El abogado Jorge Echelini, representante histórico de los trabajadores de la ex textil Guilford, explicó que las publicaciones recientes en el Boletín Oficial sobre la empresa no representan un hecho nuevo, sino la formalización de trámites pendientes. “Son publicaciones de sentencias que ya habían sido dictadas hace dos años y que no pudieron notificarse en el domicilio de la empresa, porque la planta fue subastada. Es el procedimiento que marca el Código: cuando no hay domicilio legal, se notifica en el boletín. Eso es lo que ustedes ven publicado. No altera ninguna situación ni agrega nada nuevo”, señaló.
Para Echelini, con este paso “se cumple por lo menos con dejar firmes todas las sentencias, para que ya no haya discusión jurídica sobre si procede o no la deuda reclamada”. Recordó que muchos trabajadores pudieron cobrar gracias al sistema interno de distribución ideado por el propio estudio y los obreros. “Cada vez que se cobraba un juicio, los trabajadores hacían un aporte a un fondo común que se distribuía en el resto. De esa manera hubo una especie de derrame. En los juicios donde se cobró algo, quienes recibían plata contribuían hacia los que no cobraban. Así logramos que todos percibieran algo”.
El abogado subrayó que “fue un invento particular de los trabajadores, para que fuera igualitario. No tiene nada que ver con el fondo de cese laboral que se discute en la Ley Bases. Esto surgió para evitar la mayor de las injusticias: que alguien cobre y los demás miren desde afuera”.
En cuanto a los bienes, Echelini remarcó que todo lo obtenido fue producto de subastas públicas. “Todas las ventas fueron por remate, no hubo ventas particulares. Se vendió la planta y las maquinarias, y todavía quedan algunos bienes menores. Yo siempre les dije a los trabajadores en la asamblea que el compromiso era vender hasta el último tornillo para generar dinero y pagarles. La joya de la abuela ya se vendió, pero lo poco que queda también se va a realizar”.
Respecto a las indemnizaciones, explicó: “Hay diferencias porque depende de la antigüedad y del sueldo de cada trabajador, pero en líneas generales todos cobraron el monto histórico con el que se iniciaron las demandas en 2016. No es lo que les correspondía realmente, pero fue lo que se recaudó con la venta de los bienes”.
UNA INDUSTRIA “CONDENADA”
Echelini también trazó un paralelismo con la situación actual de otras textiles en la provincia, como Soltex en Trelew. “Lo de Guilford no fue un hecho aislado. Desde entonces se repite la misma historia en la industria textil: competencia desleal con productos importados mucho más baratos, particularmente de oriente. Sin apoyo del Estado es muy difícil que una textil argentina pueda ser competitiva”, aseguró.
“Guilford sobrevivió mientras tuvo ventajas impositivas. Cuando las perdió, cada vez se hizo más difícil competir. Fue una sentencia de muerte. Y hoy está pasando exactamente lo mismo en Trelew y en el país”, agregó en diálogo con Jornada Radio.
Echelini no dudó en señalar la falta de políticas públicas: “Hubo una ausencia absoluta del Estado. Solo hubo intenciones, algún subsidio chico que sirvió de ayuda a los trabajadores, pero nunca un plan para recuperar la industria. Guilford era un símbolo en nuestra ciudad, la última gran industria después de Petroquímica. Y hoy está cerrada y vendida”.
“En este largo peregrinar, los trabajadores tuvieron paro, pandemia y ningún auxilio. Si las indemnizaciones se hubieran cobrado en 2016 o 2017, hubieran sido una reparación más justa. Cinco años después, lo que se cobró huele a poco”.
El abogado Jorge Echelini, representante histórico de los trabajadores de la ex textil Guilford, explicó que las publicaciones recientes en el Boletín Oficial sobre la empresa no representan un hecho nuevo, sino la formalización de trámites pendientes. “Son publicaciones de sentencias que ya habían sido dictadas hace dos años y que no pudieron notificarse en el domicilio de la empresa, porque la planta fue subastada. Es el procedimiento que marca el Código: cuando no hay domicilio legal, se notifica en el boletín. Eso es lo que ustedes ven publicado. No altera ninguna situación ni agrega nada nuevo”, señaló.
Para Echelini, con este paso “se cumple por lo menos con dejar firmes todas las sentencias, para que ya no haya discusión jurídica sobre si procede o no la deuda reclamada”. Recordó que muchos trabajadores pudieron cobrar gracias al sistema interno de distribución ideado por el propio estudio y los obreros. “Cada vez que se cobraba un juicio, los trabajadores hacían un aporte a un fondo común que se distribuía en el resto. De esa manera hubo una especie de derrame. En los juicios donde se cobró algo, quienes recibían plata contribuían hacia los que no cobraban. Así logramos que todos percibieran algo”.
El abogado subrayó que “fue un invento particular de los trabajadores, para que fuera igualitario. No tiene nada que ver con el fondo de cese laboral que se discute en la Ley Bases. Esto surgió para evitar la mayor de las injusticias: que alguien cobre y los demás miren desde afuera”.
En cuanto a los bienes, Echelini remarcó que todo lo obtenido fue producto de subastas públicas. “Todas las ventas fueron por remate, no hubo ventas particulares. Se vendió la planta y las maquinarias, y todavía quedan algunos bienes menores. Yo siempre les dije a los trabajadores en la asamblea que el compromiso era vender hasta el último tornillo para generar dinero y pagarles. La joya de la abuela ya se vendió, pero lo poco que queda también se va a realizar”.
Respecto a las indemnizaciones, explicó: “Hay diferencias porque depende de la antigüedad y del sueldo de cada trabajador, pero en líneas generales todos cobraron el monto histórico con el que se iniciaron las demandas en 2016. No es lo que les correspondía realmente, pero fue lo que se recaudó con la venta de los bienes”.
UNA INDUSTRIA “CONDENADA”
Echelini también trazó un paralelismo con la situación actual de otras textiles en la provincia, como Soltex en Trelew. “Lo de Guilford no fue un hecho aislado. Desde entonces se repite la misma historia en la industria textil: competencia desleal con productos importados mucho más baratos, particularmente de oriente. Sin apoyo del Estado es muy difícil que una textil argentina pueda ser competitiva”, aseguró.
“Guilford sobrevivió mientras tuvo ventajas impositivas. Cuando las perdió, cada vez se hizo más difícil competir. Fue una sentencia de muerte. Y hoy está pasando exactamente lo mismo en Trelew y en el país”, agregó en diálogo con Jornada Radio.
Echelini no dudó en señalar la falta de políticas públicas: “Hubo una ausencia absoluta del Estado. Solo hubo intenciones, algún subsidio chico que sirvió de ayuda a los trabajadores, pero nunca un plan para recuperar la industria. Guilford era un símbolo en nuestra ciudad, la última gran industria después de Petroquímica. Y hoy está cerrada y vendida”.
“En este largo peregrinar, los trabajadores tuvieron paro, pandemia y ningún auxilio. Si las indemnizaciones se hubieran cobrado en 2016 o 2017, hubieran sido una reparación más justa. Cinco años después, lo que se cobró huele a poco”.