El hombre que se fue de la casa, dejó una carta y pudo haber muerto en el campo

Oscar Fabián Canquel el lunes se fue de su casa y lo encontraron el viernes deshidratado en un campo. La búsqueda movilizó a todo el pueblo de Camarones. Hoy se recupera en el hospital rural local. Está al cuidado de sus hermanos. Dejó una carta de despedida a sus hijas. Le dijo a su mujer que había tomado veneno. ¿Qué lo empujó a perderse en el camino?

02 DIC 2023 - 21:42 | Actualizado 02 DIC 2023 - 22:45

Por Lisandro Aguirregabiría/Redacción Jornada

Solamente Oscar Fabián Canquel, de 47 años, sabe qué le pasaba por la cabeza cuando el último lunes les dejó una carta a sus hijas, le avisó a su pareja que había “tomado veneno” y desapareció de Camarones.

Lo encontraron el pasado viernes recostado deshidratado, balbuceando, en un campo a más de siete kilómetros del pueblo. Lo llevaron al Hospital rural donde permanece internado al cuidado de sus hermanos y los primos.

Nadie sabe aún si Canquel regresará o no a su casa con su pareja y sus hijas.

Es probable que, si hubiera pasado un par de noches más a la intemperie, el hombre hubiera muerto. Los que lo conocen dicen que el paisano "conoce el campo como la palma de su mano".

Sólo él sabe es si fue a “morir al campo” o tenía pensando llegar a algún lugar donde perderse. Hay antecedentes que admiten ambas posibilidades.


La semana anterior a su desaparición, Canquel había estado guardado en el campo de la madre, en Sierra Overa, trabajando en la señalada de corderos.

Al llegar al pueblo, revelaron los investigadores, Canquel se encontró con un amigo al que le pagó 40.000 pesos que le debía; le confió que quería guardarse “como mensual en algún campo” para desaparecer.

Aquel lunes a la noche, el hombre discutió con la mujer que, preocupada por lo que podía llegar a pasarle, llamó a su cuñado. El hermano fue hasta a la casa, se cruzó con Canquel en el camino, lo miró y siguió de largo.

La mujer le dijo que había “tomado veneno” y le mostró la carta en la que "le dejaba todo a las hijas". Tenían miedo de lo que le pudiera pasar. El hermano regresó al lugar donde lo había visto hacía unos minutos, pero ahora no estaba.


La búsqueda estuvo a cargo del comisario Damián Lacanette, la División de Búsqueda de Personas de Comodoro Rivadavia y la División Canes, que le salvaron la vida.

Colaboraron en los rastrillajes la Municipalidad de Camarones, la Sociedad Rural y la misma gente del campo que abrió las tranqueras.

ABRIENDO TRANQUERAS

Había dos posibilidades: o lo había levantado alguien en camioneta o se había ido caminando campo adentro por donde él solo sabía andar.

Los perros de búsqueda llegaron hasta la entrada del pueblo, a la altura de la planta de gas, cerca de un basural, y ahí le perdieron el rastro. Era apenas un comienzo.

Los campos de Camarones, en esta época, están poblados de huellas de caballos, peones, perros y camionetas que trabajan con las ovejas. Además el viento hacía imposible utilizar los drones.

La Policía no sabía si las huellas que se perdían eran del caminante o de algún trabajador rural. Incluso pensaron que los perros podían estar fallando.


Recorrieron unos 15 campos en dirección al sur; pidieron permiso a los dueños, abrieron las tranqueras y les encomendaron a los peones que avisaran si veían algún fuego o un animal muerto.

Otras pistas conducían al campo donde trabaja el hermano o bien a la propiedad de la madre, que queda a 250 kilómetros del pueblo.

El mismo viernes, cuando no les quedaba mucho más resto, caminaron más de dos horas por un sendero que los llevó directo a Canquel.


Allí estaba el hombre, que había caminado sin rumbo, sin beber una gota de agua y sin comer hasta caer rendido en medio del campo.

Hay quienes creen que lo que escribió en la carta iba en serio; no había tomado veneno, pero parecía determinado a caminar hasta perderse del mundo.

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02 DIC 2023 - 21:42

Por Lisandro Aguirregabiría/Redacción Jornada

Solamente Oscar Fabián Canquel, de 47 años, sabe qué le pasaba por la cabeza cuando el último lunes les dejó una carta a sus hijas, le avisó a su pareja que había “tomado veneno” y desapareció de Camarones.

Lo encontraron el pasado viernes recostado deshidratado, balbuceando, en un campo a más de siete kilómetros del pueblo. Lo llevaron al Hospital rural donde permanece internado al cuidado de sus hermanos y los primos.

Nadie sabe aún si Canquel regresará o no a su casa con su pareja y sus hijas.

Es probable que, si hubiera pasado un par de noches más a la intemperie, el hombre hubiera muerto. Los que lo conocen dicen que el paisano "conoce el campo como la palma de su mano".

Sólo él sabe es si fue a “morir al campo” o tenía pensando llegar a algún lugar donde perderse. Hay antecedentes que admiten ambas posibilidades.


La semana anterior a su desaparición, Canquel había estado guardado en el campo de la madre, en Sierra Overa, trabajando en la señalada de corderos.

Al llegar al pueblo, revelaron los investigadores, Canquel se encontró con un amigo al que le pagó 40.000 pesos que le debía; le confió que quería guardarse “como mensual en algún campo” para desaparecer.

Aquel lunes a la noche, el hombre discutió con la mujer que, preocupada por lo que podía llegar a pasarle, llamó a su cuñado. El hermano fue hasta a la casa, se cruzó con Canquel en el camino, lo miró y siguió de largo.

La mujer le dijo que había “tomado veneno” y le mostró la carta en la que "le dejaba todo a las hijas". Tenían miedo de lo que le pudiera pasar. El hermano regresó al lugar donde lo había visto hacía unos minutos, pero ahora no estaba.


La búsqueda estuvo a cargo del comisario Damián Lacanette, la División de Búsqueda de Personas de Comodoro Rivadavia y la División Canes, que le salvaron la vida.

Colaboraron en los rastrillajes la Municipalidad de Camarones, la Sociedad Rural y la misma gente del campo que abrió las tranqueras.

ABRIENDO TRANQUERAS

Había dos posibilidades: o lo había levantado alguien en camioneta o se había ido caminando campo adentro por donde él solo sabía andar.

Los perros de búsqueda llegaron hasta la entrada del pueblo, a la altura de la planta de gas, cerca de un basural, y ahí le perdieron el rastro. Era apenas un comienzo.

Los campos de Camarones, en esta época, están poblados de huellas de caballos, peones, perros y camionetas que trabajan con las ovejas. Además el viento hacía imposible utilizar los drones.

La Policía no sabía si las huellas que se perdían eran del caminante o de algún trabajador rural. Incluso pensaron que los perros podían estar fallando.


Recorrieron unos 15 campos en dirección al sur; pidieron permiso a los dueños, abrieron las tranqueras y les encomendaron a los peones que avisaran si veían algún fuego o un animal muerto.

Otras pistas conducían al campo donde trabaja el hermano o bien a la propiedad de la madre, que queda a 250 kilómetros del pueblo.

El mismo viernes, cuando no les quedaba mucho más resto, caminaron más de dos horas por un sendero que los llevó directo a Canquel.


Allí estaba el hombre, que había caminado sin rumbo, sin beber una gota de agua y sin comer hasta caer rendido en medio del campo.

Hay quienes creen que lo que escribió en la carta iba en serio; no había tomado veneno, pero parecía determinado a caminar hasta perderse del mundo.


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