Por Rolando Tobarez / Redacción Jornada
Todo comenzó con gritos, ruidos de motosierra, ceremonias musicales con bombos, cornetas y trompetas en plena madrugada, alterando la convivencia en el Parque Nacional los Alerces. Lo advirtió primero un guardaparques que vivía cerca con su esposa e hijos.
Era la avanzada.
Hasta que la tarde del 22 de enero de 2020 el exbrigadista y líder de la Lof Pailako Mew, Cruz Ernesto Cárdenas, junto con un grupo de personas ocupó un predio de la Seccional El Maitenal del Parque. Bloquearon los accesos con troncos y ataron la tranquera con alambre para consolidar la usurpación.
Gendarmes, guardaparques y pobladores comenzaron a notar a encapuchados deambulando por zonas no accesibles al público, hacha en mano. Otros llevaban ropa gaucha y vincha. Desmontaban vegetación en zonas prohibidas y talaban árboles para marcar el límite de la toma. Lomos de burro y zanjas evitaban la circulación.
Nunca antes en el Parque se había registrado una ocupación ni reclamos mapuches. Ni Cárdenas se había presentado como jefe de alguna comunidad.
Aparecieron banderas con inscripciones como “Estado represor”. Se sumarían niños, mujeres y hacienda robada. Quemaron tranqueras, dañaron alambrados y caminos, y hasta sabotearon una pista de aterrizaje. Aparecían postes arrancados, palos con clavos, columnas de humo y hachas y herramientas robadas. También destrozos en el camping y en la cartelería.
En la montaña se oían rituales mapuches, cánticos, instrumentos, ruidos extraños, disparos, vidrios rotos. Los ocupantes destruyeron la “Cruz Histórica”, un Cristo de madera que pintaron con simbología mapuche a la vera de la ruta 71.
En su cuenta de Facebook, la Lof invitaba a sumarse a la usurpación. La reivindicaba como “el proceso de recuperación y lucha” en esas tierras robadas por el “huinca”. Los posteos agregaban frases como “Lucharemos por cuidarlas hasta las últimas consecuencias”, “De acá no nos movemos” y “De acá nos sacan muertos”.
Una pareja de guardaparques de la Seccional pidió su traslado. Con un bebé era peligroso vivir cerca a la usurpación. Los ocupantes maltrataban al personal diciéndoles “Estado represor”, “putos” o “fachos”. O con referencias a Parques Nacionales con “Z”, vinculando con el nazismo.
Ante la denuncia el juez federal de Esquel, Guido Otranto, ordenó “no innovar”. La presencia y el control de los guardaparques disminuyó drásticamente. Las recorridas sólo se hacían con Gendarmería, no solos. Cárdenas aprovechó para expandir la ocupación.
En julio de 2021 un drone sobrevoló la Seccional tomada. Detectó humo saliendo de la chimenea de la vivienda oficial y un galpón destruido. Faltaba la torre del tanque de agua. Había construcciones irregulares y caballos robados ingresados de noche para no ser vistos. Alguien de vincha apedreó el aparato.
Sin guardaparques cerca, la población (incluyendo personas mayores y con discapacidad) no contaba con asistencia básica. Todos pedían seguridad por temor a hechos como los de Lago Mascardi y Bariloche.
Hubo mesas de diálogo con los ministerios de Justicia y Ambiente, el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas y Parques Nacionales. Pero en Facebook la Lof avisaba: “No pasarán”. El mejor logro fue permitir el paso de la brigada antiincendios.
El mediodía del 9 de septiembre de 2020 los guardaparques Danilo Otaño y Javier Montbrum volvían de chequear el estado de la casa de El Maitenal a bordo de una Ford Ranger. Escucharon un alarido y alguien gritó “Se vienen”. Siguió una lluvia de piedras de tres encapuchados corriendo detrás del vehículo. Aceleraron pero los frenó el guardaganado. Quedaron expuestos. Un proyectil destruyó la luneta trasera. Todo quedó abollado. Un vecino identificó a Cárdenas. Y la Lof Pailako se atribuyó el hecho como “autodefensa y control territorial”.
La tarde del 10 de julio de 2021 un poblador vio humo en el histórico Puente de Cristo del arroyo Cascada. Dio la alerta por el avance del fuego hacia su vivienda.
Ese puente de madera de 7 metros era clave: permitía el acceso de pobladores, abastecer de agua a los aviones hidrantes y evacuar ante incendios. Si no se podía usar obligaba a un rodeo de 10 kilómetros.
Llegaron los guardaparques Cristian Careaga y María Laura Fenoglio. Ella bajó. Había mucho fuego en la mitad del puente alimentado con ramas, palos, cubiertas y combustible.
Desde detrás de las llamas altas y el humo, cinco usurpadores la apedrearon a hondazos: “Andate huinca invasora, nunca tendrías que haber venido” y “Váyase señora que la vamos a lastimar”, le gritó una mujer.
Fenoglio levantó las manos y se quitó campera y chaleco para mostrar que estaba desarmada. Reconoció las voces del matrimonio. Vio a María Belén Salinas, que había sido niñera de sus hijos.
A Cárdenas lo notó cuando se agachó y levantó una mochila similar a las usadas por la Brigada de Incendios. Tenía un tapabocas mal colocado. Lo conocía de años. Hasta había asistido al bautismo de un hijo del líder.
Por los nervios no pudo filmar con su celular. Un piedrazo le rozó la cara, temió por su vida, retrocedió a la camioneta y debió irse sin apagar nada. Hoy la guardaparques prefiere ya no residir en lugares aislados del Parque.
Por su madera de coihue no pudieron quemar el puente. Lo cortaron con motosierra y quedó inutilizable. Fue una estrategia para controlar el ingreso de personas a la zona.
Tras casi cinco años de usurpación, en agosto de 2024 el Juzgado Federal de Esquel ordenó el desalojo. Las fuerzas de seguridad intentaron notificar a Cárdenas pero en el límite del predio los recibían los encapuchados. La medida se ejecutó el 9 de enero de 2025. Ya no quedaba nadie en el lugar.
Cárdenas es descendiente de criollos pero se autoproclamó mapuche para liderar la Lof. Jamás había pedido esas tierras antes. A muchos los sorprendió que haya percibido su condición originaria de un día para el otro. No tenía ningún derecho de ocupación.
Hasta 2021 la Lof no figuraba en la web del INAI entre las 99 comunidades mapuches en Chubut. En la Escribanía General del Chubut se anotó en septiembre de 2023, más de tres años después de la usurpación.
Cárdenas fue dos veces declarado rebelde y obligó a postergar el juicio oral y público durante 4 meses. Fue condenado a 3 años de prisión en suspenso por usurpación por despojo, daños y atentado a la autoridad agravado. Su pareja María Belén Salinas recibió una pena de 1 año y 6 meses de prisión en suspenso por daño agravado.
Enrique Baronetto, juez del Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia, escribió en su fallo: “Es indispensable afirmar con absoluta claridad, y a fin de dejar de lado todo tipo de interpretación sesgada o antojadiza, que el dictado de una condena no implica, bajo ningún concepto, el desconocimiento o menoscabo de los derechos reconocidos a una comunidad indígena”.
Pero a la vez subrayó la necesidad de un “respeto recíproco”: el Estado debe garantizar los derechos indígenas y las comunidades deben respetar la ley sin que su pertenencia cultural justifique vulnerarla.
Consideró que Cárdenas y Salinas sostuvieron una usurpación mediante violencia material y moral para expulsar a sus legítimos ocupantes. Buscaron forzar un reconocimiento como propietarios de los lotes dentro del Parque.
Cárdenas llegó a invocar indicaciones de una “Machi” que le señaló la zona como propia. Pero nunca inició el trámite ante el Registro Nacional de Comunidades Indígenas y el Programa Nacional de Relevamiento Territorial.
Según el fallo, fue un plan delictivo organizado para quedarse con el terreno a como diera lugar en nombre de un supuesto “territorio ancestral mapuche recuperado”. No había derecho indígena alguno en juego.
En mapuche, Lof Pailako significa “arroyo tranquilo”.
Por Rolando Tobarez / Redacción Jornada
Todo comenzó con gritos, ruidos de motosierra, ceremonias musicales con bombos, cornetas y trompetas en plena madrugada, alterando la convivencia en el Parque Nacional los Alerces. Lo advirtió primero un guardaparques que vivía cerca con su esposa e hijos.
Era la avanzada.
Hasta que la tarde del 22 de enero de 2020 el exbrigadista y líder de la Lof Pailako Mew, Cruz Ernesto Cárdenas, junto con un grupo de personas ocupó un predio de la Seccional El Maitenal del Parque. Bloquearon los accesos con troncos y ataron la tranquera con alambre para consolidar la usurpación.
Gendarmes, guardaparques y pobladores comenzaron a notar a encapuchados deambulando por zonas no accesibles al público, hacha en mano. Otros llevaban ropa gaucha y vincha. Desmontaban vegetación en zonas prohibidas y talaban árboles para marcar el límite de la toma. Lomos de burro y zanjas evitaban la circulación.
Nunca antes en el Parque se había registrado una ocupación ni reclamos mapuches. Ni Cárdenas se había presentado como jefe de alguna comunidad.
Aparecieron banderas con inscripciones como “Estado represor”. Se sumarían niños, mujeres y hacienda robada. Quemaron tranqueras, dañaron alambrados y caminos, y hasta sabotearon una pista de aterrizaje. Aparecían postes arrancados, palos con clavos, columnas de humo y hachas y herramientas robadas. También destrozos en el camping y en la cartelería.
En la montaña se oían rituales mapuches, cánticos, instrumentos, ruidos extraños, disparos, vidrios rotos. Los ocupantes destruyeron la “Cruz Histórica”, un Cristo de madera que pintaron con simbología mapuche a la vera de la ruta 71.
En su cuenta de Facebook, la Lof invitaba a sumarse a la usurpación. La reivindicaba como “el proceso de recuperación y lucha” en esas tierras robadas por el “huinca”. Los posteos agregaban frases como “Lucharemos por cuidarlas hasta las últimas consecuencias”, “De acá no nos movemos” y “De acá nos sacan muertos”.
Una pareja de guardaparques de la Seccional pidió su traslado. Con un bebé era peligroso vivir cerca a la usurpación. Los ocupantes maltrataban al personal diciéndoles “Estado represor”, “putos” o “fachos”. O con referencias a Parques Nacionales con “Z”, vinculando con el nazismo.
Ante la denuncia el juez federal de Esquel, Guido Otranto, ordenó “no innovar”. La presencia y el control de los guardaparques disminuyó drásticamente. Las recorridas sólo se hacían con Gendarmería, no solos. Cárdenas aprovechó para expandir la ocupación.
En julio de 2021 un drone sobrevoló la Seccional tomada. Detectó humo saliendo de la chimenea de la vivienda oficial y un galpón destruido. Faltaba la torre del tanque de agua. Había construcciones irregulares y caballos robados ingresados de noche para no ser vistos. Alguien de vincha apedreó el aparato.
Sin guardaparques cerca, la población (incluyendo personas mayores y con discapacidad) no contaba con asistencia básica. Todos pedían seguridad por temor a hechos como los de Lago Mascardi y Bariloche.
Hubo mesas de diálogo con los ministerios de Justicia y Ambiente, el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas y Parques Nacionales. Pero en Facebook la Lof avisaba: “No pasarán”. El mejor logro fue permitir el paso de la brigada antiincendios.
El mediodía del 9 de septiembre de 2020 los guardaparques Danilo Otaño y Javier Montbrum volvían de chequear el estado de la casa de El Maitenal a bordo de una Ford Ranger. Escucharon un alarido y alguien gritó “Se vienen”. Siguió una lluvia de piedras de tres encapuchados corriendo detrás del vehículo. Aceleraron pero los frenó el guardaganado. Quedaron expuestos. Un proyectil destruyó la luneta trasera. Todo quedó abollado. Un vecino identificó a Cárdenas. Y la Lof Pailako se atribuyó el hecho como “autodefensa y control territorial”.
La tarde del 10 de julio de 2021 un poblador vio humo en el histórico Puente de Cristo del arroyo Cascada. Dio la alerta por el avance del fuego hacia su vivienda.
Ese puente de madera de 7 metros era clave: permitía el acceso de pobladores, abastecer de agua a los aviones hidrantes y evacuar ante incendios. Si no se podía usar obligaba a un rodeo de 10 kilómetros.
Llegaron los guardaparques Cristian Careaga y María Laura Fenoglio. Ella bajó. Había mucho fuego en la mitad del puente alimentado con ramas, palos, cubiertas y combustible.
Desde detrás de las llamas altas y el humo, cinco usurpadores la apedrearon a hondazos: “Andate huinca invasora, nunca tendrías que haber venido” y “Váyase señora que la vamos a lastimar”, le gritó una mujer.
Fenoglio levantó las manos y se quitó campera y chaleco para mostrar que estaba desarmada. Reconoció las voces del matrimonio. Vio a María Belén Salinas, que había sido niñera de sus hijos.
A Cárdenas lo notó cuando se agachó y levantó una mochila similar a las usadas por la Brigada de Incendios. Tenía un tapabocas mal colocado. Lo conocía de años. Hasta había asistido al bautismo de un hijo del líder.
Por los nervios no pudo filmar con su celular. Un piedrazo le rozó la cara, temió por su vida, retrocedió a la camioneta y debió irse sin apagar nada. Hoy la guardaparques prefiere ya no residir en lugares aislados del Parque.
Por su madera de coihue no pudieron quemar el puente. Lo cortaron con motosierra y quedó inutilizable. Fue una estrategia para controlar el ingreso de personas a la zona.
Tras casi cinco años de usurpación, en agosto de 2024 el Juzgado Federal de Esquel ordenó el desalojo. Las fuerzas de seguridad intentaron notificar a Cárdenas pero en el límite del predio los recibían los encapuchados. La medida se ejecutó el 9 de enero de 2025. Ya no quedaba nadie en el lugar.
Cárdenas es descendiente de criollos pero se autoproclamó mapuche para liderar la Lof. Jamás había pedido esas tierras antes. A muchos los sorprendió que haya percibido su condición originaria de un día para el otro. No tenía ningún derecho de ocupación.
Hasta 2021 la Lof no figuraba en la web del INAI entre las 99 comunidades mapuches en Chubut. En la Escribanía General del Chubut se anotó en septiembre de 2023, más de tres años después de la usurpación.
Cárdenas fue dos veces declarado rebelde y obligó a postergar el juicio oral y público durante 4 meses. Fue condenado a 3 años de prisión en suspenso por usurpación por despojo, daños y atentado a la autoridad agravado. Su pareja María Belén Salinas recibió una pena de 1 año y 6 meses de prisión en suspenso por daño agravado.
Enrique Baronetto, juez del Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia, escribió en su fallo: “Es indispensable afirmar con absoluta claridad, y a fin de dejar de lado todo tipo de interpretación sesgada o antojadiza, que el dictado de una condena no implica, bajo ningún concepto, el desconocimiento o menoscabo de los derechos reconocidos a una comunidad indígena”.
Pero a la vez subrayó la necesidad de un “respeto recíproco”: el Estado debe garantizar los derechos indígenas y las comunidades deben respetar la ley sin que su pertenencia cultural justifique vulnerarla.
Consideró que Cárdenas y Salinas sostuvieron una usurpación mediante violencia material y moral para expulsar a sus legítimos ocupantes. Buscaron forzar un reconocimiento como propietarios de los lotes dentro del Parque.
Cárdenas llegó a invocar indicaciones de una “Machi” que le señaló la zona como propia. Pero nunca inició el trámite ante el Registro Nacional de Comunidades Indígenas y el Programa Nacional de Relevamiento Territorial.
Según el fallo, fue un plan delictivo organizado para quedarse con el terreno a como diera lugar en nombre de un supuesto “territorio ancestral mapuche recuperado”. No había derecho indígena alguno en juego.
En mapuche, Lof Pailako significa “arroyo tranquilo”.