La enfermera que hace 800 kilómetros para jugar al fútbol

La heroína es Valeria Currumil, jugadora de 40 años, jugadora de Atlas en la Liga del Valle. "Pensé que nunca iba a tener la posibilidad de jugar en una liga. Pero lo estoy haciendo y soy feliz", comentó una de las enfermeras de la aldea.

Valeria Currumil es enfermera de Cerro Cóndor.
08 MAY 2022 - 20:42 | Actualizado 11 MAY 2022 - 11:11

Por Francisco Caputo

Cada fin de semana, emprende una travesía digna del realismo mágico. Desde su Cerro Cóndor natal hace 800 kilómetros, como mínimo, para jugar al fútbol en la Liga del Valle. La heroína en cuestión es Valeria Currumil, zaguera de Atlas de 40 años.

Es además una de las enfermeras de la aldea de 44 habitantes, enclavada en la estepa de la Patagonia, a 63 kilómetros de Paso de Indios.

Su presencia en Atlas es su primera experiencia en el fútbol federado. Y la disfruta como si estuviera disputando la final del Mundial

“Hago esos 800 kilómetros con gusto, que son más cuando jugamos en Madryn o en Rawson. Nunca pensé que iba a tener esta posibilidad de jugar en una liga siendo de Cerro Cóndor”, expresó Valeria.

“Para mis papás Lucía e Hipólito es un triunfo que esté jugando. No puedo creer donde estoy. Poder pisar una cancha y jugar a nivel oficial es un triunfo. Me encanta el fútbol, es un cable a tierra para mí, una pasión”, agregó.

La lejanía

Valeria es una apasionada del fútbol desde pequeña. “Cuando era chica, jugaba sola en Cerro Cóndor. O lo hacía con mayoría de varones más grandes”, expresó. Pero el sueño tenía un límite, marcado por su lugar de nacimiento.

Su aldea, en las últimas décadas, jamás superó la cantidad de 100 habitantes. De hecho, en la actualidad, tiene 44. A eso, se suma el hecho de estar en el corazón geográfico de Chubut, a gran distancia de las ciudades de la provincia.

La baja densidad de población y la lejanía fueron obstáculos que no solo complicaron su pasión futbolera. También dificultaron su estudio.

“La vida es tranquila, pero se sufre bastante al estar alejados de todo. Nos juega una mala pasada la distancia. Cuesta trabajo que nos visiten. Se conoce poco la vida acá y como es el trabajo como es el trabajo en la ruralidad, no contamos con muchos servicios”, comentó. Por citar un caso, el servicio eléctrico es discontinuo.

El estudio

Ese contexto se replica a nivel educativo. “En los noventa, cuando hice la escuela, no había secundario. Cuando terminé la Primera en 1994, al ser portadora de la Bandera, me ofrecieron una beca para estudiar afuera. Elegí Esquel porque era la ciudad más cercana”, describió Valeria.

Al terminar el Secundario, se tomó un año sabático. Y posteriormente, volvió a emigrar en 2001. Partió a Comodoro a estudiar Enfermería en la Universidad San Juan Bosco. “Solo estuve un año por la crisis. No se podía costear mis estudios y tuve que regresar al pueblo”, comentó

“En 2004, empecé a hacer los papeles para ser agente sanitaria y poder trabajar en la aldea. Pude hacerlo y pude ocupar la vacante que dejaba mi tío Luis Pichiñán. Comencé a trabajar en 2005”, comentó.

Con el transcurso de tiempo, Valeria fue perfeccionándose. “Hice una Tecnicatura en Salud Comunitaria, luego estudié enfermería en Bariloche y El Bolsón a distancia, de forma semipresencial. Tuve que hacer residencias en el Bolsón. En febrero de este año, me recibí de Licencia en Enfermería”, remarcó.

“Me desempeñé casi toda mi vida laboral en Cerro Cóndor, salvo dos años en Paso de Indios, entre 2019 y 2020”, recalcó.

“Mi esposo Eduardo Silva, al igual, que toda mi familia, me apoyan en todo proyecto que tengo, tanto en la cancha como en el estudio”, sentenció.

El fútbol

El amor de Valeria por el fútbol nunca disminuyó, pese a no poder practicarlo. Pero hace seis años, la vida dio un giro maravilloso. “Me convocaron para jugar en el Club Deportivo Paso de Indios. Patricia Ñanculeo me invitó. No lo dudé. Era un sueño cumplido. Jamás había hecho una pretemporada, una preparación o un entrenamiento para mejorar
mi técnica”, explicó.

Tras la pandemia, llegó la noticia más deseada. Atlas fue admitido en el torneo femenino de la Liga del Valle. Su base es el Club Deportivo Paso de Indios.

En el primer torneo que jugaron, disputaron las semifinales de la Copa de Plata. Y en el presente certamen, están clasificando a la Copa de Oro, la fase final del torneo que reúne a los ocho mejores equipos del certamen.

Los sueños

“Aspiramos a dejar al club a lo más alto. Jugamos con dedicación, esfuerzo. Nos enfrentamos a rivales con mucha capacidad y preparación. Nos está yendo bien. Ojalá podamos ser campeonas por todo el esfuerzo que hacemos”, explicó. El sueño sigue firme. Este fin de semana, en Rawson, Atlas derrotó por 1-0 a Defensores del Parque.

“Todavía no pude hacer un gol. Pero me estoy preparando para eso. Estoy entrenándome para ese momento. Tengo que aprovechar mejor mis oportunidades. Cuando llegue, me estallará el pecho de alegría. Lo anhelo tanto como en su momento anhelé la posibilidad de jugar”, reseñó.

Esfuerzo titánico

Jugar requiere un esfuerzo extraordinario. Cada partido es una travesía para Valeria, una travesía que se adentra en caminos de tierra y alguna que otra ruta nacional en pésimo estado.

“Tardo seis horas en llegar a Trelew. Una de esas horas es para ir hasta Paso de Indios”, comentó. “Si se puede, salgo el día anterior con el auto. Sino, vuelvo en el día. Es agotador, pero lo disfruto”, narró. “La idea es llegar el día anterior a jugar o estar algunas horas antes. A veces nos ha pasado de llegar sobre la hora y tener que jugar al toque (sic)”, recalcó.

“Para esto, cuento con el apoyo de mi compañera de trabajo, Mabel Pichiñán, le agradezco mucho”, puntualizó. “Ojalá el club pueda tener un transporte propio. Eso nos ayudará mucho. Si yo no puedo ir, cosa que a veces pasa, no puedo llevar a algunas de mis compañeras”, añadió.

Obstáculos superados

Los entrenamientos también presentan dificultades para ella.

“A veces no puedo ir a entrenar con mis compañeras, por las distancias y el trabajo. Cuando eso ocurre, entreno con m marido", describió.

"Y a veces, tampoco puedo ir a los partidos por la misma razón. Pero me respaldan. Me alentaron desde el minuto uno, solo tengo palabras lindas para ellas”, indicó. “Lo mismo aplica para Patricio Ñanculeo y Fernando Ortea, técnico y presidente de Atlas”, añadió Valeria.

“Tampoco puedo dejar de agradecer a mi familia, a mi esposo y a mi hijo Esequías, que está estudiando en Trevelin. Me apoyan todo. Me pongo a pensar lo que pase y lo que viví y no puedo estar más agradecida por el apoyo que me han dado. Es una familia de oro”, concluyó.

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Valeria Currumil es enfermera de Cerro Cóndor.
08 MAY 2022 - 20:42

Por Francisco Caputo

Cada fin de semana, emprende una travesía digna del realismo mágico. Desde su Cerro Cóndor natal hace 800 kilómetros, como mínimo, para jugar al fútbol en la Liga del Valle. La heroína en cuestión es Valeria Currumil, zaguera de Atlas de 40 años.

Es además una de las enfermeras de la aldea de 44 habitantes, enclavada en la estepa de la Patagonia, a 63 kilómetros de Paso de Indios.

Su presencia en Atlas es su primera experiencia en el fútbol federado. Y la disfruta como si estuviera disputando la final del Mundial

“Hago esos 800 kilómetros con gusto, que son más cuando jugamos en Madryn o en Rawson. Nunca pensé que iba a tener esta posibilidad de jugar en una liga siendo de Cerro Cóndor”, expresó Valeria.

“Para mis papás Lucía e Hipólito es un triunfo que esté jugando. No puedo creer donde estoy. Poder pisar una cancha y jugar a nivel oficial es un triunfo. Me encanta el fútbol, es un cable a tierra para mí, una pasión”, agregó.

La lejanía

Valeria es una apasionada del fútbol desde pequeña. “Cuando era chica, jugaba sola en Cerro Cóndor. O lo hacía con mayoría de varones más grandes”, expresó. Pero el sueño tenía un límite, marcado por su lugar de nacimiento.

Su aldea, en las últimas décadas, jamás superó la cantidad de 100 habitantes. De hecho, en la actualidad, tiene 44. A eso, se suma el hecho de estar en el corazón geográfico de Chubut, a gran distancia de las ciudades de la provincia.

La baja densidad de población y la lejanía fueron obstáculos que no solo complicaron su pasión futbolera. También dificultaron su estudio.

“La vida es tranquila, pero se sufre bastante al estar alejados de todo. Nos juega una mala pasada la distancia. Cuesta trabajo que nos visiten. Se conoce poco la vida acá y como es el trabajo como es el trabajo en la ruralidad, no contamos con muchos servicios”, comentó. Por citar un caso, el servicio eléctrico es discontinuo.

El estudio

Ese contexto se replica a nivel educativo. “En los noventa, cuando hice la escuela, no había secundario. Cuando terminé la Primera en 1994, al ser portadora de la Bandera, me ofrecieron una beca para estudiar afuera. Elegí Esquel porque era la ciudad más cercana”, describió Valeria.

Al terminar el Secundario, se tomó un año sabático. Y posteriormente, volvió a emigrar en 2001. Partió a Comodoro a estudiar Enfermería en la Universidad San Juan Bosco. “Solo estuve un año por la crisis. No se podía costear mis estudios y tuve que regresar al pueblo”, comentó

“En 2004, empecé a hacer los papeles para ser agente sanitaria y poder trabajar en la aldea. Pude hacerlo y pude ocupar la vacante que dejaba mi tío Luis Pichiñán. Comencé a trabajar en 2005”, comentó.

Con el transcurso de tiempo, Valeria fue perfeccionándose. “Hice una Tecnicatura en Salud Comunitaria, luego estudié enfermería en Bariloche y El Bolsón a distancia, de forma semipresencial. Tuve que hacer residencias en el Bolsón. En febrero de este año, me recibí de Licencia en Enfermería”, remarcó.

“Me desempeñé casi toda mi vida laboral en Cerro Cóndor, salvo dos años en Paso de Indios, entre 2019 y 2020”, recalcó.

“Mi esposo Eduardo Silva, al igual, que toda mi familia, me apoyan en todo proyecto que tengo, tanto en la cancha como en el estudio”, sentenció.

El fútbol

El amor de Valeria por el fútbol nunca disminuyó, pese a no poder practicarlo. Pero hace seis años, la vida dio un giro maravilloso. “Me convocaron para jugar en el Club Deportivo Paso de Indios. Patricia Ñanculeo me invitó. No lo dudé. Era un sueño cumplido. Jamás había hecho una pretemporada, una preparación o un entrenamiento para mejorar
mi técnica”, explicó.

Tras la pandemia, llegó la noticia más deseada. Atlas fue admitido en el torneo femenino de la Liga del Valle. Su base es el Club Deportivo Paso de Indios.

En el primer torneo que jugaron, disputaron las semifinales de la Copa de Plata. Y en el presente certamen, están clasificando a la Copa de Oro, la fase final del torneo que reúne a los ocho mejores equipos del certamen.

Los sueños

“Aspiramos a dejar al club a lo más alto. Jugamos con dedicación, esfuerzo. Nos enfrentamos a rivales con mucha capacidad y preparación. Nos está yendo bien. Ojalá podamos ser campeonas por todo el esfuerzo que hacemos”, explicó. El sueño sigue firme. Este fin de semana, en Rawson, Atlas derrotó por 1-0 a Defensores del Parque.

“Todavía no pude hacer un gol. Pero me estoy preparando para eso. Estoy entrenándome para ese momento. Tengo que aprovechar mejor mis oportunidades. Cuando llegue, me estallará el pecho de alegría. Lo anhelo tanto como en su momento anhelé la posibilidad de jugar”, reseñó.

Esfuerzo titánico

Jugar requiere un esfuerzo extraordinario. Cada partido es una travesía para Valeria, una travesía que se adentra en caminos de tierra y alguna que otra ruta nacional en pésimo estado.

“Tardo seis horas en llegar a Trelew. Una de esas horas es para ir hasta Paso de Indios”, comentó. “Si se puede, salgo el día anterior con el auto. Sino, vuelvo en el día. Es agotador, pero lo disfruto”, narró. “La idea es llegar el día anterior a jugar o estar algunas horas antes. A veces nos ha pasado de llegar sobre la hora y tener que jugar al toque (sic)”, recalcó.

“Para esto, cuento con el apoyo de mi compañera de trabajo, Mabel Pichiñán, le agradezco mucho”, puntualizó. “Ojalá el club pueda tener un transporte propio. Eso nos ayudará mucho. Si yo no puedo ir, cosa que a veces pasa, no puedo llevar a algunas de mis compañeras”, añadió.

Obstáculos superados

Los entrenamientos también presentan dificultades para ella.

“A veces no puedo ir a entrenar con mis compañeras, por las distancias y el trabajo. Cuando eso ocurre, entreno con m marido", describió.

"Y a veces, tampoco puedo ir a los partidos por la misma razón. Pero me respaldan. Me alentaron desde el minuto uno, solo tengo palabras lindas para ellas”, indicó. “Lo mismo aplica para Patricio Ñanculeo y Fernando Ortea, técnico y presidente de Atlas”, añadió Valeria.

“Tampoco puedo dejar de agradecer a mi familia, a mi esposo y a mi hijo Esequías, que está estudiando en Trevelin. Me apoyan todo. Me pongo a pensar lo que pase y lo que viví y no puedo estar más agradecida por el apoyo que me han dado. Es una familia de oro”, concluyó.


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