Salvar la vida por 36 milímetros

Enviado por AP al Valle para cubrir los hechos de agosto del 72, el periodista Horacio Finoli salvó su vida casi de casualidad tras ser baleado en la Unidad 6 de Rawson. El episodio quedó en la historia como parte de la secuencia represiva que terminaría en los fusilamientos.

22 AGO 2025 - 9:17 | Actualizado 22 AGO 2025 - 9:30

Por Rolando Tobarez / Redacción Jornada

No hay Masacre de Trelew sin la fuga de la Unidad 6 de Rawson. Episodios indivisibles de una semana negra que quebró la historia argentina, con protagonistas inesperados que 53 años después dan testimonio.

Cuando el 15 de agosto de 1972 el escape de 25 presos políticos del penal federal fue noticia nacional, el periodista Horacio Finoli estaba de guardia en la agencia norteamericana de noticias The Associated Press. Su jefe de la AP decidió enviarlo a Chubut.

Finoli –que hoy tiene 77 años- llegó a Trelew la mañana del 16, un día después de la fuga. Lo acompañó el fotógrafo Manuel “Gallego” Martínez. Era el primer vuelo de Aerolíneas Argentinas con más de 100 periodistas a bordo. Muchos habían subido en Bahía Blanca.
A todos los recibió un clima espeso, repleto de miradas raras sobre el grupo foráneo. El aeropuerto estaba repleto de policías, militares y servicios de Inteligencia.

Finoli en la actualidad, dueño de una memoria prodigiosa.


“No conocía la zona y me quedó en la cabeza la idea de que era una `Ciudad Blanca´ porque lo único que conocí fueron enfermeras, ambulancias y camillas”, le dijo Finoli a Jornada.

De inmediato viajaron a la U-6 de Rawson junto con Héctor “Pepe” Castro en el Ford Fairlaine del director de LU 17. Por tantas visitas no había otro vehículo disponible. Los acompañaron el subdirector de diario El Chubut, Adolfo Samyn, y el enviado de Clarín, Armando Vidal.
Decidieron acercarse a la cárcel para lograr la foto que graficara la fuga. Estacionaron en la esquina donde funcionaba la Caja de Previsión, el actual SEROS.

El fotógrafo bajó y extendió el zoom para fotografiar el penal. A 150 metros, un guardiacárcel lo confundió con un fusil y disparó. Esas balas dieron en la calle.
Alertado por los tiros, un oficial de Policía de guardia en esa esquina les apuntó y les pidió identificación. Estaba allí con otros dos agentes porque los edificios públicos tenían custodia reforzada.
“Los cinco periodistas mostramos la cédula y la credencial. Nos dijo que nos vayamos de ese lugar porque no podían estar los periodistas”. Hubo un breve diálogo con Castro, que reconoció al oficial.

Armando Vidal (izquierda) junto con Finoli, dos protagonistas.


Pero cuando el grupo se subió al Ford, el uniformado tiró. El primer balazo dio en el paragolpes trasero. Al notar que no hería a nadie, el policía se acomodó mejor, puso rodilla en tierra, levantó el FAL, apuntó y tiró de nuevo. Una bala atravesó el baúl, el asiento y el sobretodo beige de Finoli, que iba atrás: gritó y se desplomó sobre el asiento delantero. Conservó ese sobretodo con dos orificios muchos años como una reliquia, un símbolo. Después lo regalaría.

Finoli sufrió 2 esquirlas del FAL y cuatro de las chapas del auto. Terminó en el Hospital Santa Teresita. “Me iban a operar en la zona pero al ser una intervención delicada uno de los médicos pidió llevarme a Buenos Aires”. Al día siguiente lo trasladó el avión sanitario: le sacaron tres esquirlas. El resto todavía están en su cuerpo. Habían quedado a 36 milímetros del hígado y a medio centímetro de la columna vertebral. “Me salvé porque el de arriba tiene barba como yo, si no, no me salvo”, le dijo a Jornada.

Vidal entrevistando al capitán Manuel Ceretti, uno de los jefes de la zona de Emergencia Militar.

La noche de la balacera, el grupo fue a la sede de Gendarmería Nacional para una charla con el general Ignacio Betti, jefe del control militar en la zona, para exigirle garantías para la prensa: “Pero muchachos, en Vietnam mueren periodistas todos los días, ¿de qué se quejan?”, le contestó el jefe militar.

El jefe de AP lo llamó a Jorge Costa –gobernador de facto en Chubut- para saber cuánto había costado mover el avión para trasladar a su periodista. Quería cubrir el costo. “Ese cheque voló 7 veces entre Rawson y Buenos Aires porque Costa le dijo que después de todo lo sucedido, Provincia se haría cargo, pero al final el cheque quedó en el sur porque AP no aceptó que ninguna persona externa pagara gastos del personal”.

Por el episodio hubo dos sumarios para el tirador: uno policial porque era un oficial de la Provincia, y otro militar porque se había decretado zona de emergencia militar. Quedaron en la nada. Finoli era la víctima pero fue el único que nunca declaró. Se sabía que no iba a favorecer a su agresor.

Ya en Capital Federal, lo internaron en la clínica Pequeña Compañía de María, hoy Mater Dei. Lo visitó Fitmat Lamas, el propio médico personal del presidente de facto Agustín Lanusse. Era un profesional de cierta fama entre las clases más acomodadas. “Lo rajé de la habitación y le pedí que le dijera al presidente se debía preocuparse por los periodistas antes que los baleen, no después. La verdad es que yo tenía 23 años y no sé si hoy haría eso porque el tipo no tenía nada que ver”.

Finoli hace 53 años, contando el ataque que casi lo mató.

En su posoperatorio también recibió a Pepe Treviño, un célebre colega. “Al volver al diario no tuvo mejor idea que titular la entrevista `El único sobreviviente de Trelew´. Y de ese título se agarraron los milicos y me pusieron en un libro que publicó el Ministerio de Defensa llamado ´Los amigos de la subversión en Argentina´”. Ese material tenía los nombres de 6 periodistas.

Tras el golpe militar del 76, cuando ya estaba en Agence France Presse, su jefe Jean Pierre Bousquet –autor del libro `Las Locas de Plaza de Mayo- le advirtió a Finoli: “Tenés que irte del país”. Sacó un pasaje y estuvo menos de 48 horas en Río de Janeiro.
Bousquet intentó una reunión con el dictador Jorge Rafael Videla. Pero recibió un mensaje a través de un teniente coronel que era secretario de Prensa y Difusión: “Videla le dijo `Que Finoli se dedique a deportes, preferentemente básquet, y que no levante la cabeza de la línea del horizonte´”.

Su jefe francés le dio dos opciones: cobrar el sueldo y no salir de su casa esperando tiempos mejores o volver a la agencia para escribir sobre deportes. Finoli decidió lo más riesgoso. “Le dije que volvía a la agencia para hacer mi carrera de todos los días, pero era un demente y hoy no sé si lo haría”.

La dictadura había comprado los servicios de todas las agencias noticiosas y cada despacho tenía las iniciales del operador de télex y las del periodista. Se podía identificar a cada cronista. “Volví pero con el culo a 4 manos y mucho miedo; muchas noches no iba a dormir a mi casa”.
-¿Cómo se enteró de los fusilamientos?
-Por el comunicado militar en la radio. Todavía estaba internado. Insultaba en siete idiomas y me quería cortar las venas porque quería cubrirlo. Fue un mes y medio de posoperatorio. No me podía mover y debía estar boca abajo en la cama obligadamente.
-¿Se dio cuenta de lo que en verdad había sucedido en la Base?
-Una vez estuve a punto de entrevistar al capitán Luis Sosa pero al final no se dio. Ya no estaba en la agencia. Por formación nunca creo en las versiones oficiales. Estaba convencido de que les habían dado y efectivamente así era.

Fotos: gentileza Horacio Finoli


22 AGO 2025 - 9:17

Por Rolando Tobarez / Redacción Jornada

No hay Masacre de Trelew sin la fuga de la Unidad 6 de Rawson. Episodios indivisibles de una semana negra que quebró la historia argentina, con protagonistas inesperados que 53 años después dan testimonio.

Cuando el 15 de agosto de 1972 el escape de 25 presos políticos del penal federal fue noticia nacional, el periodista Horacio Finoli estaba de guardia en la agencia norteamericana de noticias The Associated Press. Su jefe de la AP decidió enviarlo a Chubut.

Finoli –que hoy tiene 77 años- llegó a Trelew la mañana del 16, un día después de la fuga. Lo acompañó el fotógrafo Manuel “Gallego” Martínez. Era el primer vuelo de Aerolíneas Argentinas con más de 100 periodistas a bordo. Muchos habían subido en Bahía Blanca.
A todos los recibió un clima espeso, repleto de miradas raras sobre el grupo foráneo. El aeropuerto estaba repleto de policías, militares y servicios de Inteligencia.

Finoli en la actualidad, dueño de una memoria prodigiosa.


“No conocía la zona y me quedó en la cabeza la idea de que era una `Ciudad Blanca´ porque lo único que conocí fueron enfermeras, ambulancias y camillas”, le dijo Finoli a Jornada.

De inmediato viajaron a la U-6 de Rawson junto con Héctor “Pepe” Castro en el Ford Fairlaine del director de LU 17. Por tantas visitas no había otro vehículo disponible. Los acompañaron el subdirector de diario El Chubut, Adolfo Samyn, y el enviado de Clarín, Armando Vidal.
Decidieron acercarse a la cárcel para lograr la foto que graficara la fuga. Estacionaron en la esquina donde funcionaba la Caja de Previsión, el actual SEROS.

El fotógrafo bajó y extendió el zoom para fotografiar el penal. A 150 metros, un guardiacárcel lo confundió con un fusil y disparó. Esas balas dieron en la calle.
Alertado por los tiros, un oficial de Policía de guardia en esa esquina les apuntó y les pidió identificación. Estaba allí con otros dos agentes porque los edificios públicos tenían custodia reforzada.
“Los cinco periodistas mostramos la cédula y la credencial. Nos dijo que nos vayamos de ese lugar porque no podían estar los periodistas”. Hubo un breve diálogo con Castro, que reconoció al oficial.

Armando Vidal (izquierda) junto con Finoli, dos protagonistas.


Pero cuando el grupo se subió al Ford, el uniformado tiró. El primer balazo dio en el paragolpes trasero. Al notar que no hería a nadie, el policía se acomodó mejor, puso rodilla en tierra, levantó el FAL, apuntó y tiró de nuevo. Una bala atravesó el baúl, el asiento y el sobretodo beige de Finoli, que iba atrás: gritó y se desplomó sobre el asiento delantero. Conservó ese sobretodo con dos orificios muchos años como una reliquia, un símbolo. Después lo regalaría.

Finoli sufrió 2 esquirlas del FAL y cuatro de las chapas del auto. Terminó en el Hospital Santa Teresita. “Me iban a operar en la zona pero al ser una intervención delicada uno de los médicos pidió llevarme a Buenos Aires”. Al día siguiente lo trasladó el avión sanitario: le sacaron tres esquirlas. El resto todavía están en su cuerpo. Habían quedado a 36 milímetros del hígado y a medio centímetro de la columna vertebral. “Me salvé porque el de arriba tiene barba como yo, si no, no me salvo”, le dijo a Jornada.

Vidal entrevistando al capitán Manuel Ceretti, uno de los jefes de la zona de Emergencia Militar.

La noche de la balacera, el grupo fue a la sede de Gendarmería Nacional para una charla con el general Ignacio Betti, jefe del control militar en la zona, para exigirle garantías para la prensa: “Pero muchachos, en Vietnam mueren periodistas todos los días, ¿de qué se quejan?”, le contestó el jefe militar.

El jefe de AP lo llamó a Jorge Costa –gobernador de facto en Chubut- para saber cuánto había costado mover el avión para trasladar a su periodista. Quería cubrir el costo. “Ese cheque voló 7 veces entre Rawson y Buenos Aires porque Costa le dijo que después de todo lo sucedido, Provincia se haría cargo, pero al final el cheque quedó en el sur porque AP no aceptó que ninguna persona externa pagara gastos del personal”.

Por el episodio hubo dos sumarios para el tirador: uno policial porque era un oficial de la Provincia, y otro militar porque se había decretado zona de emergencia militar. Quedaron en la nada. Finoli era la víctima pero fue el único que nunca declaró. Se sabía que no iba a favorecer a su agresor.

Ya en Capital Federal, lo internaron en la clínica Pequeña Compañía de María, hoy Mater Dei. Lo visitó Fitmat Lamas, el propio médico personal del presidente de facto Agustín Lanusse. Era un profesional de cierta fama entre las clases más acomodadas. “Lo rajé de la habitación y le pedí que le dijera al presidente se debía preocuparse por los periodistas antes que los baleen, no después. La verdad es que yo tenía 23 años y no sé si hoy haría eso porque el tipo no tenía nada que ver”.

Finoli hace 53 años, contando el ataque que casi lo mató.

En su posoperatorio también recibió a Pepe Treviño, un célebre colega. “Al volver al diario no tuvo mejor idea que titular la entrevista `El único sobreviviente de Trelew´. Y de ese título se agarraron los milicos y me pusieron en un libro que publicó el Ministerio de Defensa llamado ´Los amigos de la subversión en Argentina´”. Ese material tenía los nombres de 6 periodistas.

Tras el golpe militar del 76, cuando ya estaba en Agence France Presse, su jefe Jean Pierre Bousquet –autor del libro `Las Locas de Plaza de Mayo- le advirtió a Finoli: “Tenés que irte del país”. Sacó un pasaje y estuvo menos de 48 horas en Río de Janeiro.
Bousquet intentó una reunión con el dictador Jorge Rafael Videla. Pero recibió un mensaje a través de un teniente coronel que era secretario de Prensa y Difusión: “Videla le dijo `Que Finoli se dedique a deportes, preferentemente básquet, y que no levante la cabeza de la línea del horizonte´”.

Su jefe francés le dio dos opciones: cobrar el sueldo y no salir de su casa esperando tiempos mejores o volver a la agencia para escribir sobre deportes. Finoli decidió lo más riesgoso. “Le dije que volvía a la agencia para hacer mi carrera de todos los días, pero era un demente y hoy no sé si lo haría”.

La dictadura había comprado los servicios de todas las agencias noticiosas y cada despacho tenía las iniciales del operador de télex y las del periodista. Se podía identificar a cada cronista. “Volví pero con el culo a 4 manos y mucho miedo; muchas noches no iba a dormir a mi casa”.
-¿Cómo se enteró de los fusilamientos?
-Por el comunicado militar en la radio. Todavía estaba internado. Insultaba en siete idiomas y me quería cortar las venas porque quería cubrirlo. Fue un mes y medio de posoperatorio. No me podía mover y debía estar boca abajo en la cama obligadamente.
-¿Se dio cuenta de lo que en verdad había sucedido en la Base?
-Una vez estuve a punto de entrevistar al capitán Luis Sosa pero al final no se dio. Ya no estaba en la agencia. Por formación nunca creo en las versiones oficiales. Estaba convencido de que les habían dado y efectivamente así era.

Fotos: gentileza Horacio Finoli