De la cocina a la cancha, a los 52

“Betty” Vera juega en la defensa de Alberdi de Trelew. Pasó la barrera de los 50 pero eso no es un obstáculo: la motiva aún más. La historia de un mujer con tres pasiones: su familia, el fútbol y los chicos que cuida en un jardín maternal. Simple pero digna de contar.

16 NOV 2014 - 22:17 | Actualizado

Así en la vida como en el fútbol. María Elizabeth Vera, “Betty”, siempre da pelea. A punto de cumplir 52 años el próximo 25 de diciembre, todavía tiene fuerzas para multiplicarse. Para atender su casa y para darle rienda suelta a otra de sus pasiones: el fútbol. “Betty” juega en Alberdi, en la Liga Femenina del Valle del Chubut. Es defensora. Puede jugar de 2 o de 6. “Y si me dicen que vaya al arco, también voy”, le dijo a Jornada. Trabaja como auxiliar infantil en el jardín maternal de ATECH y sus días pasan entre ese trabajo que ama, su familia y los días de fútbol.

Pero “Betty” no es la única con alma futbolera. Su hijo mayor Diego Martín de 31 años es el técnico de Alberdi y su hija Macarena, de 22 años juega en el equipo. La familia la completan José Placer, su marido y Emanuel Lucas, el hijo más chico, de 21.

“El fútbol me gustó de chica. Pero en otros tiempos era más difícil porque no era bien visto que una mujer practique ese deporte que era exclusivo de los hombres. Pero a mi no me importaba. Me mezclaba entre los varones y jugaba igual. También me gustaban el básquet y el atletismo pero mi pasión por el fútbol ganó la elección”, cuenta la mujer.

También recuerda su experiencia junto a la monja Magda Mascarello, una religiosa que había llegado desde Brasil y formó un equipo en la Iglesia Guadalupe del barrio Santa Mónica de Trelew al que denominó “Kroatas” (Ver aparte).

“Hicimos un equipo para participar en el fútbol de salón y nadie podía creer que la hermana Magda jugara al fútbol. Pero era así. Ella nos contagiaba. Y esto pasó hace casi una década. Fue una gran experiencia para muchas chicas y para mi. Magda jugaba muy bien, era la 10 del equipo”.

Confiesa que se enamoró y se casó muy joven y por eso tiene todos los estudios incompletos. El amor por José no la dejó terminar ni el secundario ni un curso de secretariado que había iniciado. “Me casé muy joven y también muy enamorada. Y dejé todo. Pero no me arrepiento. Formamos una gran familia, sencilla. De trabajo. Y con el fútbol que se siente en cada pared de la casa y que no hay forma de sacar de la mesa familiar”.

“Betty” nació en Comodoro Rivadavia en un barrio que hoy es bastante complicado: el Próspero Palazzo. Allí comenzó a dar los primeros pasos en el fútbol pero no femenino: se mezclaba en los picados de los hombres. “No nos tenían en cuenta hasta que le hacíamos un “caño” o un “sombrero”, dice sonriendo.

La mujer es un ama de casa completa. Nada queda al azar en su hogar del barrio San José, conocido también como 48 Viviendas. Cocina, limpia, lava, plancha. Habló de los problemas que se presentan para los entrenamientos: “Casi nadie cumple, es muy difícil. Y después en los partidos se siente porque no todas las chicas están acostumbradas a la cancha grande. Yo creo que con el correr del tiempo el nivel del juego va a mejorar”.

Habló del apoyo constante de la familia: “Tal vez al principio creían que estaba un poco loca, pero con el tiempo lo fueron aceptando y siempre me apoyaron. Creo que ese apoyo es fundamental y no solo para el fútbol. Somos muy unidos y me siento orgullosa por eso.

Para adelante

Le contó a Jornada algunas cosas del vestuario femenino: “Trato de darle consejos a las chicas. La mayoría me llama “mamá” porque obvio con mis casi 52 años a cuestas soy la mayor del grupo. Discutimos como en cualquier vestuario, charlamos sobre los rivales. Me tienen mucho respeto y trato de contenerlas”. Alguna vez “Betty” tuvo problemas con el nervio ciático lo que le impedía jugar en plenitud, pero todo lo fue superando.

“Para mi no hay grises en la vida. Yo voy siempre para adelante y así supero cualquier obstáculo. En el fútbol, en la vida, en mi trabajo que amo. Porque amo a los chicos que ayudo a cuidar en el jardín maternal. Ellos son otras de mis pasiones”.

Una historia de vida simple pero que merece ser contada. Y que no todos están dispuestos a vivir. A los 52, “Betty” Vera está segura que tiene mucho para dar. Lo sabe y por eso lo pone en práctica y se convierte en un ejemplo para otras mujeres. “¿Qué me defina como jugadora? Miren soy algo así como un Rolando Schiavi. Rústica. Sin vueltas. Pero no sólo en la cancha. También en la vida”.#

La monja del gol

Sorprendió la nota de Jornada de diciembre de 2005. La monja Magda Mascarello llegó a Trelew desde Brasil para cumplir una misión de intercambio en la Iglesia Guadalupe del Barrio Santa Mónica. No tardó mucho en formar un equipo de fútbol y participar de los torneos de salón. Magda jugaba de delantera, con la 10 en la espalda. En ese equipo al que bautizaron “Kroatas” hizo sus primeras armas en el fútbol de salón “Betty” Vera. “Fue una gran experiencia. A muchos les extrañaba que una monja juegue al fútbol. Pero como dije, el fútbol es una pasión. Yo en algún momento llegué a jugar en tres torneos: los viernes en Gaiman, los sábados en Trelew y los domingos en el fútbol de salón. Y no me cansaba”.

16 NOV 2014 - 22:17

Así en la vida como en el fútbol. María Elizabeth Vera, “Betty”, siempre da pelea. A punto de cumplir 52 años el próximo 25 de diciembre, todavía tiene fuerzas para multiplicarse. Para atender su casa y para darle rienda suelta a otra de sus pasiones: el fútbol. “Betty” juega en Alberdi, en la Liga Femenina del Valle del Chubut. Es defensora. Puede jugar de 2 o de 6. “Y si me dicen que vaya al arco, también voy”, le dijo a Jornada. Trabaja como auxiliar infantil en el jardín maternal de ATECH y sus días pasan entre ese trabajo que ama, su familia y los días de fútbol.

Pero “Betty” no es la única con alma futbolera. Su hijo mayor Diego Martín de 31 años es el técnico de Alberdi y su hija Macarena, de 22 años juega en el equipo. La familia la completan José Placer, su marido y Emanuel Lucas, el hijo más chico, de 21.

“El fútbol me gustó de chica. Pero en otros tiempos era más difícil porque no era bien visto que una mujer practique ese deporte que era exclusivo de los hombres. Pero a mi no me importaba. Me mezclaba entre los varones y jugaba igual. También me gustaban el básquet y el atletismo pero mi pasión por el fútbol ganó la elección”, cuenta la mujer.

También recuerda su experiencia junto a la monja Magda Mascarello, una religiosa que había llegado desde Brasil y formó un equipo en la Iglesia Guadalupe del barrio Santa Mónica de Trelew al que denominó “Kroatas” (Ver aparte).

“Hicimos un equipo para participar en el fútbol de salón y nadie podía creer que la hermana Magda jugara al fútbol. Pero era así. Ella nos contagiaba. Y esto pasó hace casi una década. Fue una gran experiencia para muchas chicas y para mi. Magda jugaba muy bien, era la 10 del equipo”.

Confiesa que se enamoró y se casó muy joven y por eso tiene todos los estudios incompletos. El amor por José no la dejó terminar ni el secundario ni un curso de secretariado que había iniciado. “Me casé muy joven y también muy enamorada. Y dejé todo. Pero no me arrepiento. Formamos una gran familia, sencilla. De trabajo. Y con el fútbol que se siente en cada pared de la casa y que no hay forma de sacar de la mesa familiar”.

“Betty” nació en Comodoro Rivadavia en un barrio que hoy es bastante complicado: el Próspero Palazzo. Allí comenzó a dar los primeros pasos en el fútbol pero no femenino: se mezclaba en los picados de los hombres. “No nos tenían en cuenta hasta que le hacíamos un “caño” o un “sombrero”, dice sonriendo.

La mujer es un ama de casa completa. Nada queda al azar en su hogar del barrio San José, conocido también como 48 Viviendas. Cocina, limpia, lava, plancha. Habló de los problemas que se presentan para los entrenamientos: “Casi nadie cumple, es muy difícil. Y después en los partidos se siente porque no todas las chicas están acostumbradas a la cancha grande. Yo creo que con el correr del tiempo el nivel del juego va a mejorar”.

Habló del apoyo constante de la familia: “Tal vez al principio creían que estaba un poco loca, pero con el tiempo lo fueron aceptando y siempre me apoyaron. Creo que ese apoyo es fundamental y no solo para el fútbol. Somos muy unidos y me siento orgullosa por eso.

Para adelante

Le contó a Jornada algunas cosas del vestuario femenino: “Trato de darle consejos a las chicas. La mayoría me llama “mamá” porque obvio con mis casi 52 años a cuestas soy la mayor del grupo. Discutimos como en cualquier vestuario, charlamos sobre los rivales. Me tienen mucho respeto y trato de contenerlas”. Alguna vez “Betty” tuvo problemas con el nervio ciático lo que le impedía jugar en plenitud, pero todo lo fue superando.

“Para mi no hay grises en la vida. Yo voy siempre para adelante y así supero cualquier obstáculo. En el fútbol, en la vida, en mi trabajo que amo. Porque amo a los chicos que ayudo a cuidar en el jardín maternal. Ellos son otras de mis pasiones”.

Una historia de vida simple pero que merece ser contada. Y que no todos están dispuestos a vivir. A los 52, “Betty” Vera está segura que tiene mucho para dar. Lo sabe y por eso lo pone en práctica y se convierte en un ejemplo para otras mujeres. “¿Qué me defina como jugadora? Miren soy algo así como un Rolando Schiavi. Rústica. Sin vueltas. Pero no sólo en la cancha. También en la vida”.#

La monja del gol

Sorprendió la nota de Jornada de diciembre de 2005. La monja Magda Mascarello llegó a Trelew desde Brasil para cumplir una misión de intercambio en la Iglesia Guadalupe del Barrio Santa Mónica. No tardó mucho en formar un equipo de fútbol y participar de los torneos de salón. Magda jugaba de delantera, con la 10 en la espalda. En ese equipo al que bautizaron “Kroatas” hizo sus primeras armas en el fútbol de salón “Betty” Vera. “Fue una gran experiencia. A muchos les extrañaba que una monja juegue al fútbol. Pero como dije, el fútbol es una pasión. Yo en algún momento llegué a jugar en tres torneos: los viernes en Gaiman, los sábados en Trelew y los domingos en el fútbol de salón. Y no me cansaba”.


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