Editorial / Nadie piensa en las víctimas

El caso de la liberación del hombre acusado de abusar de su expareja, que conmueve a Chubut, generó más polémica por la decisión de la juez Mirta del Valle Moreno y el cuestionado accionar del fiscal Osvaldo Heiber.

28 SEP 2020 - 21:30 | Actualizado

La decisión de la jueza Mirta Moreno de liberar ayer a un hombre acusado de abuso sexual agravado tras una denuncia de su exesposa, luego de que fuera detenido en una ruta cuando era perseguido por la Policía porque, presuntamente, intentaba evadirse de la zona del Valle con sus dos hijos menores de edad, volvió a poner en el centro de la escena el desempeño de la Justicia.

No de toda la Justicia, pero sí de algunos jueces y fiscales que cada tanto hacen sentir al resto de la sociedad que viven en una realidad paralela en donde las víctimas –inclusive las presuntas víctimas, porque nadie se debe arrogar el derecho de violar el principio de inocencia de un acusado- parecen quedar en un segundo plano.

En tiempos en donde gran parte de la sociedad se encolumna detrás de la defensa de los derechos de las mujeres, y en medio de que muchas de ellas siguen muriendo como moscas a manos de la violencia de género, una mujer que se animó a denunciar la brutal violencia ejercida por su exesposo, primero ante la Comisaría de la Mujer y luego sosteniendo sus dichos ante el Ministerio Público Fiscal, quedó ayer desprotegida por una jueza y un fiscal que se cruzaron en una discusión legal y personal sin pensar en lo más mínimo en la víctima, que en este caso en particular además de la mujer que asegura haber sido violada dos veces por su exmarido, incluye a dos menores de edad que vivieron de cerca semejante situación y luego atravesaron una persecución policial, la detención de su padre en plena ruta y la intervención de un área de minoridad ante tan tremenda situación.

El penoso papel de la Justicia en esta causa excede al personaje en cuestión, Darío Fernández, dueño del portal de operaciones de prensa Cholila On Line, conocido por buena parte de la sociedad y repudiado por la gran mayoría por su forma de ejercer una práctica de comunicación masiva que nada tiene que ver con el periodismo pero que, sin embargo, le gusta consumir a mucha gente.

Párrafo aparte: ya es hora de que buena parte de la clase política actual y la de los últimos años se replantee si es necesario financiar con fondos públicos a este tipo de personajes y portales de internet que nada tienen que ver con el periodismo y para lo único que sirven es para convertir a algunos sótanos de la política en una cloaca con hedores putrefactos.

Ahora bien: la cuestionable decisión de la jueza Moreno y el pobre desempeño técnico que le suelen endilgar al fiscal Osvaldo Heiber -esta vez no fue la excepción-, no hacen más que poner en relieve una vieja demanda de la sociedad que nunca termina de obtener respuestas concretas.

No son pocos los hombres de la Justicia con poder suficiente que cada tanto se animan a marcar los puntos oscuros del Poder Judicial. El festival de egos, los enfrentamientos personales, el poco apego al trabajo o las actitudes corporativas están a la orden del día. Lo dicen los propios actores de la Justicia, muchos de los cuales en privado admiten la vergüenza ajena que les da compartir el mismo espacio con gente que se cree que vive dos pisos más arriba que el resto de los mortales; con otros que no están a la altura de las exigencias y viven haciendo la plancha en su mar de cobardía; o con magistrados que hasta tienen dificultades para hacer la letra O con el culo de un vaso.

Mientras tanto, la mujer que el domingo se animó a ir a denunciar el brutal ataque de su exmarido, tal vez envalentonada por la fuerza de otras tantas mujeres que día a día encienden la llama de igualdad diciéndole basta a la violencia machista, se fue a dormir anoche con el temor de que vuelva a pasarle lo mismo. O peor aún, que muchas otras mujeres sigan sufriendo la falta de empatía y la impericia de funcionarios judiciales a los que las víctimas les importan poco. Casi nada.

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28 SEP 2020 - 21:30

La decisión de la jueza Mirta Moreno de liberar ayer a un hombre acusado de abuso sexual agravado tras una denuncia de su exesposa, luego de que fuera detenido en una ruta cuando era perseguido por la Policía porque, presuntamente, intentaba evadirse de la zona del Valle con sus dos hijos menores de edad, volvió a poner en el centro de la escena el desempeño de la Justicia.

No de toda la Justicia, pero sí de algunos jueces y fiscales que cada tanto hacen sentir al resto de la sociedad que viven en una realidad paralela en donde las víctimas –inclusive las presuntas víctimas, porque nadie se debe arrogar el derecho de violar el principio de inocencia de un acusado- parecen quedar en un segundo plano.

En tiempos en donde gran parte de la sociedad se encolumna detrás de la defensa de los derechos de las mujeres, y en medio de que muchas de ellas siguen muriendo como moscas a manos de la violencia de género, una mujer que se animó a denunciar la brutal violencia ejercida por su exesposo, primero ante la Comisaría de la Mujer y luego sosteniendo sus dichos ante el Ministerio Público Fiscal, quedó ayer desprotegida por una jueza y un fiscal que se cruzaron en una discusión legal y personal sin pensar en lo más mínimo en la víctima, que en este caso en particular además de la mujer que asegura haber sido violada dos veces por su exmarido, incluye a dos menores de edad que vivieron de cerca semejante situación y luego atravesaron una persecución policial, la detención de su padre en plena ruta y la intervención de un área de minoridad ante tan tremenda situación.

El penoso papel de la Justicia en esta causa excede al personaje en cuestión, Darío Fernández, dueño del portal de operaciones de prensa Cholila On Line, conocido por buena parte de la sociedad y repudiado por la gran mayoría por su forma de ejercer una práctica de comunicación masiva que nada tiene que ver con el periodismo pero que, sin embargo, le gusta consumir a mucha gente.

Párrafo aparte: ya es hora de que buena parte de la clase política actual y la de los últimos años se replantee si es necesario financiar con fondos públicos a este tipo de personajes y portales de internet que nada tienen que ver con el periodismo y para lo único que sirven es para convertir a algunos sótanos de la política en una cloaca con hedores putrefactos.

Ahora bien: la cuestionable decisión de la jueza Moreno y el pobre desempeño técnico que le suelen endilgar al fiscal Osvaldo Heiber -esta vez no fue la excepción-, no hacen más que poner en relieve una vieja demanda de la sociedad que nunca termina de obtener respuestas concretas.

No son pocos los hombres de la Justicia con poder suficiente que cada tanto se animan a marcar los puntos oscuros del Poder Judicial. El festival de egos, los enfrentamientos personales, el poco apego al trabajo o las actitudes corporativas están a la orden del día. Lo dicen los propios actores de la Justicia, muchos de los cuales en privado admiten la vergüenza ajena que les da compartir el mismo espacio con gente que se cree que vive dos pisos más arriba que el resto de los mortales; con otros que no están a la altura de las exigencias y viven haciendo la plancha en su mar de cobardía; o con magistrados que hasta tienen dificultades para hacer la letra O con el culo de un vaso.

Mientras tanto, la mujer que el domingo se animó a ir a denunciar el brutal ataque de su exmarido, tal vez envalentonada por la fuerza de otras tantas mujeres que día a día encienden la llama de igualdad diciéndole basta a la violencia machista, se fue a dormir anoche con el temor de que vuelva a pasarle lo mismo. O peor aún, que muchas otras mujeres sigan sufriendo la falta de empatía y la impericia de funcionarios judiciales a los que las víctimas les importan poco. Casi nada.


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