Editorial / Un festival de errores no forzados que pone en jaque la gobernabilidad y el futuro de Arcioni

Leé La Columna del Domingo, el tradicional análisis de la edición impresa de Jornada.

10 AGO 2019 - 20:38 | Actualizado

No se puede hacer todo tan mal y pensar que el resultado va a ser bueno. La forma en la que el Gobierno provincial decidió hacer frente al incendio que ellos mismos iniciaron terminó por convertir a Chubut en un polvorín en donde una chispa puede hacer volar todo por los aires.

Ya no sólo están en juego los salarios de los 40 mil empleados públicos sino el destino de todos los chubutenses, que asisten impávidos a la extraña forma de gestionar que tiene el puñado de funcionarios que rodea al gobernador Mariano Arcioni y lo convence todos los días de que van por buen camino. Se trata de un grupo de aduladores que parecen decirle al “rey” lo bien que le quedan todos sus trajes, cuando el resto de la sociedad lo ve desnudo.

Como en el tenis, el problema no son los puntos que puedan meter los rivales sino los errores no forzados que pueda cometer uno. Errarle a todas las líneas y tirarla afuera la mayoría de las veces es lo que este Gobierno ha venido haciendo desde que ganó las elecciones el 9 de junio. No pudieron sostener ni una semana los beneficios que da el triunfo electoral porque, sencillamente, lo construyeron sobre un castillo de naipes que se cayó con sólo mirarlo fijamente.

La escalada de desaciertos agravó la ya delicada crisis económica y financiera que arrastraba la provincia, dejando a los empleados públicos colgados del pincel. Pero ahora se está ante un escenario peor, un escalón más abajo: una crisis política con funcionarios claves que dan portazos y acusan a sus pares de “puentearlos”.

El próximo escalón es el escenario más complejo y preocupante: si Arcioni no levanta la puntería, una crisis social podría ponerlo al borde del precipicio y las consecuencias de ese escenario nunca son agradables.

Hace algunos domingos, en esta misma Columna se sostenía que el triunfo en las elecciones no le alcanzaba al gobernador para llegar con oxígeno suficiente al 10 de diciembre para asumir su segundo mandato. Ya transitando agosto, esa idea se profundiza: no habrá diciembre si antes no se consigue tranquilidad económica y solvencia política en septiembre, octubre y noviembre.

Arcioni debería saber, de una vez por todas, que si no acomoda el carro ahora, después podría ser muy tarde.

Internados

La movida cocinada en el corazón del Gobierno para sacarse de encima a un funcionario como Luis Tarrío, que le zurció a Arcioni todos los parches económicos que lo ayudaron a ganar las elecciones, era lo que menos necesitaba el Gobierno en medio de semejante crisis, con paros a diestra y siniestra, cortes de ruta y una sensación generalizada de caos.

¿A quién se le pudo ocurrir que era una buena idea hacerle una zancadilla a Tarrío? “Me puentearon y sentí que no era necesaria mi presencia en el Gobierno”, dijo el viernes el ahora exministro durante una entrevista con Cadena Tiempo.

En privado, sin vueltas, Tarrío le dijo a Arcioni que se iba porque “no trabajo con hijos de puta”. Los destinatarios de semejante enojo no son otros que el ministro coordinador, Federico Massoni, y el recién llegado al equipo, Oscar Antonena, que desde que asumió el martes pasado como subsecretario de Financiamiento empezó a sonar como recambio para Tarrío.

Por qué cambiar de caballo en medio de un río revuelto es una pregunta que se hacen muchos. El viernes, tras el portazo de Tarrío, al menos tres altos funcionarios del Gabinete evaluaron presentar sus renuncias, descontentos con el destrato al exministro y con el rumbo que está tomando la cosa. Más tarde, los ánimos se calmaron pero el descontento sigue.

No son pocos los que creen que es un papelón anunciar el desdoblamiento de sueldos y después salir a decirles en privado a algunos sectores que van a cambiar esa modalidad por otra. Hoy es 11 de agosto y nadie sabe de qué forma se van a pagar los salarios.

Tampoco ayuda que Arcioni y su brazo ejecutor (Massoni) salgan y con rostro impertérrito digan que les van a descontar el día a los trabajadores que hagan paro. El gobernador no está en situación de ponerle condiciones a nadie porque hace dos meses que la provincia está incendiada por las malas decisiones que ha tomado. Y Massoni, a quienes muchos les destacan su audacia y la enorme capacidad de trabajo, debería entender que lo de “Capitán América” fue solo una humorada. El traje de “superhéroe” le sentaba bien para otros menesteres. Hoy, le queda grande.

La hora de cambiar

Como si fuera poco el escenario de caos que atraviesa la provincia, los chubutenses irán hoy a las urnas por tercera vez en el año. Esta vez para elegir los candidatos a intendentes en una docena de ciudades y pueblos, además de quienes competirán por las tres bancas de diputados nacionales que se pondrán en juego el 28 de octubre.

En medio de la apatía generalizada, a todos los candidatos les será muy difícil conseguir el acompañamiento de la gente. Porque, hay que decirlo, el enojo con Arcioni no exculpa al resto de la clase política que ahora se desgarra las vestiduras pero hace dos meses perdieron las elecciones con el “menos malo”. Ni para ganarle a Arcioni les dio a los opositores, que estaría mejor que guardaran silencio y dejaran que la gente se defienda sola de los errores del Gobierno.

Lo más interesante, sin dudas, estará en la elección presidencial. Si bien esta PASO no definirá absolutamente nada, será una aproximación en tiempo real a lo que está sucediendo en el electorado.

Se estima que en Chubut habrá hoy un ganador muy claro si se tiene en cuenta el desprecio que el Gobierno nacional ha venido teniendo con los chubutenses. Claro que la mirada estará puesta en las provincias y ciudades más importantes, en donde siempre se definen las elecciones.

Hace cuatro años hubo un “cambio” que tuvo graves consecuencias para muchos argentinos. Se destruyó todo lo que estaba bien y se empeoró lo que estaba mal. Ahora, el cambio no sólo es necesario sino indispensable.

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10 AGO 2019 - 20:38

No se puede hacer todo tan mal y pensar que el resultado va a ser bueno. La forma en la que el Gobierno provincial decidió hacer frente al incendio que ellos mismos iniciaron terminó por convertir a Chubut en un polvorín en donde una chispa puede hacer volar todo por los aires.

Ya no sólo están en juego los salarios de los 40 mil empleados públicos sino el destino de todos los chubutenses, que asisten impávidos a la extraña forma de gestionar que tiene el puñado de funcionarios que rodea al gobernador Mariano Arcioni y lo convence todos los días de que van por buen camino. Se trata de un grupo de aduladores que parecen decirle al “rey” lo bien que le quedan todos sus trajes, cuando el resto de la sociedad lo ve desnudo.

Como en el tenis, el problema no son los puntos que puedan meter los rivales sino los errores no forzados que pueda cometer uno. Errarle a todas las líneas y tirarla afuera la mayoría de las veces es lo que este Gobierno ha venido haciendo desde que ganó las elecciones el 9 de junio. No pudieron sostener ni una semana los beneficios que da el triunfo electoral porque, sencillamente, lo construyeron sobre un castillo de naipes que se cayó con sólo mirarlo fijamente.

La escalada de desaciertos agravó la ya delicada crisis económica y financiera que arrastraba la provincia, dejando a los empleados públicos colgados del pincel. Pero ahora se está ante un escenario peor, un escalón más abajo: una crisis política con funcionarios claves que dan portazos y acusan a sus pares de “puentearlos”.

El próximo escalón es el escenario más complejo y preocupante: si Arcioni no levanta la puntería, una crisis social podría ponerlo al borde del precipicio y las consecuencias de ese escenario nunca son agradables.

Hace algunos domingos, en esta misma Columna se sostenía que el triunfo en las elecciones no le alcanzaba al gobernador para llegar con oxígeno suficiente al 10 de diciembre para asumir su segundo mandato. Ya transitando agosto, esa idea se profundiza: no habrá diciembre si antes no se consigue tranquilidad económica y solvencia política en septiembre, octubre y noviembre.

Arcioni debería saber, de una vez por todas, que si no acomoda el carro ahora, después podría ser muy tarde.

Internados

La movida cocinada en el corazón del Gobierno para sacarse de encima a un funcionario como Luis Tarrío, que le zurció a Arcioni todos los parches económicos que lo ayudaron a ganar las elecciones, era lo que menos necesitaba el Gobierno en medio de semejante crisis, con paros a diestra y siniestra, cortes de ruta y una sensación generalizada de caos.

¿A quién se le pudo ocurrir que era una buena idea hacerle una zancadilla a Tarrío? “Me puentearon y sentí que no era necesaria mi presencia en el Gobierno”, dijo el viernes el ahora exministro durante una entrevista con Cadena Tiempo.

En privado, sin vueltas, Tarrío le dijo a Arcioni que se iba porque “no trabajo con hijos de puta”. Los destinatarios de semejante enojo no son otros que el ministro coordinador, Federico Massoni, y el recién llegado al equipo, Oscar Antonena, que desde que asumió el martes pasado como subsecretario de Financiamiento empezó a sonar como recambio para Tarrío.

Por qué cambiar de caballo en medio de un río revuelto es una pregunta que se hacen muchos. El viernes, tras el portazo de Tarrío, al menos tres altos funcionarios del Gabinete evaluaron presentar sus renuncias, descontentos con el destrato al exministro y con el rumbo que está tomando la cosa. Más tarde, los ánimos se calmaron pero el descontento sigue.

No son pocos los que creen que es un papelón anunciar el desdoblamiento de sueldos y después salir a decirles en privado a algunos sectores que van a cambiar esa modalidad por otra. Hoy es 11 de agosto y nadie sabe de qué forma se van a pagar los salarios.

Tampoco ayuda que Arcioni y su brazo ejecutor (Massoni) salgan y con rostro impertérrito digan que les van a descontar el día a los trabajadores que hagan paro. El gobernador no está en situación de ponerle condiciones a nadie porque hace dos meses que la provincia está incendiada por las malas decisiones que ha tomado. Y Massoni, a quienes muchos les destacan su audacia y la enorme capacidad de trabajo, debería entender que lo de “Capitán América” fue solo una humorada. El traje de “superhéroe” le sentaba bien para otros menesteres. Hoy, le queda grande.

La hora de cambiar

Como si fuera poco el escenario de caos que atraviesa la provincia, los chubutenses irán hoy a las urnas por tercera vez en el año. Esta vez para elegir los candidatos a intendentes en una docena de ciudades y pueblos, además de quienes competirán por las tres bancas de diputados nacionales que se pondrán en juego el 28 de octubre.

En medio de la apatía generalizada, a todos los candidatos les será muy difícil conseguir el acompañamiento de la gente. Porque, hay que decirlo, el enojo con Arcioni no exculpa al resto de la clase política que ahora se desgarra las vestiduras pero hace dos meses perdieron las elecciones con el “menos malo”. Ni para ganarle a Arcioni les dio a los opositores, que estaría mejor que guardaran silencio y dejaran que la gente se defienda sola de los errores del Gobierno.

Lo más interesante, sin dudas, estará en la elección presidencial. Si bien esta PASO no definirá absolutamente nada, será una aproximación en tiempo real a lo que está sucediendo en el electorado.

Se estima que en Chubut habrá hoy un ganador muy claro si se tiene en cuenta el desprecio que el Gobierno nacional ha venido teniendo con los chubutenses. Claro que la mirada estará puesta en las provincias y ciudades más importantes, en donde siempre se definen las elecciones.

Hace cuatro años hubo un “cambio” que tuvo graves consecuencias para muchos argentinos. Se destruyó todo lo que estaba bien y se empeoró lo que estaba mal. Ahora, el cambio no sólo es necesario sino indispensable.


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