Echegaray Davies, el caminante de las 3 Américas

Volvió a Trelew después de 22.850 kilómetros de caminata en dos años y dos meses. Unió la Patagonia con Canadá. Con sus 62 años, le contó su historia a Jornada.

07 SEP 2020 - 20:30 | Actualizado

Por Martín Tacón

Cómo nació esta caminata?

Cuando falleció mi mamá empecé a buscar la historia de cómo vinieron los galeses. Encontré que se hacían caminatas de Puerto Madryn a Rawson buscando el río. Después hay una cabalgata de Los Rifleros hasta Trevelin; hice la caminata hasta Trevelin y volví, hice los 2.152 km caminando dentro de Chubut. Jorge Luis Fontana, nuestro primer gobernador, hizo 5.000 km, pero fue a muchos lugares donde yo no podía entrar porque son privados. Cuando volví me di cuenta que todos me entrevistaban pero solo me conocían los vecinos, así que quise hacer algo más trascendental. Entonces decidí hacer esta caminata. Yo soy descendiente de galeses y la hice por ellos, que poblaron toda la provincia. Lo hice recordando a esos galeses que llegaron y no tenían nada, movieron la tierra, encauzaron el río y lograron tener un tren a solo 20 años de comenzar.

-¿Cuál fue su punto de partida?

-Comencé en Bahía Lapataia, a 23 km de Ushuaia, donde termina la Ruta 3, en el kilómetro 3.079. Primero pasé por las 23 capitales de provincias argentinas y luego continué de manera directa. Empecé el 31 de octubre de 2017.

-Arrancó antes del verano para atravesar el país con buenas temperaturas.

Sí, pero igual hacía frío. Entre Ushuaia y Río Grande había 22° bajo cero, por el paso Garibaldi. Hacía mucho frío, pero era un frío muy diferente al de Estados Unidos; en Fargo, 22° bajo cero te congela. Acá durante el día está lindo, podes caminar, tiritas un poco en la noche y después seguís.

-¿Caminó todo sin ayuda?

Yo caminé solo, tirando un carrito. Donde tuvieron que alzarme fue en Bolivia la primera vez, me sentía mal por la puna. Me llevaron hasta Uyuni. Un boliviano, que había trabajado muchos años en Argentina, cuando vio la bandera paró. Le expliqué que no daba más y me llevó. Cuando pasé el altiplano, pasé por La Paz y entré en Perú. Después del Lago Titicaca, que está a 3.000 metros sobre el nivel del mar, hay que seguir subiendo. Llegué a los 4.100 metros de altura. No di más, se me terminó el oxígeno. Ahí tuvo que llevarme otro hombre hasta un pueblito, si no me hubiera muerto en el camino.

-¿Qué llevaba en su carrito?

Todo, campamento completo. Ollas, jarros, equipo para hacer fuego, calentadores, herramientas para arreglar el carro, alambres, gomas, ropa de invierno y verano, comida para subsistir una semana, carpa, una colchoneta, frazadas, una bolsa de dormir.

-¿Usaba algún calzado especial?

Usé cinco pares de zapatos punta de acero. Zapatos de trabajo, son los únicos que duran para caminar todo el día sin que lastimen los pies.

-¿Cómo eran sus itinerarios?

Yo me despertaba siempre una hora antes que salga el sol. Y caminaba. Cuando el sol comenzaba a ocultarse, buscaba un lugar donde quedarme. Hubo muchos lugares, principalmente en Chaco, donde había agua en la ruta. No había donde acostarse a dormir. En Colombia caminé, caminé, caminé, hasta que se hicieron las doce de la noche y encontré un lugar donde acampar.

-¿Cuánto tiempo le llevó recorrer toda la Argentina?

Casi un año. Salí de Argentina el 13 de septiembre del 2018, por Jujuy. Desde ahí crucé la frontera con Bolivia, hacia Villazón.

-¿Por dónde siguió su recorrido?

Crucé el altiplano por el medio de Bolivia. Bajé a Perú y me fui por la costa del Pacífico hacia el norte. En México crucé por el istmo y me fui al Golfo de México. Ahí entré a Estados Unidos por Texas, que es más o menos la mitad entre el Pacífico y el Atlántico. De ahí subí por una ruta que te lleva derecho a Winnipeg, en Canadá, pasando por el centro de Estados Unidos: Houston, Dallas, Oklahoma, Dakota del Sur, Dakota del Norte. Podría haber llegado a Winnipeg, pero la pandemia me agarró en la frontera con Canadá.

-¿La gente lo ayudaba cuando lo veía a usted caminando en la ruta?

Sí, mucha gente me ayudaba, ya sea dándome un poco de comida o invitándome a comer, invitándome a su casa para que me bañe o lave la ropa. Algunos me llevaban la ropa, la lavaba y me la traían por donde yo iba andando.

-Habrá conocido mucha gente...

Tengo más de 10.000 fotografías, más de 70.000 seguidores. Me pueden seguir en Facebook (CaminataLas3Americas), Instagram (@echegaraydavies), ver mi blog (martineechegaray.blogspot) o enviarme email (martineechegaray@yahoo.com.ar).

-¿Tuvo problemas de frontera?

No. Solo en Estados Unidos. Yo iba con otras ideas y se me hizo una laguna que no me dejó pensar. El oficial de inmigración me pidió unos papeles, me dijo que tenía que volverme a México y hacer una visa. Tenía que viajar a un lugar para tomar las huellas digitales. Cuando llegué a la terminal me piden un papel, ahí me acordé, lo fui a buscar a mi carricatre pilchero y lo tenía. Ese era el papel que necesitaba para entrar a Estados Unidos. La pandemia me agarró haciendo las huellas digitales para la visa y pasar a Canadá.

-¿En algún lugar se quedó más de lo habitual?

Sí, acá, en mi casa. Cuando venía del sur, se me rompieron tanto las llantas de bicicleta que tuve que quedarme 22 días para comprar ruedas de moto con freno y adaptarlas a mi carricatre pilchero. Después me quedé una semana más en Santa Rosa de Cabal, Colombia, donde me atendió un muchacho que había hecho el “vueltón al sur” en moto. Él me enseñó a manejar el Google Maps para hacer las rutas y poner fotos.

-¿En algún momento la pasó mal?

No. Antes de salir me mentalicé: si lo iba a hacer, lo hacía; si no me quedaba en mi casa. Muchos me preguntan si tuve miedo en algún lado. Miedo se tiene antes de salir, no después. Una vez que se dio el paso, ya está todo decidido.

-Las piernas respondieron.

Sí, siempre. En eso nunca tuve problema. Yo soy alambrador, vivo en los campos caminando.

-Cuénteme alguna anécdota interesante que haya vivido.

Lo que siempre sé contar es que una vez, iba caminando yo, y maestros de un colegio me llamaron para que diera una charla a los chicos, para que vean y entiendan qué estoy haciendo. Una chiquita me preguntó: ¿cómo hace para tener plata para comer? Yo le dije que no pido plata, a mi vienen y me dan la plata. La chiquita metió la mano en su bolsillo, agarró sus monedas y me las regaló. Otra cosa muy interesante que me pasó fue que vi caer un meteorito. Un gigantesco meteorito que iluminó todo. Estaba en el desierto del Perú, donde estuve cinco días y cinco noches caminando. Yo me levanté una hora antes del amanecer para desayunar. Era de noche. De pronto se aclaró el cielo y en la ruta no había nadie. Cuando miro para arriba vi un meteorito. Yo lo fui mirando hasta que se apagó, y pensaba ¿dónde quedó? De pronto sentí el impacto. Fue un impacto espectacular, oírlo fue increíble. La gente que sabe calculó que cayó a 10 kilómetros de mí.

-¿Qué hizo cuando empezó la pandemia?

Quedé varado. En la frontera me dijeron que no podía pasar. A 270 km está Fargo, donde yo ya había estado. Había medio metro de nieve y 32° bajo cero. Llamé a un amigo y me quedé 15 días en hotel, unos días en un galpón, varios meses en un departamento prestado.

-¿Qué valora de todo lo aprendido?

A uno le abre la mente conocer otras culturas. Hay comentarios que no me gustan, me dicen por qué estoy caminando en lugar de trabajar. Yo le diría a esa gente que camine, que abra la mente y vea que esos caminantes ya hicieron su trabajo, y que ahora están haciendo un trabajo más importante que ir a la oficina. No solo vivir para ellos, sino vivir para otra gente. Eso es inspiración.

-¿El objetivo está cumplido para usted?

Sí, sí. Imaginate, 23 mil kilómetros contra 28 mil, lo dejamos ahí. Mi interés era hacer algo trascendental para mí, para mi familia y la gente que me conoce. No logré el objetivo final pero sí logré hacerme reconocer. ¡Yo no me voy a olvidar nunca más!

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07 SEP 2020 - 20:30

Por Martín Tacón

Cómo nació esta caminata?

Cuando falleció mi mamá empecé a buscar la historia de cómo vinieron los galeses. Encontré que se hacían caminatas de Puerto Madryn a Rawson buscando el río. Después hay una cabalgata de Los Rifleros hasta Trevelin; hice la caminata hasta Trevelin y volví, hice los 2.152 km caminando dentro de Chubut. Jorge Luis Fontana, nuestro primer gobernador, hizo 5.000 km, pero fue a muchos lugares donde yo no podía entrar porque son privados. Cuando volví me di cuenta que todos me entrevistaban pero solo me conocían los vecinos, así que quise hacer algo más trascendental. Entonces decidí hacer esta caminata. Yo soy descendiente de galeses y la hice por ellos, que poblaron toda la provincia. Lo hice recordando a esos galeses que llegaron y no tenían nada, movieron la tierra, encauzaron el río y lograron tener un tren a solo 20 años de comenzar.

-¿Cuál fue su punto de partida?

-Comencé en Bahía Lapataia, a 23 km de Ushuaia, donde termina la Ruta 3, en el kilómetro 3.079. Primero pasé por las 23 capitales de provincias argentinas y luego continué de manera directa. Empecé el 31 de octubre de 2017.

-Arrancó antes del verano para atravesar el país con buenas temperaturas.

Sí, pero igual hacía frío. Entre Ushuaia y Río Grande había 22° bajo cero, por el paso Garibaldi. Hacía mucho frío, pero era un frío muy diferente al de Estados Unidos; en Fargo, 22° bajo cero te congela. Acá durante el día está lindo, podes caminar, tiritas un poco en la noche y después seguís.

-¿Caminó todo sin ayuda?

Yo caminé solo, tirando un carrito. Donde tuvieron que alzarme fue en Bolivia la primera vez, me sentía mal por la puna. Me llevaron hasta Uyuni. Un boliviano, que había trabajado muchos años en Argentina, cuando vio la bandera paró. Le expliqué que no daba más y me llevó. Cuando pasé el altiplano, pasé por La Paz y entré en Perú. Después del Lago Titicaca, que está a 3.000 metros sobre el nivel del mar, hay que seguir subiendo. Llegué a los 4.100 metros de altura. No di más, se me terminó el oxígeno. Ahí tuvo que llevarme otro hombre hasta un pueblito, si no me hubiera muerto en el camino.

-¿Qué llevaba en su carrito?

Todo, campamento completo. Ollas, jarros, equipo para hacer fuego, calentadores, herramientas para arreglar el carro, alambres, gomas, ropa de invierno y verano, comida para subsistir una semana, carpa, una colchoneta, frazadas, una bolsa de dormir.

-¿Usaba algún calzado especial?

Usé cinco pares de zapatos punta de acero. Zapatos de trabajo, son los únicos que duran para caminar todo el día sin que lastimen los pies.

-¿Cómo eran sus itinerarios?

Yo me despertaba siempre una hora antes que salga el sol. Y caminaba. Cuando el sol comenzaba a ocultarse, buscaba un lugar donde quedarme. Hubo muchos lugares, principalmente en Chaco, donde había agua en la ruta. No había donde acostarse a dormir. En Colombia caminé, caminé, caminé, hasta que se hicieron las doce de la noche y encontré un lugar donde acampar.

-¿Cuánto tiempo le llevó recorrer toda la Argentina?

Casi un año. Salí de Argentina el 13 de septiembre del 2018, por Jujuy. Desde ahí crucé la frontera con Bolivia, hacia Villazón.

-¿Por dónde siguió su recorrido?

Crucé el altiplano por el medio de Bolivia. Bajé a Perú y me fui por la costa del Pacífico hacia el norte. En México crucé por el istmo y me fui al Golfo de México. Ahí entré a Estados Unidos por Texas, que es más o menos la mitad entre el Pacífico y el Atlántico. De ahí subí por una ruta que te lleva derecho a Winnipeg, en Canadá, pasando por el centro de Estados Unidos: Houston, Dallas, Oklahoma, Dakota del Sur, Dakota del Norte. Podría haber llegado a Winnipeg, pero la pandemia me agarró en la frontera con Canadá.

-¿La gente lo ayudaba cuando lo veía a usted caminando en la ruta?

Sí, mucha gente me ayudaba, ya sea dándome un poco de comida o invitándome a comer, invitándome a su casa para que me bañe o lave la ropa. Algunos me llevaban la ropa, la lavaba y me la traían por donde yo iba andando.

-Habrá conocido mucha gente...

Tengo más de 10.000 fotografías, más de 70.000 seguidores. Me pueden seguir en Facebook (CaminataLas3Americas), Instagram (@echegaraydavies), ver mi blog (martineechegaray.blogspot) o enviarme email (martineechegaray@yahoo.com.ar).

-¿Tuvo problemas de frontera?

No. Solo en Estados Unidos. Yo iba con otras ideas y se me hizo una laguna que no me dejó pensar. El oficial de inmigración me pidió unos papeles, me dijo que tenía que volverme a México y hacer una visa. Tenía que viajar a un lugar para tomar las huellas digitales. Cuando llegué a la terminal me piden un papel, ahí me acordé, lo fui a buscar a mi carricatre pilchero y lo tenía. Ese era el papel que necesitaba para entrar a Estados Unidos. La pandemia me agarró haciendo las huellas digitales para la visa y pasar a Canadá.

-¿En algún lugar se quedó más de lo habitual?

Sí, acá, en mi casa. Cuando venía del sur, se me rompieron tanto las llantas de bicicleta que tuve que quedarme 22 días para comprar ruedas de moto con freno y adaptarlas a mi carricatre pilchero. Después me quedé una semana más en Santa Rosa de Cabal, Colombia, donde me atendió un muchacho que había hecho el “vueltón al sur” en moto. Él me enseñó a manejar el Google Maps para hacer las rutas y poner fotos.

-¿En algún momento la pasó mal?

No. Antes de salir me mentalicé: si lo iba a hacer, lo hacía; si no me quedaba en mi casa. Muchos me preguntan si tuve miedo en algún lado. Miedo se tiene antes de salir, no después. Una vez que se dio el paso, ya está todo decidido.

-Las piernas respondieron.

Sí, siempre. En eso nunca tuve problema. Yo soy alambrador, vivo en los campos caminando.

-Cuénteme alguna anécdota interesante que haya vivido.

Lo que siempre sé contar es que una vez, iba caminando yo, y maestros de un colegio me llamaron para que diera una charla a los chicos, para que vean y entiendan qué estoy haciendo. Una chiquita me preguntó: ¿cómo hace para tener plata para comer? Yo le dije que no pido plata, a mi vienen y me dan la plata. La chiquita metió la mano en su bolsillo, agarró sus monedas y me las regaló. Otra cosa muy interesante que me pasó fue que vi caer un meteorito. Un gigantesco meteorito que iluminó todo. Estaba en el desierto del Perú, donde estuve cinco días y cinco noches caminando. Yo me levanté una hora antes del amanecer para desayunar. Era de noche. De pronto se aclaró el cielo y en la ruta no había nadie. Cuando miro para arriba vi un meteorito. Yo lo fui mirando hasta que se apagó, y pensaba ¿dónde quedó? De pronto sentí el impacto. Fue un impacto espectacular, oírlo fue increíble. La gente que sabe calculó que cayó a 10 kilómetros de mí.

-¿Qué hizo cuando empezó la pandemia?

Quedé varado. En la frontera me dijeron que no podía pasar. A 270 km está Fargo, donde yo ya había estado. Había medio metro de nieve y 32° bajo cero. Llamé a un amigo y me quedé 15 días en hotel, unos días en un galpón, varios meses en un departamento prestado.

-¿Qué valora de todo lo aprendido?

A uno le abre la mente conocer otras culturas. Hay comentarios que no me gustan, me dicen por qué estoy caminando en lugar de trabajar. Yo le diría a esa gente que camine, que abra la mente y vea que esos caminantes ya hicieron su trabajo, y que ahora están haciendo un trabajo más importante que ir a la oficina. No solo vivir para ellos, sino vivir para otra gente. Eso es inspiración.

-¿El objetivo está cumplido para usted?

Sí, sí. Imaginate, 23 mil kilómetros contra 28 mil, lo dejamos ahí. Mi interés era hacer algo trascendental para mí, para mi familia y la gente que me conoce. No logré el objetivo final pero sí logré hacerme reconocer. ¡Yo no me voy a olvidar nunca más!


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