La Coronacrisis: el virus y la economía

Nos encontramos posiblemente en los inicios de una de las crisis económico-financieras más impactantes de la historia, causada por la propagación del COVID-19. Con el 40% de los habitantes del planeta en cuarentena, los índices muestra la caída más veloz que se haya dado en la historia.

11 ABR 2020 - 18:43 | Actualizado

Por Federico Michi *

Nos encontramos, posiblemente, en los inicios de una de las crisis económico-financiera más impactantes de la historia, causada por la propagación del COVID-19 a lo largo del mundo. Con el 40% de los habitantes del planeta en cuarentena, se ha producido el detenimiento de la actividad económica más grande que se haya visto. Estamos hablando de la Coronacrisis, la cual, a diferencia de sus análogas en tamaño anteriores, ha hecho pie primero en la economía real y posteriormente en lo financiero. Así todo, los índices la muestran como la caída más veloz de la historia, habiéndose llevado en 20 días lo que la Segunda Guerra Mundial hizo en 3 años, razón más que suficiente para alertar que la magnitud del evento merece nuestra mayor atención y preocupación. El coronavirus como un hecho es, por su alto impacto y su baja probabilidad de ocurrencia, un típico cisne negro al estilo Nassim Taleb.

Desde 2009 el mundo viene experimentando el crecimiento económico ininterrumpido más largo de los últimos 100 años. Cabe hacerse la pregunta de ¿Por qué? Una posible respuesta puede ser que el avance de la ciencia haya permitido que la economía sea más madura y eficaz. Otra explicación podría ser el fenómeno chino, la economía que se perfila como la próxima superpotencia mundial en algunos decenios, como responsable motor impulsor de un fuerte crecimiento global.

De cualquier manera, y más allá de la búsqueda de causas de esta expansión, es necesario entender que el capitalismo se comporta produciendo ciclos, nos guste o no, es la forma en la que todos nos movemos, dibujamos curvas a cada año, día y minuto. Al tramo ascendente del ciclo la llamamos expansión económica, y se genera cuando la gente se endeuda para consumir más, las empresas buscan fuentes de financiamiento para expandir la producción y lograr mayores ganancias. Cuando el buen humor y mentalidad adictiva de los mercados logra que el precio de los activos financieros exceda su valor razonable, se produce una burbuja financiera.

Posteriormente, cuando los mercados toman conciencia del exceso de confianza, la recesión amenaza y las especulaciones se vuelcan al “cuándo” comenzará el descenso de la curva. A partir de allí, lo que necesitamos es una razón (una aguja) que pinche la burbuja, sumergiéndonos en una paranoia cada vez mayor. Suelen ser razones, los conflictos políticos, bélicos, un producto financiero en crisis, e, incluso, una pandemia.

El índice del miedo

Un posible evento disruptivo pudo haber sido la Guerra Comercial entre EEUU y China o la tensión militar entre EEUU y Corea del Norte, eventos que provocaron caídas en los mercados en reiteradas ocasiones durante los años 2018 y 2019.

Y así, vamos buscando posibles causas de una nueva crisis mundial que “corrija” los desfasajes generados. Cuando dichas razones no alcanzan a ser lo suficientemente filosas como para pinchar la burbuja, volvemos a inflar la piñata un poco más en un proceso de subas y bajas permanente que llamamos volatilidad, la cual podemos definir como miedo. Existen índices que nos muestran la volatilidad, siendo probablemente el más significativo aquél construido con el precio de las opciones, conocido como VIX.

El VIX ha permanecido en mínimos históricos en tiempos posteriores a la crisis de 2008/2009. A partir de enero de 2018, comienza el ruido y el índice inicia un proceso de comportamiento inestable cuando comienza la guerra comercial entre EEUU y China, el cual coincide con el comienzo de la crisis cambiaria-financiera de Argentina. Todos esos “ruidos” que se corresponden con “crisis que no fueron” están dibujados en la historia. Resalta por sí mismo el impacto del coronavirus con un aumento del índice del 500% en febrero/marzo de 2020.

Ahora, ¿por qué miramos tanto a Estados Unidos para entender los ciclos económicos del mundo? Porque es la superpotencia mundial del siglo XX y todo indica que lo seguirá siendo, al menos, durante la primera mitad del siglo XXI. Este país representa más del 30% de la capitalización bursátil (valor de las empresas) del mundo con 25 billones de dólares, 3 veces más grande que sus escoltas China y la Unión Europea con un aproximado de 7 billones de dólares cada uno. Para ponerlo en otras dimensiones, el capital bursátil de EEUU es 500 veces más grande que el argentino, y el PBI unas 50, con apenas 7 veces más de población.

¿Cómo se protege el mundo de sus inversiones? Cuando el mundo del equity (las empresas) se derrumba los inversores migran hacia los bonos más seguros, como por ejemplo los de Estados Unidos, Alemania o Inglaterra, en un proceso llamado “fly to quality” que golpea fuertemente en el riesgo país de los países emergentes. Estos bonos se consideran seguros porque no se sospecha respecto de sus emisores la cesación de pagos, es decir, no sufren riesgo de default. La demanda masiva de ellos aumenta sus precios mientras las tasas internas de retorno se reducen, manteniendo estable la ecuación. Esto puede generar inversiones de la curva de estructura de tasas de interés soberanas si las tasas más largas caen por debajo de las más cortas, indicador que funciona como oráculo de potenciales recesiones económicas, situación ya advertida en 2019. A su vez, esa baja del interés por la excesiva demanda de bonos libre de riesgo, genera un bajo costo de endeudamiento para los países emisores.

Otro activo muy demandado por el mundo para refugiarse ante el miedo es el oro, el cual alcanzó en enero de 2020 el máximo de los últimos 7 años. Es interesante observar el comportamiento del precio del oro que se muestra como una reserva de valor conservadora porque comienza a subir cuando el mercado sospecha de la salud de la economía, pero no se dispara cuando el caos empieza. El que sí se dispara ante el pánico, es el VIX, que comienza a subir fuertemente porque los inversores se refugian en Puts (opciones).

El comienzo de la pandemia se combinó con la falta de acuerdo entre Arabia Saudita y Rusia respecto de la oferta de petróleo. Rusia se negó a reducir la extracción de petróleo generando expectativas de una mayor oferta en el mercado, impulsando los precios a la baja. Además, si combinamos este acontecimiento con expectativas de una menor demanda provocada por una reducción de la actividad económica mundial, explica microeconómicamente el descenso en más del 50% del precio en los últimos 3 meses.

Los bancos centrales disponen de dos herramientas principales para ejecutar la política monetaria: 1) tasa de interés; 2) emisión monetaria. Por un lado, cuando el banco central baja la tasa de interés significa que está pretendiendo aumentar la actividad económica, mismo proceso replican las instituciones de todo el sistema financiero sobre las tasas de corto plazo, estimulando el consumo por un menor costo de la deuda en un mundo cada vez más propenso al crédito. Por otro lado, el Banco Central puede imprimir dinero, generando mayor liquidez en el público con el objetivo de estimular la suba de precios de los activos, incluidos los financieros. Vale aclarar que, mientras en Argentina luchamos contra la inflación, el mundo teme a la deflación.

Desde la crisis de 2008 y hasta 2015 transitamos un periodo conocido como de “tasas cero”, denominado así por la baja de la tasa de interés de referencia de los principales bancos centrales del mundo. Tras un tímido periodo Hawkish (tendencia al alza de tasas) entre 2015 y 2019, nos encuentra una nueva crisis con un casi nulo margen de maniobra de esta herramienta, habiendo reducido la FED la tasa nuevamente al rango 0 - 0,25% durante el mes de marzo. Además, se ha anunciado que se recurrirá a la emisión monetaria y compra de activos financieros en mercado abierto. .

Los países del mundo han reaccionado rápida y coordinadamente con paquetes de medidas que incrementan el gasto público orientado a salud. EEUU, por ejemplo, ha destinado 2 billones de dólares (alrededor del 10% del PBI), Europa está encaminada en el mismo sentido, incluso habiendo roto un pacto de límite en el déficit fiscal. También pueden verse transferencias del sector público hacia sectores de la población vulnerables. Para realizar estos gastos los gobiernos de los países desarrollados toman deuda aprovechando las bajas tasas de interés que mencionamos. Desde 2008 a la fecha se puede ver una disminución de la deuda privada en relación al PBI respecto al momento previo de aquella crisis, comparado a los niveles actuales, y, a su vez, existe un incremento de la deuda pública como consecuencia de la aplicación de políticas keynesianas.

Argentina y Chubut

Cabe preguntarnos dónde estamos parados frente a los acontecimientos expuestos. La crisis nos va a golpear a todos, pero, a diferencia de los países desarrollados, los países emergentes (y nosotros como emblema del más problemático de ellos) tenemos un altísimo componente de influencia exógena. No gozamos de la flexibilidad para hacer política monetaria y fiscal porque estamos lejos de la estabilidad monetaria y somos frágiles por problemas como endeudamiento, inflación y recesión recurrente. A su vez, nos encontramos en una provincia con un alto desequilibrio fiscal y atravesando una crisis que no pareciera ver la salida. Si sumamos a esta frágil realidad el derrumbe del precio del petróleo del 50% y una caída general de la actividad económica con su consecuente menor recaudación, nos coloca a los chubutenses en una situación de extrema delicadeza, atravesando una triple crisis: provincial, nacional e internacional.#

*Magister en Finanzas y Profesor en la FCE-UNPSJB

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11 ABR 2020 - 18:43

Por Federico Michi *

Nos encontramos, posiblemente, en los inicios de una de las crisis económico-financiera más impactantes de la historia, causada por la propagación del COVID-19 a lo largo del mundo. Con el 40% de los habitantes del planeta en cuarentena, se ha producido el detenimiento de la actividad económica más grande que se haya visto. Estamos hablando de la Coronacrisis, la cual, a diferencia de sus análogas en tamaño anteriores, ha hecho pie primero en la economía real y posteriormente en lo financiero. Así todo, los índices la muestran como la caída más veloz de la historia, habiéndose llevado en 20 días lo que la Segunda Guerra Mundial hizo en 3 años, razón más que suficiente para alertar que la magnitud del evento merece nuestra mayor atención y preocupación. El coronavirus como un hecho es, por su alto impacto y su baja probabilidad de ocurrencia, un típico cisne negro al estilo Nassim Taleb.

Desde 2009 el mundo viene experimentando el crecimiento económico ininterrumpido más largo de los últimos 100 años. Cabe hacerse la pregunta de ¿Por qué? Una posible respuesta puede ser que el avance de la ciencia haya permitido que la economía sea más madura y eficaz. Otra explicación podría ser el fenómeno chino, la economía que se perfila como la próxima superpotencia mundial en algunos decenios, como responsable motor impulsor de un fuerte crecimiento global.

De cualquier manera, y más allá de la búsqueda de causas de esta expansión, es necesario entender que el capitalismo se comporta produciendo ciclos, nos guste o no, es la forma en la que todos nos movemos, dibujamos curvas a cada año, día y minuto. Al tramo ascendente del ciclo la llamamos expansión económica, y se genera cuando la gente se endeuda para consumir más, las empresas buscan fuentes de financiamiento para expandir la producción y lograr mayores ganancias. Cuando el buen humor y mentalidad adictiva de los mercados logra que el precio de los activos financieros exceda su valor razonable, se produce una burbuja financiera.

Posteriormente, cuando los mercados toman conciencia del exceso de confianza, la recesión amenaza y las especulaciones se vuelcan al “cuándo” comenzará el descenso de la curva. A partir de allí, lo que necesitamos es una razón (una aguja) que pinche la burbuja, sumergiéndonos en una paranoia cada vez mayor. Suelen ser razones, los conflictos políticos, bélicos, un producto financiero en crisis, e, incluso, una pandemia.

El índice del miedo

Un posible evento disruptivo pudo haber sido la Guerra Comercial entre EEUU y China o la tensión militar entre EEUU y Corea del Norte, eventos que provocaron caídas en los mercados en reiteradas ocasiones durante los años 2018 y 2019.

Y así, vamos buscando posibles causas de una nueva crisis mundial que “corrija” los desfasajes generados. Cuando dichas razones no alcanzan a ser lo suficientemente filosas como para pinchar la burbuja, volvemos a inflar la piñata un poco más en un proceso de subas y bajas permanente que llamamos volatilidad, la cual podemos definir como miedo. Existen índices que nos muestran la volatilidad, siendo probablemente el más significativo aquél construido con el precio de las opciones, conocido como VIX.

El VIX ha permanecido en mínimos históricos en tiempos posteriores a la crisis de 2008/2009. A partir de enero de 2018, comienza el ruido y el índice inicia un proceso de comportamiento inestable cuando comienza la guerra comercial entre EEUU y China, el cual coincide con el comienzo de la crisis cambiaria-financiera de Argentina. Todos esos “ruidos” que se corresponden con “crisis que no fueron” están dibujados en la historia. Resalta por sí mismo el impacto del coronavirus con un aumento del índice del 500% en febrero/marzo de 2020.

Ahora, ¿por qué miramos tanto a Estados Unidos para entender los ciclos económicos del mundo? Porque es la superpotencia mundial del siglo XX y todo indica que lo seguirá siendo, al menos, durante la primera mitad del siglo XXI. Este país representa más del 30% de la capitalización bursátil (valor de las empresas) del mundo con 25 billones de dólares, 3 veces más grande que sus escoltas China y la Unión Europea con un aproximado de 7 billones de dólares cada uno. Para ponerlo en otras dimensiones, el capital bursátil de EEUU es 500 veces más grande que el argentino, y el PBI unas 50, con apenas 7 veces más de población.

¿Cómo se protege el mundo de sus inversiones? Cuando el mundo del equity (las empresas) se derrumba los inversores migran hacia los bonos más seguros, como por ejemplo los de Estados Unidos, Alemania o Inglaterra, en un proceso llamado “fly to quality” que golpea fuertemente en el riesgo país de los países emergentes. Estos bonos se consideran seguros porque no se sospecha respecto de sus emisores la cesación de pagos, es decir, no sufren riesgo de default. La demanda masiva de ellos aumenta sus precios mientras las tasas internas de retorno se reducen, manteniendo estable la ecuación. Esto puede generar inversiones de la curva de estructura de tasas de interés soberanas si las tasas más largas caen por debajo de las más cortas, indicador que funciona como oráculo de potenciales recesiones económicas, situación ya advertida en 2019. A su vez, esa baja del interés por la excesiva demanda de bonos libre de riesgo, genera un bajo costo de endeudamiento para los países emisores.

Otro activo muy demandado por el mundo para refugiarse ante el miedo es el oro, el cual alcanzó en enero de 2020 el máximo de los últimos 7 años. Es interesante observar el comportamiento del precio del oro que se muestra como una reserva de valor conservadora porque comienza a subir cuando el mercado sospecha de la salud de la economía, pero no se dispara cuando el caos empieza. El que sí se dispara ante el pánico, es el VIX, que comienza a subir fuertemente porque los inversores se refugian en Puts (opciones).

El comienzo de la pandemia se combinó con la falta de acuerdo entre Arabia Saudita y Rusia respecto de la oferta de petróleo. Rusia se negó a reducir la extracción de petróleo generando expectativas de una mayor oferta en el mercado, impulsando los precios a la baja. Además, si combinamos este acontecimiento con expectativas de una menor demanda provocada por una reducción de la actividad económica mundial, explica microeconómicamente el descenso en más del 50% del precio en los últimos 3 meses.

Los bancos centrales disponen de dos herramientas principales para ejecutar la política monetaria: 1) tasa de interés; 2) emisión monetaria. Por un lado, cuando el banco central baja la tasa de interés significa que está pretendiendo aumentar la actividad económica, mismo proceso replican las instituciones de todo el sistema financiero sobre las tasas de corto plazo, estimulando el consumo por un menor costo de la deuda en un mundo cada vez más propenso al crédito. Por otro lado, el Banco Central puede imprimir dinero, generando mayor liquidez en el público con el objetivo de estimular la suba de precios de los activos, incluidos los financieros. Vale aclarar que, mientras en Argentina luchamos contra la inflación, el mundo teme a la deflación.

Desde la crisis de 2008 y hasta 2015 transitamos un periodo conocido como de “tasas cero”, denominado así por la baja de la tasa de interés de referencia de los principales bancos centrales del mundo. Tras un tímido periodo Hawkish (tendencia al alza de tasas) entre 2015 y 2019, nos encuentra una nueva crisis con un casi nulo margen de maniobra de esta herramienta, habiendo reducido la FED la tasa nuevamente al rango 0 - 0,25% durante el mes de marzo. Además, se ha anunciado que se recurrirá a la emisión monetaria y compra de activos financieros en mercado abierto. .

Los países del mundo han reaccionado rápida y coordinadamente con paquetes de medidas que incrementan el gasto público orientado a salud. EEUU, por ejemplo, ha destinado 2 billones de dólares (alrededor del 10% del PBI), Europa está encaminada en el mismo sentido, incluso habiendo roto un pacto de límite en el déficit fiscal. También pueden verse transferencias del sector público hacia sectores de la población vulnerables. Para realizar estos gastos los gobiernos de los países desarrollados toman deuda aprovechando las bajas tasas de interés que mencionamos. Desde 2008 a la fecha se puede ver una disminución de la deuda privada en relación al PBI respecto al momento previo de aquella crisis, comparado a los niveles actuales, y, a su vez, existe un incremento de la deuda pública como consecuencia de la aplicación de políticas keynesianas.

Argentina y Chubut

Cabe preguntarnos dónde estamos parados frente a los acontecimientos expuestos. La crisis nos va a golpear a todos, pero, a diferencia de los países desarrollados, los países emergentes (y nosotros como emblema del más problemático de ellos) tenemos un altísimo componente de influencia exógena. No gozamos de la flexibilidad para hacer política monetaria y fiscal porque estamos lejos de la estabilidad monetaria y somos frágiles por problemas como endeudamiento, inflación y recesión recurrente. A su vez, nos encontramos en una provincia con un alto desequilibrio fiscal y atravesando una crisis que no pareciera ver la salida. Si sumamos a esta frágil realidad el derrumbe del precio del petróleo del 50% y una caída general de la actividad económica con su consecuente menor recaudación, nos coloca a los chubutenses en una situación de extrema delicadeza, atravesando una triple crisis: provincial, nacional e internacional.#

*Magister en Finanzas y Profesor en la FCE-UNPSJB


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