Un hecho de extrema violencia conmocionó el pasado domingo a la tranquila comunidad rural de Villa Llanquín, a pocos kilómetros de Bariloche, cuando una acalorada discusión entre vecinos por la forma de amansar yeguas derivó en un homicidio a sangre fría.
El episodio, que tuvo lugar en un campo ubicado a 13 kilómetros de la localidad, dejó al descubierto la tensión latente en la vida rural y el dramático desenlace de una rivalidad insospechada.
Según la reconstrucción judicial, tras una jornada en la que un grupo de pobladores ayudó a Sandoval a juntar yeguas dispersas, ambos compartieron una cena con bebidas alcohólicas donde la conversación derivó en una acalorada discusión sobre sus habilidades para el amanse.
La pelea escaló cuando Sandoval echó a Sixto de su casa, quien subió a su caballo, pero volvió a discutir con el propietario en la tranquera del campo. En un momento dato, Sixto agredió a su vecino con un rebenque, un látigo típico del ámbito rural, golpeándole en un brazo.
Herido en su orgullo y físicamente, Sandoval regresó a su vivienda, tomó una escopeta calibre 16 y salió en busca de Sixto. Al encontrarse nuevamente, le disparó directamente en la cabeza, causándole la muerte en el acto por una grave hemorragia provocada por el impacto y la dispersión de 65 perdigones de plomo.
El crimen fue presenciado por Gregorio Antinao, un poblador local que también había compartido la cena con ambos hombres. Antinao se convirtió en testigo clave y fue quien persuadió a Sandoval para que se entregara voluntariamente a la policía.
Horas después del homicidio, acompañó al acusado hasta la comisaría local, declarando a los efectivos: “Les vengo a entregar a un asesino”. Sandoval, visiblemente afectado, reconoció el hecho con la frase: “Me mandé una macana”. (La Radio de la Cordillera)
Un hecho de extrema violencia conmocionó el pasado domingo a la tranquila comunidad rural de Villa Llanquín, a pocos kilómetros de Bariloche, cuando una acalorada discusión entre vecinos por la forma de amansar yeguas derivó en un homicidio a sangre fría.
El episodio, que tuvo lugar en un campo ubicado a 13 kilómetros de la localidad, dejó al descubierto la tensión latente en la vida rural y el dramático desenlace de una rivalidad insospechada.
Según la reconstrucción judicial, tras una jornada en la que un grupo de pobladores ayudó a Sandoval a juntar yeguas dispersas, ambos compartieron una cena con bebidas alcohólicas donde la conversación derivó en una acalorada discusión sobre sus habilidades para el amanse.
La pelea escaló cuando Sandoval echó a Sixto de su casa, quien subió a su caballo, pero volvió a discutir con el propietario en la tranquera del campo. En un momento dato, Sixto agredió a su vecino con un rebenque, un látigo típico del ámbito rural, golpeándole en un brazo.
Herido en su orgullo y físicamente, Sandoval regresó a su vivienda, tomó una escopeta calibre 16 y salió en busca de Sixto. Al encontrarse nuevamente, le disparó directamente en la cabeza, causándole la muerte en el acto por una grave hemorragia provocada por el impacto y la dispersión de 65 perdigones de plomo.
El crimen fue presenciado por Gregorio Antinao, un poblador local que también había compartido la cena con ambos hombres. Antinao se convirtió en testigo clave y fue quien persuadió a Sandoval para que se entregara voluntariamente a la policía.
Horas después del homicidio, acompañó al acusado hasta la comisaría local, declarando a los efectivos: “Les vengo a entregar a un asesino”. Sandoval, visiblemente afectado, reconoció el hecho con la frase: “Me mandé una macana”. (La Radio de la Cordillera)