Por Lisandro Aguirregabiría/Redacción Jornada
Solamente Oscar Fabián Canquel, de 47 años, sabe qué le pasaba por la cabeza cuando el último lunes les dejó una carta a sus hijas, le avisó a su pareja que había “tomado veneno” y desapareció de Camarones.
Lo encontraron el pasado viernes recostado deshidratado, balbuceando, en un campo a más de siete kilómetros del pueblo. Lo llevaron al Hospital rural donde permanece internado al cuidado de sus hermanos y los primos.
Nadie sabe aún si Canquel regresará o no a su casa con su pareja y sus hijas.
Es probable que, si hubiera pasado un par de noches más a la intemperie, el hombre hubiera muerto. Los que lo conocen dicen que el paisano "conoce el campo como la palma de su mano".
Sólo él sabe es si fue a “morir al campo” o tenía pensando llegar a algún lugar donde perderse. Hay antecedentes que admiten ambas posibilidades.
Al llegar al pueblo, revelaron los investigadores, Canquel se encontró con un amigo al que le pagó 40.000 pesos que le debía; le confió que quería guardarse “como mensual en algún campo” para desaparecer.
Aquel lunes a la noche, el hombre discutió con la mujer que, preocupada por lo que podía llegar a pasarle, llamó a su cuñado. El hermano fue hasta a la casa, se cruzó con Canquel en el camino, lo miró y siguió de largo.
La mujer le dijo que había “tomado veneno” y le mostró la carta en la que "le dejaba todo a las hijas". Tenían miedo de lo que le pudiera pasar. El hermano regresó al lugar donde lo había visto hacía unos minutos, pero ahora no estaba.
Colaboraron en los rastrillajes la Municipalidad de Camarones, la Sociedad Rural y la misma gente del campo que abrió las tranqueras.
ABRIENDO TRANQUERAS
Había dos posibilidades: o lo había levantado alguien en camioneta o se había ido caminando campo adentro por donde él solo sabía andar.
Los perros de búsqueda llegaron hasta la entrada del pueblo, a la altura de la planta de gas, cerca de un basural, y ahí le perdieron el rastro. Era apenas un comienzo.
Los campos de Camarones, en esta época, están poblados de huellas de caballos, peones, perros y camionetas que trabajan con las ovejas. Además el viento hacía imposible utilizar los drones.
La Policía no sabía si las huellas que se perdían eran del caminante o de algún trabajador rural. Incluso pensaron que los perros podían estar fallando.
Otras pistas conducían al campo donde trabaja el hermano o bien a la propiedad de la madre, que queda a 250 kilómetros del pueblo.
El mismo viernes, cuando no les quedaba mucho más resto, caminaron más de dos horas por un sendero que los llevó directo a Canquel.
Hay quienes creen que lo que escribió en la carta iba en serio; no había tomado veneno, pero parecía determinado a caminar hasta perderse del mundo.
Por Lisandro Aguirregabiría/Redacción Jornada
Solamente Oscar Fabián Canquel, de 47 años, sabe qué le pasaba por la cabeza cuando el último lunes les dejó una carta a sus hijas, le avisó a su pareja que había “tomado veneno” y desapareció de Camarones.
Lo encontraron el pasado viernes recostado deshidratado, balbuceando, en un campo a más de siete kilómetros del pueblo. Lo llevaron al Hospital rural donde permanece internado al cuidado de sus hermanos y los primos.
Nadie sabe aún si Canquel regresará o no a su casa con su pareja y sus hijas.
Es probable que, si hubiera pasado un par de noches más a la intemperie, el hombre hubiera muerto. Los que lo conocen dicen que el paisano "conoce el campo como la palma de su mano".
Sólo él sabe es si fue a “morir al campo” o tenía pensando llegar a algún lugar donde perderse. Hay antecedentes que admiten ambas posibilidades.
Al llegar al pueblo, revelaron los investigadores, Canquel se encontró con un amigo al que le pagó 40.000 pesos que le debía; le confió que quería guardarse “como mensual en algún campo” para desaparecer.
Aquel lunes a la noche, el hombre discutió con la mujer que, preocupada por lo que podía llegar a pasarle, llamó a su cuñado. El hermano fue hasta a la casa, se cruzó con Canquel en el camino, lo miró y siguió de largo.
La mujer le dijo que había “tomado veneno” y le mostró la carta en la que "le dejaba todo a las hijas". Tenían miedo de lo que le pudiera pasar. El hermano regresó al lugar donde lo había visto hacía unos minutos, pero ahora no estaba.
Colaboraron en los rastrillajes la Municipalidad de Camarones, la Sociedad Rural y la misma gente del campo que abrió las tranqueras.
ABRIENDO TRANQUERAS
Había dos posibilidades: o lo había levantado alguien en camioneta o se había ido caminando campo adentro por donde él solo sabía andar.
Los perros de búsqueda llegaron hasta la entrada del pueblo, a la altura de la planta de gas, cerca de un basural, y ahí le perdieron el rastro. Era apenas un comienzo.
Los campos de Camarones, en esta época, están poblados de huellas de caballos, peones, perros y camionetas que trabajan con las ovejas. Además el viento hacía imposible utilizar los drones.
La Policía no sabía si las huellas que se perdían eran del caminante o de algún trabajador rural. Incluso pensaron que los perros podían estar fallando.
Otras pistas conducían al campo donde trabaja el hermano o bien a la propiedad de la madre, que queda a 250 kilómetros del pueblo.
El mismo viernes, cuando no les quedaba mucho más resto, caminaron más de dos horas por un sendero que los llevó directo a Canquel.
Hay quienes creen que lo que escribió en la carta iba en serio; no había tomado veneno, pero parecía determinado a caminar hasta perderse del mundo.