Los muertos y heridos de la masacre de Ezeiza, Juan Domingo Perón en su residencia de Gaspar Campos saludando a sus seguidores y el cadáver de José Ignacio Rucci en la camilla mortuoria del Hospital Alvarez, sin lugar a dudas marcaron el destino político de Cristina Ziebart, la médica que desde el 10 de diciembre ocupará una banca en el Congreso Nacional en calidad de diputada.
Porteña, nacida el mismo día en que el pueblo peronista se desgarraba en lágrimas, el 26 de julio de 1952. Hacía pocas horas había fallecido María Eva Duarte de Perón. El calendario le daría en su vida otra coincidencia: hace 30 años, un 27 de octubre, nació su hijo Matías, la misma fecha de la muerte de Néstor Kirchner.
Ziebart es hija de un matrimonio de descendientes de alemanes e italianos, Adolfo Ziebart y Aida Tognola. La familia que también tendría a Guillermo, hoy empresario de la refrigeración; pertenecía a una “clase media acomodada”. Su padre era dueño de una estación de servicio, que le permitía a su familia un buen pasar y a su hija que siempre quiso ser médica, educación privada.
En sus estudios terciarios inició su militancia y vivió los momentos más imborrables. De padre apolítico, una madre ferviente admiradora de Evita y muchos familiares peronistas y detractores, Ziebart ingresó a la Facultad y se acercó al peronismo para conocerlo. “Era una historia muy especial de afectos y por conocer esos interrogantes de los cuales no te dejaban hablar y cuando a uno no lo dejan hablar de alguien, te preguntas porqué”. Dijo que “en mi casa se hablaba de política y cuando empecé la Facultad mi padre reforzó “el tené cuidado porque está todo muy problemático”.
En ese contexto “los jóvenes estábamos volcados en contra de lo que era la represión, porque era intelectual y no medíamos los riesgos, tal es así que nunca sentí miedo”.
“Veíamos de que en la familia no se hablaba de esto, de lo otro, del no te comprometas y todavía hay secuelas en nosotros. Por eso me encanta decir lo que siento y pienso, aunque me critiquen o hablen en contra mío, pero no me callo” sostiene.
Era estudiante de medicina de la Universidad Nacional de El Salvador cuando el 20 junio de 1973, como practicante en el hospital Alvarez y sólo 19 años, le tocó asistir a Ezeiza en una ambulancia y permanecer al pie del palco, mudo testigo de una masacre histórica. “Llegamos muy temprano y nos ubicamos a metros del palco donde pronunciaría un discurso el general Juan Domingo Perón a su retorno a la Argentina luego de tantos años de destierro” recuerda.
“Estábamos en un lugar reservado y charlábamos con los médicos y enfermeras sobre trivialidades –recordó- pero en el ambiente estaba la gran emoción porque veríamos desde muy cerca al general. Todos militábamos y éramos peronistas”. La diputada electa recordó que “observábamos cómo cada vez más la gente a raudales se acercaba al palco. No sé cómo ni cuándo ni por qué, de pronto empezaron a sonar disparos por doquier y caer muertos y heridos a nuestro alrededor. Fue un descontrol total y en pocos minutos nuestra ambulancia, no sé si con muertos o heridos, partió al hospital. Tratábamos de protegernos detrás de lo que fuera y presos de pánico veíamos como desde arriba de árboles y otros lugares había mucha gente armada disparando a cualquier lado”.
Puntualiza que “no sé cuanto tiempo pasó pero retomada la calma observamos gran cantidad de muertos diseminados en el lugar. Sin saber qué hacer decidimos retirarnos a nuestros domicilios y así es que viajé en ómnibus y subterráneo hasta Belgrano donde vivía. No entendí nada durante mucho tiempo, salvo que no estaba equivocada al repudiar la violencia”.
Hoy la diputada del Frente para la Victoria afirma que “fue el hecho que más me marcó. Ver de tan cerca las disputas de poder, que lamentablemente hoy también se dan, fue un desastre. Sigue siendo un mal sueño en mi vida, muy extraño, fue como irreal lo que pasó. Tengo todo grabado en mi retina”.#
Los muertos y heridos de la masacre de Ezeiza, Juan Domingo Perón en su residencia de Gaspar Campos saludando a sus seguidores y el cadáver de José Ignacio Rucci en la camilla mortuoria del Hospital Alvarez, sin lugar a dudas marcaron el destino político de Cristina Ziebart, la médica que desde el 10 de diciembre ocupará una banca en el Congreso Nacional en calidad de diputada.
Porteña, nacida el mismo día en que el pueblo peronista se desgarraba en lágrimas, el 26 de julio de 1952. Hacía pocas horas había fallecido María Eva Duarte de Perón. El calendario le daría en su vida otra coincidencia: hace 30 años, un 27 de octubre, nació su hijo Matías, la misma fecha de la muerte de Néstor Kirchner.
Ziebart es hija de un matrimonio de descendientes de alemanes e italianos, Adolfo Ziebart y Aida Tognola. La familia que también tendría a Guillermo, hoy empresario de la refrigeración; pertenecía a una “clase media acomodada”. Su padre era dueño de una estación de servicio, que le permitía a su familia un buen pasar y a su hija que siempre quiso ser médica, educación privada.
En sus estudios terciarios inició su militancia y vivió los momentos más imborrables. De padre apolítico, una madre ferviente admiradora de Evita y muchos familiares peronistas y detractores, Ziebart ingresó a la Facultad y se acercó al peronismo para conocerlo. “Era una historia muy especial de afectos y por conocer esos interrogantes de los cuales no te dejaban hablar y cuando a uno no lo dejan hablar de alguien, te preguntas porqué”. Dijo que “en mi casa se hablaba de política y cuando empecé la Facultad mi padre reforzó “el tené cuidado porque está todo muy problemático”.
En ese contexto “los jóvenes estábamos volcados en contra de lo que era la represión, porque era intelectual y no medíamos los riesgos, tal es así que nunca sentí miedo”.
“Veíamos de que en la familia no se hablaba de esto, de lo otro, del no te comprometas y todavía hay secuelas en nosotros. Por eso me encanta decir lo que siento y pienso, aunque me critiquen o hablen en contra mío, pero no me callo” sostiene.
Era estudiante de medicina de la Universidad Nacional de El Salvador cuando el 20 junio de 1973, como practicante en el hospital Alvarez y sólo 19 años, le tocó asistir a Ezeiza en una ambulancia y permanecer al pie del palco, mudo testigo de una masacre histórica. “Llegamos muy temprano y nos ubicamos a metros del palco donde pronunciaría un discurso el general Juan Domingo Perón a su retorno a la Argentina luego de tantos años de destierro” recuerda.
“Estábamos en un lugar reservado y charlábamos con los médicos y enfermeras sobre trivialidades –recordó- pero en el ambiente estaba la gran emoción porque veríamos desde muy cerca al general. Todos militábamos y éramos peronistas”. La diputada electa recordó que “observábamos cómo cada vez más la gente a raudales se acercaba al palco. No sé cómo ni cuándo ni por qué, de pronto empezaron a sonar disparos por doquier y caer muertos y heridos a nuestro alrededor. Fue un descontrol total y en pocos minutos nuestra ambulancia, no sé si con muertos o heridos, partió al hospital. Tratábamos de protegernos detrás de lo que fuera y presos de pánico veíamos como desde arriba de árboles y otros lugares había mucha gente armada disparando a cualquier lado”.
Puntualiza que “no sé cuanto tiempo pasó pero retomada la calma observamos gran cantidad de muertos diseminados en el lugar. Sin saber qué hacer decidimos retirarnos a nuestros domicilios y así es que viajé en ómnibus y subterráneo hasta Belgrano donde vivía. No entendí nada durante mucho tiempo, salvo que no estaba equivocada al repudiar la violencia”.
Hoy la diputada del Frente para la Victoria afirma que “fue el hecho que más me marcó. Ver de tan cerca las disputas de poder, que lamentablemente hoy también se dan, fue un desastre. Sigue siendo un mal sueño en mi vida, muy extraño, fue como irreal lo que pasó. Tengo todo grabado en mi retina”.#