El profesor de Música acusado de abuso rompe el silencio

“Sé que no tengo nada que esconder pero no me dejaron defenderme y sentí que peligraba mi vida”, dijo José. R., acusado de abusos en el Jardín 406 de la ciudad petrolera. Reconoce tener miedo y haber cambiado su vida por completo. “Pasará mucho tiempo para que vuelva a sentirme bien”, lamenta. No está imputado ni hallaron pruebas en su contra.

Jardín. Una postal de la Escuela de Nivel Inicial donde estalló el escándalo que finalmente no obtuvo avances procesales ni una imputación.
24 MAR 2024 - 20:33 | Actualizado 24 MAR 2024 - 21:49

Por Ismael Tebes / Redacción Jornada

A José R. una acusación terminó cambiándole la vida para siempre. Lo alejó de su vocación, de su fuente de empleo; de sus afectos más cercanos y hasta de sus hábitos simples. El profesor de música del Jardín de Infantes 406 de Comodoro Rivadavia transitó la peor de las acusaciones pese a que la Justicia ni siquiera lo procesó y un año después le hizo entrega de su computadora y su celular sin que se hayan encontrado elementos objetivos ni subjetivos que representen una prueba.

Daniel López, su abogado, explica que lo actuado por el Ministerio Público Fiscal no arroja dudas sobre la inocencia de su representado por lo que esto llevó al archivo de la causa. “Se realizaron pericias a los dispositivos electrónicos que fueron entregados voluntariamente y que ya fueron devueltos sin que encontraran evidencias del delito aberrante del que fuera denunciado como tampoco las demás diligencias realizadas durante el transcurso de la investigación”.

“Fue y es víctima del escarnio público que le impiden su desarrollo profesional y personal por denuncias infundadas y que le hacen muy difícil poder retomar su vida”.

“A partir de ahora, estaremos evaluando la posibilidad de realizar los reclamos pertinentes en virtud del daño ocasionado por las falsas denuncias y que además afectaron a docentes y directivos de la institución quienes también fueron separados de sus cargos, sumariados e igualmente injuriados”, dijo el letrado.

José R. vive lejos de Comodoro Rivadavia; sufre una lejanía insegura y lo rodea el temor de su propio silencio. “Nunca me pregunté el porqué, ni qué había detrás de las denuncias. Nunca supe que me podía pasar a mí y no me pregunté por qué sucedió. No hay una respuesta. Lo que siempre quise fue que saliera la verdad a la luz”.

“Me sorprendió la cantidad de casos denunciados. Cuando fui notificado era una sola y después me enteré que eran demasiadas y con cosas que se inventaban, me dañaban a mí y a mi familia. Era una cantidad de mentiras y no me dejaron defenderme. Sentí que peligraba mi vida”.

“Es un tema muy delicado. Uno no es necio y entiende la situación. Podría decir muchas cosas pero nunca me escucharían y solo provocaría enojo. Es difícil, hay que estar un poco de los dos lados”.

“Extraño caminar por la playa”, lamenta y reconoce el “miedo” no como una debilidad sino como una carga incómoda, forzada, nunca deseada. “Uno aprende quién está y quién no. Valoré el amor de mi familia, eso es lo que rescato. Pase lo que pase, ellos siempre estuvieron. Disfrutar unos mates y unas pizzas con ellos, es lo más lindo de la vida”.
“Desde un primer momento –reconoce- estuve a disposición; entregué mi teléfono y mi computadora de manera voluntaria. Jamás me negué a nada porque sé que no tengo nada que esconder; no hice nada. Me encantaría que salga la verdad a la luz”.

Lejos de la felicidad, padece lo desconocido; las miradas vacías y las acusaciones que persisten. “Hoy no me siento feliz. No puedo disfrutar nada, mi vida cambió rotundamente y pasará mucho tiempo para que vuelva a sentirme bien. Yo era muy feliz y vivía riéndome”.

José reconoce que no se siente capacitado para regresar a un aula. “Me pondría muy mal, es una tarea muy responsable. Hoy me pongo nervioso, transpiro mucho y se me nubla la vista. Tengo una especie de ataque de pánico y siento que no puedo ser responsable ni de mí mismo. No podría volver a trabajar porque tengo que cambiar hasta mi vida profesional”.

“Me da miedo ir a la ciudad y mucho menos, hablar con alguien”. No da señales de sus planes futuros desde el “llegar cuando se llegue” entendiendo que es necesario, reconstruir la confianza y la seguridad, la propia y hacia los demás “No confío en muchas personas. No sentí que me hayan traicionado a mí, pero sí a mi familia que ayudaba a todo el mundo en el barrio Treinta de Octubre no sé si por envidia o porqué”.

“Mi abuela y mi mamá trabajaron en Cáritas y le daban comida a la gente. Después todas esas personas terminaron desconfiando de nosotros. Mi familia no la pasó nada bien y quedaron dolidos, no les gustó lo que se dijo y la difamación. Destaco que no respondieron ante el enojo. En lo laboral nadie me llamó para nada. Quizás fue por miedo. Hubo directivos que debieron salir a hablar, muchos elogiaban mi trabajo pero no estuvieron cuando las papas quemaban”.

Siente que la verdad ya no es un punto lejano y que el proceso por delante, llevará tiempo. Y más tiempo. “Tengo una mezcla de calma y miedo. Nunca me sirvió mentir y más que nada, en éste momento voy a decir la verdad. Quiero que todo esto se termine”.

La música

José R. extraña las clases que abría con alegría y una canción “de saludo”. La guitarra y el piano eran los instrumentos usuales aunque también se jugaba con pistas y elementos de percusión. Compartía ruidosamente con cinco salas a lo largo de treinta minutos y en un espacio vidriado, a la vista de porteros y docentes. “Todos miraban mis clases y solían reírse porque eran divertidas; nunca trabajé con aulas cerradas y siempre estaba acompañado por otras docentes y compañeras. ¿Cómo puede ser que se digan esas barbaridades?. Los papás iban siempre al Jardín, ellos sabían que se veía todo y cómo trabajabamos. No hay forma que se puedan hacer las asquerosidades que me atribuyeron”.

“Tuve siempre una linda relación con mis compañeros, teníamos un gran grupo de trabajo. Jamás tuve problemas en ninguna institución y siempre estuve predispuesto a hacer cosas por los nenes. Yo no falté jamás y tenía tres trabajos. Uno en Jardín, otro en primaria segundo ciclo y el restante en un programa de extensión en un profesorado”. Describe a la enseñanza musical como un “camino creativo” que derriba barreras y sensibiliza desde la mirada ajena. “Los chicos siempre sorprenden con su creatividad. Ahí es donde aflora más la parte humana como el dibujo, la pintura o la danza. Uno expresa ahí las cosas que tiene adentro”.

“Con otros profes –recordó- tuve una banda de música infantil para niños que se llamaba “Risotada”. Debutamos en Rada Tilly y llegamos a viajar a Ushuaia y a tocar en el Predio Ferial. Éramos muy conocidos”.#

Jardín. Una postal de la Escuela de Nivel Inicial donde estalló el escándalo que finalmente no obtuvo avances procesales ni una imputación.
24 MAR 2024 - 20:33

Por Ismael Tebes / Redacción Jornada

A José R. una acusación terminó cambiándole la vida para siempre. Lo alejó de su vocación, de su fuente de empleo; de sus afectos más cercanos y hasta de sus hábitos simples. El profesor de música del Jardín de Infantes 406 de Comodoro Rivadavia transitó la peor de las acusaciones pese a que la Justicia ni siquiera lo procesó y un año después le hizo entrega de su computadora y su celular sin que se hayan encontrado elementos objetivos ni subjetivos que representen una prueba.

Daniel López, su abogado, explica que lo actuado por el Ministerio Público Fiscal no arroja dudas sobre la inocencia de su representado por lo que esto llevó al archivo de la causa. “Se realizaron pericias a los dispositivos electrónicos que fueron entregados voluntariamente y que ya fueron devueltos sin que encontraran evidencias del delito aberrante del que fuera denunciado como tampoco las demás diligencias realizadas durante el transcurso de la investigación”.

“Fue y es víctima del escarnio público que le impiden su desarrollo profesional y personal por denuncias infundadas y que le hacen muy difícil poder retomar su vida”.

“A partir de ahora, estaremos evaluando la posibilidad de realizar los reclamos pertinentes en virtud del daño ocasionado por las falsas denuncias y que además afectaron a docentes y directivos de la institución quienes también fueron separados de sus cargos, sumariados e igualmente injuriados”, dijo el letrado.

José R. vive lejos de Comodoro Rivadavia; sufre una lejanía insegura y lo rodea el temor de su propio silencio. “Nunca me pregunté el porqué, ni qué había detrás de las denuncias. Nunca supe que me podía pasar a mí y no me pregunté por qué sucedió. No hay una respuesta. Lo que siempre quise fue que saliera la verdad a la luz”.

“Me sorprendió la cantidad de casos denunciados. Cuando fui notificado era una sola y después me enteré que eran demasiadas y con cosas que se inventaban, me dañaban a mí y a mi familia. Era una cantidad de mentiras y no me dejaron defenderme. Sentí que peligraba mi vida”.

“Es un tema muy delicado. Uno no es necio y entiende la situación. Podría decir muchas cosas pero nunca me escucharían y solo provocaría enojo. Es difícil, hay que estar un poco de los dos lados”.

“Extraño caminar por la playa”, lamenta y reconoce el “miedo” no como una debilidad sino como una carga incómoda, forzada, nunca deseada. “Uno aprende quién está y quién no. Valoré el amor de mi familia, eso es lo que rescato. Pase lo que pase, ellos siempre estuvieron. Disfrutar unos mates y unas pizzas con ellos, es lo más lindo de la vida”.
“Desde un primer momento –reconoce- estuve a disposición; entregué mi teléfono y mi computadora de manera voluntaria. Jamás me negué a nada porque sé que no tengo nada que esconder; no hice nada. Me encantaría que salga la verdad a la luz”.

Lejos de la felicidad, padece lo desconocido; las miradas vacías y las acusaciones que persisten. “Hoy no me siento feliz. No puedo disfrutar nada, mi vida cambió rotundamente y pasará mucho tiempo para que vuelva a sentirme bien. Yo era muy feliz y vivía riéndome”.

José reconoce que no se siente capacitado para regresar a un aula. “Me pondría muy mal, es una tarea muy responsable. Hoy me pongo nervioso, transpiro mucho y se me nubla la vista. Tengo una especie de ataque de pánico y siento que no puedo ser responsable ni de mí mismo. No podría volver a trabajar porque tengo que cambiar hasta mi vida profesional”.

“Me da miedo ir a la ciudad y mucho menos, hablar con alguien”. No da señales de sus planes futuros desde el “llegar cuando se llegue” entendiendo que es necesario, reconstruir la confianza y la seguridad, la propia y hacia los demás “No confío en muchas personas. No sentí que me hayan traicionado a mí, pero sí a mi familia que ayudaba a todo el mundo en el barrio Treinta de Octubre no sé si por envidia o porqué”.

“Mi abuela y mi mamá trabajaron en Cáritas y le daban comida a la gente. Después todas esas personas terminaron desconfiando de nosotros. Mi familia no la pasó nada bien y quedaron dolidos, no les gustó lo que se dijo y la difamación. Destaco que no respondieron ante el enojo. En lo laboral nadie me llamó para nada. Quizás fue por miedo. Hubo directivos que debieron salir a hablar, muchos elogiaban mi trabajo pero no estuvieron cuando las papas quemaban”.

Siente que la verdad ya no es un punto lejano y que el proceso por delante, llevará tiempo. Y más tiempo. “Tengo una mezcla de calma y miedo. Nunca me sirvió mentir y más que nada, en éste momento voy a decir la verdad. Quiero que todo esto se termine”.

La música

José R. extraña las clases que abría con alegría y una canción “de saludo”. La guitarra y el piano eran los instrumentos usuales aunque también se jugaba con pistas y elementos de percusión. Compartía ruidosamente con cinco salas a lo largo de treinta minutos y en un espacio vidriado, a la vista de porteros y docentes. “Todos miraban mis clases y solían reírse porque eran divertidas; nunca trabajé con aulas cerradas y siempre estaba acompañado por otras docentes y compañeras. ¿Cómo puede ser que se digan esas barbaridades?. Los papás iban siempre al Jardín, ellos sabían que se veía todo y cómo trabajabamos. No hay forma que se puedan hacer las asquerosidades que me atribuyeron”.

“Tuve siempre una linda relación con mis compañeros, teníamos un gran grupo de trabajo. Jamás tuve problemas en ninguna institución y siempre estuve predispuesto a hacer cosas por los nenes. Yo no falté jamás y tenía tres trabajos. Uno en Jardín, otro en primaria segundo ciclo y el restante en un programa de extensión en un profesorado”. Describe a la enseñanza musical como un “camino creativo” que derriba barreras y sensibiliza desde la mirada ajena. “Los chicos siempre sorprenden con su creatividad. Ahí es donde aflora más la parte humana como el dibujo, la pintura o la danza. Uno expresa ahí las cosas que tiene adentro”.

“Con otros profes –recordó- tuve una banda de música infantil para niños que se llamaba “Risotada”. Debutamos en Rada Tilly y llegamos a viajar a Ushuaia y a tocar en el Predio Ferial. Éramos muy conocidos”.#