le dio un ataque, igual no se escapó el bichito, ya que detrás venían otros patagónicos ligeros”, se ríe.

A fines de abril, Argentina ya había colocado más de diez mil hombres en el teatro del conflicto, aunque la gran mayoría eran reclutas mal entrenados. No obstante se trataba de ocupar todos los espacios disponibles. “Nos jugaba en contra la llovizna, era una posición angosta y larga en un risco –explicó sobre el campamento-. Tenía una abertura de 70 centímetros y nos poníamos espalda con espalda para dormir sentados. Abajo, un lienzo mojado y piedras, todavía sufro de la columna por esa situación. Aunque uno, por ser de la cordillera, sabe desempeñarse mejor, agarrar una pala, hacer un techo”.

“Nosotros y la aviación éramos los peones del Ejército –agregó-. Los soldados que se jodan en el campo, pero los oficiales cuando iban al pueblo asaltaban negocios, chupaban whisky, afanaban grabadores. La comida de ellos las preparaban en el pueblo y la llevaban en un Land Rover a toda velocidad… Aunque en la olla llegaba menos de la mitad allá arriba. De los 75 días que estuvimos nunca comimos pan, sabiendo que nos mandaban desde Río Grande, parece que Ejército se lo dejaba para ellos”.

Los gurkas

“Pelado” Larenas, con 19 años cumplidos, se incorporó el 3 de agosto de 1980 en la base aeronaval de Río Grande (Tierra del Fuego). “Nosotros no estábamos enterados de nada del tema Malvinas. Hasta ahí nos decían que el peligro era Chile”, remarcó.

A fines de mayo de 1982 la suerte estaba echada y el dolor de la rendición no encuentra calma: “En el aeropuerto, cuando ya éramos prisioneros, vimos a los gurkas; nos perecían tremendas personas; con ametralladoras con dos o tres bandas de mil tiros, machetes, pistolas por todos lados”.

A 37 años de aquella gesta, Larenas no se muestra muy optimista sobre la recuperación de Malvinas: “Capaz que cuando terminen de sacar todo lo que tiene, el petróleo, la lana, devuelvan las islas. Sin embargo, para mí la causa es un sentimiento patrio, así llueva o truene yo voy a los actos”.

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01 ABR 2019 - 21:17

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Con todo, reconoce que cada 2 de abril “siempre es una fecha difícil, por toda la carga emocional que conlleva”. Desde su óptica, “los políticos siempre tratan de usarnos, aunque el peor es el Presidente, quien entregó hasta el ARA San Juan. Para los ingleses debe ser un orgullo haber dado de baja la mejor herramienta que teníamos para hacerles frente”.

Las memorias de aquellos días tampoco son las mejores: “El 1° de mayo falleció un compañero a 20 metros de mi posición, estaba de guardia y lo agarró el bombardeo, le cortó las piernas”, detalló Larenas.

Como miles de jóvenes que fueron obligados a ir al frente en una tierra hostil que nadie conocía, a su regreso, derrotados, dolidos y con las consecuencias irreversibles que deja toda guerra, no solo no recibieron ningún reconocimiento sino que sufrieron persecuciones y la indiferencia de sus propios vecinos como el peor de los castigos: “Hablar por hablar es gratis, por eso la incertidumbre de la familia y los amigos en la vuelta. Siempre aparece el chimento mal intencionado, se decía que yo tenía una pierna cortada, una mano, no tengo el mejor recuerdo de esta comunidad”, graficó.

Raúl Larenas se jubiló como portero de la Escuela 734 “Cóndor Andino” y hoy su casa en El Pedregoso es un faro para sus amigos combatientes de todo el país.

Tampoco está de acuerdo con el reclamo de los soldados movilizados en el continente que reclaman una pensión: “Quizás tiene más derechos la clase ’79, que estuvo movilizada en la frontera por el conflicto con Chile; o nuestra propia familia, que sufrió más que ellos”, valoró.

Integró una compañía de 700 soldados y permaneció 75 días en Malvinas. Las relaciones entre el grupo y su jefe no fueron buenas desde el inicio: “Tuvimos problemas con el cabo, que era cordobés, tenía menos instrucción que nosotros. El tipo tiritaba de miedo”.

En su caso, dijo que engordó 10 kilos: “Siempre había cerca algún animalito y un día hasta nos dimos el lujo de festejar el cumpleaños de un compañero. Me acuerdo que el homenajeado venía con un cordero al hombro y en ese momento pasó un bombardero cerca del simulacro que habíamos armado para despistar. Como sufría de epilepsia le dio un ataque, igual no se escapó el bichito, ya que detrás venían otros patagónicos ligeros”, se ríe.

A fines de abril, Argentina ya había colocado más de diez mil hombres en el teatro del conflicto, aunque la gran mayoría eran reclutas mal entrenados. No obstante se trataba de ocupar todos los espacios disponibles. “Nos jugaba en contra la llovizna, era una posición angosta y larga en un risco –explicó sobre el campamento-. Tenía una abertura de 70 centímetros y nos poníamos espalda con espalda para dormir sentados. Abajo, un lienzo mojado y piedras, todavía sufro de la columna por esa situación. Aunque uno, por ser de la cordillera, sabe desempeñarse mejor, agarrar una pala, hacer un techo”.

“Nosotros y la aviación éramos los peones del Ejército –agregó-. Los soldados que se jodan en el campo, pero los oficiales cuando iban al pueblo asaltaban negocios, chupaban whisky, afanaban grabadores. La comida de ellos las preparaban en el pueblo y la llevaban en un Land Rover a toda velocidad… Aunque en la olla llegaba menos de la mitad allá arriba. De los 75 días que estuvimos nunca comimos pan, sabiendo que nos mandaban desde Río Grande, parece que Ejército se lo dejaba para ellos”.

Los gurkas

“Pelado” Larenas, con 19 años cumplidos, se incorporó el 3 de agosto de 1980 en la base aeronaval de Río Grande (Tierra del Fuego). “Nosotros no estábamos enterados de nada del tema Malvinas. Hasta ahí nos decían que el peligro era Chile”, remarcó.

A fines de mayo de 1982 la suerte estaba echada y el dolor de la rendición no encuentra calma: “En el aeropuerto, cuando ya éramos prisioneros, vimos a los gurkas; nos perecían tremendas personas; con ametralladoras con dos o tres bandas de mil tiros, machetes, pistolas por todos lados”.

A 37 años de aquella gesta, Larenas no se muestra muy optimista sobre la recuperación de Malvinas: “Capaz que cuando terminen de sacar todo lo que tiene, el petróleo, la lana, devuelvan las islas. Sin embargo, para mí la causa es un sentimiento patrio, así llueva o truene yo voy a los actos”.


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