Esas personas, que al usurpar una institución pública taparon las cámaras de seguridad para no ser identificadas, como una obvia aceptación que lo que hacen es un delito, vienen generando -al igual que aquellos que cortaron por casi tres días la ruta nacional Nº 3- numerosas dificultades; entre las que cuenta el desenvolvimiento normal administrativo, contable y logístico no sólo de la corporación municipal, sino de aquellos vecinos que se acercan al lugar y que son quienes mantienen al Estado municipal con sus impuestos y que no interrumpen ningún sistema de cámaras, ya que no necesitan ocultar sus rostros, como si fueran delincuentes.
Sin estigmatizar absolutamente a nadie, vale una pregunta: ¿de qué trabajan estos usurpadores de un bien común como es un edificio público? ¿De usurpadores?
También sirve un segundo interrogante: ¿esta anómala situación continuará con el transcurrir de las horas?. Hasta ahora ninguna de las dos preguntas tiene respuesta. Ni el oficio de los “autoconvocados” ni el desalojo de quienes están delinquiendo sin que nadie haga nada. Como si fuera tierra de nadie
También importa que bajo un sistema democrático existen marcos legales que cumplir y hay representatividad popular parlamentaria; hecho que parecen no saber o no interesarles a quienes dicen defender esa especie de autonomía popular, como tampoco el riesgo que se corre con la existencia de una pandemia que sigue cosechando infectados y fallecidos a medida que pasan las horas.
Si este método de cortar calles o rutas y ocupar edificios públicos, que genera el rechazo de la mayoría no sirve, el tercer cuestionamiento sería: ¿cómo pretenden cambiar las cosas si siempre hacen lo mismo?.
Esas personas, que al usurpar una institución pública taparon las cámaras de seguridad para no ser identificadas, como una obvia aceptación que lo que hacen es un delito, vienen generando -al igual que aquellos que cortaron por casi tres días la ruta nacional Nº 3- numerosas dificultades; entre las que cuenta el desenvolvimiento normal administrativo, contable y logístico no sólo de la corporación municipal, sino de aquellos vecinos que se acercan al lugar y que son quienes mantienen al Estado municipal con sus impuestos y que no interrumpen ningún sistema de cámaras, ya que no necesitan ocultar sus rostros, como si fueran delincuentes.
Sin estigmatizar absolutamente a nadie, vale una pregunta: ¿de qué trabajan estos usurpadores de un bien común como es un edificio público? ¿De usurpadores?
También sirve un segundo interrogante: ¿esta anómala situación continuará con el transcurrir de las horas?. Hasta ahora ninguna de las dos preguntas tiene respuesta. Ni el oficio de los “autoconvocados” ni el desalojo de quienes están delinquiendo sin que nadie haga nada. Como si fuera tierra de nadie
También importa que bajo un sistema democrático existen marcos legales que cumplir y hay representatividad popular parlamentaria; hecho que parecen no saber o no interesarles a quienes dicen defender esa especie de autonomía popular, como tampoco el riesgo que se corre con la existencia de una pandemia que sigue cosechando infectados y fallecidos a medida que pasan las horas.
Si este método de cortar calles o rutas y ocupar edificios públicos, que genera el rechazo de la mayoría no sirve, el tercer cuestionamiento sería: ¿cómo pretenden cambiar las cosas si siempre hacen lo mismo?.