Los damnificados de Gaza suplican que comience la reconstrucción

El barrio de Shujaiya fue una de las zonas más devastadas por la ofensiva israelí contra Gaza de 2014, y una recorrida de Télam constató el increíble nivel de desolación y la frustración de quienes perdieron todo y aún esperan, ocho meses después de aquel fatídico día, una prometida reconstrucción que nunca empezó.

30 MAR 2015 - 10:43 | Actualizado

"Toda esta parcela es mía y de mi hermano. Teníamos una casa hermosa cada uno. Sólo quedaron en pie dos cuartos", dijo Mohamed Mahmud el-Ja'abry, de 51 años, invitando a este cronista a trepar la montaña de fragmentos de concreto de todos los tamaños y vigas de cemento a la que quedó reducida la vivienda de varios pisos.

Ubicado en el este de Ciudad de Gaza, Shujaiya, que alguna vez fue un barrio de clase media lleno de casas multifamiliares de cuatro pisos como mínimo y habitado por unas 100.000 personas, es hoy un gigantesca escena del crimen, con toneladas de escombros que se derraman sobre las márgenes de calles polvorientas.

El ataque total contra Shujaiya comenzó el 19 de julio a las 23, con un bombardeo desde aviones, tanques y piezas de artillería que descargó 7.000 proyectiles altamente explosivos hasta el día siguiente, incluyendo 4.800 en siete horas, según un informe del Pentágono citado por la cadena de noticias árabe Al Jazeera.

Unidades israelíes habían ingresado al barrio dos días antes, el 17, luego de haber lanzado panfletos sobre Shujaiya en los que se anticipaba una ofensiva terrestre y se pedía la evacuación. Pero las cosas se complicaron, milicianos de Hamas mataron a 13 soldados y el Ejército de Israel decidió el bombardeo total.

"Con mi familia evacuamos el 19 a las 21.30. Mi hermano salió más tarde, a las 3, en una pausa de los bombardeos, y aún no podemos creer cómo no le pasó nada. Por la puerta no se podía, así que fueron abriendo agujeros en casas contiguas hasta que lograron huir, con mujeres y chicos, en la oscuridad", contó el-Ja'abry.

El bloqueo israelí a Gaza terminó con el trabajo en una fábrica de Israel que el-Ja'abry tuvo durante 35 años. Con el dinero ahorrado, compró un minibús para dedicarse al transporte escolar, que aún puede verse parcialmente sepultado bajo los escombros de su antigua casa.

"Ahora estoy alquilando. Estoy tratando de reconstruir otras dos habitaciones, pero me falta dinero. Es la misma situación que muchos otros acá en el barrio. Del Ministerio de Obras públicas nos dicen que el mes próximo van a venir a limpiar los escombros, pero después dicen al mes siguiente, y nunca vienen", se quejó.

"Me siento muy, muy mal, siento que a nadie le importa y me pregunto qué hice yo para merecer esto. Después de 35 años de trabajo, perdí la casa, mi minibús y sólo me queda la ropa que llevo puesta", prosiguió, agregando que no confía en que alguna vez tenga lugar la reconstrucción prometida.

A varias cuadras del lugar, sentado sobre una madera que fue de su cama, Jihad Harara, de 65 años, pasa todo el día esperando la llegada de la gente del Ministerio de Obras Públicas o del organismo para los refugiados palestinos (UNRWA) con materiales de construcción o dinero para poder seguir solventando su alquiler.

"Tenía una casa de cuatro pisos, y todos mis hermanos y primos tenían casas así en esta zona", dijo Harara, señalando un amplio descampado arenoso de unas tres cuadras de frente por tres de fondo, uno de los pocos de donde ya se removieron los escombros.

"Llegamos a evacuar a tiempo, el 19 de julio, pero cuando volvimos, el 15 de agosto, durante un alto el fuego, ya no quedaba nada, ni las casas ni todo lo que estaba adentro", prosiguió.

Harara contó que ahora está alquilando ocho departamentos, para él y sus siete hijos, y que ya pagó alquileres por 1.500 dólares que recibieron del Ministerio y UNRWA, pero que el dinero que les queda se les terminará en cuatros meses.

"No sabemos qué vamos a hacer. No tenemos plata para nuestro futuro, y pedimos al mundo empezar de una vez con la reconstrucción y devolvernos nuestras casas, para poder volver a vivir aquí en ellas y no tener que pagar alquileres", imploró.

Otro palestino de Shujaiya, Mohamed el Areer, un electricista de 26 años, contó que tenía tres casas con sus cuatro hermanos y que perdieron todo, incluyendo a cuatro miembros de la familia de su madre.

Casado y con un chico de cinco meses, el Areer quiere para su hijo algo mejor que lo que le tocó a él, aunque no es optimista.

"Qué futuro podemos tener nosotros acá. Pero bueno, sueño con que mi hijo sea maestro, o tenga una buena educación, con que tenga una vida mejor que la mía", dijo, encogiéndose de hombros.

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30 MAR 2015 - 10:43

"Toda esta parcela es mía y de mi hermano. Teníamos una casa hermosa cada uno. Sólo quedaron en pie dos cuartos", dijo Mohamed Mahmud el-Ja'abry, de 51 años, invitando a este cronista a trepar la montaña de fragmentos de concreto de todos los tamaños y vigas de cemento a la que quedó reducida la vivienda de varios pisos.

Ubicado en el este de Ciudad de Gaza, Shujaiya, que alguna vez fue un barrio de clase media lleno de casas multifamiliares de cuatro pisos como mínimo y habitado por unas 100.000 personas, es hoy un gigantesca escena del crimen, con toneladas de escombros que se derraman sobre las márgenes de calles polvorientas.

El ataque total contra Shujaiya comenzó el 19 de julio a las 23, con un bombardeo desde aviones, tanques y piezas de artillería que descargó 7.000 proyectiles altamente explosivos hasta el día siguiente, incluyendo 4.800 en siete horas, según un informe del Pentágono citado por la cadena de noticias árabe Al Jazeera.

Unidades israelíes habían ingresado al barrio dos días antes, el 17, luego de haber lanzado panfletos sobre Shujaiya en los que se anticipaba una ofensiva terrestre y se pedía la evacuación. Pero las cosas se complicaron, milicianos de Hamas mataron a 13 soldados y el Ejército de Israel decidió el bombardeo total.

"Con mi familia evacuamos el 19 a las 21.30. Mi hermano salió más tarde, a las 3, en una pausa de los bombardeos, y aún no podemos creer cómo no le pasó nada. Por la puerta no se podía, así que fueron abriendo agujeros en casas contiguas hasta que lograron huir, con mujeres y chicos, en la oscuridad", contó el-Ja'abry.

El bloqueo israelí a Gaza terminó con el trabajo en una fábrica de Israel que el-Ja'abry tuvo durante 35 años. Con el dinero ahorrado, compró un minibús para dedicarse al transporte escolar, que aún puede verse parcialmente sepultado bajo los escombros de su antigua casa.

"Ahora estoy alquilando. Estoy tratando de reconstruir otras dos habitaciones, pero me falta dinero. Es la misma situación que muchos otros acá en el barrio. Del Ministerio de Obras públicas nos dicen que el mes próximo van a venir a limpiar los escombros, pero después dicen al mes siguiente, y nunca vienen", se quejó.

"Me siento muy, muy mal, siento que a nadie le importa y me pregunto qué hice yo para merecer esto. Después de 35 años de trabajo, perdí la casa, mi minibús y sólo me queda la ropa que llevo puesta", prosiguió, agregando que no confía en que alguna vez tenga lugar la reconstrucción prometida.

A varias cuadras del lugar, sentado sobre una madera que fue de su cama, Jihad Harara, de 65 años, pasa todo el día esperando la llegada de la gente del Ministerio de Obras Públicas o del organismo para los refugiados palestinos (UNRWA) con materiales de construcción o dinero para poder seguir solventando su alquiler.

"Tenía una casa de cuatro pisos, y todos mis hermanos y primos tenían casas así en esta zona", dijo Harara, señalando un amplio descampado arenoso de unas tres cuadras de frente por tres de fondo, uno de los pocos de donde ya se removieron los escombros.

"Llegamos a evacuar a tiempo, el 19 de julio, pero cuando volvimos, el 15 de agosto, durante un alto el fuego, ya no quedaba nada, ni las casas ni todo lo que estaba adentro", prosiguió.

Harara contó que ahora está alquilando ocho departamentos, para él y sus siete hijos, y que ya pagó alquileres por 1.500 dólares que recibieron del Ministerio y UNRWA, pero que el dinero que les queda se les terminará en cuatros meses.

"No sabemos qué vamos a hacer. No tenemos plata para nuestro futuro, y pedimos al mundo empezar de una vez con la reconstrucción y devolvernos nuestras casas, para poder volver a vivir aquí en ellas y no tener que pagar alquileres", imploró.

Otro palestino de Shujaiya, Mohamed el Areer, un electricista de 26 años, contó que tenía tres casas con sus cuatro hermanos y que perdieron todo, incluyendo a cuatro miembros de la familia de su madre.

Casado y con un chico de cinco meses, el Areer quiere para su hijo algo mejor que lo que le tocó a él, aunque no es optimista.

"Qué futuro podemos tener nosotros acá. Pero bueno, sueño con que mi hijo sea maestro, o tenga una buena educación, con que tenga una vida mejor que la mía", dijo, encogiéndose de hombros.


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