“Picoroco”: una historia de persistencia de la pesca artesanal

Tras quince años de lucha, Lucas Salas, pescador artesanal, consiguió su permiso habilitante y botó su propia lancha artesanal en Caleta Córdova.

12 OCT 2025 - 18:17 | Actualizado 12 OCT 2025 - 18:30

Por Ismael Tebes / Redacción Jornada

“Es la primera vez que tengo todo legal, con mi nombre y mi esfuerzo”, dice el pescador que lleva en la sangre el oficio de su padre y su abuelo. Y que ha sabido transmitir a sus hijos, quienes lo acompañan en la dura faena de salir al mar.Lucas Salaslogró cumplir un sueño que lo acompañó toda su vida: botar su propia lancha artesanal y obtener el permiso oficial para la pesca de centolla y mariscos.

“Hace casi quince años que vengo peleando el permiso de pesca. Y por suerte, después de tanto insistir, la obtuve. Hoy tengo mi lancha; todo en regla y puedo salir al mar con papeles, con seguridad y sobre todo con orgullo”, reconoció emocionado.

“Picoroco”, en honor al apodo de su padre; mide 7,60 metros, cuenta con motor fuera de borda y fue construida por el astillero Baden en el Tigre. “La traje desde San Antonio Este, se hizo en un buen astillero, especializado en pesca artesanal”. Y explicó el largo recorrido administrativo y formal que debió transitar hasta cumplir con su anhelo. “Pasé todas las inspecciones —armamento, casco, mecánica, radio y motor— de la Prefectura Naval Argentina. Ya tengo todo aprobado, los papeles en regla, todo como debe ser. Es la primera lancha artesanal de Comodoro que está legal, con su permiso de pesca de extracción de centolla y mariscos”.

“Mi viejo –dijo Salas- era chileno, vino con cinco años y trabajó toda la vida en la pesca artesanal. Mi abuelo también era pescador. Yo nací entre botes, redes y cajones. Desde que podía levantar un cajón, mi viejo ya me llevaba a la playa. Me crié en Caleta Córdova, un lugar donde no había mucho. Lo que tenías era el mar. Nosotros, de chicos, salíamos a acompañar a los viejos a pescar, y así empezó mi historia”.
Lucas fue marinero en diferentes empresas; con su libreta de embarque navegó en Mar del Plata, Puerto Deseado y Comodoro Rivadavia. “Un día todo cambió. La última empresa en la que trabajé fue Barilari que tenía como veinte barcos. Se fundió y no nos pagó un mango a ninguno. Ahí empecé de nuevo con la pesca artesanal”.

El derrame de petróleo en Caleta volvió a ser un freno que obligó a buscar alternativas y un impacto que les quitó el sustento a numerosas familias del sector aunque siempre se pudo volver a empezar. “Somos pescadores chicos, no empresarios. Cada tuerca y cada tornillo cuesta. Estoy metido hasta la pera, pero es así la vida del pescador”, enfatizó.

“Me endeudé para comprar el barco, pero era esto o nada. Pusimos todo lo que teníamos y lo que no teníamos. Es un sacrificio enorme, pero también una alegría inmensa, porque esto es futuro para mi familia”. Es que “Picoroco” no sólo significa independencia económica sino también representa seguridad y derechos. “Durante años me cortaban las trampas, me las robaban, me las rompían. Nunca tenía seguridad. Ahora, con el permiso de pesca, tengo mis trampas marcadas y si alguien me las pasa por arriba, me las tiene que devolver o pagar. Esto cambia todo”.

“Antes –lamentó- no nos daban bola porque éramos ilegales, pescadores artesanales sin papeles. Ahora puedo pescar tranquilo, con mi lancha, con balsa, sistema de comunicación y todo en regla. Es un trabajo más seguro y más digno”.

Entre los aspectos diferenciales que reflejarán ésta nueva etapa, Salas destaca la procedencia de su producción que le permitirá mejorar el proceso de venta y posterior comercialización. “Antes pescaba, pero no podía justificar nada. Hoy puedo decir: esta centolla es mía, la saqué yo”. Y explica que su condición de “artesanal” respeta la tradición y el uso de las artes de pesca, sin que esto impacte en el medioambiente, ni en los ciclos de las especies que habitan la costa. “Pescamos centolla, mariscos, merluza, róbalo y gallo. Utilizamos trampas, y espineles, nada que dañe el ecosistema”.

“Yo le quiero demostrar a mis hijos y a Comodoro que no todo es petróleo. Vieron todo lo que peleé y lo que me gusta. Siempre fue así: si no entrabas al petróleo, no tenías vida. Pero nosotros tenemos el mar, tenemos un recurso enorme que nadie valoró, y que siempre fue para unos pocos. La ciudad tiene que mirar al mar”.

Los Salas simbolizan a la pesca misma; desde su stand gastronómico que resume el oficio de todo un barrio y las empanadas de centolla que son el sello distintivo del pequeño pero concurrido espacio. “Lo que tenemos ahora es esperanza. Tenemos la primera lancha artesanal con todas las letras, legal, en el agua. Hecha con nuestras manos, con historia y con amor al mar”.

12 OCT 2025 - 18:17

Por Ismael Tebes / Redacción Jornada

“Es la primera vez que tengo todo legal, con mi nombre y mi esfuerzo”, dice el pescador que lleva en la sangre el oficio de su padre y su abuelo. Y que ha sabido transmitir a sus hijos, quienes lo acompañan en la dura faena de salir al mar.Lucas Salaslogró cumplir un sueño que lo acompañó toda su vida: botar su propia lancha artesanal y obtener el permiso oficial para la pesca de centolla y mariscos.

“Hace casi quince años que vengo peleando el permiso de pesca. Y por suerte, después de tanto insistir, la obtuve. Hoy tengo mi lancha; todo en regla y puedo salir al mar con papeles, con seguridad y sobre todo con orgullo”, reconoció emocionado.

“Picoroco”, en honor al apodo de su padre; mide 7,60 metros, cuenta con motor fuera de borda y fue construida por el astillero Baden en el Tigre. “La traje desde San Antonio Este, se hizo en un buen astillero, especializado en pesca artesanal”. Y explicó el largo recorrido administrativo y formal que debió transitar hasta cumplir con su anhelo. “Pasé todas las inspecciones —armamento, casco, mecánica, radio y motor— de la Prefectura Naval Argentina. Ya tengo todo aprobado, los papeles en regla, todo como debe ser. Es la primera lancha artesanal de Comodoro que está legal, con su permiso de pesca de extracción de centolla y mariscos”.

“Mi viejo –dijo Salas- era chileno, vino con cinco años y trabajó toda la vida en la pesca artesanal. Mi abuelo también era pescador. Yo nací entre botes, redes y cajones. Desde que podía levantar un cajón, mi viejo ya me llevaba a la playa. Me crié en Caleta Córdova, un lugar donde no había mucho. Lo que tenías era el mar. Nosotros, de chicos, salíamos a acompañar a los viejos a pescar, y así empezó mi historia”.
Lucas fue marinero en diferentes empresas; con su libreta de embarque navegó en Mar del Plata, Puerto Deseado y Comodoro Rivadavia. “Un día todo cambió. La última empresa en la que trabajé fue Barilari que tenía como veinte barcos. Se fundió y no nos pagó un mango a ninguno. Ahí empecé de nuevo con la pesca artesanal”.

El derrame de petróleo en Caleta volvió a ser un freno que obligó a buscar alternativas y un impacto que les quitó el sustento a numerosas familias del sector aunque siempre se pudo volver a empezar. “Somos pescadores chicos, no empresarios. Cada tuerca y cada tornillo cuesta. Estoy metido hasta la pera, pero es así la vida del pescador”, enfatizó.

“Me endeudé para comprar el barco, pero era esto o nada. Pusimos todo lo que teníamos y lo que no teníamos. Es un sacrificio enorme, pero también una alegría inmensa, porque esto es futuro para mi familia”. Es que “Picoroco” no sólo significa independencia económica sino también representa seguridad y derechos. “Durante años me cortaban las trampas, me las robaban, me las rompían. Nunca tenía seguridad. Ahora, con el permiso de pesca, tengo mis trampas marcadas y si alguien me las pasa por arriba, me las tiene que devolver o pagar. Esto cambia todo”.

“Antes –lamentó- no nos daban bola porque éramos ilegales, pescadores artesanales sin papeles. Ahora puedo pescar tranquilo, con mi lancha, con balsa, sistema de comunicación y todo en regla. Es un trabajo más seguro y más digno”.

Entre los aspectos diferenciales que reflejarán ésta nueva etapa, Salas destaca la procedencia de su producción que le permitirá mejorar el proceso de venta y posterior comercialización. “Antes pescaba, pero no podía justificar nada. Hoy puedo decir: esta centolla es mía, la saqué yo”. Y explica que su condición de “artesanal” respeta la tradición y el uso de las artes de pesca, sin que esto impacte en el medioambiente, ni en los ciclos de las especies que habitan la costa. “Pescamos centolla, mariscos, merluza, róbalo y gallo. Utilizamos trampas, y espineles, nada que dañe el ecosistema”.

“Yo le quiero demostrar a mis hijos y a Comodoro que no todo es petróleo. Vieron todo lo que peleé y lo que me gusta. Siempre fue así: si no entrabas al petróleo, no tenías vida. Pero nosotros tenemos el mar, tenemos un recurso enorme que nadie valoró, y que siempre fue para unos pocos. La ciudad tiene que mirar al mar”.

Los Salas simbolizan a la pesca misma; desde su stand gastronómico que resume el oficio de todo un barrio y las empanadas de centolla que son el sello distintivo del pequeño pero concurrido espacio. “Lo que tenemos ahora es esperanza. Tenemos la primera lancha artesanal con todas las letras, legal, en el agua. Hecha con nuestras manos, con historia y con amor al mar”.