Un cara a cara con el dictador Lanusse tres meses antes de la matanza

La viuda de Humberto Toschi detalló una reunión de los familiares de presos políticos con el presidente de facto en Rawson. Le pidieron acelerar los procesos y terminar con las torturas. Años después la testigo entendió que la visita presidencial fue una punta de lanza para preparar el terreno.

Jueces. Guanziroli y De Diego durante una proyección en Rawson.
23 AGO 2022 - 16:12 | Actualizado 23 AGO 2022 - 16:13

Ilda Bonardi de Toschi brindaría un dato clave e inédito: una reunión en Rawson con el presidente de facto Agustín Lanusse. El encuentro se concretó en Casa de Gobierno, en la primera quincena de mayo de 1972, 3 meses antes de la Masacre. Enterados de su visita a Chubut, familiares de los presos políticos de la Unidad 6 pidieron una audiencia que el militar concedió. Estuvieron los ministros del Interior, Arturo Mor Roig, y de Bienestar Social, Francisco Manrique, ambos del gabinete de la dictadura. Bonardi agregó la presencia de Nores Martínez, ministro de Bienestar Social en Chubut.

“Le pedimos a Lanusse que se aceleren los procesos contra los presos políticos y que volvieran a tener a sus jueces naturales ya que entonces estaban a disposición de la Cámara Federal (conocida como ´Camarón´)”, declaró la viuda. Le exigieron que no haya más torturas a los detenidos en cárceles y comisarías.
Lanusse respondió entonces que los presos seguirían bajo jurisdicción de esa Cámara porque era decisión tomada. Pero a cambio –de acuerdo a la versión- garantizó a sus familiares la integridad física de los militantes. “Lo que en apariencia fue lo más positivo que nos dijo, resultó ser la gran mentira a juzgar por lo que sucedió después”.

Cuarenta años después, Bonardi dijo que esa visita de Lanusse en realidad se organizó como un reconocimiento del área para preparar el operativo de eliminación de los guerrilleros. “Vinieron a ver el terreno para saber en qué condiciones estaba y saber cómo terminar de cortar sus vínculos, aislarlos más o desaparecerlos”.
“No me cabe duda de que la decisión de fusilarlos fue parte de un plan ordenado, muy bien pensado y tramado para asestar un golpe a quienes burlaron las decisiones del poder militar”. Para la viuda de Toschi, mediante los fusilamientos la dictadura “logró instalar la pedagogía del terror que ya practicaban y no me cabe ninguna duda de que fue la génesis del terrorismo de Estado que se comprobó después”.

El tribunal también citaría como testigo a Eduardo Toschi, cuñado de Hilda. Es porque después de los fusilamientos, el hermano del fusilado reconoció su cuerpo en una comisaría y una escribana que lo acompañaba certificó sus heridas en una escritura oficial: 2 balazos sin orificio de salida en el abdomen, magulladuras en el hombro y en las rodillas y maceramiento en los dedos. “La mortaja estaba completamente empapada de sangre”, dijo Hilda. “Y cuando esos datos se cotejan con las autopsias de Rubén Bonet y otros testimonios, se verifica que los disparos vinieron de un solo lado”.

Durante los días del juicio, en la puerta del Hotel Touring Club de Trelew, la viuda de Toschi debió cederle el paso a “un señor anciano de bastón”, describió. Era Jorge Bautista, el marino que investigó los fusilamientos y que está acusado de encubrirlos. Lo acompañaba su abogado, Gerardo Ibáñez. “Tuve que soportar cruzarme con uno de los partícipes del asesinato de mi marido, que encima anda libre por la calle”, se quejó la testigo. El dato causó un silencio profundo en las 50 personas que escucharon el testimonio, con muchos jóvenes de La Cámpora incluidos.

Con copias de Jornada en la mano, aseguró que los familiares que participan del juicio “tenemos mucho miedo” cuando leen que “una institución como la Armada tiene como héroe a Sosa, a un asesino, porque si tienen como héroe a alguien así quiere decir que lo van a proteger y que van a destruir a todos aquellos que lo puedan atacar”.
“No tengo ningún vínculo con estas personas”, le dijo Bonardi al juez Guanziroli cuando le preguntó por su relación con los acusados. Juró decir la verdad “por la memoria de los fusilados y por el compromiso y solidaridad que mostró el pueblo de Trelew”.

Sobre el final, mirando fijo al tribunal, Bonardi se envalentonó: “Aunque tengamos miedo vamos a atacar a estos héroes. Ellos tienen a sus familias pero yo tengo un hijo sin padre y un nieto sin abuelo. Tuve que reinventarme cada día y por eso les pido encarecidamente que aceleren este proceso hasta llegar a una condena, y que la cumplan como corresponde”.
Recordó que Roberto Bravo no lograba ser extraditado de EE.UU. y que Horacio Mayorga había quedado fuera del juicio por razones de salud. “No queremos restar más imputados y que tengan un juicio como no tuvieron los fusilados”.
Tras unas tres horas de testimonio, bajó del escenario con brillo en los ojos pero tranquila. Ayer, hoy y siempre será una referencia de los familiares de la Masacre.#

Jueces. Guanziroli y De Diego durante una proyección en Rawson.
23 AGO 2022 - 16:12

Ilda Bonardi de Toschi brindaría un dato clave e inédito: una reunión en Rawson con el presidente de facto Agustín Lanusse. El encuentro se concretó en Casa de Gobierno, en la primera quincena de mayo de 1972, 3 meses antes de la Masacre. Enterados de su visita a Chubut, familiares de los presos políticos de la Unidad 6 pidieron una audiencia que el militar concedió. Estuvieron los ministros del Interior, Arturo Mor Roig, y de Bienestar Social, Francisco Manrique, ambos del gabinete de la dictadura. Bonardi agregó la presencia de Nores Martínez, ministro de Bienestar Social en Chubut.

“Le pedimos a Lanusse que se aceleren los procesos contra los presos políticos y que volvieran a tener a sus jueces naturales ya que entonces estaban a disposición de la Cámara Federal (conocida como ´Camarón´)”, declaró la viuda. Le exigieron que no haya más torturas a los detenidos en cárceles y comisarías.
Lanusse respondió entonces que los presos seguirían bajo jurisdicción de esa Cámara porque era decisión tomada. Pero a cambio –de acuerdo a la versión- garantizó a sus familiares la integridad física de los militantes. “Lo que en apariencia fue lo más positivo que nos dijo, resultó ser la gran mentira a juzgar por lo que sucedió después”.

Cuarenta años después, Bonardi dijo que esa visita de Lanusse en realidad se organizó como un reconocimiento del área para preparar el operativo de eliminación de los guerrilleros. “Vinieron a ver el terreno para saber en qué condiciones estaba y saber cómo terminar de cortar sus vínculos, aislarlos más o desaparecerlos”.
“No me cabe duda de que la decisión de fusilarlos fue parte de un plan ordenado, muy bien pensado y tramado para asestar un golpe a quienes burlaron las decisiones del poder militar”. Para la viuda de Toschi, mediante los fusilamientos la dictadura “logró instalar la pedagogía del terror que ya practicaban y no me cabe ninguna duda de que fue la génesis del terrorismo de Estado que se comprobó después”.

El tribunal también citaría como testigo a Eduardo Toschi, cuñado de Hilda. Es porque después de los fusilamientos, el hermano del fusilado reconoció su cuerpo en una comisaría y una escribana que lo acompañaba certificó sus heridas en una escritura oficial: 2 balazos sin orificio de salida en el abdomen, magulladuras en el hombro y en las rodillas y maceramiento en los dedos. “La mortaja estaba completamente empapada de sangre”, dijo Hilda. “Y cuando esos datos se cotejan con las autopsias de Rubén Bonet y otros testimonios, se verifica que los disparos vinieron de un solo lado”.

Durante los días del juicio, en la puerta del Hotel Touring Club de Trelew, la viuda de Toschi debió cederle el paso a “un señor anciano de bastón”, describió. Era Jorge Bautista, el marino que investigó los fusilamientos y que está acusado de encubrirlos. Lo acompañaba su abogado, Gerardo Ibáñez. “Tuve que soportar cruzarme con uno de los partícipes del asesinato de mi marido, que encima anda libre por la calle”, se quejó la testigo. El dato causó un silencio profundo en las 50 personas que escucharon el testimonio, con muchos jóvenes de La Cámpora incluidos.

Con copias de Jornada en la mano, aseguró que los familiares que participan del juicio “tenemos mucho miedo” cuando leen que “una institución como la Armada tiene como héroe a Sosa, a un asesino, porque si tienen como héroe a alguien así quiere decir que lo van a proteger y que van a destruir a todos aquellos que lo puedan atacar”.
“No tengo ningún vínculo con estas personas”, le dijo Bonardi al juez Guanziroli cuando le preguntó por su relación con los acusados. Juró decir la verdad “por la memoria de los fusilados y por el compromiso y solidaridad que mostró el pueblo de Trelew”.

Sobre el final, mirando fijo al tribunal, Bonardi se envalentonó: “Aunque tengamos miedo vamos a atacar a estos héroes. Ellos tienen a sus familias pero yo tengo un hijo sin padre y un nieto sin abuelo. Tuve que reinventarme cada día y por eso les pido encarecidamente que aceleren este proceso hasta llegar a una condena, y que la cumplan como corresponde”.
Recordó que Roberto Bravo no lograba ser extraditado de EE.UU. y que Horacio Mayorga había quedado fuera del juicio por razones de salud. “No queremos restar más imputados y que tengan un juicio como no tuvieron los fusilados”.
Tras unas tres horas de testimonio, bajó del escenario con brillo en los ojos pero tranquila. Ayer, hoy y siempre será una referencia de los familiares de la Masacre.#


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