Un Ford T hecho en la Primera Guerra Mundial es la nueva atracción en el Museo del Petróleo

La vieja camioneta se fabricó en serie en el año 1917. Se convirtió en símbolo de una época. Fue presentada en público, el pasado 13 de diciembre.
18 DIC 2022 - 20:25 | Actualizado 18 DIC 2022 - 20:26

Por Ismael Tebes

El Ford T encarnaba el modelo americano, el auto hecho en serie y al alcance de todos; una pieza de la revolución industrial y de la mecánica aplicada a la cotidianidad. Para Daniel Barilá, profesor y jefe del Departamento Mecánica, encarna un viaje por el tiempo y un soplo mismo de su propia historia.
Hecho en 1917, plena Primera Guerra Mundial, el auto permanecía expuesto como patrimonio del Museo Nacional del Petróleo y a partir de un pedido expreso del Departamento, se trasladó a los talleres de la Universidad a fines del 2017 para “resucitarlo” integralmente. “Se desarmó de punta a punta todo lo mecánico y empezamos a reparar cosas que inclusive no se veían. El motor se arrancó el año pasado en un banco de pruebas, el chasis estaba fisurado y le arreglamos un sistema de frenos hidráulico. Este año nos propusimos tenerlo andando y coincidiendo con el Día del Petróleo”, explicó Barilá quien manejó ésta pieza original en las primeras pruebas en los alrededores de la Universidad en Km. 4.

El auto empezó a fabricarse en 1908 y la mecánica fue idéntica hasta 1927 por lo que la consigna en éste proceso era no utilizar mecánica moderna y nada diferente que altere el funcionamiento. Dispone de un arranque manual “a manivela”; la caja tiene solo dos cambios hacia adelante: una primera de fuerza y una directa además de marcha atrás.

“Tiene un motor de 2.9 litros y 20 HP es decir que tiene poca relación de compresión y pocas vueltas. Tiene un ruido muy particular ya que cuando regula fácilmente se le pueden contar las vueltas al motor lo que es parte del encanto de esa época”.

Con piezas fabricadas en la tornería de la unidad (a excepción de la junta de tapa de cilindros y la tapa de carter originales) y otras “injertadas “ que no afectan su originalidad. Además para las ruedas con rayos de madera se apeló a cubiertas traídas de Córdoba siempre respetando el sentido de originalidad.
“El motor es muy confiable, con cuatro cilindros con válvulas y bujías. Era modesto y sencillo pero con un diseño relativamente moderno y evidentemente muy confiable”, explicó. La decisión de las directoras del Museo, Adriana Nillni y Graciela Ronconi motorizó la idea a la que le pusieron manos a la obra el equipo integrado por Santiago Barrios; Silvio Almonacid, Orlando Herrera, Naomí Cortés, Germán Soria y Alejandro Münnemann.

La originalidad de la camioneta Ford T incluye la sonoridad de una bocina también con historia. “El motor tiene un generador de corriente alterna que alimenta el sistema eléctrico y el encendido sin ningún tipo de regulación. La bocina tiene un diafragma de chapa y un electroimán. Si el auto va rápido, el sonido es más agudo es decir que dependiendo de la velocidad es el tono de la bocina a lo igual que las luces. Inclusive tiene dos luces de posición que son farolitos a kerosene que cumplían las veces de posición o de emergencia si había alguna falla y en caso de quedarse parado, permitía tener luz antes de que arranque”.

Barilá relaciona la estética del Ford T con las antiguas películas del cine mudo protagonizadas por Charles Chaplin. Y hasta lo consideró más apropiado que el mismísimo DeLorean de “Volver al futuro” para viajar en el tiempo. “Era el auto típico de la época, muy popular y con muchas historias. Henry Ford le subió el sueldo a sus empleados por ejemplo, sin que se lo pidan porque quería tener a los mejores mecánicos y que el mismo personal, le comprara un auto. La cadena de montaje inspiró “Tiempos modernos” inclusive con una personificación muy cercana al propio Ford”.

Los autos antiguos tienen consigo una atracción que a veces no se explica. Hay para todos los gustos: evolución, mecánica, raíces familiares, tradiciones y miradas sociales diversas.

Daniel Barilá, criado en Kilómetro Cinco e ingeniero mecánico doctorado en España se asume como un “fanático” de los autos clásicos. “Fue el primer auto que tuvo mi papá” explica para recrear las miradas curiosas de su infancia. “Se manejaba muy distinto; tenía pedales. Había otras marcas que tenían sistemas parecidos porque en los autos de 1910 y 1920 cada marca se manejaba de manera muy distinta a otra. Algunos tenían cuatro pedales y dos palancas. Después en los ’30 empezaron a ser todos medio parecidos tal como estamos acostumbrados con caja manual”.

El Ford T, una joyita del Museo del Petróleo, es representativo de la primera época de Enrique Mosconi e inclusive de Fuchs y Beghin en la época del descubrimiento mismo del petróleo. Y hasta puede relacionarse con la importancia estratégica del hallazgo. “Cuando el petróleo se descubre, los autos casi no existían. En muchos lugares la posibilidad del combustible más barato permitió la popularización de la industria automotriz”.#

La vieja camioneta se fabricó en serie en el año 1917. Se convirtió en símbolo de una época. Fue presentada en público, el pasado 13 de diciembre.
18 DIC 2022 - 20:25

Por Ismael Tebes

El Ford T encarnaba el modelo americano, el auto hecho en serie y al alcance de todos; una pieza de la revolución industrial y de la mecánica aplicada a la cotidianidad. Para Daniel Barilá, profesor y jefe del Departamento Mecánica, encarna un viaje por el tiempo y un soplo mismo de su propia historia.
Hecho en 1917, plena Primera Guerra Mundial, el auto permanecía expuesto como patrimonio del Museo Nacional del Petróleo y a partir de un pedido expreso del Departamento, se trasladó a los talleres de la Universidad a fines del 2017 para “resucitarlo” integralmente. “Se desarmó de punta a punta todo lo mecánico y empezamos a reparar cosas que inclusive no se veían. El motor se arrancó el año pasado en un banco de pruebas, el chasis estaba fisurado y le arreglamos un sistema de frenos hidráulico. Este año nos propusimos tenerlo andando y coincidiendo con el Día del Petróleo”, explicó Barilá quien manejó ésta pieza original en las primeras pruebas en los alrededores de la Universidad en Km. 4.

El auto empezó a fabricarse en 1908 y la mecánica fue idéntica hasta 1927 por lo que la consigna en éste proceso era no utilizar mecánica moderna y nada diferente que altere el funcionamiento. Dispone de un arranque manual “a manivela”; la caja tiene solo dos cambios hacia adelante: una primera de fuerza y una directa además de marcha atrás.

“Tiene un motor de 2.9 litros y 20 HP es decir que tiene poca relación de compresión y pocas vueltas. Tiene un ruido muy particular ya que cuando regula fácilmente se le pueden contar las vueltas al motor lo que es parte del encanto de esa época”.

Con piezas fabricadas en la tornería de la unidad (a excepción de la junta de tapa de cilindros y la tapa de carter originales) y otras “injertadas “ que no afectan su originalidad. Además para las ruedas con rayos de madera se apeló a cubiertas traídas de Córdoba siempre respetando el sentido de originalidad.
“El motor es muy confiable, con cuatro cilindros con válvulas y bujías. Era modesto y sencillo pero con un diseño relativamente moderno y evidentemente muy confiable”, explicó. La decisión de las directoras del Museo, Adriana Nillni y Graciela Ronconi motorizó la idea a la que le pusieron manos a la obra el equipo integrado por Santiago Barrios; Silvio Almonacid, Orlando Herrera, Naomí Cortés, Germán Soria y Alejandro Münnemann.

La originalidad de la camioneta Ford T incluye la sonoridad de una bocina también con historia. “El motor tiene un generador de corriente alterna que alimenta el sistema eléctrico y el encendido sin ningún tipo de regulación. La bocina tiene un diafragma de chapa y un electroimán. Si el auto va rápido, el sonido es más agudo es decir que dependiendo de la velocidad es el tono de la bocina a lo igual que las luces. Inclusive tiene dos luces de posición que son farolitos a kerosene que cumplían las veces de posición o de emergencia si había alguna falla y en caso de quedarse parado, permitía tener luz antes de que arranque”.

Barilá relaciona la estética del Ford T con las antiguas películas del cine mudo protagonizadas por Charles Chaplin. Y hasta lo consideró más apropiado que el mismísimo DeLorean de “Volver al futuro” para viajar en el tiempo. “Era el auto típico de la época, muy popular y con muchas historias. Henry Ford le subió el sueldo a sus empleados por ejemplo, sin que se lo pidan porque quería tener a los mejores mecánicos y que el mismo personal, le comprara un auto. La cadena de montaje inspiró “Tiempos modernos” inclusive con una personificación muy cercana al propio Ford”.

Los autos antiguos tienen consigo una atracción que a veces no se explica. Hay para todos los gustos: evolución, mecánica, raíces familiares, tradiciones y miradas sociales diversas.

Daniel Barilá, criado en Kilómetro Cinco e ingeniero mecánico doctorado en España se asume como un “fanático” de los autos clásicos. “Fue el primer auto que tuvo mi papá” explica para recrear las miradas curiosas de su infancia. “Se manejaba muy distinto; tenía pedales. Había otras marcas que tenían sistemas parecidos porque en los autos de 1910 y 1920 cada marca se manejaba de manera muy distinta a otra. Algunos tenían cuatro pedales y dos palancas. Después en los ’30 empezaron a ser todos medio parecidos tal como estamos acostumbrados con caja manual”.

El Ford T, una joyita del Museo del Petróleo, es representativo de la primera época de Enrique Mosconi e inclusive de Fuchs y Beghin en la época del descubrimiento mismo del petróleo. Y hasta puede relacionarse con la importancia estratégica del hallazgo. “Cuando el petróleo se descubre, los autos casi no existían. En muchos lugares la posibilidad del combustible más barato permitió la popularización de la industria automotriz”.#