“Lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer”. La frase muchas veces utilizada en análisis políticos, atribuida tanto al filósofo y sociólogo italiano Antonio Gramsci como al dramaturgo alemán Bertolt Brecht, suele servir para describir con crudeza cualquier tipo de crisis política pero también muchos momentos históricos.
Gramsci fue un poco más allá en su idea: “En ese interregno (entre que lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer) es donde surgen los monstruos”. La historia política argentina le viene dando la razón, una y otra vez. El resurgimiento de la ultraderecha, esta vez encaramada en los sectores juveniles y liderados por el discurso de un intolerante como Javier Milei, con aspecto de “rockstar” pero rictus fascista, da cuenta de ello.
Está tan abierto, impredecible y cambiante el panorama que nadie puede arriesgar qué puede pasar. Los que hace algunos meses se relamían con un casi seguro triunfo de la alianza Juntos por el Cambio, empezaron a desensillar porque la multiplicidad de hechos políticos no permite dar nada por seguro. La oposición está teniendo muchas dificultades para ordenar las aspiraciones de tantos presidenciables y el oficialismo no puede gestionar y masticar chicle a la vez.
La tensa puja entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, que incluye carpetazos y tiros en el pie; Mauricio Macri poniendo condiciones como si fuera un patrón de estancia; y los popes del radicalismo compitiendo por demostrar quién es más funcional al PRO, no le permiten a “los republicanos más locos del mundo” cerrar una oferta electoral que garantice el triunfo.
Del otro lado, el “renunciamiento” del viernes de Alberto Fernández liberó un poco de presión al Frente de Todos. El Presidente entendió que era menos indecoroso quedar en la historia como un mandatario que no buscó su reelección que como uno que al que echaron a patadas en las urnas, como a Mauricio Macri.
Ahora, el dilema parecería estar entre tener una chance mínima con Cristina en la lista; o ir mansos a una derrota amplia que le entregue el país a los que vienen a hacer lo mismo que ya hicieron, pero más rápido.
El mensaje de Trelew
El resultado de las elecciones de Trelew fue apenas una muestra de lo que está sucediendo en la sociedad, que viene exigiendo cambios a diestra y siniestra. Pero los análisis apresurados de los ganadores y también los de los perdedores demuestran que casi ninguno tomó nota con precisión de los que expresaron las urnas.
Que la sociedad está descontenta y pide cambios es más que obvio. Pero las urnas de Trelew demostraron que la gente no confía en los que vienen gobernando desde hace años ni tampoco en demasía en los que se muestran como una alternativa superadora.
El triunfo del radical Gerardo Merino (JxC) fue inobjetable pero asumirá el poder con una mayoría atenuada de 30,5% de los votos. Ni el intendente electo ni su mentor, el senador Ignacio Agustín Torres, pueden soslayar este dato.
Del otro lado quedaron más de 60 puntos de votos peronistas en sus diversas especies. Los que ahora “leen” que el peronismo “unido” hubiera ganado en Trelew no sólo están haciendo un análisis contrafáctico sino, además, equivocado. El peronismo está roto. No partido; roto. Y la responsabilidad de casi todo es de Carlos Linares y de la Mesa Ejecutiva del PJ, que fomentaron con sus incapacidades este universo de piezas desmembradas en el que han convertido al peronismo. La derrota parece huérfana pero tiene padres y madres, con nombres y apellidos. Tal vez, en un próximo editorial los recordamos porque con muchos de ellos el pueblo peronista de a pie nunca tuvo la posibilidad de hablar.
Que a esta altura el gobernador Mariano Arcioni, el vice Ricardo Sastre y el intendente de Comodoro Rivadavia Juan Pablo Luque sigan dando vueltas en la calesita de la indefinición, causa que algunos dirigentes del kirchnerismo local, como el intendente de Dolavon Dante Bowen; el diputado nacional Santiago Igon; y uno de los derrotados en Trelew, Emanuel Coliñir, esbocen la advertencia de la conformación de un “frente opositor”. No quieren discutir temas de fondo sino la integración de la lista de diputados provinciales, según expresó el propio Bowen. Una pelea de ring chico.
Mientras tanto, el líder de los petroleros Jorge “Loma” Ávila volvió a saltar el cerco del peronismo y se posicionó como aspirante a una diputación nacional por JxC. Cuesta creerlo, pero otra vez se corre el riesgo de ver a muchos Trabajadores votando a la derecha que quiere volver para recortar logros y conquistas de la clase trabajadora. Es uno de los tantos riesgos de votar al verdugo.
“Lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer”. La frase muchas veces utilizada en análisis políticos, atribuida tanto al filósofo y sociólogo italiano Antonio Gramsci como al dramaturgo alemán Bertolt Brecht, suele servir para describir con crudeza cualquier tipo de crisis política pero también muchos momentos históricos.
Gramsci fue un poco más allá en su idea: “En ese interregno (entre que lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer) es donde surgen los monstruos”. La historia política argentina le viene dando la razón, una y otra vez. El resurgimiento de la ultraderecha, esta vez encaramada en los sectores juveniles y liderados por el discurso de un intolerante como Javier Milei, con aspecto de “rockstar” pero rictus fascista, da cuenta de ello.
Está tan abierto, impredecible y cambiante el panorama que nadie puede arriesgar qué puede pasar. Los que hace algunos meses se relamían con un casi seguro triunfo de la alianza Juntos por el Cambio, empezaron a desensillar porque la multiplicidad de hechos políticos no permite dar nada por seguro. La oposición está teniendo muchas dificultades para ordenar las aspiraciones de tantos presidenciables y el oficialismo no puede gestionar y masticar chicle a la vez.
La tensa puja entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, que incluye carpetazos y tiros en el pie; Mauricio Macri poniendo condiciones como si fuera un patrón de estancia; y los popes del radicalismo compitiendo por demostrar quién es más funcional al PRO, no le permiten a “los republicanos más locos del mundo” cerrar una oferta electoral que garantice el triunfo.
Del otro lado, el “renunciamiento” del viernes de Alberto Fernández liberó un poco de presión al Frente de Todos. El Presidente entendió que era menos indecoroso quedar en la historia como un mandatario que no buscó su reelección que como uno que al que echaron a patadas en las urnas, como a Mauricio Macri.
Ahora, el dilema parecería estar entre tener una chance mínima con Cristina en la lista; o ir mansos a una derrota amplia que le entregue el país a los que vienen a hacer lo mismo que ya hicieron, pero más rápido.
El mensaje de Trelew
El resultado de las elecciones de Trelew fue apenas una muestra de lo que está sucediendo en la sociedad, que viene exigiendo cambios a diestra y siniestra. Pero los análisis apresurados de los ganadores y también los de los perdedores demuestran que casi ninguno tomó nota con precisión de los que expresaron las urnas.
Que la sociedad está descontenta y pide cambios es más que obvio. Pero las urnas de Trelew demostraron que la gente no confía en los que vienen gobernando desde hace años ni tampoco en demasía en los que se muestran como una alternativa superadora.
El triunfo del radical Gerardo Merino (JxC) fue inobjetable pero asumirá el poder con una mayoría atenuada de 30,5% de los votos. Ni el intendente electo ni su mentor, el senador Ignacio Agustín Torres, pueden soslayar este dato.
Del otro lado quedaron más de 60 puntos de votos peronistas en sus diversas especies. Los que ahora “leen” que el peronismo “unido” hubiera ganado en Trelew no sólo están haciendo un análisis contrafáctico sino, además, equivocado. El peronismo está roto. No partido; roto. Y la responsabilidad de casi todo es de Carlos Linares y de la Mesa Ejecutiva del PJ, que fomentaron con sus incapacidades este universo de piezas desmembradas en el que han convertido al peronismo. La derrota parece huérfana pero tiene padres y madres, con nombres y apellidos. Tal vez, en un próximo editorial los recordamos porque con muchos de ellos el pueblo peronista de a pie nunca tuvo la posibilidad de hablar.
Que a esta altura el gobernador Mariano Arcioni, el vice Ricardo Sastre y el intendente de Comodoro Rivadavia Juan Pablo Luque sigan dando vueltas en la calesita de la indefinición, causa que algunos dirigentes del kirchnerismo local, como el intendente de Dolavon Dante Bowen; el diputado nacional Santiago Igon; y uno de los derrotados en Trelew, Emanuel Coliñir, esbocen la advertencia de la conformación de un “frente opositor”. No quieren discutir temas de fondo sino la integración de la lista de diputados provinciales, según expresó el propio Bowen. Una pelea de ring chico.
Mientras tanto, el líder de los petroleros Jorge “Loma” Ávila volvió a saltar el cerco del peronismo y se posicionó como aspirante a una diputación nacional por JxC. Cuesta creerlo, pero otra vez se corre el riesgo de ver a muchos Trabajadores votando a la derecha que quiere volver para recortar logros y conquistas de la clase trabajadora. Es uno de los tantos riesgos de votar al verdugo.