Eugenia y Rhidian, un amor sin fronteras

Eugenia Iglesias era una estudiante de Trelew. Rhidian Rees, un profesor de Gales. Se conocieron hace tres años en un avión, camino a Trelew. Fue un noviazgo rápido, y al cabo de un año se fueron a vivir juntos en el comienzo de la pandemia. Al tercer año, Rhidian volvió a su país y comenzaron una relación a distancia. Después de haber recorrido más de 16 mil kilómetros para verse, Eugenia sueña con la posibilidad del próximo reencuentro.

14 FEB 2022 - 12:03 | Actualizado

Mensajes, llamadas, videollamadas, el distanciamiento físico multiplica su creatividad a la hora de vincularse. Calculando la diferencia de horario Eugenia Iglesias entra en línea directa con Gales para informar las novedades a Rhidian al que una adoración franca le ilumina los ojos cuando ella se queda mirándolo llena de fanatismo a través de la pantalla. Eugenia cuenta la historia con los ojos a punto de desbordar:

Rhidian fue seleccionado en un concurso de docentes que en 2018 llegaron a Argentina para dar clases de idioma galés. Viajó de Londres a Buenos Aires, donde partió en vuelo a Trelew.

Eugenia Iglesias estudiaba la identidad galesa en la Patagonia y volaba al mismo lugar: “Lo escuché hablar en galés en el aeropuerto y me acerqué para hablarle, y por esas cosas del destino viajamos juntos”.

Se sintió relativamente cómoda con ese profesor de galés, quien, en cada laguna de la conversación, presentaba tópicos que podían interesar y halagar a una estudiante de Comunicación Social. La mañana se les fue en una comparación tras otra: “Diferencias geográficas, de vegetación, hasta hablamos de política y economía”, cuenta Eugenia. Y aunque no eran conocidos, congeniaban: esa era la amistad más rápida que ella había conocido y con él se sentía relajada. Antes de bajar del avión intercambiaron correos electrónicos.

Al día siguiente él le escribió y se ofreció a colaborar con su investigación: “Al poco tiempo me agregó a su Facebook y me pidió una sugerencia de un bar donde pudiera ver un partido de rugby, entre Gales – Inglaterra”, en un torneo que ella no conocía. Tomaron una cerveza y, bajo esa seducción, olvidaron la amistad.

Al finalizar el primer ciclo lectivo Rhidian decidió quedarse un año más en Trelew y tomaron la decisión de convivir. “Podía salir todo bien o podía salir todo mal”, porque justo en ese momento empezó el aislamiento. Entonces llegó el siguiente verano, y durante unos días de vacaciones en la cordillera, el galés apuró el noviazgo. Eugenia recuerda una espléndida tarde de enero, después de caminar 10 kilómetros por la orilla del Lago Azul. Distraída. No advirtió aquel episodio que ahora cita con ternura: “De repente paramos de caminar y Rhidian se arrodilló. Me miró y frente al Río Azul, me pidió casamiento”.

Lo cierto es que al poco tiempo Rhidian tuvo que volver a su trabajo de docente de nivel primario, en Gales. Y por eso, antes de su partida, decidieron tramitar los papeles para acceder a una unión convivencial.

Al cabo de estar un año separados, Eugenia viajó a verlo y al volver a Trelew decidió que renunciará a su trabajo para empezar una vida desde cero en el viejo continente: “Tenemos el 99% de la VISA ya tramitada, para eso tuvimos que hacer muchos papeles porque los requisitos que te piden son muy particulares. Ahora queda entregar toda la documentación, enviarla al Reino Unido para que sea analizada y esperar que den el sí para volver a estar juntos”.

14 FEB 2022 - 12:03

Mensajes, llamadas, videollamadas, el distanciamiento físico multiplica su creatividad a la hora de vincularse. Calculando la diferencia de horario Eugenia Iglesias entra en línea directa con Gales para informar las novedades a Rhidian al que una adoración franca le ilumina los ojos cuando ella se queda mirándolo llena de fanatismo a través de la pantalla. Eugenia cuenta la historia con los ojos a punto de desbordar:

Rhidian fue seleccionado en un concurso de docentes que en 2018 llegaron a Argentina para dar clases de idioma galés. Viajó de Londres a Buenos Aires, donde partió en vuelo a Trelew.

Eugenia Iglesias estudiaba la identidad galesa en la Patagonia y volaba al mismo lugar: “Lo escuché hablar en galés en el aeropuerto y me acerqué para hablarle, y por esas cosas del destino viajamos juntos”.

Se sintió relativamente cómoda con ese profesor de galés, quien, en cada laguna de la conversación, presentaba tópicos que podían interesar y halagar a una estudiante de Comunicación Social. La mañana se les fue en una comparación tras otra: “Diferencias geográficas, de vegetación, hasta hablamos de política y economía”, cuenta Eugenia. Y aunque no eran conocidos, congeniaban: esa era la amistad más rápida que ella había conocido y con él se sentía relajada. Antes de bajar del avión intercambiaron correos electrónicos.

Al día siguiente él le escribió y se ofreció a colaborar con su investigación: “Al poco tiempo me agregó a su Facebook y me pidió una sugerencia de un bar donde pudiera ver un partido de rugby, entre Gales – Inglaterra”, en un torneo que ella no conocía. Tomaron una cerveza y, bajo esa seducción, olvidaron la amistad.

Al finalizar el primer ciclo lectivo Rhidian decidió quedarse un año más en Trelew y tomaron la decisión de convivir. “Podía salir todo bien o podía salir todo mal”, porque justo en ese momento empezó el aislamiento. Entonces llegó el siguiente verano, y durante unos días de vacaciones en la cordillera, el galés apuró el noviazgo. Eugenia recuerda una espléndida tarde de enero, después de caminar 10 kilómetros por la orilla del Lago Azul. Distraída. No advirtió aquel episodio que ahora cita con ternura: “De repente paramos de caminar y Rhidian se arrodilló. Me miró y frente al Río Azul, me pidió casamiento”.

Lo cierto es que al poco tiempo Rhidian tuvo que volver a su trabajo de docente de nivel primario, en Gales. Y por eso, antes de su partida, decidieron tramitar los papeles para acceder a una unión convivencial.

Al cabo de estar un año separados, Eugenia viajó a verlo y al volver a Trelew decidió que renunciará a su trabajo para empezar una vida desde cero en el viejo continente: “Tenemos el 99% de la VISA ya tramitada, para eso tuvimos que hacer muchos papeles porque los requisitos que te piden son muy particulares. Ahora queda entregar toda la documentación, enviarla al Reino Unido para que sea analizada y esperar que den el sí para volver a estar juntos”.


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