La escuelita rural de Chubut que está dentro del territorio rionegrino

Desde siempre hubo discusiones sobre la traza real del paralelo 42°. Lo cierto es que la Escuela 67 de Ñorquinco Sur, si bien dentro de Río Negro pertenece a Chubut, aún cuando el límite interprovincial pasa a 3 kilómetros al oriente del edificio escolar.

20 JUN 2020 - 20:00 | Actualizado

Su matrícula es escasa, fundamentalmente hijos de las familias mapuches de los alrededores, dedicadas a la crianza de animales caprinos y ovinos.

La última inversión chubutense fue durante la gestión de Mario Das Neves, con una ampliación para modernizar la infraestructura. Fue sede de los Juegos Mapuche-Tehuelches que sus estudiantes comparten con otras escuelas del ejido de Cushamen, como la 59 de Fofo Cahuel, 60 de Ranquil Huao y 69 Miguel Ñancuche Nahuelquir.

Cuando los chicos del paraje terminan la primaria, la opción más factible es que se trasladen al colegio secundario del pueblo de Ñorquinco, a 25 kilómetros, donde tienen un régimen de internado y vuelven a su casa los fines de semana. Ello marca la pertenencia que los pobladores del paraje tienen con el pueblo de la Línea Sur de Río Negro. Lo mismo pasa con el servicio de salud y con los comercios donde se aprovisionan.

Por 25 años el docente con mayor arraigo fue Hugo Faure, un entrerriano jubilado y ahora solitario habitante de lo que fue el hotel “Ñorquinco”, destruido hace muchos años por el fuego. Registra cientos de anécdotas sobre la vida campesina de los vecinos, con generaciones de estudiantes que se convirtieron en padres en medio de la rigurosidad climática de la estepa patagónica. No faltan los recuerdos de señaladas, fiestas animadas con acordeón y guitarra y la solidaridad siempre presente entre pobladores de pocos recursos.

Toda la comunidad de Ñorquinco tiene mucha historia para contar. Sobre sus praderas pobladas de guanacos y ñandúes ya da cuenta George Musters en 1870, cuando relata su viaje junto a una tribu tehuelche desde la desembocadura del río Santa Cruz hasta Carmen de Patagones (“Vida entre los patagones”).

En 1899, el caserío de entonces fue escenario de una trifulca a tiros con Martín Sheffield, un cowboy texano que llegó con una estrella de sheriff y se dedicó a buscar oro en las nacientes del río Chubut. Acompañado de Charles Williams (otro norteamericano pistolero), luego de una copiosa ingesta alcohólica, no tuvieron mejor idea que “vaciarle el ojo de un balazo al dependiente de Agustín Pujol, acaudalado comerciante, quien por miedo a otras represalias huyó” a Puerto Madryn, donde prácticamente fundó la actual ciudad del Golfo.

“Por esos años funcionaba aquí mismo la fonda Chile/Argentina, el primer boliche del pueblo”, detalló Hugo Faure. Recordó “la sucursal de La Anónima, establecida en Costa del Ñorquinco a principios de siglo XX, o la firma Lahusen (en Chacay Huarruca), que llegaron con la premisa de acopiar los frutos del país (lanas y cueros) que eran enviados en tropas de carros de mula a la costa atlántica y a cambio proveían de los ´vicios’ y mercaderías a los pobladores (yerba, azúcar, harina, legumbres prendas de vestir o vajilla)”. Entre los comercios de ramos generales se recuerda a los sirios libaneses y españoles Daud, Mayid Sede y Cipriano Cid, entre otros.

Con sus matices entre cordillera y meseta, Ñorquinco siempre fue la puerta de entrada a la Línea Sur rionegrina. Por su ubicación estratégica, a la vera de la exruta 40 (troncal de todo el corredor andino) y del ramal ferroviario de trocha angosta que unía Ingeniero Jacobacci con Esquel, el pueblo supo de épocas mejores con las estancias de los alrededores que llenaban los vagones con lana, cueros, animales en pie y el carbón de sus minas. Llegaban convoyes completos de mercaderías para todos los pueblos de la Comarca Andina, generando un intenso movimiento comercial que también demandaba servicios complementarios de gastronomía, alojamiento y esparcimiento, entre otros.

Hacia mediados de los 80 el nuevo trazado de la ruta nacional 40, el cierre de La Trochita y las sucesivas crisis ganaderas obligaron al éxodo de muchos pobladores.

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20 JUN 2020 - 20:00

Su matrícula es escasa, fundamentalmente hijos de las familias mapuches de los alrededores, dedicadas a la crianza de animales caprinos y ovinos.

La última inversión chubutense fue durante la gestión de Mario Das Neves, con una ampliación para modernizar la infraestructura. Fue sede de los Juegos Mapuche-Tehuelches que sus estudiantes comparten con otras escuelas del ejido de Cushamen, como la 59 de Fofo Cahuel, 60 de Ranquil Huao y 69 Miguel Ñancuche Nahuelquir.

Cuando los chicos del paraje terminan la primaria, la opción más factible es que se trasladen al colegio secundario del pueblo de Ñorquinco, a 25 kilómetros, donde tienen un régimen de internado y vuelven a su casa los fines de semana. Ello marca la pertenencia que los pobladores del paraje tienen con el pueblo de la Línea Sur de Río Negro. Lo mismo pasa con el servicio de salud y con los comercios donde se aprovisionan.

Por 25 años el docente con mayor arraigo fue Hugo Faure, un entrerriano jubilado y ahora solitario habitante de lo que fue el hotel “Ñorquinco”, destruido hace muchos años por el fuego. Registra cientos de anécdotas sobre la vida campesina de los vecinos, con generaciones de estudiantes que se convirtieron en padres en medio de la rigurosidad climática de la estepa patagónica. No faltan los recuerdos de señaladas, fiestas animadas con acordeón y guitarra y la solidaridad siempre presente entre pobladores de pocos recursos.

Toda la comunidad de Ñorquinco tiene mucha historia para contar. Sobre sus praderas pobladas de guanacos y ñandúes ya da cuenta George Musters en 1870, cuando relata su viaje junto a una tribu tehuelche desde la desembocadura del río Santa Cruz hasta Carmen de Patagones (“Vida entre los patagones”).

En 1899, el caserío de entonces fue escenario de una trifulca a tiros con Martín Sheffield, un cowboy texano que llegó con una estrella de sheriff y se dedicó a buscar oro en las nacientes del río Chubut. Acompañado de Charles Williams (otro norteamericano pistolero), luego de una copiosa ingesta alcohólica, no tuvieron mejor idea que “vaciarle el ojo de un balazo al dependiente de Agustín Pujol, acaudalado comerciante, quien por miedo a otras represalias huyó” a Puerto Madryn, donde prácticamente fundó la actual ciudad del Golfo.

“Por esos años funcionaba aquí mismo la fonda Chile/Argentina, el primer boliche del pueblo”, detalló Hugo Faure. Recordó “la sucursal de La Anónima, establecida en Costa del Ñorquinco a principios de siglo XX, o la firma Lahusen (en Chacay Huarruca), que llegaron con la premisa de acopiar los frutos del país (lanas y cueros) que eran enviados en tropas de carros de mula a la costa atlántica y a cambio proveían de los ´vicios’ y mercaderías a los pobladores (yerba, azúcar, harina, legumbres prendas de vestir o vajilla)”. Entre los comercios de ramos generales se recuerda a los sirios libaneses y españoles Daud, Mayid Sede y Cipriano Cid, entre otros.

Con sus matices entre cordillera y meseta, Ñorquinco siempre fue la puerta de entrada a la Línea Sur rionegrina. Por su ubicación estratégica, a la vera de la exruta 40 (troncal de todo el corredor andino) y del ramal ferroviario de trocha angosta que unía Ingeniero Jacobacci con Esquel, el pueblo supo de épocas mejores con las estancias de los alrededores que llenaban los vagones con lana, cueros, animales en pie y el carbón de sus minas. Llegaban convoyes completos de mercaderías para todos los pueblos de la Comarca Andina, generando un intenso movimiento comercial que también demandaba servicios complementarios de gastronomía, alojamiento y esparcimiento, entre otros.

Hacia mediados de los 80 el nuevo trazado de la ruta nacional 40, el cierre de La Trochita y las sucesivas crisis ganaderas obligaron al éxodo de muchos pobladores.


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