Una metáfora para Rawson

14 SEP 2025 - 10:09 | Actualizado 14 SEP 2025 - 15:09

Por Sergio Pravaz / Especial para Jornada

Las metáforas no son sólo asunto de poetas; en realidad se encuentran más en la vida diaria que en la poesía porque de allí surgen; el habla cotidiana genera esa magia; en la voz de la gente del pueblo está; no podría ser de otra manera ya que los poetas, luego de mirar su entorno hacen su trabajo; y su entorno no es otra cosa que la realidad; porque todos los días la gente inventa metáforas, lo hace todo el tiempo, se sacude y se le caen las metáforas, andan por ahí, de a millones y mezcladitas; y no es importante que sea consciente de ello porque es así cómo se construye la lengua; y de ahí al diccionario.

La metáfora es la posibilidad de darle otro sentido a esa realidad; se vincula con los sueños y es necesario acostumbrarse a ellos, disponer de ellos, ser capaces de tenerlos a montones, en todos los sentidos, arriba, abajo, a los lados, siempre ahí, muchos de ellos.

Es esa invaluable posibilidad que te permite imaginarte un puente, tenerlo adentro de tu cabeza y de repente está allí, tangible, real, un hecho físico; o un suceso acontecido en un viejo muelle, a la espera de una draga, todos reunidos, parejitos, a la espera, eterna, sorpresiva; o aquella fiebre administrativa que tensó el cable y puso en movimiento toda la línea, cuando se decidió que había que tener una plaza, pero una playa mayor, no cualquier plaza, con muchos árboles, con traza de ingeniero, con planos, firma y un gran busto totémico que honre a alguien.

¿Porqué no soñar con una costanera pluvial llena de árboles, sendas para el o la de a pie, mucho verde, bancos cómodos, esculturas, murales, para que todos disfrutemos?.
¿Porqué no soñar con enormes monumentos que digan nuestra historia para que el visitante sienta la necesidad de volver?.
¿Porqué no soñar con hermosas avenidas, plazas, memoriales, barcazas en el río, industrias, árboles, asfalto, color, alegría?.

Hubo un tiempo en dónde la gente que habitó esta tierra que hoy pisamos, queremos, sufrimos y extrañamos cuando estamos lejos, tenía sueños tan grandes, como un valle, como una meseta, sin altura, ni fondo ni costado porque así son los sueños; y de ese material fueron los que movieron a los primeros habitantes originarios, a los galeses, a los salesianos, a los españoles, a los italianos y a todos los que vinieron después para continuar moldeando esta fragua hermosa.

Es preciso, más allá de la crónica periodística y los cumplimientos anuales de la fecha venerada, rescatar los sucesos que son sostenidos por la memoria de sus habitantes.

Hay cientos, miles de historias en Rawson dignas de ser contadas que nacieron por voluntad de su gente. Solo hace falta tomarlas de los memoriosos, aquellos que saben, recuerdan y son multitud a fin de otorgarles la dimensión que naturalmente poseen y de ese modo, evitar que sean presas del olvido.

Es necesario redimensionar los acontecimientos ocurridos para que sus habitantes, es decir todos nosotros, los incorporemos a nuestra identidad colectiva.

14 SEP 2025 - 10:09

Por Sergio Pravaz / Especial para Jornada

Las metáforas no son sólo asunto de poetas; en realidad se encuentran más en la vida diaria que en la poesía porque de allí surgen; el habla cotidiana genera esa magia; en la voz de la gente del pueblo está; no podría ser de otra manera ya que los poetas, luego de mirar su entorno hacen su trabajo; y su entorno no es otra cosa que la realidad; porque todos los días la gente inventa metáforas, lo hace todo el tiempo, se sacude y se le caen las metáforas, andan por ahí, de a millones y mezcladitas; y no es importante que sea consciente de ello porque es así cómo se construye la lengua; y de ahí al diccionario.

La metáfora es la posibilidad de darle otro sentido a esa realidad; se vincula con los sueños y es necesario acostumbrarse a ellos, disponer de ellos, ser capaces de tenerlos a montones, en todos los sentidos, arriba, abajo, a los lados, siempre ahí, muchos de ellos.

Es esa invaluable posibilidad que te permite imaginarte un puente, tenerlo adentro de tu cabeza y de repente está allí, tangible, real, un hecho físico; o un suceso acontecido en un viejo muelle, a la espera de una draga, todos reunidos, parejitos, a la espera, eterna, sorpresiva; o aquella fiebre administrativa que tensó el cable y puso en movimiento toda la línea, cuando se decidió que había que tener una plaza, pero una playa mayor, no cualquier plaza, con muchos árboles, con traza de ingeniero, con planos, firma y un gran busto totémico que honre a alguien.

¿Porqué no soñar con una costanera pluvial llena de árboles, sendas para el o la de a pie, mucho verde, bancos cómodos, esculturas, murales, para que todos disfrutemos?.
¿Porqué no soñar con enormes monumentos que digan nuestra historia para que el visitante sienta la necesidad de volver?.
¿Porqué no soñar con hermosas avenidas, plazas, memoriales, barcazas en el río, industrias, árboles, asfalto, color, alegría?.

Hubo un tiempo en dónde la gente que habitó esta tierra que hoy pisamos, queremos, sufrimos y extrañamos cuando estamos lejos, tenía sueños tan grandes, como un valle, como una meseta, sin altura, ni fondo ni costado porque así son los sueños; y de ese material fueron los que movieron a los primeros habitantes originarios, a los galeses, a los salesianos, a los españoles, a los italianos y a todos los que vinieron después para continuar moldeando esta fragua hermosa.

Es preciso, más allá de la crónica periodística y los cumplimientos anuales de la fecha venerada, rescatar los sucesos que son sostenidos por la memoria de sus habitantes.

Hay cientos, miles de historias en Rawson dignas de ser contadas que nacieron por voluntad de su gente. Solo hace falta tomarlas de los memoriosos, aquellos que saben, recuerdan y son multitud a fin de otorgarles la dimensión que naturalmente poseen y de ese modo, evitar que sean presas del olvido.

Es necesario redimensionar los acontecimientos ocurridos para que sus habitantes, es decir todos nosotros, los incorporemos a nuestra identidad colectiva.