Ramón, de changarín a empresario portuario

Ramón Montiel tenía 17 años cuando se inició en la descarga de pesqueros en el puerto de Comodoro Rivadavia. Hoy es el dueño de una reconocida firma de estibajes y lo convocaron para el operativo de búsqueda del ARA San Juan. “En los minutos libres rezamos para que los encuentren bien”, dijo.

26 NOV 2017 - 21:48 | Actualizado

Todo empezó cuando en una calurosa tarde de verano en la costanera disfrutaban del mar un grupo de adolescentes. Uno de ellos miraba con más admiración la inmensidad del océano: Ramón Montiel tenía tan sólo 17 años y pese a sus escasos 1,68 no escatimó el “sí” cuando desde el puerto solicitaron jóvenes que quisieran hacer la changa de trabajar para descargar barcos pesqueros. Así empezó su actividad portuaria quien hoy tiene 49 años y es propietario de una empresa emblemática del puerto de Comodoro Rivadavia, Franco Estibajes.
No fue fácil la tarea para quien había llegado de su Puerto Montt natal con apenas un año y medio de vida. “Pese a que me decían que hacía bien el trabajo, no siempre me tomaban porque era menor. Tuve que esperar a cumplir los 18 para ya trabajar regularmente en la descarga de los pesqueros, que en ese entonces eran de la flota amarilla y de madera”.
Remarca que su intención no era ser estibador toda su vida. “Me preocupé en aprender a manejar grúas y zamping de manera tal de ser un operario completo”, dice mientras se mira las manos callosas por tantas horas de trabajo. Daldo Feijoó, recordado referente portuario, lo invitó a que conformara una cuadrilla para que se hiciera cargo de la descarga de los buques pesqueros que atendía en su agencia marítima en 1998 y Montiel encaró el desafío, inscribiéndose en la entonces DGI con la asignación de un CUIT que todavía mantiene: “Lo utilizo desde que conformé Franco Estibajes, nunca cambié de nombre de la empresa ni lo pienso hacer”.
Franco es el nombre de su hijo varón que hoy sigue los pasos de su padre y su hermana Bárbara en la administradora de la empresa. Comenzaba una nueva tarea y responsabilidad y al poco tiempo Ramón ya compró su primera grúa. “Era de las antiguas, articulada, pero era importante que la tuviera y entonces hice la inversión, después vinieron las demás”.
Su espíritu inquieto y emprendedor no se detuvo y al observar toda la basura que quedaba desparramada en el muelle, “me compré un camioncito y un contenedor y empecé a hacer la recolección de residuos del puerto. Todavía la hago, pero no en las condiciones que las hacía antes. Recuerdo que me contrató para eso quien era director del puerto, Rolando Caviglia, quien hoy es director general”.
Se enorgullece al mencionar que “nunca tuve problemas ni con los empleados, ni con los estibadores, los empresarios de la competencia, los gremios, ni con la DGI,  ni la Justicia. Me da una gran tranquilidad y me hace sentir muy bien cuando me dicen muchos que soy un tipo creíble. Ne hace sentir bien que en toda la historia de mi empresa nunca hubo un accidente. La salud y seguridad de mis muchachos es algo primordial. Soy cascarrabias en eso, pero quiero lo mejor para ellos y no quiero que les pase absolutamente nada”.
Hoy Montiel da trabajo en forma directa a una veintena de personas y en forma indirecta a más de cien. “Felizmente con nuestra empresa podemos hacer cualquier trabajo en cualquier buque, desde un crucero hasta un pequeño pesquero. Costó pero el sacrificio dio sus frutos”.
De hecho una de sus grúas fue contratada para operar con los enormes elementos de los molinos del parque eólico de YPF en Manantiales Bher.
No se imagina la vida fuera del puerto. “No sé qué haría si no puedo venir. Es mi vida. Todo mi patrimonio está de la barrera de Prefectura para adentro. Todo lo que gané lo invertí en mi empresa en el puerto y lo voy a seguir haciendo. Donde tengo la base, no había nada, solo yuyos y la levantamos de la nada. Mucho trabajo, eso sí, pero lo hicimos. Mi familia me recrimina que paso muchas horas en el puerto y los entiendo pero no lo puedo evitar, es más fuerte que yo” asevera.
No es raro ver a Ramón manejando un zamping, una grúa o un camión. “Lo hago porque me gusta mucho y porque considero que hacer un trabajo bien no es responsabilidad sólo de los muchachos. Algunos están conmigo desde que empecé y ahora también están los hijos de algunos”.
Hoy Montiel siente también la satisfacción de que para el importante operativo que se montó en el puerto para el alistamiento de los buques que están en la búsqueda del submarino ARA San Juan fue convocado junto a su equipamiento. “Todas mis máquinas, personal y vehículo están trabajando a full. No fue necesario traer absolutamente nada de afuera, toda la maquinaria la proveímos nosotros. En los minutos libres rezamos para que los encuentren bien. Ojalá Dios quiera que así sea”.
Montiel posé una flota de casi un centenar de máquinas, grúas camiones, semirremolques, contenedores y zampings, casi un componente más de su familia. “No sé qué voy a hacer cuando me jubile, voy a seguir viniendo todos los días como hoy hasta los domingos, aunque mis hijos Franco y Bárbara y mi nietitos estén al frente. El puerto es mi vida y lo será hasta mi último día. Siento una gran satisfacción porque se haya terminado el puerto después de tantos años. Cuando entré por primera vez era solo un bloque de cemento y muy peligroso”, dice orgulloso Montiel, curtido hombre de puerto y sobre todo, solidario.#

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26 NOV 2017 - 21:48

Todo empezó cuando en una calurosa tarde de verano en la costanera disfrutaban del mar un grupo de adolescentes. Uno de ellos miraba con más admiración la inmensidad del océano: Ramón Montiel tenía tan sólo 17 años y pese a sus escasos 1,68 no escatimó el “sí” cuando desde el puerto solicitaron jóvenes que quisieran hacer la changa de trabajar para descargar barcos pesqueros. Así empezó su actividad portuaria quien hoy tiene 49 años y es propietario de una empresa emblemática del puerto de Comodoro Rivadavia, Franco Estibajes.
No fue fácil la tarea para quien había llegado de su Puerto Montt natal con apenas un año y medio de vida. “Pese a que me decían que hacía bien el trabajo, no siempre me tomaban porque era menor. Tuve que esperar a cumplir los 18 para ya trabajar regularmente en la descarga de los pesqueros, que en ese entonces eran de la flota amarilla y de madera”.
Remarca que su intención no era ser estibador toda su vida. “Me preocupé en aprender a manejar grúas y zamping de manera tal de ser un operario completo”, dice mientras se mira las manos callosas por tantas horas de trabajo. Daldo Feijoó, recordado referente portuario, lo invitó a que conformara una cuadrilla para que se hiciera cargo de la descarga de los buques pesqueros que atendía en su agencia marítima en 1998 y Montiel encaró el desafío, inscribiéndose en la entonces DGI con la asignación de un CUIT que todavía mantiene: “Lo utilizo desde que conformé Franco Estibajes, nunca cambié de nombre de la empresa ni lo pienso hacer”.
Franco es el nombre de su hijo varón que hoy sigue los pasos de su padre y su hermana Bárbara en la administradora de la empresa. Comenzaba una nueva tarea y responsabilidad y al poco tiempo Ramón ya compró su primera grúa. “Era de las antiguas, articulada, pero era importante que la tuviera y entonces hice la inversión, después vinieron las demás”.
Su espíritu inquieto y emprendedor no se detuvo y al observar toda la basura que quedaba desparramada en el muelle, “me compré un camioncito y un contenedor y empecé a hacer la recolección de residuos del puerto. Todavía la hago, pero no en las condiciones que las hacía antes. Recuerdo que me contrató para eso quien era director del puerto, Rolando Caviglia, quien hoy es director general”.
Se enorgullece al mencionar que “nunca tuve problemas ni con los empleados, ni con los estibadores, los empresarios de la competencia, los gremios, ni con la DGI,  ni la Justicia. Me da una gran tranquilidad y me hace sentir muy bien cuando me dicen muchos que soy un tipo creíble. Ne hace sentir bien que en toda la historia de mi empresa nunca hubo un accidente. La salud y seguridad de mis muchachos es algo primordial. Soy cascarrabias en eso, pero quiero lo mejor para ellos y no quiero que les pase absolutamente nada”.
Hoy Montiel da trabajo en forma directa a una veintena de personas y en forma indirecta a más de cien. “Felizmente con nuestra empresa podemos hacer cualquier trabajo en cualquier buque, desde un crucero hasta un pequeño pesquero. Costó pero el sacrificio dio sus frutos”.
De hecho una de sus grúas fue contratada para operar con los enormes elementos de los molinos del parque eólico de YPF en Manantiales Bher.
No se imagina la vida fuera del puerto. “No sé qué haría si no puedo venir. Es mi vida. Todo mi patrimonio está de la barrera de Prefectura para adentro. Todo lo que gané lo invertí en mi empresa en el puerto y lo voy a seguir haciendo. Donde tengo la base, no había nada, solo yuyos y la levantamos de la nada. Mucho trabajo, eso sí, pero lo hicimos. Mi familia me recrimina que paso muchas horas en el puerto y los entiendo pero no lo puedo evitar, es más fuerte que yo” asevera.
No es raro ver a Ramón manejando un zamping, una grúa o un camión. “Lo hago porque me gusta mucho y porque considero que hacer un trabajo bien no es responsabilidad sólo de los muchachos. Algunos están conmigo desde que empecé y ahora también están los hijos de algunos”.
Hoy Montiel siente también la satisfacción de que para el importante operativo que se montó en el puerto para el alistamiento de los buques que están en la búsqueda del submarino ARA San Juan fue convocado junto a su equipamiento. “Todas mis máquinas, personal y vehículo están trabajando a full. No fue necesario traer absolutamente nada de afuera, toda la maquinaria la proveímos nosotros. En los minutos libres rezamos para que los encuentren bien. Ojalá Dios quiera que así sea”.
Montiel posé una flota de casi un centenar de máquinas, grúas camiones, semirremolques, contenedores y zampings, casi un componente más de su familia. “No sé qué voy a hacer cuando me jubile, voy a seguir viniendo todos los días como hoy hasta los domingos, aunque mis hijos Franco y Bárbara y mi nietitos estén al frente. El puerto es mi vida y lo será hasta mi último día. Siento una gran satisfacción porque se haya terminado el puerto después de tantos años. Cuando entré por primera vez era solo un bloque de cemento y muy peligroso”, dice orgulloso Montiel, curtido hombre de puerto y sobre todo, solidario.#


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