Editorial / Exportaciones, desempleo y pobreza: las contradicciones de la economía de Chubut

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02 ABR 2022 - 20:13 | Actualizado

La cuarta provincia exportadora del país tiene más de 120 mil personas (la quinta parte de su población total) por debajo de la línea de pobreza. Y esto es sólo midiendo a los dos aglomerados urbanos más grandes, Comodoro Rivadavia y el Valle.

El contraste de cifras en Chubut no es nuevo pero no deja de ser notable y explica en buena parte los problemas estructurales que se arrastran desde hace décadas, mientras el debate político pasa muchas veces por cuestiones banales, de ocasión y hasta sin importancia.

Los datos que divulgó el INDEC la semana pasada sobre la incidencia de la pobreza en hogares y personas dejó a Chubut en una mejor posición que otros grandes centros urbanos de la Argentina, pero evidenció las consecuencias que viene dejando la crisis política y económica de la última década en relación al resto de la Patagonia: hay 16.286 hogares y 68.186 personas pobres en Comodoro Rivadavia y Rada Tilly, el motor económico de la provincia; y 14.590 hogares y 52.585 personas pobres en el área de Trelew y Rawson.

Sumados, los números de los dos aglomerados más importantes en términos económicos y con mayor cantidad de habitantes de Chubut están por encima de las cifras de Neuquén-Plottier, la única región que el organismo nacional mide en esa provincia del norte patagónico: allí hay 27.476 hogares y 104.671 personas por debajo de la línea de pobreza. Aunque un poco mejor que Chubut, igual genera preocupación que en la provincia que es la mayor productora de petróleo y gas de la Argentina y en donde está ubicada una “joya de la corona”, Vaca Muerta, haya ese nivel de desigualdad social.

Datos, no opinión.

Pobres con empleo

Los números de la pobreza en Chubut, al igual que a nivel nacional, muestran una contradicción estadística que, por supuesto, tiene explicaciones: baja el desempleo pero sube la pobreza. El fenómeno se da tanto en el Valle como en Comodoro Rivadavia, en donde el contraste es más notable: por ejemplo, la ciudad petrolera cerró 2021 con una tasa de desocupación de 2,4%, la cuarta más baja del país. Pero, sin embargo, en el segundo semestre del año pasado, la tasa de pobreza saltó de más de 4 puntos en relación a la primera mitad del año y se ubicó en 28,1%.

En Trelew y Rawson ocurrió algo similar: después de ubicarse como una de las regiones con mayor desempleo del país con 12,5%, a mediados de 2018, la última medición indica que ese nivel bajó hasta el 5,6% a finales del año pasado. Mientras tanto, la pobreza en el Valle se mantiene estable hace dos años, en torno al 35%.

¿Cómo puede ser que en dos regiones en donde baja el desempleo suba la pobreza? Hay explicaciones técnicas que preocupan más que las propias tasas de desocupación y pobreza. La más importante y actual es la inflación, que nunca se detiene y le sigue ganando a la lenta evolución de los salarios, lo que obviamente impide recuperar el poder adquisitivo y hunde a muchos de esos trabajadores por debajo de la línea de pobreza.

En otras palabras, la pobreza no se explica exclusivamente por la cantidad de desocupados que hay, sino también en la cada vez más disminuida capacidad de compra de la clase trabajadora ocupada.

Cada vez que el Estado intenta ponerle un freno a los grandes productores de alimentos y a los dueños de las cadenas de comercialización (supermercados, hipermercados y mayoristas), una parte de la sociedad “compra” sin masticar el mensaje del liberalismo vernáculo, que siempre sale en defensa de las libertades de los grandes grupos económicos y nunca de los trabajadores.

El Estado no puede seguir cediendo su rol de equilibrador al mercado. Las consecuencias de la tibieza están a las vista. El Gobierno nacional y el Frente de Todos tiene que comprender esto mejor que nadie porque si la inflación no cede, sus chances de repetir el mandato serán pocas. “Con este nivel inflacionario no se puede pensar en tener éxito en las próximas elecciones”, dijo el viernes el consultor político Ricardo Rouvier, en una entrevista en Cadena Tiempo.

La escalera y el ascensor

La imagen de una familia santafesina en un viejo Fiat Duna con un cartel en defensa del gigante aceitero Vicentin, que estafó al Banco Nación y fugó cientos de millones de dólares, pinta de cuerpo entero la contradicción a la que son sometidos muchos vapuleados de la sociedad por la caterva de libertarios que con la ayuda de algunos medios de comunicación convencen a sus propias víctimas que los victimarios no son ellos sino los pobres, los “planeros” y “los setenta años de peronismo”. Casi como la novela del Tío Tom, el esclavo negro que a pesar del sometimiento y las vejaciones sufridas, defendía a sus amos.

El problema de las familias pobres no es tanto el desempleo sino la inactividad laboral. Es decir, adultos que no trabajan ni buscan trabajo, que ni siquiera están considerados dentro de la tasa oficial de desempleo.

En Chubut –y en muchos lugares de la Argentina-, cada vez hay más trabajadores que son pobres porque la canasta básica aumenta al ritmo de una inflación descontrolada y sus salarios al ritmo de una economía a la que le cuesta expandirse.

O, como decía Juan Domingo Perón a comienzos de los años 70 para explicar las desigualdades de entonces: “Los precios van por el ascensor y los salarios por la escalera”. Cuánta ironía y capacidad de síntesis en una sola persona.

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02 ABR 2022 - 20:13

La cuarta provincia exportadora del país tiene más de 120 mil personas (la quinta parte de su población total) por debajo de la línea de pobreza. Y esto es sólo midiendo a los dos aglomerados urbanos más grandes, Comodoro Rivadavia y el Valle.

El contraste de cifras en Chubut no es nuevo pero no deja de ser notable y explica en buena parte los problemas estructurales que se arrastran desde hace décadas, mientras el debate político pasa muchas veces por cuestiones banales, de ocasión y hasta sin importancia.

Los datos que divulgó el INDEC la semana pasada sobre la incidencia de la pobreza en hogares y personas dejó a Chubut en una mejor posición que otros grandes centros urbanos de la Argentina, pero evidenció las consecuencias que viene dejando la crisis política y económica de la última década en relación al resto de la Patagonia: hay 16.286 hogares y 68.186 personas pobres en Comodoro Rivadavia y Rada Tilly, el motor económico de la provincia; y 14.590 hogares y 52.585 personas pobres en el área de Trelew y Rawson.

Sumados, los números de los dos aglomerados más importantes en términos económicos y con mayor cantidad de habitantes de Chubut están por encima de las cifras de Neuquén-Plottier, la única región que el organismo nacional mide en esa provincia del norte patagónico: allí hay 27.476 hogares y 104.671 personas por debajo de la línea de pobreza. Aunque un poco mejor que Chubut, igual genera preocupación que en la provincia que es la mayor productora de petróleo y gas de la Argentina y en donde está ubicada una “joya de la corona”, Vaca Muerta, haya ese nivel de desigualdad social.

Datos, no opinión.

Pobres con empleo

Los números de la pobreza en Chubut, al igual que a nivel nacional, muestran una contradicción estadística que, por supuesto, tiene explicaciones: baja el desempleo pero sube la pobreza. El fenómeno se da tanto en el Valle como en Comodoro Rivadavia, en donde el contraste es más notable: por ejemplo, la ciudad petrolera cerró 2021 con una tasa de desocupación de 2,4%, la cuarta más baja del país. Pero, sin embargo, en el segundo semestre del año pasado, la tasa de pobreza saltó de más de 4 puntos en relación a la primera mitad del año y se ubicó en 28,1%.

En Trelew y Rawson ocurrió algo similar: después de ubicarse como una de las regiones con mayor desempleo del país con 12,5%, a mediados de 2018, la última medición indica que ese nivel bajó hasta el 5,6% a finales del año pasado. Mientras tanto, la pobreza en el Valle se mantiene estable hace dos años, en torno al 35%.

¿Cómo puede ser que en dos regiones en donde baja el desempleo suba la pobreza? Hay explicaciones técnicas que preocupan más que las propias tasas de desocupación y pobreza. La más importante y actual es la inflación, que nunca se detiene y le sigue ganando a la lenta evolución de los salarios, lo que obviamente impide recuperar el poder adquisitivo y hunde a muchos de esos trabajadores por debajo de la línea de pobreza.

En otras palabras, la pobreza no se explica exclusivamente por la cantidad de desocupados que hay, sino también en la cada vez más disminuida capacidad de compra de la clase trabajadora ocupada.

Cada vez que el Estado intenta ponerle un freno a los grandes productores de alimentos y a los dueños de las cadenas de comercialización (supermercados, hipermercados y mayoristas), una parte de la sociedad “compra” sin masticar el mensaje del liberalismo vernáculo, que siempre sale en defensa de las libertades de los grandes grupos económicos y nunca de los trabajadores.

El Estado no puede seguir cediendo su rol de equilibrador al mercado. Las consecuencias de la tibieza están a las vista. El Gobierno nacional y el Frente de Todos tiene que comprender esto mejor que nadie porque si la inflación no cede, sus chances de repetir el mandato serán pocas. “Con este nivel inflacionario no se puede pensar en tener éxito en las próximas elecciones”, dijo el viernes el consultor político Ricardo Rouvier, en una entrevista en Cadena Tiempo.

La escalera y el ascensor

La imagen de una familia santafesina en un viejo Fiat Duna con un cartel en defensa del gigante aceitero Vicentin, que estafó al Banco Nación y fugó cientos de millones de dólares, pinta de cuerpo entero la contradicción a la que son sometidos muchos vapuleados de la sociedad por la caterva de libertarios que con la ayuda de algunos medios de comunicación convencen a sus propias víctimas que los victimarios no son ellos sino los pobres, los “planeros” y “los setenta años de peronismo”. Casi como la novela del Tío Tom, el esclavo negro que a pesar del sometimiento y las vejaciones sufridas, defendía a sus amos.

El problema de las familias pobres no es tanto el desempleo sino la inactividad laboral. Es decir, adultos que no trabajan ni buscan trabajo, que ni siquiera están considerados dentro de la tasa oficial de desempleo.

En Chubut –y en muchos lugares de la Argentina-, cada vez hay más trabajadores que son pobres porque la canasta básica aumenta al ritmo de una inflación descontrolada y sus salarios al ritmo de una economía a la que le cuesta expandirse.

O, como decía Juan Domingo Perón a comienzos de los años 70 para explicar las desigualdades de entonces: “Los precios van por el ascensor y los salarios por la escalera”. Cuánta ironía y capacidad de síntesis en una sola persona.


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