Por Martín Tacón / Redacción Jornada
Desde Buenos Aires, días después de haberse sometido a una operación que le ayudará a combatir el avance del Parkinson, cuenta cómo es vivir con esta enfermedad.“Quienes me conocen saben que siempre hago chistes en referencia a la enfermedad”, dice. “En mi caso, que tengo 37 años y me lo diagnosticaron a los 30, no me quedó otra que ponerle el pecho”.
Su primer síntoma fue un temblor en la mano derecha. “Primero pensé que era relacionado al pulso, pero luego se convirtió en temblores de mano ocasionales”. Se volvió una continua presencia y debió aprender a convivir con eso. En una sentida carta que redactó a sus seres queridos, explicó: “El temblor no hace nada, solo molesta”.
El Parkinson trae complejidades que afectan en el día a día. Popy explica que la dopamina, producida por neuronas que son, precisamente, las que mueren en quienes padecen la enfermedad, participa en lo que se denominan ‘circuitos de recompensa’. “Esto significa que para algunas personas el coctel de pastillas que debemos tomar puede generar comportamientos adversos como los denominados Trastornos en el Control de Impulsos. También genera depresión, encierro, y el peor de los síntomas es la tristeza”.
En busca de la felicidad
“La única forma de convivir con esto es buscando constantemente ser feliz”, dice. A veces los entornos sociales representan cierta incomodidad. “He pasado momentos muy feos”. Fanático de la pesca, recordó con humor una anécdota del último concurso en el que participó: “En el torneo de las 6hs del Gallo del año pasado creo que solo pude pescar dos horas, las otra cuatro estuve temblando en el piso. Fui lo más entretenido del concurso, porque nadie sacó nada”.
Consume levodopa para mantener la enfermedad a raya. Aunque el Parkinson no tiene cura, Popy se sometió a una operación que demora su avance. “Me tuvieron 7.30 horas con la cabeza abierta y despierto. Tenés que colaborar con los neurólogos que van evaluando tus movimientos y la reacción al estímulo que te están haciendo en la cabeza. Lo que hacen es poner dos electrodos que van a generar ese puente entre neuronas. Y luego va un cable por dentro del cuerpo que conecta con un transformador que tengo en la panza”.
Valora el trabajo de los médicos. “Es una operación que se realiza en muy pocos hospitales públicos y en el FLENI tiene un costo que solo muy pocas personas pueden pagar. Tener Parkinson es malo, tener Parkinson y ser pobre es muchísimo peor”.
El Parkinson, como conclusión de un proceso vivido, le enseñó a disfrutar los momentos de felicidad. “Aprendí a perder todo tipo de prejuicio, a darme cuenta que hay gente buena y mala. Uno empieza a darle el valor que corresponde a cada una de las cosas. Prefiero un lindo domingo de asado y pesca con la familia y gente buena que un súper evento donde esté rodeado, como diría Flavio Cianciarulo, de ‘gente que no’. También a revisar algunos postulados sobre la fe. No creo en ningún tipo de institución religiosa, pero hay algo que es indiscutible: la fe empuja, la fe construye, la fe hace cosas muy locas”.
“Mi viejo falleció con Parkinson”, dice Popy. “No está comprobado que sea una enfermedad de transmisión genética, pero hay muchas posibilidades de que algo de eso haya. Mis hermanos, mis sobrinos y mi hijo creo que deben tener más posibilidades que el resto de la población de que alguna vez se manifieste. Pero la ciencia está generando avances significativos en su cura. Estamos confiados en que aparecerá”.
Por Martín Tacón / Redacción Jornada
Desde Buenos Aires, días después de haberse sometido a una operación que le ayudará a combatir el avance del Parkinson, cuenta cómo es vivir con esta enfermedad.“Quienes me conocen saben que siempre hago chistes en referencia a la enfermedad”, dice. “En mi caso, que tengo 37 años y me lo diagnosticaron a los 30, no me quedó otra que ponerle el pecho”.
Su primer síntoma fue un temblor en la mano derecha. “Primero pensé que era relacionado al pulso, pero luego se convirtió en temblores de mano ocasionales”. Se volvió una continua presencia y debió aprender a convivir con eso. En una sentida carta que redactó a sus seres queridos, explicó: “El temblor no hace nada, solo molesta”.
El Parkinson trae complejidades que afectan en el día a día. Popy explica que la dopamina, producida por neuronas que son, precisamente, las que mueren en quienes padecen la enfermedad, participa en lo que se denominan ‘circuitos de recompensa’. “Esto significa que para algunas personas el coctel de pastillas que debemos tomar puede generar comportamientos adversos como los denominados Trastornos en el Control de Impulsos. También genera depresión, encierro, y el peor de los síntomas es la tristeza”.
En busca de la felicidad
“La única forma de convivir con esto es buscando constantemente ser feliz”, dice. A veces los entornos sociales representan cierta incomodidad. “He pasado momentos muy feos”. Fanático de la pesca, recordó con humor una anécdota del último concurso en el que participó: “En el torneo de las 6hs del Gallo del año pasado creo que solo pude pescar dos horas, las otra cuatro estuve temblando en el piso. Fui lo más entretenido del concurso, porque nadie sacó nada”.
Consume levodopa para mantener la enfermedad a raya. Aunque el Parkinson no tiene cura, Popy se sometió a una operación que demora su avance. “Me tuvieron 7.30 horas con la cabeza abierta y despierto. Tenés que colaborar con los neurólogos que van evaluando tus movimientos y la reacción al estímulo que te están haciendo en la cabeza. Lo que hacen es poner dos electrodos que van a generar ese puente entre neuronas. Y luego va un cable por dentro del cuerpo que conecta con un transformador que tengo en la panza”.
Valora el trabajo de los médicos. “Es una operación que se realiza en muy pocos hospitales públicos y en el FLENI tiene un costo que solo muy pocas personas pueden pagar. Tener Parkinson es malo, tener Parkinson y ser pobre es muchísimo peor”.
El Parkinson, como conclusión de un proceso vivido, le enseñó a disfrutar los momentos de felicidad. “Aprendí a perder todo tipo de prejuicio, a darme cuenta que hay gente buena y mala. Uno empieza a darle el valor que corresponde a cada una de las cosas. Prefiero un lindo domingo de asado y pesca con la familia y gente buena que un súper evento donde esté rodeado, como diría Flavio Cianciarulo, de ‘gente que no’. También a revisar algunos postulados sobre la fe. No creo en ningún tipo de institución religiosa, pero hay algo que es indiscutible: la fe empuja, la fe construye, la fe hace cosas muy locas”.
“Mi viejo falleció con Parkinson”, dice Popy. “No está comprobado que sea una enfermedad de transmisión genética, pero hay muchas posibilidades de que algo de eso haya. Mis hermanos, mis sobrinos y mi hijo creo que deben tener más posibilidades que el resto de la población de que alguna vez se manifieste. Pero la ciencia está generando avances significativos en su cura. Estamos confiados en que aparecerá”.