Silvia Susana Vargas tenía 19 años cuando le cortaron prematuramente las alas. El 8 de julio de 1990 fue descuartizada y sus restos diseminados por varios puntos geográficos de Trelew.
Sus partes, en descomposición, comenzaron a aparecer. Veintitrés días después de su muerte, unos chicos que estaban jugando a la pelota en un baldío cercano a la pista de atletismo municipal hallaron su tronco y una pierna ocultos en unos pajonales.
El hecho conmocionó no sólo a la sociedad trelewense de esa época, sino a toda la provincia y generó una búsqueda frenética del autor de ese horrendo crimen.
Dos días después se halló la cabeza en otro baldío y una semana después atraparon al autor, Daniel Eugenio Díaz, un discjockey que habitaba una pieza en el sector oeste de Trelew y que era la pareja de la víctima. Se tejieron miles de hipótesis. Se analizaron varias conjeturas y se especularon innumerables móviles del cruento asesinato. Nada de eso fue cierto.
Se habló sobre la pista del narcotráfico, ya que la joven muerta, mantenía una relación afectiva con un sujeto acusado de traficar estupefacientes y que se encontraba alojado en la Unidad 6 de Rawson, cárcel donde ella concurría ocasionalmente a verlo.
También se buscó la pista relacionada con rituales satánicos, especulándose que el cuerpo de la chica había sido ofrecido al demonio y no se descartó una red de trata de personas y prostitución.
Nada de eso ocurrió. Daniel Ruiz estranguló, mató y descuartizó a Silvia Vargas por el más primitivo de los pecados capitales: los celos. Fue un crimen pasional y así lo confesó el propio autor ante el comisario Horacio González, por entonces jefe de la comisaría Primera de Trelew, a cargo de la investigación y que dicen que se conmovió ante el desgarrador testimonio por tanta pasión, locura y muerte.
Ruiz fue detenido, enjuiciado y encontrado culpable en uno de los primeros juicios orales y públicos del nuevo código penal de la gestión de Néstor Perl en Trelew y en donde el acusado estuvo lleno de contradicciones.
Lo condenaron por homicidio simple y le dieron una pena de once años, de la que cumplió siete entre la Alcaidía Policial de Trelew y la Unidad 6. Fue un interno carcelario ejemplar. En Rawson, se integró al grupo de Cáritas Parroquial e hizo todos los deberes. Cumplió todos los requisitos que la ley demandaba y cumplido un cierto tiempo comenzó a salir con transitorias hasta su liberación definitiva. Se asentó nuevamente en Trelew, formó una nueva pareja y una familia.
Décadas después
Sin embargo, algo pasó. Veintiún años después del descuartizamiento, volvió a intentar cometer un asesinato. Semejante por lo cruel. El sábado 13 de agosto y luego de discutir con su mujer, Yanina Treuquil, en su domicilio de la calle Fagnano al 900 del barrio Tiro Federal de Trelew, la atacó con una sartén y luego la roció con combustible para quemarla viva. Todo ante la desesperada mirada de su hijo de 9 años de edad. Hoy la mujer, víctima de la salvaje agresión, lucha desesperadamente por su vida en una clínica de salud de Buenos Aires con el 90% de su cuerpo cremado, esperando prácticamente un milagro. Ruiz nuevamente está detenido, esta vez preventivamente en un calabozo, esperando el desenlace de una causa que podría cambiar su carátula de un intento de homicidio a un simple asesinato.
Hoy, también, vale la pena preguntar si algo falló. Si bien el sistema judicial, patronato y monitoreo de los victimarios era muy distinto hace dos décadas atrás. Es evidente que el control del Estado no funcionó. El mundo se olvidó del monstruo, pero el monstruo no se olvidó del mundo y volvió a salir. Con el peor final.
Juicio y condena
El 2 de septiembre de 1991 la entonces Cámara Primera en lo Criminal, integrada por los jueces Juan Ángel Di Nardo, José Osvaldo Vecchio y Carlos A. Duarte Antokoletz dictó un fallo declarando a Daniel Eugenio Ruiz “como autor material y penalmente responsable del delito de homicidio simple (artículo 79 del Código Penal) por el que recibiera formal acusación por el hecho cometido en la ciudad de Trelew el día 8 de julio de 1990, del que resultara víctima Silvia Susana Vargas”.
El acta respectiva consigna que se condena “a Daniel Eugenio Ruiz a la pena de once años de prisión”.
En los considerando de la sentencia, el doctor Vecchio expresó que “ha sido traído a juzgamiento Daniel Eugenio Ruiz a quien se le imputa en la requisitoria fiscal de elevación a juicio haber dado muerte mediante estrangulamiento a Silvia Susana Vargas en circunstancia en que la joven concurría al domicilio del inculpado, con posterioridad a las 18 horas del día 8 de julio de 1990, procediendo tiempo después a seccionar el cadáver, colocando sus partes en bolsas y diseminándolas en tres emplazamientos distintos de la ciudad de Trelew”.
El propio Ruiz había declarado con precisión en el juicio del que fue objeto “lo que hizo a posteriori, cómo la seccionó, dividió, colocó en bolsas y repartió” las partes del cadáver.
Refirió también “con lujo de detalles la relación que mantuvo con Silvia Susana Vargas y cómo se fue deteriorando la misma. El último encuentro casual que tuvieron fue en la calle el día 7 de julio de 1990, concurren a la estudiantina –confirmado por la hermana de la víctima, que llega entre las 18 y las 19 horas-. Llegan, charlan, mantienen relaciones sexuales y comienza un intercambio de palabras y un forcejeo que culmina cuando se produce el estrangulamiento con sus propias manos. Describe también lo que hizo a posteriori”.#
Silvia Susana Vargas tenía 19 años cuando le cortaron prematuramente las alas. El 8 de julio de 1990 fue descuartizada y sus restos diseminados por varios puntos geográficos de Trelew.
Sus partes, en descomposición, comenzaron a aparecer. Veintitrés días después de su muerte, unos chicos que estaban jugando a la pelota en un baldío cercano a la pista de atletismo municipal hallaron su tronco y una pierna ocultos en unos pajonales.
El hecho conmocionó no sólo a la sociedad trelewense de esa época, sino a toda la provincia y generó una búsqueda frenética del autor de ese horrendo crimen.
Dos días después se halló la cabeza en otro baldío y una semana después atraparon al autor, Daniel Eugenio Díaz, un discjockey que habitaba una pieza en el sector oeste de Trelew y que era la pareja de la víctima. Se tejieron miles de hipótesis. Se analizaron varias conjeturas y se especularon innumerables móviles del cruento asesinato. Nada de eso fue cierto.
Se habló sobre la pista del narcotráfico, ya que la joven muerta, mantenía una relación afectiva con un sujeto acusado de traficar estupefacientes y que se encontraba alojado en la Unidad 6 de Rawson, cárcel donde ella concurría ocasionalmente a verlo.
También se buscó la pista relacionada con rituales satánicos, especulándose que el cuerpo de la chica había sido ofrecido al demonio y no se descartó una red de trata de personas y prostitución.
Nada de eso ocurrió. Daniel Ruiz estranguló, mató y descuartizó a Silvia Vargas por el más primitivo de los pecados capitales: los celos. Fue un crimen pasional y así lo confesó el propio autor ante el comisario Horacio González, por entonces jefe de la comisaría Primera de Trelew, a cargo de la investigación y que dicen que se conmovió ante el desgarrador testimonio por tanta pasión, locura y muerte.
Ruiz fue detenido, enjuiciado y encontrado culpable en uno de los primeros juicios orales y públicos del nuevo código penal de la gestión de Néstor Perl en Trelew y en donde el acusado estuvo lleno de contradicciones.
Lo condenaron por homicidio simple y le dieron una pena de once años, de la que cumplió siete entre la Alcaidía Policial de Trelew y la Unidad 6. Fue un interno carcelario ejemplar. En Rawson, se integró al grupo de Cáritas Parroquial e hizo todos los deberes. Cumplió todos los requisitos que la ley demandaba y cumplido un cierto tiempo comenzó a salir con transitorias hasta su liberación definitiva. Se asentó nuevamente en Trelew, formó una nueva pareja y una familia.
Décadas después
Sin embargo, algo pasó. Veintiún años después del descuartizamiento, volvió a intentar cometer un asesinato. Semejante por lo cruel. El sábado 13 de agosto y luego de discutir con su mujer, Yanina Treuquil, en su domicilio de la calle Fagnano al 900 del barrio Tiro Federal de Trelew, la atacó con una sartén y luego la roció con combustible para quemarla viva. Todo ante la desesperada mirada de su hijo de 9 años de edad. Hoy la mujer, víctima de la salvaje agresión, lucha desesperadamente por su vida en una clínica de salud de Buenos Aires con el 90% de su cuerpo cremado, esperando prácticamente un milagro. Ruiz nuevamente está detenido, esta vez preventivamente en un calabozo, esperando el desenlace de una causa que podría cambiar su carátula de un intento de homicidio a un simple asesinato.
Hoy, también, vale la pena preguntar si algo falló. Si bien el sistema judicial, patronato y monitoreo de los victimarios era muy distinto hace dos décadas atrás. Es evidente que el control del Estado no funcionó. El mundo se olvidó del monstruo, pero el monstruo no se olvidó del mundo y volvió a salir. Con el peor final.
Juicio y condena
El 2 de septiembre de 1991 la entonces Cámara Primera en lo Criminal, integrada por los jueces Juan Ángel Di Nardo, José Osvaldo Vecchio y Carlos A. Duarte Antokoletz dictó un fallo declarando a Daniel Eugenio Ruiz “como autor material y penalmente responsable del delito de homicidio simple (artículo 79 del Código Penal) por el que recibiera formal acusación por el hecho cometido en la ciudad de Trelew el día 8 de julio de 1990, del que resultara víctima Silvia Susana Vargas”.
El acta respectiva consigna que se condena “a Daniel Eugenio Ruiz a la pena de once años de prisión”.
En los considerando de la sentencia, el doctor Vecchio expresó que “ha sido traído a juzgamiento Daniel Eugenio Ruiz a quien se le imputa en la requisitoria fiscal de elevación a juicio haber dado muerte mediante estrangulamiento a Silvia Susana Vargas en circunstancia en que la joven concurría al domicilio del inculpado, con posterioridad a las 18 horas del día 8 de julio de 1990, procediendo tiempo después a seccionar el cadáver, colocando sus partes en bolsas y diseminándolas en tres emplazamientos distintos de la ciudad de Trelew”.
El propio Ruiz había declarado con precisión en el juicio del que fue objeto “lo que hizo a posteriori, cómo la seccionó, dividió, colocó en bolsas y repartió” las partes del cadáver.
Refirió también “con lujo de detalles la relación que mantuvo con Silvia Susana Vargas y cómo se fue deteriorando la misma. El último encuentro casual que tuvieron fue en la calle el día 7 de julio de 1990, concurren a la estudiantina –confirmado por la hermana de la víctima, que llega entre las 18 y las 19 horas-. Llegan, charlan, mantienen relaciones sexuales y comienza un intercambio de palabras y un forcejeo que culmina cuando se produce el estrangulamiento con sus propias manos. Describe también lo que hizo a posteriori”.#