Deportivo Madryn, el Nápoli de Maradona

La campaña mediática contra el Aurinegro es oprobiosa. Lo imputan de todos los males del fútbol; pero en realidad lo que molesta es su protagonismo en una campaña extraordinaria y un notable crecimiento institucional.

Deportivo Madryn va por un sueño, regional. Foto: Daniel Feldman.
24 OCT 2025 - 19:57 | Actualizado 24 OCT 2025 - 20:58

Por Juan Miguel Bigrevich / Redacción Jornada

Ese equipo del sur que alguna vez despertó ternura, simpatía y sonrisas condescendientes, hasta que empezó a ganarles a los poderosos y les quitó el monopolio del asombro. Entonces dejó de ser simpático. Como si el derecho a soñar tuviera código postal o fronteras invisibles marcadas en el mapa del poder futbolero.

Ese equipo que, cuando apenas asomaba, despertaba simpatías lejanas, ternura provinciana, curiosidad turística. El que todos miraban con afecto mientras no interrumpiera el festín de los grandes. Pero un día, el sur dejó de pedir permiso. Como aquel Nápoli que le hizo frente al norte industrializado y altanero de Italia, el Aurinegro se plantó ante los poderosos del fútbol argentino y empezó a discutirles los títulos, los privilegios, las portadas. Entonces, la sonrisa condescendiente se transformó en mueca de desconfianza. Y la simpatía, en sospecha.

En las últimas horas lo atacaron hasta el escarnio. Le arrojaron acusaciones sin prueba, sombras sin cuerpo, frases sin eco. Como si fuera culpable de haber roto el orden natural de las cosas. Como si su pecado fuera haber crecido y existir fuera del radar de los poderosos. Instalaron la idea de que las “apretadas” a los árbitros fueron su responsabilidad, como si en el fútbol argentino las presiones no hubieran existido mucho antes de que el viento sur llegara al mapa de las definiciones. Si hubiese habido algún pacto oscuro, algún acuerdo espurio, hace rato estaría festejando el ascenso con fuegos artificiales en la costanera. Pero Madryn eligió otro camino: el del sacrificio, el del esfuerzo sin padrinos, el de la construcción lenta y silenciosa y que en su trayecto dio, ya, como cuatro vueltas al mundo.

¿Qué les molesta, entonces? ¿Qué duele tanto?

¿Que un club de la Patagonia, ese territorio que por años fue apenas una nota al pie de la historia nacional, haya aprendido a caminar sin muletas y a correr entre gigantes? ¿Que ese mismo club que en algún viejo tiempo estuvo con respirador artificial hoy respire gloria, con los pulmones limpios del que nunca dejó de creer?

Quizás lo que incomoda es que el sur, ese rincón de viento y obstinación, se haya cansado de ser el patio de atrás. Que haya decidido no aceptar más la categoría de “invitado simpático”. Que ahora sea protagonista, que gane, que incomode. Que le haya hecho hocicar a los que, durante décadas, monopolizaron los ascensos, los premios, las portadas, las simpatías mediáticas.

Tanto los “históricos” de siempre, aquellos que se autoproclaman guardianes del linaje futbolero, como los clubes del entorno de la General Paz —de adentro y de afuera—, parecen haber olvidado que el fútbol, antes que poder, es pasión. Y que el sur también existe, y late, y sueña, y juega.

¿Dónde está el drama, entonces? ¿Cuál es la ofensa? ¿Que la Patagonia se atreva a gritar que es de primera? ¿Que deje de agachar la cabeza? ¿Que su estadio, moderno y digno, aspire a ser sede de un partido oficial de la Selección Argentina? ¿Acaso hay regiones que no están autorizadas a soñar con el escudo celeste y blanco en sus tribunas? '¿O no tienen derecho a ser escenarios o a ser protagonistas?.

El Aurinegro lo dejó claro: los gigantes no eran tales, simplemente estaban sostenidos por el peso de sus propios privilegios y el resto se encontraban de rodillas. Y cuando el viento patagónico sopla, sopla fuerte. Barre los mitos, despeina los prejuicios, desordena las jerarquías.

Deportivo Madryn es un espejo de la Patagonia toda: obstinada, postergada, fiel a su tierra y a su sueño. Es el grito de una región que durante décadas fue olvidada (en todo), pero que nunca dejó de estar. Que aprendió a resistir en los inviernos más duros y a florecer cuando nadie esperaba nada.

Hoy, ese grito retumba desde el golfo hasta la meseta, desde el puerto hasta los cerros. “Somos de primera”, dice el viento. “Y no pedimos permiso”. Porque en este sur que huele a sal, a esfuerzo y a historia, los sueños no se heredan. Se ganan. Y el Aurinegro lo sabe. Lo lleva tatuado en la piel, como una bandera que flamea contra todos los pronósticos.

Deportivo Madryn ya no es el club simpático del sur. Es el símbolo de una rebelión deportiva y cultural. Es la revancha de la geografía. Es el eco de una tierra que, por fin, se cansó de mirar hacia arriba y decidió levantar la vista de frente, como quien le habla al futuro sin miedo.

Porque cuando el sur despierta, el mapa tiembla.

Y el viento aurinegro ya empezó a soplar.

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Deportivo Madryn va por un sueño, regional. Foto: Daniel Feldman.
24 OCT 2025 - 19:57

Por Juan Miguel Bigrevich / Redacción Jornada

Ese equipo del sur que alguna vez despertó ternura, simpatía y sonrisas condescendientes, hasta que empezó a ganarles a los poderosos y les quitó el monopolio del asombro. Entonces dejó de ser simpático. Como si el derecho a soñar tuviera código postal o fronteras invisibles marcadas en el mapa del poder futbolero.

Ese equipo que, cuando apenas asomaba, despertaba simpatías lejanas, ternura provinciana, curiosidad turística. El que todos miraban con afecto mientras no interrumpiera el festín de los grandes. Pero un día, el sur dejó de pedir permiso. Como aquel Nápoli que le hizo frente al norte industrializado y altanero de Italia, el Aurinegro se plantó ante los poderosos del fútbol argentino y empezó a discutirles los títulos, los privilegios, las portadas. Entonces, la sonrisa condescendiente se transformó en mueca de desconfianza. Y la simpatía, en sospecha.

En las últimas horas lo atacaron hasta el escarnio. Le arrojaron acusaciones sin prueba, sombras sin cuerpo, frases sin eco. Como si fuera culpable de haber roto el orden natural de las cosas. Como si su pecado fuera haber crecido y existir fuera del radar de los poderosos. Instalaron la idea de que las “apretadas” a los árbitros fueron su responsabilidad, como si en el fútbol argentino las presiones no hubieran existido mucho antes de que el viento sur llegara al mapa de las definiciones. Si hubiese habido algún pacto oscuro, algún acuerdo espurio, hace rato estaría festejando el ascenso con fuegos artificiales en la costanera. Pero Madryn eligió otro camino: el del sacrificio, el del esfuerzo sin padrinos, el de la construcción lenta y silenciosa y que en su trayecto dio, ya, como cuatro vueltas al mundo.

¿Qué les molesta, entonces? ¿Qué duele tanto?

¿Que un club de la Patagonia, ese territorio que por años fue apenas una nota al pie de la historia nacional, haya aprendido a caminar sin muletas y a correr entre gigantes? ¿Que ese mismo club que en algún viejo tiempo estuvo con respirador artificial hoy respire gloria, con los pulmones limpios del que nunca dejó de creer?

Quizás lo que incomoda es que el sur, ese rincón de viento y obstinación, se haya cansado de ser el patio de atrás. Que haya decidido no aceptar más la categoría de “invitado simpático”. Que ahora sea protagonista, que gane, que incomode. Que le haya hecho hocicar a los que, durante décadas, monopolizaron los ascensos, los premios, las portadas, las simpatías mediáticas.

Tanto los “históricos” de siempre, aquellos que se autoproclaman guardianes del linaje futbolero, como los clubes del entorno de la General Paz —de adentro y de afuera—, parecen haber olvidado que el fútbol, antes que poder, es pasión. Y que el sur también existe, y late, y sueña, y juega.

¿Dónde está el drama, entonces? ¿Cuál es la ofensa? ¿Que la Patagonia se atreva a gritar que es de primera? ¿Que deje de agachar la cabeza? ¿Que su estadio, moderno y digno, aspire a ser sede de un partido oficial de la Selección Argentina? ¿Acaso hay regiones que no están autorizadas a soñar con el escudo celeste y blanco en sus tribunas? '¿O no tienen derecho a ser escenarios o a ser protagonistas?.

El Aurinegro lo dejó claro: los gigantes no eran tales, simplemente estaban sostenidos por el peso de sus propios privilegios y el resto se encontraban de rodillas. Y cuando el viento patagónico sopla, sopla fuerte. Barre los mitos, despeina los prejuicios, desordena las jerarquías.

Deportivo Madryn es un espejo de la Patagonia toda: obstinada, postergada, fiel a su tierra y a su sueño. Es el grito de una región que durante décadas fue olvidada (en todo), pero que nunca dejó de estar. Que aprendió a resistir en los inviernos más duros y a florecer cuando nadie esperaba nada.

Hoy, ese grito retumba desde el golfo hasta la meseta, desde el puerto hasta los cerros. “Somos de primera”, dice el viento. “Y no pedimos permiso”. Porque en este sur que huele a sal, a esfuerzo y a historia, los sueños no se heredan. Se ganan. Y el Aurinegro lo sabe. Lo lleva tatuado en la piel, como una bandera que flamea contra todos los pronósticos.

Deportivo Madryn ya no es el club simpático del sur. Es el símbolo de una rebelión deportiva y cultural. Es la revancha de la geografía. Es el eco de una tierra que, por fin, se cansó de mirar hacia arriba y decidió levantar la vista de frente, como quien le habla al futuro sin miedo.

Porque cuando el sur despierta, el mapa tiembla.

Y el viento aurinegro ya empezó a soplar.