Hace 50 años los Beatles daban su último concierto

Hace 50 años, la mítica banda inglesa The Beatles ofrecía su último concierto en el Candlestick Park, en la ciudad estadounidense de San Francisco, e iniciaba una etapa de experimentación en el estadio de grabación, que la llevó a crear una música innovadora que marcó a fuego la historia del rock y el pop.

28 AGO 2016 - 13:25 | Actualizado

La actuación del 29 de agosto de 1966, que duró 33 minutos en los que se interpretaron 11 canciones, marcó el final de una gira en la que los miembros del grupo tomaron conciencia, a partir de una serie de hechos, de que era imposible continuar con la maratón de presentaciones iniciada en los comienzos del grupo.

El show, que comenzó con “Rock and Roll music”, de Chuck Berry, y culminó con “Long tall Sally”, de Little Richard, daba cuenta, tanto en el repertorio como en las condiciones en que la banda tocó, de la abismal distancia que existía en aquellos años entre el vivo y las grabaciones de estudio.

Pero, además, el recital se enmarcó en una caótica gira en la cual los cuatro beatles vieron literalmente en peligro sus vidas en distintos momentos, a raíz de las amenazas de muerte de la organización terrorista Ku Klux Klan por los equívocos dichos de John Lennon sobre el cristianismo en una entrevista; las presiones sufridas en Filipinas por la decisión de la banda de no acudir a una cena de honor organizada por Imelda, la esposa del dictador Ferdinando Marcos; y el accionar de las fans, que los obligaba a mantenerse encerrados en los cuartos de hoteles.

Por otro lado, “Revólver”, el último trabajo de estudio de la banda, aparecido pocas semanas antes, dejaba en claro que el grupo estaba en una senda musical difícil de reproducir en vivo, debido a las escasas posibilidades técnicas de la época.

Cansados de haberse convertido en una especie de “número de circo”, en el que poco se escuchaba la música debido al griterío de las fans y la baja potencia de los altoparlantes, los “fabulosos cuatro” debieron optar entre extender el fenómeno de la “beatlemanía” hasta su final repitiendo fórmulas o aprovechar su fama para experimentar innovaciones musicales.

De esta manera, el grupo también otorgaba una relevancia aún mayor al productor George Martin, encargado de “traducir” a nivel sonoro las ideas de los Beatles, en detrimento del manager Brian Epstein, cuya mayor injerencia se relacionaba con las presentaciones en vivo y la organización de las giras. De hecho, casi un año más tarde, Epstein se suicidó con un cocktail de pastillas, a causa de la depresión que sentía por la baja de su influencia en el andar de la banda.

Ocurre que también Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr se mostraban a esta altura como músicos maduros, capaces de tomar sus propias decisiones y en condiciones de encarar el camino que quisieran.

Los radicales cambios que aparecían en “Revólver”, tanto a nivel musical como lírico, como así también en lo referente a técnicas de grabación, marcaban la pauta del sendero que los Beatles recorrerían hasta su disolución definitiva, en 1970.

En tal sentido, el cuarteto de Liverpool ya no era un grupo de cuatro muchachos trajeados y con cortes de pelo similares, que lanzaban sonrisas condescendientes mientras interpretaban, mayormente sobre un ritmo shake, historias de encuentros y desencuentros de parejitas adolescentes, con la pista de baile como escenario preferente.

Por un lado, el disco mostraba a un Lennon cada vez más interesado en la psicodelia, a partir de sus experiencias con las drogas lisérgicas, tal como puede escucharse en canciones como “She said, she said”, “Dr. Robert” o “Tomorrow never knows”, el tema más radical del disco con novedosas técnicas de grabación.

En tanto, McCartney se ocupaba de llevar la música pop a terrenos más “académicos”, con la inclusión de arreglos de cuerdas o de vientos, como en “Eleonor Rigby” o “Got to get you into my life”, o de un corno francés en “For no one”. Mientras Harrison iniciaba su exploración con sonidos provenientes de la India, en un antecedente de lo que más tarde se conocería como “world music”.

Desde lo lírico, la nueva etapa planteaba cuestiones relacionadas con la soledad (“Eleonor Rigby”), pataleos contra el fisco (“Taxman”) o pasajes que aludían a la nueva conciencia hippy en ciernes.

Obviamente, la madurez de los miembros del grupo llevó a que en las entrevistas comenzaran a aparecer comentarios referidos a la situación social y política, algo que hasta entonces sólo Lennon había esbozado, a contar sus experiencias con las drogas, como así también se empezaron a marcar las personalidades individuales de los integrantes.

Este proceso, que tuvo su cumbre un año más tarde con la publicación del influyente “Sargent Pepper's Lonely Hearts Club Band”, también significó el distanciamiento de los cuatro beatles, que derivó en la consecuente ruptura, en un capítulo aparte donde aparecieron viejos rencores, celos y conspiraciones.

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28 AGO 2016 - 13:25

La actuación del 29 de agosto de 1966, que duró 33 minutos en los que se interpretaron 11 canciones, marcó el final de una gira en la que los miembros del grupo tomaron conciencia, a partir de una serie de hechos, de que era imposible continuar con la maratón de presentaciones iniciada en los comienzos del grupo.

El show, que comenzó con “Rock and Roll music”, de Chuck Berry, y culminó con “Long tall Sally”, de Little Richard, daba cuenta, tanto en el repertorio como en las condiciones en que la banda tocó, de la abismal distancia que existía en aquellos años entre el vivo y las grabaciones de estudio.

Pero, además, el recital se enmarcó en una caótica gira en la cual los cuatro beatles vieron literalmente en peligro sus vidas en distintos momentos, a raíz de las amenazas de muerte de la organización terrorista Ku Klux Klan por los equívocos dichos de John Lennon sobre el cristianismo en una entrevista; las presiones sufridas en Filipinas por la decisión de la banda de no acudir a una cena de honor organizada por Imelda, la esposa del dictador Ferdinando Marcos; y el accionar de las fans, que los obligaba a mantenerse encerrados en los cuartos de hoteles.

Por otro lado, “Revólver”, el último trabajo de estudio de la banda, aparecido pocas semanas antes, dejaba en claro que el grupo estaba en una senda musical difícil de reproducir en vivo, debido a las escasas posibilidades técnicas de la época.

Cansados de haberse convertido en una especie de “número de circo”, en el que poco se escuchaba la música debido al griterío de las fans y la baja potencia de los altoparlantes, los “fabulosos cuatro” debieron optar entre extender el fenómeno de la “beatlemanía” hasta su final repitiendo fórmulas o aprovechar su fama para experimentar innovaciones musicales.

De esta manera, el grupo también otorgaba una relevancia aún mayor al productor George Martin, encargado de “traducir” a nivel sonoro las ideas de los Beatles, en detrimento del manager Brian Epstein, cuya mayor injerencia se relacionaba con las presentaciones en vivo y la organización de las giras. De hecho, casi un año más tarde, Epstein se suicidó con un cocktail de pastillas, a causa de la depresión que sentía por la baja de su influencia en el andar de la banda.

Ocurre que también Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr se mostraban a esta altura como músicos maduros, capaces de tomar sus propias decisiones y en condiciones de encarar el camino que quisieran.

Los radicales cambios que aparecían en “Revólver”, tanto a nivel musical como lírico, como así también en lo referente a técnicas de grabación, marcaban la pauta del sendero que los Beatles recorrerían hasta su disolución definitiva, en 1970.

En tal sentido, el cuarteto de Liverpool ya no era un grupo de cuatro muchachos trajeados y con cortes de pelo similares, que lanzaban sonrisas condescendientes mientras interpretaban, mayormente sobre un ritmo shake, historias de encuentros y desencuentros de parejitas adolescentes, con la pista de baile como escenario preferente.

Por un lado, el disco mostraba a un Lennon cada vez más interesado en la psicodelia, a partir de sus experiencias con las drogas lisérgicas, tal como puede escucharse en canciones como “She said, she said”, “Dr. Robert” o “Tomorrow never knows”, el tema más radical del disco con novedosas técnicas de grabación.

En tanto, McCartney se ocupaba de llevar la música pop a terrenos más “académicos”, con la inclusión de arreglos de cuerdas o de vientos, como en “Eleonor Rigby” o “Got to get you into my life”, o de un corno francés en “For no one”. Mientras Harrison iniciaba su exploración con sonidos provenientes de la India, en un antecedente de lo que más tarde se conocería como “world music”.

Desde lo lírico, la nueva etapa planteaba cuestiones relacionadas con la soledad (“Eleonor Rigby”), pataleos contra el fisco (“Taxman”) o pasajes que aludían a la nueva conciencia hippy en ciernes.

Obviamente, la madurez de los miembros del grupo llevó a que en las entrevistas comenzaran a aparecer comentarios referidos a la situación social y política, algo que hasta entonces sólo Lennon había esbozado, a contar sus experiencias con las drogas, como así también se empezaron a marcar las personalidades individuales de los integrantes.

Este proceso, que tuvo su cumbre un año más tarde con la publicación del influyente “Sargent Pepper's Lonely Hearts Club Band”, también significó el distanciamiento de los cuatro beatles, que derivó en la consecuente ruptura, en un capítulo aparte donde aparecieron viejos rencores, celos y conspiraciones.


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