Un equipo de investigación paranormal de México estaría interesado en investigar la famosa locación del puesto “El Moyano”, ubicado dentro de la estancia “La Laurita”, en la zona sudoeste de Chubut.
Según publicó el portal El Informador del Interior, los especialistas mexicanos tendrían previsto llegar en octubre a Chubut conmovidos por el famosa historia del puesto “embrujado”.
El periodista y artista comodorense Alejandro Aguado es uno de los que más ha investigado sobre “El Moyano” y desde hace varios años viene publicando detalles sobre las historias del lugar: “Es un puesto de estancia que debe su nombre a un empleado llamado Gregorio Moyano, que lo habitó durante años”, contó Aguado.
“El conjunto de edificaciones que lo componen resulta muy peculiar. Por su arquitectura, tamaño, cantidad e instalaciones complementarias, pareciera más apropiado para casco de estancia que para un puesto. Pese a ello está deshabitado. Su enclave también llama la atención, por estar situado en un paraje aislado, solitario y con un entorno muy agreste”, relató Aguado.
“Tras circular una veintena de kilómetros por una huella de meseta, se desciende zigzagueando por un faldeo gredoso hacia un profundo bajo de suelo despojado, que se estira de sur a norte entre cadenas de elevados cerros de cima chata. Durante la primera visita, en el trayecto descendente, lo pasamos de largo, pese a ir atentos al paisaje. Cuando encarábamos el regreso, decepcionados por no encontrarlo, alcancé a ver las edificaciones, situadas en un rincón al pie de un faldeo”.
“Cuando se habla de un ‘puesto’ –continúa Aguado-, se lo asocia con lo acostumbrado en los campos: una edificación modesta, pequeña, de una o dos habitaciones. Este era todo lo contrario: de material sólido, amplios ventanales, con espacio para cocina y varias habitaciones, con un balcón y escalera. A los lados, algunas instalaciones complementarias y muchos arbustos de gran tamaño. El ‘puesto’ original, de ladrillos de adobe y en ruinas, se situaba a las espaldas de la edificación mayor. Un manantial que manaba del faldeo, encausado por medio de caños de hierro y pequeños piletones de cemento, daba vida a un gran árbol".
"Detrás de las casas, sobre el filo de la meseta, se desplegaba un gran picadero que se evidenciaba muy ‘rastrillado’ por buscadores de flechas. Algo alejados, hacia el nacimiento del cañadoncito, afloraban varios manantiales que amagaban formar un modesto arroyito que pronto perdía fuerza y se diluía ahogado en el suelo. Era uno de esos sitios claves para la vida de los pueblos originarios: acceso a agua, la abundancia de grandes arbustos, reparo ante el viento y una vista desde la que se dominaba la totalidad del bajo (y por ello de los animales que lo transitaban, para cazarlos)”.
Aguado aporta datos sobre el mito del puesto “embrujado”: “Los sitios donde resultan más recurrentes las apariciones de seres fantásticos, son aquellos que los originarios habitaron o utilizaban. Existe relación directa entre ambos hechos. Por la fama del lugar, llegamos expectantes ante la posibilidad de ver algo, de presenciar alguna aparición o tener alguna experiencia fuera de lo común. Pero nada sucedió y nos retiramos algo decepcionados. Antes que tétrico, como correspondería a un sitio embrujado, el paraje me resultó triste por la desolación del entorno".
"Pese a que muchos testimonian que nada les pasó en ese lugar, también son muchos los que cuentan experiencias por las que no quisieron regresar. Por ejemplo, se dice que con frecuencia un gaucho fantasmal se acerca al galope, desciende de su caballo y comienza a limpiar las instalaciones. Según parece, se trata de un espectro que gusta del orden y la limpieza. Tal vez por ello, pese al abandono, la casa principal se mantenga en buen estado de conservación”.
“Otro ser que ronda por el lugar con propósitos poco amigables, es el Viento Vivo. Un ejemplo: cuando un grupo de empleados se encontraban preparando un asado dentro de las ruinas del puesto original, tras una intensa jornada de esquila, apareció un pequeño Viento Vivo. Ingresó con violencia por la abertura de la puerta, fue directo al fuego y comenzó a arrojarles brasas ardientes. Mientras se producía un desbande, el asador recitó unas palabras en mapudungun, a la vez que con un cuchillo garabateaba dibujos rituales en el suelo. Resultó efectivo y el ser se alejó de inmediato. Allí quedaron los hombres, sobreponiéndose al susto y las quemaduras”, relata Aguado.
“No estaba en mis planes regresar al Moyano, pero algunos meses después de la primera visita retornamos con Pablo Villagra y Moisés Calderón para filmar parte de un documental (realizado por la UNPSJB). Cerca de comenzar el descenso para acceder al puesto, se notó que el suelo estaba húmedo, por lo cual dejamos los vehículos sobre la meseta. El suelo era de greda y si nos encajábamos con los vehículos, no habría forma de salir. Continuamos a pie e ingresamos por las espaldas del puesto. El frío húmedo penetraba los abrigos y los cerros cercanos estaban blanqueados de nieve. Parte de la filmación se realizó sobre el faldeo, para conseguir imágenes panorámicas. La firmeza del suelo resultaba engañosa y varios terminamos cayendo de espaldas. Al partir, uno de los vehículos de tracción simple se encajó en un huellón lodoso. Durante la segunda visita tampoco vimos nada, aunque nos llevamos de recuerdo la sensación de un frío doloroso y nuestras aventuras con el barro”.
“Se sabe que, para que algo trascienda y se eleve a categoría de mito o leyenda, necesita el aporte de las artes o las ciencias: una canción, un texto, una filmación que lo registre y lo difunda. Luego, es la gente que se lo apropia y hace que circule a nivel sociedad. En el caso de El Moyano, trascendió la fama local a través de la canción ‘El Moyano’, del cantautor Lito Gutiérrez, de la que también se grabaron varias versiones. Cabe señalar que el tema habla de ‘el demonio araucano’, aunque la zona estuvo habitada por los pueblos pre tehuelches y tehuelches”.
“La presencia araucana o mapuche en la zona, se remonta recién a principios del siglo XX. Puede tratarse de una libertad literaria del autor al momento de escribir la canción. El sitio, transformado en leyenda patagónica, también inspiró una puesta escénica que fue presentada en el renombrado festival de Folclore de Cosquín, en la provincia de Córdoba. Entre tanto, el puesto seguirá despertando la imaginación y generando anécdotas”, concluye Aguado, quien aclara algo importante: el acceso al lugar no es libre y la tranquera se encuentra con candado, por lo cual se requiere de un permiso para ingresar.
Fotos: Alejandro Aguado
Un equipo de investigación paranormal de México estaría interesado en investigar la famosa locación del puesto “El Moyano”, ubicado dentro de la estancia “La Laurita”, en la zona sudoeste de Chubut.
Según publicó el portal El Informador del Interior, los especialistas mexicanos tendrían previsto llegar en octubre a Chubut conmovidos por el famosa historia del puesto “embrujado”.
El periodista y artista comodorense Alejandro Aguado es uno de los que más ha investigado sobre “El Moyano” y desde hace varios años viene publicando detalles sobre las historias del lugar: “Es un puesto de estancia que debe su nombre a un empleado llamado Gregorio Moyano, que lo habitó durante años”, contó Aguado.
“El conjunto de edificaciones que lo componen resulta muy peculiar. Por su arquitectura, tamaño, cantidad e instalaciones complementarias, pareciera más apropiado para casco de estancia que para un puesto. Pese a ello está deshabitado. Su enclave también llama la atención, por estar situado en un paraje aislado, solitario y con un entorno muy agreste”, relató Aguado.
“Tras circular una veintena de kilómetros por una huella de meseta, se desciende zigzagueando por un faldeo gredoso hacia un profundo bajo de suelo despojado, que se estira de sur a norte entre cadenas de elevados cerros de cima chata. Durante la primera visita, en el trayecto descendente, lo pasamos de largo, pese a ir atentos al paisaje. Cuando encarábamos el regreso, decepcionados por no encontrarlo, alcancé a ver las edificaciones, situadas en un rincón al pie de un faldeo”.
“Cuando se habla de un ‘puesto’ –continúa Aguado-, se lo asocia con lo acostumbrado en los campos: una edificación modesta, pequeña, de una o dos habitaciones. Este era todo lo contrario: de material sólido, amplios ventanales, con espacio para cocina y varias habitaciones, con un balcón y escalera. A los lados, algunas instalaciones complementarias y muchos arbustos de gran tamaño. El ‘puesto’ original, de ladrillos de adobe y en ruinas, se situaba a las espaldas de la edificación mayor. Un manantial que manaba del faldeo, encausado por medio de caños de hierro y pequeños piletones de cemento, daba vida a un gran árbol".
"Detrás de las casas, sobre el filo de la meseta, se desplegaba un gran picadero que se evidenciaba muy ‘rastrillado’ por buscadores de flechas. Algo alejados, hacia el nacimiento del cañadoncito, afloraban varios manantiales que amagaban formar un modesto arroyito que pronto perdía fuerza y se diluía ahogado en el suelo. Era uno de esos sitios claves para la vida de los pueblos originarios: acceso a agua, la abundancia de grandes arbustos, reparo ante el viento y una vista desde la que se dominaba la totalidad del bajo (y por ello de los animales que lo transitaban, para cazarlos)”.
Aguado aporta datos sobre el mito del puesto “embrujado”: “Los sitios donde resultan más recurrentes las apariciones de seres fantásticos, son aquellos que los originarios habitaron o utilizaban. Existe relación directa entre ambos hechos. Por la fama del lugar, llegamos expectantes ante la posibilidad de ver algo, de presenciar alguna aparición o tener alguna experiencia fuera de lo común. Pero nada sucedió y nos retiramos algo decepcionados. Antes que tétrico, como correspondería a un sitio embrujado, el paraje me resultó triste por la desolación del entorno".
"Pese a que muchos testimonian que nada les pasó en ese lugar, también son muchos los que cuentan experiencias por las que no quisieron regresar. Por ejemplo, se dice que con frecuencia un gaucho fantasmal se acerca al galope, desciende de su caballo y comienza a limpiar las instalaciones. Según parece, se trata de un espectro que gusta del orden y la limpieza. Tal vez por ello, pese al abandono, la casa principal se mantenga en buen estado de conservación”.
“Otro ser que ronda por el lugar con propósitos poco amigables, es el Viento Vivo. Un ejemplo: cuando un grupo de empleados se encontraban preparando un asado dentro de las ruinas del puesto original, tras una intensa jornada de esquila, apareció un pequeño Viento Vivo. Ingresó con violencia por la abertura de la puerta, fue directo al fuego y comenzó a arrojarles brasas ardientes. Mientras se producía un desbande, el asador recitó unas palabras en mapudungun, a la vez que con un cuchillo garabateaba dibujos rituales en el suelo. Resultó efectivo y el ser se alejó de inmediato. Allí quedaron los hombres, sobreponiéndose al susto y las quemaduras”, relata Aguado.
“No estaba en mis planes regresar al Moyano, pero algunos meses después de la primera visita retornamos con Pablo Villagra y Moisés Calderón para filmar parte de un documental (realizado por la UNPSJB). Cerca de comenzar el descenso para acceder al puesto, se notó que el suelo estaba húmedo, por lo cual dejamos los vehículos sobre la meseta. El suelo era de greda y si nos encajábamos con los vehículos, no habría forma de salir. Continuamos a pie e ingresamos por las espaldas del puesto. El frío húmedo penetraba los abrigos y los cerros cercanos estaban blanqueados de nieve. Parte de la filmación se realizó sobre el faldeo, para conseguir imágenes panorámicas. La firmeza del suelo resultaba engañosa y varios terminamos cayendo de espaldas. Al partir, uno de los vehículos de tracción simple se encajó en un huellón lodoso. Durante la segunda visita tampoco vimos nada, aunque nos llevamos de recuerdo la sensación de un frío doloroso y nuestras aventuras con el barro”.
“Se sabe que, para que algo trascienda y se eleve a categoría de mito o leyenda, necesita el aporte de las artes o las ciencias: una canción, un texto, una filmación que lo registre y lo difunda. Luego, es la gente que se lo apropia y hace que circule a nivel sociedad. En el caso de El Moyano, trascendió la fama local a través de la canción ‘El Moyano’, del cantautor Lito Gutiérrez, de la que también se grabaron varias versiones. Cabe señalar que el tema habla de ‘el demonio araucano’, aunque la zona estuvo habitada por los pueblos pre tehuelches y tehuelches”.
“La presencia araucana o mapuche en la zona, se remonta recién a principios del siglo XX. Puede tratarse de una libertad literaria del autor al momento de escribir la canción. El sitio, transformado en leyenda patagónica, también inspiró una puesta escénica que fue presentada en el renombrado festival de Folclore de Cosquín, en la provincia de Córdoba. Entre tanto, el puesto seguirá despertando la imaginación y generando anécdotas”, concluye Aguado, quien aclara algo importante: el acceso al lugar no es libre y la tranquera se encuentra con candado, por lo cual se requiere de un permiso para ingresar.
Fotos: Alejandro Aguado