Por Rolando Tobarez / Redacción Jornada
En algún momento de 2022 un vecino de Paso de Indios fue el primero en darse cuenta de lo mal que estaba el abuelo Adolfo Yancamil: se tapaba la cara con un gorro para ocultar golpes, a veces le sangraba la nariz. Le ofreció ayuda con la Comisaría o el Hospital pero Yancamil se negó: desde que se había mudado a la casa de Marta Caucamán y Juan José Ovejero vivía amenazado: “Si digo algo ella me termina matando”.
Le confió que le ataban las manos detrás de una silla y Juan practicaba boxeo, tomaba carrera y lo golpeaba en la cara. Este testigo se encontró con Ovejero en la calle y le preguntó por qué el anciano se veía lastimado. Le contestó que a veces “el viejo se hacia el loco” y él le pegaba.

El vecino se decidió y le avisó a Alicia, una sobrina de Yancamil en Pico Truncado. Su tío se había transformado en un cautivo y Marta se autoproclamaba su cuidadora y apoderada.
Rescate frustrado
En enero de 2023, Alicia llegó a Paso de Indios para llevárselo a Santa Cruz. Fue derecho a su casa pero una vecina le dijo que la había vendido. Pidió ayuda en la Comisaria y la Policía fue a casa de los Caucamán. Marta no quería dejar salir a Yancamil: tenía los ojos golpeados y la cara morada por una “caída”.

Alicia se quedó cinco días en el pueblo. Lo vio sólo tres veces, a escondidas, con miedo. Él le pedía que no fuera a la casa de los Caucaman. Se sentía bien y quería quedarse ahí. Su sobrina regresó a Pico Truncado sin creerle.
Engaño
A esta altura, Marta ya había convencido a Yancamil –que tenía problemas de salud- para viajar a Esquel a tratarse con un médico. Una vez en esa ciudad pidió un préstamo de $ 150 mil al Banco del Chubut para un tratamiento. La mujer le robó el dinero para gastos personales y para 3 pasajes para retornar a Paso de Indios junto con Ovejero.
De vuelta en el pueblo, madre e hijo presionaron a Yancamil para que vendiera su casa. El boleto de compraventa por $ 250 mil se firmó en presencia de Marta. Logrado esto, se lo llevaron a su vivienda prometiéndole una vida mejor.
Lo iban a cuidar y a contener. Pero lo sometieron: Yancamil fue encerrado, golpeado, amenazado de muerte y obligado a trabajos físicos forzosos.
Lo mandaban a hacer mandados al pueblo vigilado de cerca y con un plazo. Si desobedecía, lo castigaban obligándolo a quedar arrodillado en pedregullo por horas. Tenía cortes en las rodillas. Y le negaban la comida.
Lo llevaban a cobrar su jubilación a la sucursal del Banco y le sacaban el dinero en la plaza. Con ese dinero se compraron un TV, un celular y se fueron de paseo a Trelew.
Vivía en una habitación con llave. Lo insultaban, le pegaban en los oídos y llegaron a quemarle el pecho con un encendedor.

Le quitaron todo. Marta tenía su DNI, su Tarjeta Social, su carnet del PAMI y su tarjeta de débito. Los Caucamán calefaccionaban su casa con los tres metros de leña que la Municipalidad descargaba en casa del anciano y luego ya en lo de Marta.
Tanta fue la manipulación que Ovejero le vendió al anciano un Renault Megane modelo 1997 en $ 80 mil. Pero Yancamil nunca lo disfrutó porque en su presencia Marta le vendió el mismo coche a un tercero en $ 400 mil. El anciano no vio un peso por esa venta. Ella se sacó fotos con la plata. El boleto de compraventa aparecería en los allanamientos.
El final
El sometimiento duró hasta el 30 de agosto de 2023 cuando el policía Carlos Valero vio el mal estado físico de Yancamil. Lo reconoció encapuchado y caminando apurado a un mandado. La noche anterior le había pegado con un palo de escoba en la cabeza hasta herirlo.
Se lo llevó a la Comisaría, donde la víctima rompió el silencio y denunció a los Caucaman. Llevaba dos días sin comer.
En ese momento Marta irrumpió en la dependencia buscando a Yancamil. Al saber del rescate se fue muy enojada y regresó a los gritos tirando en una mesa el DNI del anciano. Devolvió sólo la peor ropa rota de Yancamil, frazadas y una almohada.

El anciano quedó internado dos días en el Hospital local con deshidratación, malestar y contusiones múltiples. Medía 1.50 y pesaba 40 kilos, cuando con esa talla debía pesar el doble. Lo alimentaron y lo higienizaron.
Padecía un cuadro severo de deshidratación, mucha pérdida de peso, hematomas, heridas en todo el cuerpo e hipertensión. El Hospital pidió una custodia policial por temor a que Marta agrediera al personal o al paciente.
Las enfermeras advirtieron los golpes y las quemaduras de cigarrillo. Apenas caminaba cuando su sobrina Alicia esta vez sí se lo llevó a Pico Truncado.
La chanchería
La pericia psicológica de la investigación reveló angustia y enojo en el anciano por perder lo poco que había conseguido con los años. Cuando está solo lo invade la tristeza y llora su bronca por el engaño. Tuvo pesadillas que prefirió no contar.

Cuando declaró en Cámara Gesell Yancamil ya tenía 76 años. Contó que terminó viviendo en un lugar sin puertas ni techo, hecho pedazos. Lo describió como “una chanchería” donde debía hacer sus necesidades, sin calefacción ni un par de mates.
Marta se enfurecía porque Adolfo nunca le firmó un poder para cobrar ella su jubilación. Era un puto, un descerebrado, le decía. Lo iba a matar y lo iba a tirar en las montañas. Le golpeaba la cabeza contra la pared. “Me sentenció a muerte”, describió el hombre.
Lo encerraban a las 13 y lo sacaban a las 18 para que limpiara. Por los golpes no podía abrir mucho la boca porque se le hinchaba. Cuando aparecía Juan lo golpeaban entre los dos.
Testigos
Quince vecinos prestaron testimonio. Todos coinciden en que Yancamil era un hombre ordenado, limpio, de ánimo. Pero tras mudarse con los Caucaman era otra persona, irreconocible, deteriorado, muy flaco y cabizbajo.
Una mujer llegó a ver por una ventana cómo lo golpeaban como si fuera una bolsa de papas.

Nunca lo dejaban solo. En invierno llegó a limpiarnieve en pantalón corto y musculosa.
Una empleada del Banco contó que Yancamil era de ir solo y relajado a cobrar su jubilación. Pero cuando comenzó a ir con Marta se lo notaba asustado, hablaba mirándola a ella.
Un hombre domado
Fiscalía describió que Yancamil apenas sabe leer y escribir, vivió siempre solo en el campo y se fue con los Caucamán para estar mejor. Pero Marta y José lo usaron como “una cosa” que les servía para limpiar, rastrillar, acarrear postes, hacer mandados y generar plata. Lo “domaron” del modo más salvaje y contrario a la dignidad humana.

Este miércoles 10 de diciembre ante el juez Marcos Nápoli se discutirán las pruebas para el juicio por jurados al cual serán sometidos Marta y Juan José. En 2026 un jurado decidirá si son culpables de reducción a la servidumbre y lesiones leves. De ser así la fiscal Mariana Millapi y el funcionario Rubén Kholer pedirán para Marta una pena que no excederá los 9 años de prisión y para Juan José, 7 años.
Yancamil sigue en Pico Truncado. Lo último que se supo es que desea regresar a Paso de Indios para recuperar su casa, sus bienes, su plata, su vida.

Por Rolando Tobarez / Redacción Jornada
En algún momento de 2022 un vecino de Paso de Indios fue el primero en darse cuenta de lo mal que estaba el abuelo Adolfo Yancamil: se tapaba la cara con un gorro para ocultar golpes, a veces le sangraba la nariz. Le ofreció ayuda con la Comisaría o el Hospital pero Yancamil se negó: desde que se había mudado a la casa de Marta Caucamán y Juan José Ovejero vivía amenazado: “Si digo algo ella me termina matando”.
Le confió que le ataban las manos detrás de una silla y Juan practicaba boxeo, tomaba carrera y lo golpeaba en la cara. Este testigo se encontró con Ovejero en la calle y le preguntó por qué el anciano se veía lastimado. Le contestó que a veces “el viejo se hacia el loco” y él le pegaba.

El vecino se decidió y le avisó a Alicia, una sobrina de Yancamil en Pico Truncado. Su tío se había transformado en un cautivo y Marta se autoproclamaba su cuidadora y apoderada.
Rescate frustrado
En enero de 2023, Alicia llegó a Paso de Indios para llevárselo a Santa Cruz. Fue derecho a su casa pero una vecina le dijo que la había vendido. Pidió ayuda en la Comisaria y la Policía fue a casa de los Caucamán. Marta no quería dejar salir a Yancamil: tenía los ojos golpeados y la cara morada por una “caída”.

Alicia se quedó cinco días en el pueblo. Lo vio sólo tres veces, a escondidas, con miedo. Él le pedía que no fuera a la casa de los Caucaman. Se sentía bien y quería quedarse ahí. Su sobrina regresó a Pico Truncado sin creerle.
Engaño
A esta altura, Marta ya había convencido a Yancamil –que tenía problemas de salud- para viajar a Esquel a tratarse con un médico. Una vez en esa ciudad pidió un préstamo de $ 150 mil al Banco del Chubut para un tratamiento. La mujer le robó el dinero para gastos personales y para 3 pasajes para retornar a Paso de Indios junto con Ovejero.
De vuelta en el pueblo, madre e hijo presionaron a Yancamil para que vendiera su casa. El boleto de compraventa por $ 250 mil se firmó en presencia de Marta. Logrado esto, se lo llevaron a su vivienda prometiéndole una vida mejor.
Lo iban a cuidar y a contener. Pero lo sometieron: Yancamil fue encerrado, golpeado, amenazado de muerte y obligado a trabajos físicos forzosos.
Lo mandaban a hacer mandados al pueblo vigilado de cerca y con un plazo. Si desobedecía, lo castigaban obligándolo a quedar arrodillado en pedregullo por horas. Tenía cortes en las rodillas. Y le negaban la comida.
Lo llevaban a cobrar su jubilación a la sucursal del Banco y le sacaban el dinero en la plaza. Con ese dinero se compraron un TV, un celular y se fueron de paseo a Trelew.
Vivía en una habitación con llave. Lo insultaban, le pegaban en los oídos y llegaron a quemarle el pecho con un encendedor.

Le quitaron todo. Marta tenía su DNI, su Tarjeta Social, su carnet del PAMI y su tarjeta de débito. Los Caucamán calefaccionaban su casa con los tres metros de leña que la Municipalidad descargaba en casa del anciano y luego ya en lo de Marta.
Tanta fue la manipulación que Ovejero le vendió al anciano un Renault Megane modelo 1997 en $ 80 mil. Pero Yancamil nunca lo disfrutó porque en su presencia Marta le vendió el mismo coche a un tercero en $ 400 mil. El anciano no vio un peso por esa venta. Ella se sacó fotos con la plata. El boleto de compraventa aparecería en los allanamientos.
El final
El sometimiento duró hasta el 30 de agosto de 2023 cuando el policía Carlos Valero vio el mal estado físico de Yancamil. Lo reconoció encapuchado y caminando apurado a un mandado. La noche anterior le había pegado con un palo de escoba en la cabeza hasta herirlo.
Se lo llevó a la Comisaría, donde la víctima rompió el silencio y denunció a los Caucaman. Llevaba dos días sin comer.
En ese momento Marta irrumpió en la dependencia buscando a Yancamil. Al saber del rescate se fue muy enojada y regresó a los gritos tirando en una mesa el DNI del anciano. Devolvió sólo la peor ropa rota de Yancamil, frazadas y una almohada.

El anciano quedó internado dos días en el Hospital local con deshidratación, malestar y contusiones múltiples. Medía 1.50 y pesaba 40 kilos, cuando con esa talla debía pesar el doble. Lo alimentaron y lo higienizaron.
Padecía un cuadro severo de deshidratación, mucha pérdida de peso, hematomas, heridas en todo el cuerpo e hipertensión. El Hospital pidió una custodia policial por temor a que Marta agrediera al personal o al paciente.
Las enfermeras advirtieron los golpes y las quemaduras de cigarrillo. Apenas caminaba cuando su sobrina Alicia esta vez sí se lo llevó a Pico Truncado.
La chanchería
La pericia psicológica de la investigación reveló angustia y enojo en el anciano por perder lo poco que había conseguido con los años. Cuando está solo lo invade la tristeza y llora su bronca por el engaño. Tuvo pesadillas que prefirió no contar.

Cuando declaró en Cámara Gesell Yancamil ya tenía 76 años. Contó que terminó viviendo en un lugar sin puertas ni techo, hecho pedazos. Lo describió como “una chanchería” donde debía hacer sus necesidades, sin calefacción ni un par de mates.
Marta se enfurecía porque Adolfo nunca le firmó un poder para cobrar ella su jubilación. Era un puto, un descerebrado, le decía. Lo iba a matar y lo iba a tirar en las montañas. Le golpeaba la cabeza contra la pared. “Me sentenció a muerte”, describió el hombre.
Lo encerraban a las 13 y lo sacaban a las 18 para que limpiara. Por los golpes no podía abrir mucho la boca porque se le hinchaba. Cuando aparecía Juan lo golpeaban entre los dos.
Testigos
Quince vecinos prestaron testimonio. Todos coinciden en que Yancamil era un hombre ordenado, limpio, de ánimo. Pero tras mudarse con los Caucaman era otra persona, irreconocible, deteriorado, muy flaco y cabizbajo.
Una mujer llegó a ver por una ventana cómo lo golpeaban como si fuera una bolsa de papas.

Nunca lo dejaban solo. En invierno llegó a limpiarnieve en pantalón corto y musculosa.
Una empleada del Banco contó que Yancamil era de ir solo y relajado a cobrar su jubilación. Pero cuando comenzó a ir con Marta se lo notaba asustado, hablaba mirándola a ella.
Un hombre domado
Fiscalía describió que Yancamil apenas sabe leer y escribir, vivió siempre solo en el campo y se fue con los Caucamán para estar mejor. Pero Marta y José lo usaron como “una cosa” que les servía para limpiar, rastrillar, acarrear postes, hacer mandados y generar plata. Lo “domaron” del modo más salvaje y contrario a la dignidad humana.

Este miércoles 10 de diciembre ante el juez Marcos Nápoli se discutirán las pruebas para el juicio por jurados al cual serán sometidos Marta y Juan José. En 2026 un jurado decidirá si son culpables de reducción a la servidumbre y lesiones leves. De ser así la fiscal Mariana Millapi y el funcionario Rubén Kholer pedirán para Marta una pena que no excederá los 9 años de prisión y para Juan José, 7 años.
Yancamil sigue en Pico Truncado. Lo último que se supo es que desea regresar a Paso de Indios para recuperar su casa, sus bienes, su plata, su vida.