Mallín Ahogado, donde las piedras hablan y cuentan la historia de la Patagonia

El Museo de Piedras Patagónica no sólo alberga un sector mineralógico, también hay un área con 19 ejemplares de meteoritos. Uno hallado en Esquel está considerado como “uno de los más raros del mundo”.

29 DIC 2021 - 17:46 | Actualizado

Rayando el sol, un pichón de cóndor comenzó a volar en círculos sobre la pirámide andina del Museo de Piedras Patagónicas de Mallín Ahogado, mientras la madre vigilaba desde más arriba. “Un símbolo inequívoco de la buena energía que tiene este lugar”, no dudaron en calificar Isabel Giraudo y Eduardo Lucio, los dueños del complejo, quienes llevan más de 40 años recolectando y estudiando restos fósiles por todo el país.

“Las piedras hablan y tienen mucho para contarnos, forman parte de nuestra historia e identidad. Hace 21 años fundamos este paseo geológico de la Comarca Andina y tiene la función de mostrarnos cómo este mundo mineral que pisamos cotidianamente nos remite a 500 millones de años atrás de nuestra Patagonia, con los episodios geológicos que la modelaron y también con el presente. Nuestra flora nativa, por ejemplo, tiene mucho que ver con la Antártida (con la que estuvimos unidos a través de un puente de tierra); o las capas marinas que encontramos en el seno del valle glaciario del río Azul”, graficó Isabel Giraudo.

A su lado, Eduardo Lucio valoró que “desde las piedras viene el origen de la vida y este espacio está dedicado para admirarlas, a través de un aprendizaje permanente. La última adquisición son tres trilobites (artrópodos extintos) de 400 millones de años, animales que se han desarrollado y nos dan una serie de formulaciones proyectadas en el tiempo para tener conciencia del despertar de nuestra existencia”.

En la entrada, el público tiene su primera experiencia sensorial a través de una roca sonora traída desde El Saltillo (cercano a Cushamen). La geóloga anfitriona explica que “ocurre a partir de la efusión de lava, que llega a la superficie a más de mil grados. Cuando empieza a perder calor, se contrae y se fractura formando columnas, que generan esfuerzos tensionales y opera como si fuera una cuerda estirada. Al golpearla, se produce el sonido musical”.

Además del sector mineralógico, hay un área con 19 ejemplares de meteoritos. Uno hallado en Esquel está considerado como “uno de los más raros del mundo”. Otro sector es el de malacología, con invertebrados fósiles y actuales, como dos ejemplares de peces de 105 millones de años. Se suma la paleobotánica, donde sobresalen los troncos petrificados de gran tamaño y rareza.

Dentro del salón principal, otro de los atractivos son los ópalos expuestos a la luz ultravioleta que responden con una emisión de luz visible en diferentes colores. Están destinados a mostrar la fluorescencia y fosforescencia de rocas y minerales de la Patagonia.

Asimismo, hay que dedicar un tiempo para admirar “la roca que llegó desde las Islas Malvinas, gracias a la generosidad de un ex combatiente” y cuyos datos geofísicos “demuestran que el Plateau del archipiélago, junto al Macizo del Deseado, forma parte de un bloque continental muy antiguo formado en el Proterozoico (unos 2.000 millones de años atrás) y no un desprendimiento de África, como intentan argumentar los ingleses”, enfatizó Isabel Giraudo.

Con todo, entre los “notables de piedras regionales”, destaca el “corazón de cuarzo, que marca el latir de la Patagonia desde hace 160 millones de años”, en referencia a uno de los especímenes más bellos en exhibición. Se trata de un considerable nódulo de cuarzo microcristalino (calcedonia color ámbar) con las formas perfectas naturales de un corazón. Fue formado por precipitación de sílice aportada por aguas termales que invadieron cavidades producidas en rocas volcánicas del Jurásico.

El Museo de Piedras Patagónicas está ubicado en el kilómetro 9 del circuito Mallín Ahogado (ahora con acceso pavimentado). Desde enero está abierto todos los días (excepto los lunes), de 14 a 19. El acceso cuesta $400, que se destina al mantenimiento, desarrollo y perfeccionamiento de la institución (menores gratis). Incluso, con la misma entrada “el visitante puede volver las veces que quiera durante todo el año”.

El complejo está declarado de "Interés" por el Concejo Deliberante de El Bolsón, y de "Interés cultural, educativo y turístico" por la Legislatura de Río Negro. Es atendido personalmente por sus creadores, quienes orientan al público destacando “la valoración de los especímenes, tanto desde una perspectiva mineralógica y petrológica como desde el aspecto cultural, invitando a un acercamiento tanto científico como estético al mundo natural”.

El meteorito Esquel

A criterio de Isabel Giraudo, “nadie testimonió haber presenciado la caída del meteorito Esquel, y poco se sabe acerca del lugar exacto de su hallazgo”.

“En un boletín meteorítico editado por la Comisión Permanente sobre Meteoritos del Congreso Geológico Internacional -que tuvo lugar en febrero de 1964 en Moscú (entonces perteneciente a la Unión Soviética)-, el meteorito Esquel es mencionado en una lista de meteoritos argentinos”, detalló.

Allí se hace referencia a su descubrimiento “en algún lugar cercano a la localidad de Esquel (se brindan las coordenadas S42°54’ W71°20’) en una fecha “probablemente anterior a 1951, agregando que fue hallado enterrado, sin mencionar a qué profundidad. En el boletín, se añade que el meteorito fue llevado más tarde a Buenos Aires y que para esa fecha, estaba en posesión de ‘quien lo había hallado’, sin agregar más datos”.

Este informe, que remite a una carta escrita por el geólogo argentino L. O. Giacomelli, con fecha 30 de septiembre de 1963, lo describe como “metálico-pétreo”, definiéndolo como “pallasita”, y le atribuye un peso estimado en 1.500 kg.

Además, se sabe que en 1992 “fue vendido a un coleccionista estadounidense, que lo sacó del país y que al presente sigue teniendo la masa principal en su poder, y que ofrece a la venta cortes y fragmentos, tanto para investigación como para joyería”.

Giraudo precisó enseguida que “muchos de los principales museos del mundo lo tienen en exhibición”, aunque “también llama la atención que, al tiempo de su salida del país, se habla de un peso total de 755 kg. En esos años, ninguna ley argentina protegía estos invaluables especímenes, cuyo valor científico y estético está fuera de duda”.

“Es así que el patrimonio meteorítico de nuestro país estuvo muy poco resguardado –sostuvo-, a excepción de los meteoritos de la provincia de Chaco, que desde 1990 cuenta con una ley de protección. Recién desde diciembre de 2007 está en vigencia la Ley Nacional 26.306 que establece que los meteoritos y demás cuerpos celestes que se encuentren o ingresen en el futuro al territorio argentino, su espacio aéreo y aguas jurisdiccionales, son considerados bienes culturales y por lo tanto se encuentran comprendidos dentro de la ley 25.197 que los declara bienes de carácter irreemplazable y por ello, constitutivos del patrimonio cultural argentino”.

Informe: Fernando Bonansea / Especial para Jornada

29 DIC 2021 - 17:46

Rayando el sol, un pichón de cóndor comenzó a volar en círculos sobre la pirámide andina del Museo de Piedras Patagónicas de Mallín Ahogado, mientras la madre vigilaba desde más arriba. “Un símbolo inequívoco de la buena energía que tiene este lugar”, no dudaron en calificar Isabel Giraudo y Eduardo Lucio, los dueños del complejo, quienes llevan más de 40 años recolectando y estudiando restos fósiles por todo el país.

“Las piedras hablan y tienen mucho para contarnos, forman parte de nuestra historia e identidad. Hace 21 años fundamos este paseo geológico de la Comarca Andina y tiene la función de mostrarnos cómo este mundo mineral que pisamos cotidianamente nos remite a 500 millones de años atrás de nuestra Patagonia, con los episodios geológicos que la modelaron y también con el presente. Nuestra flora nativa, por ejemplo, tiene mucho que ver con la Antártida (con la que estuvimos unidos a través de un puente de tierra); o las capas marinas que encontramos en el seno del valle glaciario del río Azul”, graficó Isabel Giraudo.

A su lado, Eduardo Lucio valoró que “desde las piedras viene el origen de la vida y este espacio está dedicado para admirarlas, a través de un aprendizaje permanente. La última adquisición son tres trilobites (artrópodos extintos) de 400 millones de años, animales que se han desarrollado y nos dan una serie de formulaciones proyectadas en el tiempo para tener conciencia del despertar de nuestra existencia”.

En la entrada, el público tiene su primera experiencia sensorial a través de una roca sonora traída desde El Saltillo (cercano a Cushamen). La geóloga anfitriona explica que “ocurre a partir de la efusión de lava, que llega a la superficie a más de mil grados. Cuando empieza a perder calor, se contrae y se fractura formando columnas, que generan esfuerzos tensionales y opera como si fuera una cuerda estirada. Al golpearla, se produce el sonido musical”.

Además del sector mineralógico, hay un área con 19 ejemplares de meteoritos. Uno hallado en Esquel está considerado como “uno de los más raros del mundo”. Otro sector es el de malacología, con invertebrados fósiles y actuales, como dos ejemplares de peces de 105 millones de años. Se suma la paleobotánica, donde sobresalen los troncos petrificados de gran tamaño y rareza.

Dentro del salón principal, otro de los atractivos son los ópalos expuestos a la luz ultravioleta que responden con una emisión de luz visible en diferentes colores. Están destinados a mostrar la fluorescencia y fosforescencia de rocas y minerales de la Patagonia.

Asimismo, hay que dedicar un tiempo para admirar “la roca que llegó desde las Islas Malvinas, gracias a la generosidad de un ex combatiente” y cuyos datos geofísicos “demuestran que el Plateau del archipiélago, junto al Macizo del Deseado, forma parte de un bloque continental muy antiguo formado en el Proterozoico (unos 2.000 millones de años atrás) y no un desprendimiento de África, como intentan argumentar los ingleses”, enfatizó Isabel Giraudo.

Con todo, entre los “notables de piedras regionales”, destaca el “corazón de cuarzo, que marca el latir de la Patagonia desde hace 160 millones de años”, en referencia a uno de los especímenes más bellos en exhibición. Se trata de un considerable nódulo de cuarzo microcristalino (calcedonia color ámbar) con las formas perfectas naturales de un corazón. Fue formado por precipitación de sílice aportada por aguas termales que invadieron cavidades producidas en rocas volcánicas del Jurásico.

El Museo de Piedras Patagónicas está ubicado en el kilómetro 9 del circuito Mallín Ahogado (ahora con acceso pavimentado). Desde enero está abierto todos los días (excepto los lunes), de 14 a 19. El acceso cuesta $400, que se destina al mantenimiento, desarrollo y perfeccionamiento de la institución (menores gratis). Incluso, con la misma entrada “el visitante puede volver las veces que quiera durante todo el año”.

El complejo está declarado de "Interés" por el Concejo Deliberante de El Bolsón, y de "Interés cultural, educativo y turístico" por la Legislatura de Río Negro. Es atendido personalmente por sus creadores, quienes orientan al público destacando “la valoración de los especímenes, tanto desde una perspectiva mineralógica y petrológica como desde el aspecto cultural, invitando a un acercamiento tanto científico como estético al mundo natural”.

El meteorito Esquel

A criterio de Isabel Giraudo, “nadie testimonió haber presenciado la caída del meteorito Esquel, y poco se sabe acerca del lugar exacto de su hallazgo”.

“En un boletín meteorítico editado por la Comisión Permanente sobre Meteoritos del Congreso Geológico Internacional -que tuvo lugar en febrero de 1964 en Moscú (entonces perteneciente a la Unión Soviética)-, el meteorito Esquel es mencionado en una lista de meteoritos argentinos”, detalló.

Allí se hace referencia a su descubrimiento “en algún lugar cercano a la localidad de Esquel (se brindan las coordenadas S42°54’ W71°20’) en una fecha “probablemente anterior a 1951, agregando que fue hallado enterrado, sin mencionar a qué profundidad. En el boletín, se añade que el meteorito fue llevado más tarde a Buenos Aires y que para esa fecha, estaba en posesión de ‘quien lo había hallado’, sin agregar más datos”.

Este informe, que remite a una carta escrita por el geólogo argentino L. O. Giacomelli, con fecha 30 de septiembre de 1963, lo describe como “metálico-pétreo”, definiéndolo como “pallasita”, y le atribuye un peso estimado en 1.500 kg.

Además, se sabe que en 1992 “fue vendido a un coleccionista estadounidense, que lo sacó del país y que al presente sigue teniendo la masa principal en su poder, y que ofrece a la venta cortes y fragmentos, tanto para investigación como para joyería”.

Giraudo precisó enseguida que “muchos de los principales museos del mundo lo tienen en exhibición”, aunque “también llama la atención que, al tiempo de su salida del país, se habla de un peso total de 755 kg. En esos años, ninguna ley argentina protegía estos invaluables especímenes, cuyo valor científico y estético está fuera de duda”.

“Es así que el patrimonio meteorítico de nuestro país estuvo muy poco resguardado –sostuvo-, a excepción de los meteoritos de la provincia de Chaco, que desde 1990 cuenta con una ley de protección. Recién desde diciembre de 2007 está en vigencia la Ley Nacional 26.306 que establece que los meteoritos y demás cuerpos celestes que se encuentren o ingresen en el futuro al territorio argentino, su espacio aéreo y aguas jurisdiccionales, son considerados bienes culturales y por lo tanto se encuentran comprendidos dentro de la ley 25.197 que los declara bienes de carácter irreemplazable y por ello, constitutivos del patrimonio cultural argentino”.

Informe: Fernando Bonansea / Especial para Jornada


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