Descubrieron restos de piel fosilizada de un pingüino gigante en la Antártida

Investigadores del Museo de La Plata y del Instituto Antártico Argentino realizaron el hallazgo de un ala articulada de un pingüino de 43 millones de años de antigüedad en la Isla Marambio. Es el primer ejemplar de un ave moderna con piel petrificada en todo el mundo.

13 MAR 2020 - 21:17 | Actualizado

La doctora Carolina Acosta Hospitaleche, investigadora de la División Paleontología Vertebrados del Museo de La Plata y del CONICET, indicó a la Agencia CTyS-UNLaM que “la fosilización de la piel de esta ala constituye un hecho único, porque es el primer ejemplar de pingüino con piel conservada en el mundo”.

“Es el primer ejemplar de pingüino con piel conservada de este modo, y más aún, el primer representante de un ave moderna con piel petrificada en todo el mundo”, agregó la autora principal del estudio publicado recientemente en la revista científica Lethaia.

Hace 43 millones de años, durante el Eoceno, la Antártida no era un continente blanco. Allí, había bosques y una fauna muy diversa. Y había pingüinos gigantescos, de más de dos metros en posición erguida, hasta otros muy pequeños de menos de 50 centímetros de estatura.

Esta piel fosilizada pertenece a la especie Palaeeudyptes gunnari, una de las especies más numerosas de pingüinos que vivía en la Antártida durante el Eoceno.

“La piel se ha conservado como fósil en ambas superficies del ala, empaquetando los huesos que han quedado articulados en su posición original, incluyendo los elementos que osifican a partir de los tendones?, destacó la paleontóloga Acosta Hospitaleche. Y agregó: ?Esto nos ha brindado la oportunidad de analizar el tejido conectivo del ala, y la morfología y densidad de los folículos de la piel donde se insertan las plumas”.

Este descubrimiento fue realizado por Sergio Santillana del Instituto Antártico Argentino durante la campaña antártica realizada del año 2014. El fósil fue estudiado en el Museo de La Plata por la doctora Carolina Acosta Hospitaleche y el técnico de la Dirección Nacional del Antártico Martín de los Reyes, ambos miembros del proyecto de Paleontología de Vertebrados liderado por el doctor Marcelo Reguero, también investigador del IAA.

En este fósil, la piel se encuentra totalmente desnuda, porque las plumas fueron destruidas por completo durante los procesos de fosilización. Sin embargo, la doctora Acosta Hospitaleche indica que parte de la materia orgánica que formaba las plumas pudo haber quedado preservada de manera dispersa.

La comparación de esta piel fosilizada con las especies actuales de pingüinos de mayor tamaño, como el pingüino emperador, evidencia que Palaeeudyptes gunnari, y probablemente otros pingüinos del Eoceno antártico, ya poseía adaptaciones para protegerse del frío.

Su plumaje, menos denso que el desarrollado por los pingüinos modernos, demuestra que la adquisición temprana de caracteres ligados a la adaptación al frio extremo, habrían sido clave para el éxito alcanzado por este grupo durante el Eoceno.

La investigadora del MLP y del CONICET observó que aún se sabe cómo los pingüinos primitivos adquirieron estas ventajas adaptativas, pero indudablemente contaron con modificaciones que les permitieron diversificarse y dispersarse por los mares fríos del hemisferio sur, donde actualmente aún se encuentran. Este estudio científico, titulado First Neornithes fossil skin of a giant penguin from Antarctica, puede encontrarse en Lethaia, https://doi.org/10.1111/let.12366. (Fuente: Agencia CTyS-UNLaM).

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13 MAR 2020 - 21:17

La doctora Carolina Acosta Hospitaleche, investigadora de la División Paleontología Vertebrados del Museo de La Plata y del CONICET, indicó a la Agencia CTyS-UNLaM que “la fosilización de la piel de esta ala constituye un hecho único, porque es el primer ejemplar de pingüino con piel conservada en el mundo”.

“Es el primer ejemplar de pingüino con piel conservada de este modo, y más aún, el primer representante de un ave moderna con piel petrificada en todo el mundo”, agregó la autora principal del estudio publicado recientemente en la revista científica Lethaia.

Hace 43 millones de años, durante el Eoceno, la Antártida no era un continente blanco. Allí, había bosques y una fauna muy diversa. Y había pingüinos gigantescos, de más de dos metros en posición erguida, hasta otros muy pequeños de menos de 50 centímetros de estatura.

Esta piel fosilizada pertenece a la especie Palaeeudyptes gunnari, una de las especies más numerosas de pingüinos que vivía en la Antártida durante el Eoceno.

“La piel se ha conservado como fósil en ambas superficies del ala, empaquetando los huesos que han quedado articulados en su posición original, incluyendo los elementos que osifican a partir de los tendones?, destacó la paleontóloga Acosta Hospitaleche. Y agregó: ?Esto nos ha brindado la oportunidad de analizar el tejido conectivo del ala, y la morfología y densidad de los folículos de la piel donde se insertan las plumas”.

Este descubrimiento fue realizado por Sergio Santillana del Instituto Antártico Argentino durante la campaña antártica realizada del año 2014. El fósil fue estudiado en el Museo de La Plata por la doctora Carolina Acosta Hospitaleche y el técnico de la Dirección Nacional del Antártico Martín de los Reyes, ambos miembros del proyecto de Paleontología de Vertebrados liderado por el doctor Marcelo Reguero, también investigador del IAA.

En este fósil, la piel se encuentra totalmente desnuda, porque las plumas fueron destruidas por completo durante los procesos de fosilización. Sin embargo, la doctora Acosta Hospitaleche indica que parte de la materia orgánica que formaba las plumas pudo haber quedado preservada de manera dispersa.

La comparación de esta piel fosilizada con las especies actuales de pingüinos de mayor tamaño, como el pingüino emperador, evidencia que Palaeeudyptes gunnari, y probablemente otros pingüinos del Eoceno antártico, ya poseía adaptaciones para protegerse del frío.

Su plumaje, menos denso que el desarrollado por los pingüinos modernos, demuestra que la adquisición temprana de caracteres ligados a la adaptación al frio extremo, habrían sido clave para el éxito alcanzado por este grupo durante el Eoceno.

La investigadora del MLP y del CONICET observó que aún se sabe cómo los pingüinos primitivos adquirieron estas ventajas adaptativas, pero indudablemente contaron con modificaciones que les permitieron diversificarse y dispersarse por los mares fríos del hemisferio sur, donde actualmente aún se encuentran. Este estudio científico, titulado First Neornithes fossil skin of a giant penguin from Antarctica, puede encontrarse en Lethaia, https://doi.org/10.1111/let.12366. (Fuente: Agencia CTyS-UNLaM).


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