El “cohousing” es un modelo de vivienda colaborativa en el que un grupo de personas desarrolla una comunidad para envejecer de manera activa y acompañado. A continuación, en Jornada Play, sus mentores Laura Maruschak y Rodolfo Agustinho presentaron este curioso proyecto que se está gestando en la zona de chacras de Trelew.
El concepto comenzó en Dinamarca durante la década de 1960 y proponía una serie de residencias rurales donde se compartían espacios en común y actividades. Pasaron 60 años antes de que el pensamiento finalmente llegara a Trelew. Maruschak, una de las encargadas de adaptar este esquema de comunidad, explicó que se trata de “un proyecto que copiamos un poco de Esquel donde hay un grupo parecido que se llama Punta Canas, y nos hemos guiado principalmente por un libro dinamarqués, porque ellos hacen más de 40 años que tienen este plan en marcha y en Europa hay muchos también. En Argentina encontramos que también hay varios 'cohousing'”.
El proyecto busca a parejas y personas solas desde los 45 años en adelante que quieran envejecer de una manera diferente: “Estamos en una granja orgánica de Trelew con 23 años de historia. Lo que hicimos fue empezar a convocar a otros conocidos y así armamos este conjunto de 18 personas que estamos casi instalados para armar el grupo humano, que es el objetivo principal, además de hacer actividades que a todos nos gustan, como la producción de la huerta, la confección de dulces y conservas”.
Para Agustinho, que el proyecto sea abierto no quiere decir indiscriminado, sino que son quienes aceptan las reglas del esquema y de las decisiones tomadas con consenso, los que se pueden incorporar perfectamente al estilo de vida“cohousing”.
“En esta etapa de la vida en la que nos vamos poniendo más grandes es bueno para estar en contacto con otras personas de la misma edad”, agregó sobre la misma línea, Maruschak.
En el caso de Agustinho, entiende que “no nos gustaría terminar en un geriátrico. Nosotros creemos que estamos años, pero también experiencia y vitalidad como para compartir este espacio y actividades sin necesidad de caer en una institución. Queremos tener un grupo que se apuntale mutuamente y que el mismo lugar tenga asistencia médica. Hemos pensado en el diseño de casas y un zoom para que no haya dificultades de accesos. Este es un proyecto con mucha base social”.
El lugar se promociona como un modelo de comunidades más fuertes en el que el proceso de creación de hogares y actividades enseña a todos a trabajar de forma unida. Patricia Scuffi descubrió el concepto de “cohousing” y al grupo que va a construir este tipo de comunidad en Trelew, haciendo cursos de huerta: “Me encantó el proyecto. Fue de a poco que me fui enganchando con el grupo humano. Camino a la vejez no puedo dejar de apoyar un proyecto comunitario como este. Mi idea aquí es compartir actividades y no sentirme sola”.
“La soledad es divina si una la elije. La soledad incluso puede enriquecer. Pero hablo de la soledad de a ratos, porque siempre es necesario nutrirse, si no uno de a poco se va muriendo”, reconoció Scuffi, “sobre todo en un momento determinado de la vida en que uno se jubila y abandona su entorno obligatorio, es fundamental no retraerse y quedarse solo. Hay que ir abrevando en él afuera, en todo lo que él afuera te ofrezca: cursos, actividad física, proyectos sociales. Es fundamental”.
Sobre la vida en cooperativa que experimentó su familia en el norte de Europa, Raquel Van Haaster, descendiente de holandeses, señaló que sus tíos y su abuela estuvieron en un proyecto muy similar al que se desarrolla en Trelew. “Ellos vivían en comunidad, en sus viviendas, pero contaban con asistencia médica. Entré en este proyecto porque quería confirmar los comentarios que escuchaba sobre toda esta idea y una vez que entré me quedé”.
Luz Almonacid, integrante, escuchó de la comunidad en una reunión de amigos: “Una vez que vine me enganché con las actividades y con la gente”. Desde su óptica, “vivir en comunidad es una forma de no estar sola y no ser una carga para mis hijos, para que ellos puedan hacer su vida y yo la mía y que puedan saber y quedarse tranquilos que yo estoy acompañada”.
En este sentido, Cristina Pereyra, contó: “Me encontré con un grupo donde la integración es fácil y eso creo que es importante destacarlo. Hay una muy buena predisposición de todas las personas para recibir a quien viene y esto de vivir en un lugar así a mí me encanta. No solamente es trabajo en huerta lo que vamos a hacer, sino también mosaiquismo y vamos a tener un taller de cerámica y un horno de secado y ahumado de alimentos”.
El trabajo de los daneses habla 60 años. Según Agustinho, es necesario empezar a partir de los 45 años, “porque si el proyecto tiene continuidad, necesariamente tiene que haber un recambio. Tenemos que tener gente que tome la posta para continuar con el plan si pretendemos que tenga longevidad”.
El “cohousing” es un modelo de vivienda colaborativa en el que un grupo de personas desarrolla una comunidad para envejecer de manera activa y acompañado. A continuación, en Jornada Play, sus mentores Laura Maruschak y Rodolfo Agustinho presentaron este curioso proyecto que se está gestando en la zona de chacras de Trelew.
El concepto comenzó en Dinamarca durante la década de 1960 y proponía una serie de residencias rurales donde se compartían espacios en común y actividades. Pasaron 60 años antes de que el pensamiento finalmente llegara a Trelew. Maruschak, una de las encargadas de adaptar este esquema de comunidad, explicó que se trata de “un proyecto que copiamos un poco de Esquel donde hay un grupo parecido que se llama Punta Canas, y nos hemos guiado principalmente por un libro dinamarqués, porque ellos hacen más de 40 años que tienen este plan en marcha y en Europa hay muchos también. En Argentina encontramos que también hay varios 'cohousing'”.
El proyecto busca a parejas y personas solas desde los 45 años en adelante que quieran envejecer de una manera diferente: “Estamos en una granja orgánica de Trelew con 23 años de historia. Lo que hicimos fue empezar a convocar a otros conocidos y así armamos este conjunto de 18 personas que estamos casi instalados para armar el grupo humano, que es el objetivo principal, además de hacer actividades que a todos nos gustan, como la producción de la huerta, la confección de dulces y conservas”.
Para Agustinho, que el proyecto sea abierto no quiere decir indiscriminado, sino que son quienes aceptan las reglas del esquema y de las decisiones tomadas con consenso, los que se pueden incorporar perfectamente al estilo de vida“cohousing”.
“En esta etapa de la vida en la que nos vamos poniendo más grandes es bueno para estar en contacto con otras personas de la misma edad”, agregó sobre la misma línea, Maruschak.
En el caso de Agustinho, entiende que “no nos gustaría terminar en un geriátrico. Nosotros creemos que estamos años, pero también experiencia y vitalidad como para compartir este espacio y actividades sin necesidad de caer en una institución. Queremos tener un grupo que se apuntale mutuamente y que el mismo lugar tenga asistencia médica. Hemos pensado en el diseño de casas y un zoom para que no haya dificultades de accesos. Este es un proyecto con mucha base social”.
El lugar se promociona como un modelo de comunidades más fuertes en el que el proceso de creación de hogares y actividades enseña a todos a trabajar de forma unida. Patricia Scuffi descubrió el concepto de “cohousing” y al grupo que va a construir este tipo de comunidad en Trelew, haciendo cursos de huerta: “Me encantó el proyecto. Fue de a poco que me fui enganchando con el grupo humano. Camino a la vejez no puedo dejar de apoyar un proyecto comunitario como este. Mi idea aquí es compartir actividades y no sentirme sola”.
“La soledad es divina si una la elije. La soledad incluso puede enriquecer. Pero hablo de la soledad de a ratos, porque siempre es necesario nutrirse, si no uno de a poco se va muriendo”, reconoció Scuffi, “sobre todo en un momento determinado de la vida en que uno se jubila y abandona su entorno obligatorio, es fundamental no retraerse y quedarse solo. Hay que ir abrevando en él afuera, en todo lo que él afuera te ofrezca: cursos, actividad física, proyectos sociales. Es fundamental”.
Sobre la vida en cooperativa que experimentó su familia en el norte de Europa, Raquel Van Haaster, descendiente de holandeses, señaló que sus tíos y su abuela estuvieron en un proyecto muy similar al que se desarrolla en Trelew. “Ellos vivían en comunidad, en sus viviendas, pero contaban con asistencia médica. Entré en este proyecto porque quería confirmar los comentarios que escuchaba sobre toda esta idea y una vez que entré me quedé”.
Luz Almonacid, integrante, escuchó de la comunidad en una reunión de amigos: “Una vez que vine me enganché con las actividades y con la gente”. Desde su óptica, “vivir en comunidad es una forma de no estar sola y no ser una carga para mis hijos, para que ellos puedan hacer su vida y yo la mía y que puedan saber y quedarse tranquilos que yo estoy acompañada”.
En este sentido, Cristina Pereyra, contó: “Me encontré con un grupo donde la integración es fácil y eso creo que es importante destacarlo. Hay una muy buena predisposición de todas las personas para recibir a quien viene y esto de vivir en un lugar así a mí me encanta. No solamente es trabajo en huerta lo que vamos a hacer, sino también mosaiquismo y vamos a tener un taller de cerámica y un horno de secado y ahumado de alimentos”.
El trabajo de los daneses habla 60 años. Según Agustinho, es necesario empezar a partir de los 45 años, “porque si el proyecto tiene continuidad, necesariamente tiene que haber un recambio. Tenemos que tener gente que tome la posta para continuar con el plan si pretendemos que tenga longevidad”.