Nacido bajo el nombre de Miguel Ángel Espinosa y conocido mundialmente como Heleno, el reconocido cantante falleció en las últimas horas a sus 83 años, tal como revelaron desde su círculo íntimo, que lo acompañaba a cada momento, luego de haber sufrido un ACV en el año 2012. Desde ese momento, su voz se apagó para las presentaciones en vivo, pero el recuerdo y sus discos seguían presentes en cada uno de sus seguidores.
Nacido en 1941, en Buenos Aires, era un niño como tantos otros que corrían detrás de una pelota en los potreros, soñando con goles imposibles. Pero en Miguel latía una pasión distinta, una que lo llevaría a renunciar a todo lo que parecía predestinado para él: el fútbol, la vida común, la rutina. En su interior, la música melódica vibraba con una intensidad imparable. Así, en plena adolescencia, decidió entregarse a ella por completo. Pero había un obstáculo: era menor de edad.
Los bares y clubes nocturnos de la ciudad se convirtieron en su escenario, aunque para poder presentarse, tenía que esquivar la ley. Tenía apenas 15 años, pero sus rasgos adultos y su físico imponente le abrían las puertas que su edad cerraba. Bajo los nombres de Darío Coti y Cristian, comenzó a labrar su camino en las sombras de la noche porteña. Fueron doce años de sacrificio, de noches interminables entre luces y humo, buscando su verdadero lugar en el escenario. La gloria no llegaba, pero Heleno nunca dejó de cantar.
Todo cambió cuando, al borde de los 30 años, tres periodistas especializados en música presenciaron una de sus actuaciones. El impacto fue inmediato. “Este chico tiene algo único”, se dijeron entre ellos. Y no tardaron en mover los hilos que lo llevarían a RCA de Argentina, donde pasaría su primera prueba profesional. Allí, bajo su nuevo nombre artístico, Heleno, la puerta del éxito se abrió de par en par.
Pronto, comenzó a presentarse en los clubes más importantes de la Capital Federal y del conurbano bonaerense, cautivando a un público que, sobre todo, era femenino. No pasó mucho tiempo antes de que la televisión también lo reclamara, y con ello, el país entero conoció su voz. El fenómeno Heleno había nacido.
Su gran éxito llegó en 1971, con una canción que marcaría un hito en la música popular: “La chica de la boutique”. El single vendió más de 400.000 copias en todo el país, le valió su primer disco de oro y encabezó los rankings durante semanas. El tema resonaba en cada esquina, en cada radio. Pero Heleno no se conformó. Siguieron éxitos como “Niña, mujer” y “En un micro”, canciones que nacían de su propia inspiración y conectaban directamente con el corazón de la juventud.
Al final de 1973, Heleno lanzó un tema que rompería todos los moldes: “No son palabritas”. Fue un boom inesperado. En Argentina, vendió 120.000 copias, en México, otras 200.000 y en el resto de América Latina, alcanzó la asombrosa cifra de 400.000 copias. El reconocimiento internacional llegó a tal punto que la canción fue traducida y grabada en portugués, francés y alemán, buscando conquistar aún más mercados. Y lo logró.
Hoy, Heleno permanece en la memoria de quienes vivieron aquellos años, cuando la música melódica era la voz de una juventud que buscaba soñar y sentir. Sus canciones siguen siendo un refugio, una ventana a tiempos en los que el amor y la música caminaban de la mano. Heleno fue más que un cantante, fue la banda sonora de una generación.
Nacido bajo el nombre de Miguel Ángel Espinosa y conocido mundialmente como Heleno, el reconocido cantante falleció en las últimas horas a sus 83 años, tal como revelaron desde su círculo íntimo, que lo acompañaba a cada momento, luego de haber sufrido un ACV en el año 2012. Desde ese momento, su voz se apagó para las presentaciones en vivo, pero el recuerdo y sus discos seguían presentes en cada uno de sus seguidores.
Nacido en 1941, en Buenos Aires, era un niño como tantos otros que corrían detrás de una pelota en los potreros, soñando con goles imposibles. Pero en Miguel latía una pasión distinta, una que lo llevaría a renunciar a todo lo que parecía predestinado para él: el fútbol, la vida común, la rutina. En su interior, la música melódica vibraba con una intensidad imparable. Así, en plena adolescencia, decidió entregarse a ella por completo. Pero había un obstáculo: era menor de edad.
Los bares y clubes nocturnos de la ciudad se convirtieron en su escenario, aunque para poder presentarse, tenía que esquivar la ley. Tenía apenas 15 años, pero sus rasgos adultos y su físico imponente le abrían las puertas que su edad cerraba. Bajo los nombres de Darío Coti y Cristian, comenzó a labrar su camino en las sombras de la noche porteña. Fueron doce años de sacrificio, de noches interminables entre luces y humo, buscando su verdadero lugar en el escenario. La gloria no llegaba, pero Heleno nunca dejó de cantar.
Todo cambió cuando, al borde de los 30 años, tres periodistas especializados en música presenciaron una de sus actuaciones. El impacto fue inmediato. “Este chico tiene algo único”, se dijeron entre ellos. Y no tardaron en mover los hilos que lo llevarían a RCA de Argentina, donde pasaría su primera prueba profesional. Allí, bajo su nuevo nombre artístico, Heleno, la puerta del éxito se abrió de par en par.
Pronto, comenzó a presentarse en los clubes más importantes de la Capital Federal y del conurbano bonaerense, cautivando a un público que, sobre todo, era femenino. No pasó mucho tiempo antes de que la televisión también lo reclamara, y con ello, el país entero conoció su voz. El fenómeno Heleno había nacido.
Su gran éxito llegó en 1971, con una canción que marcaría un hito en la música popular: “La chica de la boutique”. El single vendió más de 400.000 copias en todo el país, le valió su primer disco de oro y encabezó los rankings durante semanas. El tema resonaba en cada esquina, en cada radio. Pero Heleno no se conformó. Siguieron éxitos como “Niña, mujer” y “En un micro”, canciones que nacían de su propia inspiración y conectaban directamente con el corazón de la juventud.
Al final de 1973, Heleno lanzó un tema que rompería todos los moldes: “No son palabritas”. Fue un boom inesperado. En Argentina, vendió 120.000 copias, en México, otras 200.000 y en el resto de América Latina, alcanzó la asombrosa cifra de 400.000 copias. El reconocimiento internacional llegó a tal punto que la canción fue traducida y grabada en portugués, francés y alemán, buscando conquistar aún más mercados. Y lo logró.
Hoy, Heleno permanece en la memoria de quienes vivieron aquellos años, cuando la música melódica era la voz de una juventud que buscaba soñar y sentir. Sus canciones siguen siendo un refugio, una ventana a tiempos en los que el amor y la música caminaban de la mano. Heleno fue más que un cantante, fue la banda sonora de una generación.