Por Ismael Tebes
REDACCION JORNADA
itebes@grupojornada.com
En Twitter: @IsmaTebes
Al final tantas guerras, le terminaron dando paz. Ya sin flashes; pesajes insufribles, ni presiones el boxeador le soltó el brazo al hombre, al tipo común. Ese es Lucas Matthysse, el ex doble campeón del mundo, doblemente coronado en Las Vegas y rival de más de diez campeones del mundo a lo largo de su carrera; el mismo que enfrentó a Manny Pacquiao en tierras extrañas y que cumplió con la promesa de dejarse “la barba y la panza” como mejor imagen de relax.
“Me gustaría irme a vivir a la Cordillera. Es algo que siempre me gustó, pude conseguir un terreno hace dos o tres años y me quiero ir para allá, a radicarme en El Hoyo. Siempre que puedo voy porque me gustan esos lugares”. Es que la pesca, los animales, el contacto con la naturaleza y el día a día, sin reloj y sin celular lo ponen hoy en el lugar donde siempre quiso estar.
“Me gustaría cumplir con lo que soñé, de vivir en la Cordillera y tener esa vida que me gusta. En una cabaña inclusive teniendo animales y viajando con la moto sin un rumbo fijo, ya anduve por la Cordillera y hace poco, como todos saben, anduve por Ushuaia y Río Grande”.
Lucas siente que esa libertad sobre ruedas, le permite un disfrute supremo; armando la carpa, cocinando en el medio de la nada y rodando con la soledad como premio. “En todo momento, mi cabeza va pensando y siento una libertad total. A veces voy cantando, a veces grito en el medio de la ruta”, relata la “Máquina”.
“En el viaje a Ushuaia me pasaron cosas lindas. Haberme cruzado gente en la ruta, hablando de alguna pelea sentí que me veían feliz de poder disfrutar. Cuando estaba acampando con la moto me sacaron fotos y me invitaron a un encuentro de motos. Barbudo y todo, me conocieron. Después una familia que vive en la entrada de la ciudad, me estaba esperando; cuando llegué me siguieron, me saludaron y terminaron ofreciéndome su casa. El día del recital de La Renga, dejé la moto ahí, me quedé a dormir e inclusive compartí dos días con ellos”.
“No soy fanático del rock pero me enteré de La Renga y saqué la entrada anticipada y armé el viaje. Anduve como un mes y no tuve problemas, salvo unas cuestiones de la transmisión de la moto que tuve que reparar. Me banqué el viento y la nieve y tampoco me caí nunca”, cuenta Lucas sobre su experiencia rockera en el fin del mundo.
“Hago mi vida normal como cualquiera. Siempre ando boludeando por algún lugar” y admite que la vida en soledad, ya con su hija Priscila independizada, le permite tener un márgen mayor de tiempo libre. “La responsabilidad la voy a tener toda la vida pero ella ya está haciendo la suya, me pone recontento que estudie. Eligió gastronomía pero primero quiso ser policía y yo la acompañé aunque no sé de dónde le salió esa idea. Ya hizo su primer año de los tres que tiene la carrera. Los chicos crecen y por suerte está soltera, je. Soy celoso pero es su vida y son cosas que pasan”.
“En el boxeo no quiero hacer nada. Había armado un proyecto pero después lo pensé bien. Estuve toda mi vida encerrado en el gimnasio, prácticamente mi vida pasó por ahí. Y si pongo un gimnasio hay que estar mañana y tarde. Lo pensé y elegí disfrutar un poco más”.
Destaca que el boxeo fue “su” trabajo y su motivación, la llave que le abrió todas las puertas. “Le puse el lomo a cada situación, de lunes a sábado se entrenaba doble turno y lo consideré como un trabajo. Siempre cumplí con los horarios y traté de rendir siempre lo mejor. Ese fue mi trabajo de toda la vida. Qué otra cosa podría hacer?. Siempre te proponen cosas y proyectos. Gracias pero no”.
En su casa Lucas Matthysse está rodeado de guantes, cinturones, premios ganados en su carrera y algunos cuadros que resumen su fórmula ganadora: boxeo y familia. “No tengo televisión en mi casa, no miro boxeo. Cuando me entero que hay una pelea buena me voy a la casa de mi hermana o de mi mamá. Tengo internet, escucho música o miro Discovery, alguna boludez y muy poco de Netflix pero no soy mucho de mirar salvo algún documental de alguno deportista”.
Después de Pacquiao
Matthysse dijo tener en claro que la pelea ante Manny Pacquiao iba a ser la última. Y lamentó que la inspiración no lo haya acompañado en aquella pelea en el Axiata Arena de Kuala Lumpur. “En otro momento le podría haber ganado o haberle hecho una mejor pelea”, plantea.
“La verdad siento que no hice nada. Yo nunca boqueo y nunca hablo. Por ahí querés explicar cómo te sentías y te dicen que estás poniendo excusas. Fue una pelea mala y hasta el día de hoy, duele. Si uno no está bien de la cabeza, no te puede ir bien. Y yo no estaba concentrado. Cuando viajé sí estaba enchufado pero después se me fue el interés de pelear y de ganar. Fue choto despedirse así”.
“Después lo llevé mal al retiro como todos. Toda mi vida hice boxeo y si bien sabía que algún día se iba a terminar pensé que lo iba a tomar normal por como soy yo pero no. Lo reextrañé. Por ahí me había puesto a entrenar, en dos semanas ya me sentía un poco bien y como que quería volver pero se me iban las ganas enseguida. Podría haber seguido pero en el fondo sentí que ya había hecho demasiado”.
Define el orgullo de ser parte de una familia de boxeadores, de la admiración por sus hermanos Walter y Soledad, por el futuro boxístico de quienes considera la renovación. “Maxi Robledo me gusta mucho y lo he visto pelear. Diego Sañanco tiene un par de boxeadores muy buenos, el 'Distinto' Dylan Navarro será un tremendo peleador y también está Junior Narvaez. Voy de vez en cuando al boxeo y hay pibes pero el camino es largo o es corto, hay que hacerlo para sumar experiencia. El boxeo siempre fue así, nunca sobra apoyo”, finalizó.
Por Ismael Tebes
REDACCION JORNADA
itebes@grupojornada.com
En Twitter: @IsmaTebes
Al final tantas guerras, le terminaron dando paz. Ya sin flashes; pesajes insufribles, ni presiones el boxeador le soltó el brazo al hombre, al tipo común. Ese es Lucas Matthysse, el ex doble campeón del mundo, doblemente coronado en Las Vegas y rival de más de diez campeones del mundo a lo largo de su carrera; el mismo que enfrentó a Manny Pacquiao en tierras extrañas y que cumplió con la promesa de dejarse “la barba y la panza” como mejor imagen de relax.
“Me gustaría irme a vivir a la Cordillera. Es algo que siempre me gustó, pude conseguir un terreno hace dos o tres años y me quiero ir para allá, a radicarme en El Hoyo. Siempre que puedo voy porque me gustan esos lugares”. Es que la pesca, los animales, el contacto con la naturaleza y el día a día, sin reloj y sin celular lo ponen hoy en el lugar donde siempre quiso estar.
“Me gustaría cumplir con lo que soñé, de vivir en la Cordillera y tener esa vida que me gusta. En una cabaña inclusive teniendo animales y viajando con la moto sin un rumbo fijo, ya anduve por la Cordillera y hace poco, como todos saben, anduve por Ushuaia y Río Grande”.
Lucas siente que esa libertad sobre ruedas, le permite un disfrute supremo; armando la carpa, cocinando en el medio de la nada y rodando con la soledad como premio. “En todo momento, mi cabeza va pensando y siento una libertad total. A veces voy cantando, a veces grito en el medio de la ruta”, relata la “Máquina”.
“En el viaje a Ushuaia me pasaron cosas lindas. Haberme cruzado gente en la ruta, hablando de alguna pelea sentí que me veían feliz de poder disfrutar. Cuando estaba acampando con la moto me sacaron fotos y me invitaron a un encuentro de motos. Barbudo y todo, me conocieron. Después una familia que vive en la entrada de la ciudad, me estaba esperando; cuando llegué me siguieron, me saludaron y terminaron ofreciéndome su casa. El día del recital de La Renga, dejé la moto ahí, me quedé a dormir e inclusive compartí dos días con ellos”.
“No soy fanático del rock pero me enteré de La Renga y saqué la entrada anticipada y armé el viaje. Anduve como un mes y no tuve problemas, salvo unas cuestiones de la transmisión de la moto que tuve que reparar. Me banqué el viento y la nieve y tampoco me caí nunca”, cuenta Lucas sobre su experiencia rockera en el fin del mundo.
“Hago mi vida normal como cualquiera. Siempre ando boludeando por algún lugar” y admite que la vida en soledad, ya con su hija Priscila independizada, le permite tener un márgen mayor de tiempo libre. “La responsabilidad la voy a tener toda la vida pero ella ya está haciendo la suya, me pone recontento que estudie. Eligió gastronomía pero primero quiso ser policía y yo la acompañé aunque no sé de dónde le salió esa idea. Ya hizo su primer año de los tres que tiene la carrera. Los chicos crecen y por suerte está soltera, je. Soy celoso pero es su vida y son cosas que pasan”.
“En el boxeo no quiero hacer nada. Había armado un proyecto pero después lo pensé bien. Estuve toda mi vida encerrado en el gimnasio, prácticamente mi vida pasó por ahí. Y si pongo un gimnasio hay que estar mañana y tarde. Lo pensé y elegí disfrutar un poco más”.
Destaca que el boxeo fue “su” trabajo y su motivación, la llave que le abrió todas las puertas. “Le puse el lomo a cada situación, de lunes a sábado se entrenaba doble turno y lo consideré como un trabajo. Siempre cumplí con los horarios y traté de rendir siempre lo mejor. Ese fue mi trabajo de toda la vida. Qué otra cosa podría hacer?. Siempre te proponen cosas y proyectos. Gracias pero no”.
En su casa Lucas Matthysse está rodeado de guantes, cinturones, premios ganados en su carrera y algunos cuadros que resumen su fórmula ganadora: boxeo y familia. “No tengo televisión en mi casa, no miro boxeo. Cuando me entero que hay una pelea buena me voy a la casa de mi hermana o de mi mamá. Tengo internet, escucho música o miro Discovery, alguna boludez y muy poco de Netflix pero no soy mucho de mirar salvo algún documental de alguno deportista”.
Después de Pacquiao
Matthysse dijo tener en claro que la pelea ante Manny Pacquiao iba a ser la última. Y lamentó que la inspiración no lo haya acompañado en aquella pelea en el Axiata Arena de Kuala Lumpur. “En otro momento le podría haber ganado o haberle hecho una mejor pelea”, plantea.
“La verdad siento que no hice nada. Yo nunca boqueo y nunca hablo. Por ahí querés explicar cómo te sentías y te dicen que estás poniendo excusas. Fue una pelea mala y hasta el día de hoy, duele. Si uno no está bien de la cabeza, no te puede ir bien. Y yo no estaba concentrado. Cuando viajé sí estaba enchufado pero después se me fue el interés de pelear y de ganar. Fue choto despedirse así”.
“Después lo llevé mal al retiro como todos. Toda mi vida hice boxeo y si bien sabía que algún día se iba a terminar pensé que lo iba a tomar normal por como soy yo pero no. Lo reextrañé. Por ahí me había puesto a entrenar, en dos semanas ya me sentía un poco bien y como que quería volver pero se me iban las ganas enseguida. Podría haber seguido pero en el fondo sentí que ya había hecho demasiado”.
Define el orgullo de ser parte de una familia de boxeadores, de la admiración por sus hermanos Walter y Soledad, por el futuro boxístico de quienes considera la renovación. “Maxi Robledo me gusta mucho y lo he visto pelear. Diego Sañanco tiene un par de boxeadores muy buenos, el 'Distinto' Dylan Navarro será un tremendo peleador y también está Junior Narvaez. Voy de vez en cuando al boxeo y hay pibes pero el camino es largo o es corto, hay que hacerlo para sumar experiencia. El boxeo siempre fue así, nunca sobra apoyo”, finalizó.