El atelier de Piero

Juan Pedro Piazzalle, más conocido como Piero, nos abrió las puertas de su atelier para contarnos su historia. El reconocido restaurador charló con JornadaPlay sobre su historia, su familia y su pasión por los marcos.

07 MAY 2021 - 11:34 | Actualizado

Piero realiza un trabajo netamente artesanal en colocación de marcos, cuadros y espejo. Trabajó durante más de 40 años como vendedor de biscochos de la firma Canale. Una vez jubilado, tomó su pasión por los cuadros y siguió adelante en su nuevo oficio. Lo aprendió con su tío, que era cartero y vivía en Buenos Aires: “Una vez me llevó a la Avenida Córdoba, al local del marquero del “Gordo” Porcel. Ese señor fue el que me enseñó a trabajar. Hacia marcos para muchos grandes artistas de la época”.

Consultado por sus vivencias a lo largo de sus 77 años, Piero no hace más que lanzar una curiosa sonrisa, como si se sintiera divertido por una experiencia personal, demasiado secreta como para ser compartida. Pero recuerda con alegría cuando el exgobernador, “Don Viglione, venía todos los días a la 6.30 de la mañana, a un local que yo tenía en un sótano frente a la Escuela ENET, para tomar mate y charlar conmigo”.

“Siempre dije que el día que me jubilara iba a tener un taller de marcos”. Y, en algún momento, explica: “Un cuadro siempre tiene que estar a la altura de los ojos, para que cuando uno se sienta no tenga que inclinar la cabeza”.

No puede haber duda, piensa, de que la vida tiene sentido solo bajo el calor del ritmo familiar: “El atelier es el sueño que tuve en mi vida. Con esto pude hacer que mis tres hijos puedan estudiar, tener una casa y tener a mi mujer que me acompaña hace 53 años. Mas no puedo pedir, soy un tipo muy afortunado. No me interesa la plata, me interesa estar bien con mi mujer, mis hijos y mis ocho nietos”.

07 MAY 2021 - 11:34

Piero realiza un trabajo netamente artesanal en colocación de marcos, cuadros y espejo. Trabajó durante más de 40 años como vendedor de biscochos de la firma Canale. Una vez jubilado, tomó su pasión por los cuadros y siguió adelante en su nuevo oficio. Lo aprendió con su tío, que era cartero y vivía en Buenos Aires: “Una vez me llevó a la Avenida Córdoba, al local del marquero del “Gordo” Porcel. Ese señor fue el que me enseñó a trabajar. Hacia marcos para muchos grandes artistas de la época”.

Consultado por sus vivencias a lo largo de sus 77 años, Piero no hace más que lanzar una curiosa sonrisa, como si se sintiera divertido por una experiencia personal, demasiado secreta como para ser compartida. Pero recuerda con alegría cuando el exgobernador, “Don Viglione, venía todos los días a la 6.30 de la mañana, a un local que yo tenía en un sótano frente a la Escuela ENET, para tomar mate y charlar conmigo”.

“Siempre dije que el día que me jubilara iba a tener un taller de marcos”. Y, en algún momento, explica: “Un cuadro siempre tiene que estar a la altura de los ojos, para que cuando uno se sienta no tenga que inclinar la cabeza”.

No puede haber duda, piensa, de que la vida tiene sentido solo bajo el calor del ritmo familiar: “El atelier es el sueño que tuve en mi vida. Con esto pude hacer que mis tres hijos puedan estudiar, tener una casa y tener a mi mujer que me acompaña hace 53 años. Mas no puedo pedir, soy un tipo muy afortunado. No me interesa la plata, me interesa estar bien con mi mujer, mis hijos y mis ocho nietos”.


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