El magrao

17 OCT 2024 - 14:34 | Actualizado 24 OCT 2024 - 20:38

Por: Juan Miguel Bigrevich
Edición: Marcelo Maidana
Podcast: Luciano De Maio

Hace 13 años y a los 57 moría Sócrates Brasileiro de Souza Vieria de Oliveira. Sócrates, a secas. El motor del proceso político-deportivo más revolucionario y romántico de América Latina. Cirrosis hepática, indicó el informe médico devastador.

Ese médico pediatra que portaba ese nombre filosófico en virtud que su padre era un obsesivo de los clásicos griegos y un 8 de excepción, fue el fundador de "La democracia Corinthiana", un esquema de gobierno cooperativo en uno de los clubes más populares del continente americano: el Corinthians de San Pablo. Tuvo tres laderos. Un sociológico, Adilson Monteiro Alves y dos colegas suyos. El negro Wladimir, representante de una mayoría históricamente relegada en Brasil y Walter Casagrande, un grandote adolescente tardío que faltaba a los entrenamientos y a los partidos cuando se enamoraba. Y se enamoraba seguido.

Su movimiento demolió -en dos años de campeonatos paulistas- la doctrina de un gobierno militar que llevaba dos décadas en el poder. Con ese desafío, el "Timao" convocó multitudes y logró una empatía sin igual entre propios y ajenos. Cada vez que hacían un gol, el brazo en alto, el puño cerrado y la mirada fija, erguida, era un símbolo incontrastable que desde el fútbol podía llegar algún mensaje, generar debate, transformar algo.

Los jugadores tomaban todas las decisiones. Métodos de trabajo, sistemas de juego, entrenamientos, distribución del dinero y el ocio. Y sacaron al Corinthians del sótano para ponerlo arriba. Y Sócrates fue la bandera. Se fue un día. Fiorentina, Flamengo, Santos y Botafogo fueron clubes fugaces donde paseó su estampa larga y fina. Se convirtió en diputado. Con Lula. Junto a Lula. Pero volvió.

Un domingo, 4 de diciembre de 2011, el equipo blanco se enteró antes de medirse con su vecino Palmeiras que era campeón sin jugar. Salieron al Pacaembú para festejar. Pero en ese instante, llegó otra noticia. Demoledora. Producto de su adicción al tabaco y al alcohol, el doctor, el mediocampista de excepción, pero al que le gustaba que le digan más "Magrao" (flaco), dejaba de existir. Se paralizó el tiempo y el silencio fue ensordecedor. Y en esos momentos mágicos que tiene el juego más hermoso del planeta, todos, pero todos -los de adentro y los de afuera-, levantaron su brazo al cielo, cerraron el puño y miraron fijo. Sócrates estaba ahí. Hecho canción en el aire.

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17 OCT 2024 - 14:34

Por: Juan Miguel Bigrevich
Edición: Marcelo Maidana
Podcast: Luciano De Maio

Hace 13 años y a los 57 moría Sócrates Brasileiro de Souza Vieria de Oliveira. Sócrates, a secas. El motor del proceso político-deportivo más revolucionario y romántico de América Latina. Cirrosis hepática, indicó el informe médico devastador.

Ese médico pediatra que portaba ese nombre filosófico en virtud que su padre era un obsesivo de los clásicos griegos y un 8 de excepción, fue el fundador de "La democracia Corinthiana", un esquema de gobierno cooperativo en uno de los clubes más populares del continente americano: el Corinthians de San Pablo. Tuvo tres laderos. Un sociológico, Adilson Monteiro Alves y dos colegas suyos. El negro Wladimir, representante de una mayoría históricamente relegada en Brasil y Walter Casagrande, un grandote adolescente tardío que faltaba a los entrenamientos y a los partidos cuando se enamoraba. Y se enamoraba seguido.

Su movimiento demolió -en dos años de campeonatos paulistas- la doctrina de un gobierno militar que llevaba dos décadas en el poder. Con ese desafío, el "Timao" convocó multitudes y logró una empatía sin igual entre propios y ajenos. Cada vez que hacían un gol, el brazo en alto, el puño cerrado y la mirada fija, erguida, era un símbolo incontrastable que desde el fútbol podía llegar algún mensaje, generar debate, transformar algo.

Los jugadores tomaban todas las decisiones. Métodos de trabajo, sistemas de juego, entrenamientos, distribución del dinero y el ocio. Y sacaron al Corinthians del sótano para ponerlo arriba. Y Sócrates fue la bandera. Se fue un día. Fiorentina, Flamengo, Santos y Botafogo fueron clubes fugaces donde paseó su estampa larga y fina. Se convirtió en diputado. Con Lula. Junto a Lula. Pero volvió.

Un domingo, 4 de diciembre de 2011, el equipo blanco se enteró antes de medirse con su vecino Palmeiras que era campeón sin jugar. Salieron al Pacaembú para festejar. Pero en ese instante, llegó otra noticia. Demoledora. Producto de su adicción al tabaco y al alcohol, el doctor, el mediocampista de excepción, pero al que le gustaba que le digan más "Magrao" (flaco), dejaba de existir. Se paralizó el tiempo y el silencio fue ensordecedor. Y en esos momentos mágicos que tiene el juego más hermoso del planeta, todos, pero todos -los de adentro y los de afuera-, levantaron su brazo al cielo, cerraron el puño y miraron fijo. Sócrates estaba ahí. Hecho canción en el aire.


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