Soto, un mecánico romántico y olvidado

Lo arrancaron del barrio La Laguna y le quitaron la libertad, “que no se paga ni con todo el oro del mundo”. Dice que no muchos se acuerdan de él pero que su detención sirvió para la búsqueda de la democracia.

09 OCT 2022 - 19:10 | Actualizado 09 OCT 2022 - 19:20

Mecánico vial toda la vida, el chileno Sergio Soto tiene 68 años y está jubilado. La cervical comenzó a molestarlo y ceba mate con cuidado. Pregunta cómo está el agua. Se toma su tiempo para hablar. Así como lo ve, manso, el 11 de octubre del ´72 vivía en barrio La Laguna y era todo un cuadro del Partido Comunista en Trelew. Un tipo bravo. Leía mucho sobre Rusia y Cuba. Su casa estaba en el terreno que hoy ocupa la terminal de ómnibus. Trabajaba en una tornería.

Esa madrugada dormía y los militares le tiraron la puerta abajo. Lo arrancaron de la cama y si no es por su esposa Clementina (ver foto), al camión lo suben en calzoncillos. La mujer le avisó de inmediato a la familia, que se desesperó. No era la primera vez: había estado preso en la Unidad 6 de Rawson. Antes trabajó en la Municipalidad de Comodoro Rivadavia, donde se radicó con sus padres.

“Siempre anduve como mecánico de equipos pesados. En mi juventud fui petrolero y después anduve muchos años en construcción de caminos”. Apenas pisó Argentina le dio por interesarse en las luchas sociales, que llevaban a la política. “De joven uno tiene inquietudes de participar y de pelear por lo que se sigue peleando hasta hoy en todos los países: la salud, la educación pública y gratuita, la vivienda, todo lo que tiene que ver con el progreso”. Del ´72 no recuerda tanto. Le gusta el hoy. “Toda persona es amante de la libertad y de los procesos democráticos en nuestra América y en el mundo”, remata. Si vuelve a octubre, lo define como “una época jodida, en la cual había miedo, no puedo decir que no porque era muy duro. Ahora cualquiera puede salir a la calle, manifestarse y decir no me gusta tal cosa, protestar.

En esa época había que animarse. Estaba todo prohibido”. Estas ideas lo encaminaron al PC, a las pintadas, a la militancia. “Uno tiene algunas tendencias y yo lo veía bueno para la clase trabajadora”.

-¿Lo sorprendió la detención?
-Sentí miedo. Después vino el Trelewazo, porque el pueblo pedía que nos liberaran. Esa reacción no me sorprendió mucho porque el pueblo ya no soportaba más todo aquello. Si salió a la calle a pedir por su gente tiene que haber sido algo espontáneo. Su familia se turnó para participar de las asambleas. Temían lo peor: una desaparición. Nada en la comisaría, nada en ningún lado. Las puertas cerradas para los Soto. Su hermano Mario marchaba armado con un martillo de tapicero. El regreso de Sergio fue el de todos: besos, abrazos, plaza llena, emoción.

Para él fue un alegrón. No le pegaron. Pero igual el paso por el penal de Devoto le dejó una marca. “Todo encierro se hace largo porque el hombre está hecho para vivir en libertad, y la libertad no tiene precio, no se paga con nada, ni con todo el oro del mundo. Son momentos muy duros para cualquiera que los haya vivido. Ni hay ganas de nada”. Su trabajo en el PC se redujo a cero. Hubo consejos de la familia para parar la mano, evitar riesgos innecesarios. “No milité nunca más. Aparte por mi trabajo ya no estaba en la ciudad, siempre afuera, en campamentos, y es una vida dura. Uno queda mal”. La distancia y la inactividad lograron que la represión lo deje tranquilo.

¿Le quedó rencor con los militares?
-No, no creo que todos actúen de la misma forma. Si uno mira en otros lugares, las mismas Fuerzas Armadas están del lado de su pueblo, como en Venezuela. Esos son los gobiernos populares elegidos democráticamente por la inmensa mayoría. A 40 años, cree que aquella experiencia colectiva “sirvió para lo que estamos viviendo ahora; tal vez nosotros éramos pocos, éramos nada, pero había otro movimiento en el país y todos peleaban por lo mismo: una vida mejor”. Como buen hombre reservado, a sus hijos Boris y Tania les contó lo justo y necesario de su detención. Para qué darles problemas.

-¿Alguna vez se sintió olvidado?
-Sí, porque pasaron muchos años. Tal vez eso del olvido fue por los momentos duros que se vivían. Pero lo importante es que tenemos democracia y que se consolide. Su hermano Mario dirá que Sergio “no habla mucho más de lo que sabe, pero interiormente tiene fortaleza porque las cosas que hizo no las hace cualquiera”. Y que no es raro que se sienta olvidado. “Sucede que como socialistas fueron totalmente marginados. El peronismo nunca quiso al socialismo, se portaron realmente mal y por eso a veces se siente triste y amargado”. Aquel cuadro del PC había luchado para otra cosa. “Ahora pelea cada cual por su rebaño y es horrible. Acá si no sos peronista no valés nada”. Introvertido y amable, Sergio ceba otro mate y se disculpa por los detalles. Confiesa que le cuesta hacer memoria, rebobinar, que no tiene tantos estudios para expresarse mejor. Sergio no sabe que lo dijo todo. #

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09 OCT 2022 - 19:10

Mecánico vial toda la vida, el chileno Sergio Soto tiene 68 años y está jubilado. La cervical comenzó a molestarlo y ceba mate con cuidado. Pregunta cómo está el agua. Se toma su tiempo para hablar. Así como lo ve, manso, el 11 de octubre del ´72 vivía en barrio La Laguna y era todo un cuadro del Partido Comunista en Trelew. Un tipo bravo. Leía mucho sobre Rusia y Cuba. Su casa estaba en el terreno que hoy ocupa la terminal de ómnibus. Trabajaba en una tornería.

Esa madrugada dormía y los militares le tiraron la puerta abajo. Lo arrancaron de la cama y si no es por su esposa Clementina (ver foto), al camión lo suben en calzoncillos. La mujer le avisó de inmediato a la familia, que se desesperó. No era la primera vez: había estado preso en la Unidad 6 de Rawson. Antes trabajó en la Municipalidad de Comodoro Rivadavia, donde se radicó con sus padres.

“Siempre anduve como mecánico de equipos pesados. En mi juventud fui petrolero y después anduve muchos años en construcción de caminos”. Apenas pisó Argentina le dio por interesarse en las luchas sociales, que llevaban a la política. “De joven uno tiene inquietudes de participar y de pelear por lo que se sigue peleando hasta hoy en todos los países: la salud, la educación pública y gratuita, la vivienda, todo lo que tiene que ver con el progreso”. Del ´72 no recuerda tanto. Le gusta el hoy. “Toda persona es amante de la libertad y de los procesos democráticos en nuestra América y en el mundo”, remata. Si vuelve a octubre, lo define como “una época jodida, en la cual había miedo, no puedo decir que no porque era muy duro. Ahora cualquiera puede salir a la calle, manifestarse y decir no me gusta tal cosa, protestar.

En esa época había que animarse. Estaba todo prohibido”. Estas ideas lo encaminaron al PC, a las pintadas, a la militancia. “Uno tiene algunas tendencias y yo lo veía bueno para la clase trabajadora”.

-¿Lo sorprendió la detención?
-Sentí miedo. Después vino el Trelewazo, porque el pueblo pedía que nos liberaran. Esa reacción no me sorprendió mucho porque el pueblo ya no soportaba más todo aquello. Si salió a la calle a pedir por su gente tiene que haber sido algo espontáneo. Su familia se turnó para participar de las asambleas. Temían lo peor: una desaparición. Nada en la comisaría, nada en ningún lado. Las puertas cerradas para los Soto. Su hermano Mario marchaba armado con un martillo de tapicero. El regreso de Sergio fue el de todos: besos, abrazos, plaza llena, emoción.

Para él fue un alegrón. No le pegaron. Pero igual el paso por el penal de Devoto le dejó una marca. “Todo encierro se hace largo porque el hombre está hecho para vivir en libertad, y la libertad no tiene precio, no se paga con nada, ni con todo el oro del mundo. Son momentos muy duros para cualquiera que los haya vivido. Ni hay ganas de nada”. Su trabajo en el PC se redujo a cero. Hubo consejos de la familia para parar la mano, evitar riesgos innecesarios. “No milité nunca más. Aparte por mi trabajo ya no estaba en la ciudad, siempre afuera, en campamentos, y es una vida dura. Uno queda mal”. La distancia y la inactividad lograron que la represión lo deje tranquilo.

¿Le quedó rencor con los militares?
-No, no creo que todos actúen de la misma forma. Si uno mira en otros lugares, las mismas Fuerzas Armadas están del lado de su pueblo, como en Venezuela. Esos son los gobiernos populares elegidos democráticamente por la inmensa mayoría. A 40 años, cree que aquella experiencia colectiva “sirvió para lo que estamos viviendo ahora; tal vez nosotros éramos pocos, éramos nada, pero había otro movimiento en el país y todos peleaban por lo mismo: una vida mejor”. Como buen hombre reservado, a sus hijos Boris y Tania les contó lo justo y necesario de su detención. Para qué darles problemas.

-¿Alguna vez se sintió olvidado?
-Sí, porque pasaron muchos años. Tal vez eso del olvido fue por los momentos duros que se vivían. Pero lo importante es que tenemos democracia y que se consolide. Su hermano Mario dirá que Sergio “no habla mucho más de lo que sabe, pero interiormente tiene fortaleza porque las cosas que hizo no las hace cualquiera”. Y que no es raro que se sienta olvidado. “Sucede que como socialistas fueron totalmente marginados. El peronismo nunca quiso al socialismo, se portaron realmente mal y por eso a veces se siente triste y amargado”. Aquel cuadro del PC había luchado para otra cosa. “Ahora pelea cada cual por su rebaño y es horrible. Acá si no sos peronista no valés nada”. Introvertido y amable, Sergio ceba otro mate y se disculpa por los detalles. Confiesa que le cuesta hacer memoria, rebobinar, que no tiene tantos estudios para expresarse mejor. Sergio no sabe que lo dijo todo. #


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