Guardiana de la memoria

Es la biblioteca Agustín Álvarez de Trelew, cercana a su centenario de vida y que cuenta con más de cien mil ejemplares. Hoy considerada la más importante de la región patagónica.

En sus estanterías se cuenta desde los clásicos hasta revistas.
11 JUN 2025 - 15:32 | Actualizado 11 JUN 2025 - 16:00

Por Juan Miguel Bigrevich / Redacción Jornada

Es un testimonio de la resistencia humana. Ella, guardiana de la historia, de la memoria, del presente y del futuro.

Con más de noventa años de existencia, la biblioteca popular Agustín Álvarez de Trelew tiene la tarea -con más de cien mil libros en su haber- de construir eternidades con elementos de fugacidad, tránsito y olvido.

Ubicada en pleno histórico de Trelew, no sólo posee volúmenes incunables y obras inéditas y originales de Vignatti, Casamiquela o Arancibia; sino que se actualiza permanentemente con los libros de textos a pesar de los achiques presupuestarios que padece; tanto ella como la CONABIP (Comisión Nacional de Bibliotecas Populares). Y como toda biblioteca popular está abierta a cualquiera que intente entender que cada verso es una confesión.

Cuando parece estar por debajo de los mercuriales, la Agustín Álvarez nos demuestra que a pesar de tropezare con ociosos mercaderes y el virus letal de una posverdad de slogans repetidos, lenguajes preescolares, gritos y balbuceos, es la voz que atraviesa la historia y el grito que se niega a ser silencio.

Es que en este sitio hay una gota de su mudez que ensordece. Una huella que conduce hacia un destino, subrayando el pasado y haciendo un mimo que nada fue en vano pues en cada hoja hay un pedazo de libertad.

Sandra Gómez, es la titular de esta asociación civil sin fines de lucro y dirige este espacio de sabiduría. En la explosión de su mirada inquieta de ojos delineados en negro y con la sinceridad de su cuerpo fuerte y frágil a la vez, nos habla entusiasta del sistema braille existente en un ala en compañía de José Guardiola; de los clásicos y de la hemeroteca excepcionalmente encuadernada y de la voluntad de acceder -de una buena y difícil vez- a un sistema de digitalización acorde a estos tiempos modernos y sus demandas.

Con ella, junto a ella, se encuentra la docena de sus compañeras/os que día a día engalanan su trabajo. Sus integrantes nos señalan que hay que seguir andando aunque falte la mitad del paisaje. Ellas/os ganan respeto, cambian mentes, dejan legado porque aman por el hecho de hacer o que hacen, sin razones ni pruebas. Con sus bondades intactas, sus corazones de bosques, sus frentes altas.

Con ciento treinta socios activos (la cuota es $3.000 por mes) y ser considerada la biblioteca popular más importante de la Patagonia, la Agustín Álvarez no combate al mundo, sino que lo persuade para escribir un nuevo capítulo su historia. Contra la frivolidad y la tontería, escudándose contra la risa rápida y la pena honda.

En ella hay historias escritas con espadas de machos; pero también hay otras -y cada vez menos ocultas- en los dobladillos de una pollera, en una canasta de lavandera o en el susurro de una fiesta.

En sus estanterías está la historia universal y a su vez colectiva. Los misterios de Agatha Christie, las obras de Homero con su Ilíada y Odisea; los poemas de Neruda; las creaciones de Stan Lee y la armada latinoamericana con Los Cien años de Soledad de García Márquez; Las venas abiertas…de Galeano o La ciudad y los perros como para no andar mezquinando o la historia de Chubut a través de Jornada conviven en la sala de lectura sin que nadie se cuestione su existencia y dudar que en cada libro no se auna promesa y ven como sus textos originales han sido llevados al cine, la televisión o a las nuevas plataformas digitales ya sean con finales felices o sin redención.

En esta biblioteca hay poemas escritos que son más fuertes que el grito de los heridos y hay más silencios que la respiración boca a boca. Ese murmullo de palabras sin sonidos. Voces que cantan para espantar el miedo; aunque calladas siguen hablando y que nos brindan el don de tener sueños por más que sean triviales. Rompiendo los grilletes del tiempo, de la sabiduría y probando que los humanos somos capaces de hacer magia con unos garabatos sobre un objeto plano.

La historia no es un simple registro de hechos pasados y aislados, sino también una advertencia sobre lo que podría suceder en el futuro si no prestamos atención y en esa resistencia al deseo de olvidar está la Agustín Álvarez; guardiana silenciosa de la memoria y del presente que le habla al viento que la libertad y la rebeldía, aunque tardía, siempre regresa

En sus estanterías se cuenta desde los clásicos hasta revistas.
11 JUN 2025 - 15:32

Por Juan Miguel Bigrevich / Redacción Jornada

Es un testimonio de la resistencia humana. Ella, guardiana de la historia, de la memoria, del presente y del futuro.

Con más de noventa años de existencia, la biblioteca popular Agustín Álvarez de Trelew tiene la tarea -con más de cien mil libros en su haber- de construir eternidades con elementos de fugacidad, tránsito y olvido.

Ubicada en pleno histórico de Trelew, no sólo posee volúmenes incunables y obras inéditas y originales de Vignatti, Casamiquela o Arancibia; sino que se actualiza permanentemente con los libros de textos a pesar de los achiques presupuestarios que padece; tanto ella como la CONABIP (Comisión Nacional de Bibliotecas Populares). Y como toda biblioteca popular está abierta a cualquiera que intente entender que cada verso es una confesión.

Cuando parece estar por debajo de los mercuriales, la Agustín Álvarez nos demuestra que a pesar de tropezare con ociosos mercaderes y el virus letal de una posverdad de slogans repetidos, lenguajes preescolares, gritos y balbuceos, es la voz que atraviesa la historia y el grito que se niega a ser silencio.

Es que en este sitio hay una gota de su mudez que ensordece. Una huella que conduce hacia un destino, subrayando el pasado y haciendo un mimo que nada fue en vano pues en cada hoja hay un pedazo de libertad.

Sandra Gómez, es la titular de esta asociación civil sin fines de lucro y dirige este espacio de sabiduría. En la explosión de su mirada inquieta de ojos delineados en negro y con la sinceridad de su cuerpo fuerte y frágil a la vez, nos habla entusiasta del sistema braille existente en un ala en compañía de José Guardiola; de los clásicos y de la hemeroteca excepcionalmente encuadernada y de la voluntad de acceder -de una buena y difícil vez- a un sistema de digitalización acorde a estos tiempos modernos y sus demandas.

Con ella, junto a ella, se encuentra la docena de sus compañeras/os que día a día engalanan su trabajo. Sus integrantes nos señalan que hay que seguir andando aunque falte la mitad del paisaje. Ellas/os ganan respeto, cambian mentes, dejan legado porque aman por el hecho de hacer o que hacen, sin razones ni pruebas. Con sus bondades intactas, sus corazones de bosques, sus frentes altas.

Con ciento treinta socios activos (la cuota es $3.000 por mes) y ser considerada la biblioteca popular más importante de la Patagonia, la Agustín Álvarez no combate al mundo, sino que lo persuade para escribir un nuevo capítulo su historia. Contra la frivolidad y la tontería, escudándose contra la risa rápida y la pena honda.

En ella hay historias escritas con espadas de machos; pero también hay otras -y cada vez menos ocultas- en los dobladillos de una pollera, en una canasta de lavandera o en el susurro de una fiesta.

En sus estanterías está la historia universal y a su vez colectiva. Los misterios de Agatha Christie, las obras de Homero con su Ilíada y Odisea; los poemas de Neruda; las creaciones de Stan Lee y la armada latinoamericana con Los Cien años de Soledad de García Márquez; Las venas abiertas…de Galeano o La ciudad y los perros como para no andar mezquinando o la historia de Chubut a través de Jornada conviven en la sala de lectura sin que nadie se cuestione su existencia y dudar que en cada libro no se auna promesa y ven como sus textos originales han sido llevados al cine, la televisión o a las nuevas plataformas digitales ya sean con finales felices o sin redención.

En esta biblioteca hay poemas escritos que son más fuertes que el grito de los heridos y hay más silencios que la respiración boca a boca. Ese murmullo de palabras sin sonidos. Voces que cantan para espantar el miedo; aunque calladas siguen hablando y que nos brindan el don de tener sueños por más que sean triviales. Rompiendo los grilletes del tiempo, de la sabiduría y probando que los humanos somos capaces de hacer magia con unos garabatos sobre un objeto plano.

La historia no es un simple registro de hechos pasados y aislados, sino también una advertencia sobre lo que podría suceder en el futuro si no prestamos atención y en esa resistencia al deseo de olvidar está la Agustín Álvarez; guardiana silenciosa de la memoria y del presente que le habla al viento que la libertad y la rebeldía, aunque tardía, siempre regresa